Capítulo 31. El fruto de no dormir.
Capítulo 31. El fruto de no dormir.
Terrible. Esa era la mejor palabra para describir la forma en la que Meredith se sentía. Terrible dolor de cabeza, terrible cansancio, terrible mal humor y... Simplemente aquella terrible sensación de estar encerrada, y en cierta forma estaba encerrada en aquel sueño, aquella pesadilla.
Descubrió lo que era después de un rato siendo presa de la angustia, porque de forma repentina Meredith se sintió sola. Estaba en un cuarto blanco, y aquella sensación iba más allá del hecho de que era la única allí.
No tenía sentido, Meredith sabía que no estaba sola. Ella tenía a su madre, los Weasley y los Potter; a Percy, Annabeth, Troy, incluso a Leo y Pipes. Era estúpido sentirse sola cuando tenía a tantas personas que la apoyaban.
Tragó saliva mientras miraba la mesa, era blanca como todo en aquel lugar. Lo aterrador era el hecho de parecerse a una habitación de psiquiátrico, ¿acaso ya era algo real? ¿Se volvió tan loca que la llevaron a un centro de esos sin que lo note?
La puerta a sus espaldas se abrió, pegó un salto en su lugar y bajó las manos de la mesa. Escuchó los pasos rodeándole hasta que la mujer vestida como doctora se sentó ante ella. Apenas le dedicó una pequeña mirada antes de sentir un dolor en la coronilla, otra vez.
— ¿Dónde estoy? —Como siempre, era la chica de las preguntas.
—En un lugar donde le ayudaremos, señorita Greengrass —explicó sonriendo levemente.
Parpadeó confundida y frotó sus manos con ansiedad, se estremeció por completo mientras el dolor se tornaba insoportable. La doctora veía cada uno de sus movimientos, temerosa al parecer. Y algo crujió en la parte trasera de su cabeza, Mar abrió los ojos como platos.
Entonces se volvió una simple espectadora, mientras algo más se apoderaba de su cuerpo. Aquello hizo que mirara por debajo de sus pestañas a la doctora.
—Meredith —ella murmura, inclinándose un poco hacia la chica—. ¿Te sientes bien?
No responde, solo se acomoda en la silla y levanta el mentón con aire altivo. Sonríe burlona hacia la mujer de blanco.
—Sé que estás ahí —insiste en voz baja—. No permitas que se apodere de ti.
Los ojos de la más joven se fijan en el bolígrafo junto a ella. Meredith, como espectadora, entró en desesperación por la idea que surcó su mente. No era suya, ella nunca pensaría algo como eso.
—Sabe que saldré de aquí —susurra con aire macabro, hasta a Meredith le asustaba escucharse así.
—No, Meredith, tú puedes retenerla.
Se recuesta en la mesa, cerca del bolígrafo y la doctora. Sonríe lentamente.
— ¿Por qué le hablas a alguien que ya no está?
Quiso gritar cuando vio que el bolígrafo terminaba en la garganta de la doctora. El blanco ambiente se manchó con gotas de sangre.
Meredith despertó llevándose una mano a la garganta, respirando una vez más con dificultad. Miró la hora en el reloj junto a ella, ahora sólo había dormido media hora. Se levantó temblando para ir al baño y tomar una ducha fría.
Estaban en el único motel que hasta ahora había aceptado a unos adolescentes como ellos. En cuanto le mostraron el dinero, la mujer solo apagó su cigarrillo y les tiró una llave. Al menos era cosa de una sola noche.
Luego de vestirse decidió salir a tomar aire, mientras Leo y Piper seguían dormidos.
Meredith sintió un repentino malhumor, con ganas de golpear a cualquiera que se le cruce enfrente. Sacude la cabeza para borrar esa idea, pero es inútil. Avanza por los terrenos del lugar escuchando a los universitarios borrachos hablar.
—En la fiesta de cumpleaños de Mickey Mouse la señorita Bell me dijo que era mi madre... —balbuceaba uno, dejando a los demás estupefactos.
Por primera vez en su vida Meredith rodó los ojos pensando que era un inmaduro. Lo cual no tenía sentido siendo que ella era la más inmadura por allí.
Su plan de respirar aire fresco fracasó, puesto que lo único que podías respirar por ahí era el humo de los cigarrillos, o el aliento a alcohol de los grupos. Terminaron en el peor lugar... y sus amigos durmiendo plácidamente.
—Ey, preciosa, ¿nos acompañas?
Le dedicó una mirada de asco al muchacho de unos dieciocho años que se le acercó. Iba a seguir avanzando para volver a su cuarto, pero él le tomó del brazo.
Y ese crujido en su cabeza.
El muchacho de un momento a otro estaba en el suelo, sujetando su nariz mientras se quejaba de dolor. Durante apenas unos segundos Meredith pareció ser ella misma, al titubear y observar con pánico lo que hizo, pero luego esa mirada sin expresión volvió a ella.
Cuando regresó despertó a sus amigos lanzándolos de la cama, sin una pizca de cuidado. Ellos le miraron confundidos. Era la primera vez que la Greengrass no sonreía, siquiera un poco. Sus labios rotos y resecos estaban pegados, en una línea nada amigable.
— ¿Estás bien, Mar? —Piper preguntó preocupada.
—Sí, ahora estaría muy bien si se bañaran. No tenemos todo el tiempo del mundo.
Su tono no gustó demasiado a la hija de Afrodita, quien antes de ingresar al baño volvió a hablarle.
—También estaría bien te peinaras, Meredith, te ves como una desquiciada.
Cerró la puerta, el ambiente se tornó tenso.
—Maldita —fue lo que Meredith resopló entre dientes.
Notó la mirada de Leo fija en ella, alzó las cejas disgustada.
— ¿Tengo monos en la cara acaso?
—No —murmura en respuesta el chico—. Sólo muchas ojeras, necesitas dormir más. Últimamente te has desvelado demasiado...
—Mi problema, no el tuyo.
***
Aún sin saber lo que pasaba con ella, sólo consciente que de pronto todo le parecía odioso. Hervía en furia por cualquier cosa, y no podía controlarse. Ella no notaba los cambios en su personalidad, que pasaba de ser divertida a fastidiosa.
La Mar normal habría bromeado diciendo que estaba en sus días, pero la que tenían en frente casi golpea a Leo cuando comentó eso. Era una alerta para sus compañeros, quienes ya no sabían manejar la situación.
Vagaban por las calles de Utah, no llegaron al autobus de las 6am. Cosa por la que Meredith les gritó durante medio kilómetro. Tuvieron que sostenerla para que no se lance sobre el tipo de los boletos, ahora al menos encontraron un lugar donde comer antes de seguir con su viaje.
— ¿Con la comida se te pasará el malhumor?
— ¿Si te golpeo dejarás de molestar?
Leo resopla y Piper llama a la mesera. Ambos ruegan que Meredith no sea grosera con ella, y por suerte solo pide lo que quiere y luego cierra la boca.
Mientras la orden se preparaba, cada uno fue por su lado. Mar decidió ir al baño para limpiarse el rostro con algo de agua. Luego se miró al espejo, observando con pesar las manchas moradas bajo sus ojos.
¿Qué demonios le sucedía? Hasta los huesos de sus pómulos parecían resaltar más, perdiendo sus usuales cachetes rellenos. No se veía como siempre, se veía extraña. Meredith se sentía extraña, como si no fuese ella misma.
Giró la cabeza al escuchar voces al otro lado de la pared, que daba con la parte trasera del lugar. Se puso de puntillas para poder mirar, solo pudo ver el cabello de sus amigos.
— ¿Tienes el dracma? —Piper preguntó.
—Sí —respondió Leo.
Con curiosidad, salió del baño dispuesta a ver lo que harían. Chocó con Doris, ella le miró desde su pequeña altura con intensidad. Mar tragó saliva antes de inclinarse para tomarla en brazos.
Sentirla acomodarse en su cuello la calmó, y el malhumor pareció disiparse poco a poco.
Fue al patio trasero con disimulo, sin hacer mucho ruido se escondió para poder ver a Leo y Piper. Estaba lo suficientemente cerca como para escuchar sobre lo que hablaban. Ellos tenían un mensaje Iris con Quirón.
—Está muy rara —decía la chica—. Arisca, grosera y malhumorada.
Esa descripción despertó un malestar en Meredith, que bajó la cabeza avergonzada.
—Insufrible, como si odiara cada átomo del universo —concuerda Valdez.
Quirón demuestra preocupación en su rostro.
— ¿Acaso ha estado... durmiendo poco?
—Últimamente se desvela mucho —Piper se rasca la nuca—. Solía contarme sobre sus pesadillas, ahora ya no.
—Pesadillas —repite el centauro en voz baja—. Deben lograr que descanse más, niños. Su humor cambiará si descansa lo suficiente.
Leo bufa.
— ¿Cómo lograr eso si cada vez que le hablamos amenaza con golpearnos?
Meredith ya no puede seguir escuchando eso, vuelve a la cafetería con la cabeza gacha. Estaba avergonzada con su actitud, a ella no le criaron para ser grosera con las personas que intentan ayudarle. Por alguna razón dejó eso a un lado y fue una maldita con ellos.
Te estar perdiendo a ti misma, Mar.
Casi lo hizo por completo.
Cuando Leo y Piper volvieron la orden ya estaba lista en la mesa. Ellos la miraron desconfiados al verla sonreír levemente.
— ¡Volvieron! —exclama y señala la comida—. Casi devoro todo esto yo sola.
— ¿Ya volviste a ser la Meredith de siempre? —inquiere Piper.
Relame sus labios y se rasca la cabeza.
—Algo así, lamento mi actitud. A decir verdad no sé lo que sucedió conmigo. Puede que haya sido la falta de sueño. Yo solo... lamento haberles ofendido.
Esperó la respuesta de ellos con preocupación. Hasta que al fin le sonrieron.
—Comenzaba a extrañarte, chica-no-sirena.
—Pues aquí me tienes, chico-no-robot.
Y aquí la razón por la que Meredith debe dormir lo suficiente. Porque si su mente descansa el tiempo correspondido es más fuerte.
Más fuerte que ella.
***
¡Hoola queridas! Volví más rápido de lo que esperaban, eh e.e Y hoy habrá un milagro.
Ven, acércate, te diré un secreto.
Tengo otro capítulo más.
Sí, así que lo siguiente se cumplirá.
¡Hasta pronto!
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