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Capítulo 27. Un regalo poco usual de la diosa del amor.

Capítulo 27. Un regalo poco usual de la diosa del amor.

Rachel Elizabeth Dare era el verdadero nombre del oráculo, Meredith supuso desde un inicio que Dionisio distorsionó por completo el nombre de la pobre pelirroja. Se sentó a escucharla mientras esta le explicaba todo el proceso que pasarían, no quería que la Greengrass saliera corriendo cuando comenzara, se veía muy capaz de eso.

—No temas a lo que pueda pasar —pide con tranquilidad—. El procedimiento es normal, y por favor, intenta recordar todo lo que te diga. Nunca puedo recordarlo a perfección.

Mar asintió, aunque en realidad estaba flotando en otro mundo.

—Entonces, tus ojos brillarán y saldrá humo de ti —la pelirroja asiente, Meredith respira hondo—. Bien claro que puedo con eso. Digo, soy una bruja, me sujetaron a metros sobre el suelo en una escoba voladora y... ¡Por Merlín! ¡No me dijiste que tu corazón también brillaba! ¡Me salgo de esta locura!

Intenta correr, Rachel y Quirón la detienen.

—Lo siento, es mi celular —le muestra—. Es la alarma... en veinte minutos comienza la serie, aún podemos usar el televisor que nos regaló, ¿verdad? —le susurra a Quirón, sin mencionar el nombre de Hefesto.

Meredith frunce el ceño, ¿ese campamento tuvo una televisión todo ese tiempo?... ¡y ella viviendo como cavernícola! ¡Jugando con su sombra!

Se preparó para quejarse cuando Rachel se puso tiesa y abrió mucho los ojos, éstos brillaron de color verde, de su boca comenzó a salir un humo que la envolvió junto con Mar. Un estremecimiento recorrió su espalda, tragó saliva mientras la oráculo recitaba.

Dos recién reclamados te acompañarán.

La belleza que te dará un hechizo de voz; y las hábiles manos que recuperarán al dragón dando vuelta al reloj.

Y a ti, estrella del mar, un pasado oculto te atormentará. Algo de tinta tendrás que derramar.

El tiempo contado, otros enemigos formándose. Encuentra quién eras y sabrás lo que debes hacer.

Rachel volvió a la normalidad, sus rodillas cedieron y Meredith se apresuró en sujetarla. Con algo de dificultad la depositó en el sofá. Repitió mentalmente lo que había dicho mientras la veía dormir.

—Otros enemigos —murmura y se voltea con expresión preocupada—. ¿Qué significa eso?

La expresión de Quirón no demostró mucho, sólo la miró con los brazos cruzados.

—Monstruos, Meredith... Claramente cuando salgas del campamento te enfrentarás a ellos.

Ella asiente, era obvio que sería así. Entonces, ¿por qué la obvia noticia le daba escalofríos? Estuvo años matando monstruos por su cuenta, aunque claro, en ese tiempo ella tenía un arma. Ahora está perdida, ¡está jodida!

Sus ojos cayeron al suelo, tragó saliva con nerviosismo. Eso no pasó desapercibido por el centauro, quien se acercó para mirarle con curiosidad.

— ¿Qué sucede?

Meredith respira hondo ante la pregunta, pero sabe que debe responderla.

—Perdí mi espada —alza la vista cuando habla—. No sé cómo, pero lo hice.

—No te desesperes, pequeña. Hay toda una armería aquí, seguro encontrarás algo —dice intentando calmarla.

La Greengrass se lamenta dado que, antes, cuando practicaba con otros semidioses no podía usar su propia espada sino una de la armería; y digamos que esas no le servían de mucho. Aquellas espadas no eran para ella, no lograba balancearlas en sus manos.

—También tienes esto —Dionisio dice apareciendo de la nada, causando que ella salte con expresión de horror.

Alza el arco y carcaj, nuevamente caen las flechas. Ella arruga la nariz.

—La verdad sólo pude usar eso porque —mueve las manos—, bueno, le recé a alguien que es bueno en eso.

—Artemisa, seh —asiente el dios de inmediato.

Meredith carraspea un poco, a decir verdad ella pensó que dudaría entre Apolo y su hermana, pero al parecer Artemisa termina ganando de cualquier forma.

—Creo que ella tal vez siga dándote algo de su "bendición" —hace comillas luego de tenderle las cosas. Mar comienza a sonreír ya que él estaba siendo muy amable—. Así no mueres tan rápido, Merlina.

La sonrisa desapareció al instante.

—Era demasiado bueno para ser verdad —determina suspirando, mira las flechas en el suelo con pesadumbre. Ya lo veía, sería ella quien se agache a recogerlas.

—Al parecer te llevarás a un par de nuevos campistas.

Asiente hacia Quirón mientras comienza a juntar las flechas esparcidas en el suelo.

—Uno de la cabaña nueve y otra de la cabaña diez —razona, alza las cejas cuando nota algo—. ¡Leo! ¡Se refiere a Leo!

Hace un mini festejo al notar que ya tenía a uno de sus acompañantes, el cual terminó en cuanto notó que le faltaba una hija de Afrodita.

— ¿Hay nuevos en la cabaña diez?

Dionisio se ríe a más no poder.

—La pregunta debería ser: ¿cuándo dejarán de haber nuevos en esa cabaña? —Pronto se expresión se vuelve lastimera—. Hablo en serio, ¿cuándo terminará?

—Veremos cuál de ellas te acompañará, mientras creo que deberías ayudar a tu nuevo amigo a prepararse —Quirón propone—. Hay que alistarlos e ir a la misión en este plazo de dos semanas.

Meredith mueve la cabeza comprendiendo y se dirige a la puerta para retirarse. Dejó a Doris allí para que descanse un poco más.

Una vez lejos de la Casa Grande el semblante de la chica cayó y su preocupación salió a flote. Sólo era una jovencita de casi quince años y estaba a punto de lanzarse a una misión con otro par con menos experiencia que ella. ¡Para más sería quien los liderara! ¿Y si lo hacía mal? Era poner en riesgo el bienestar de quienes la acompañaban, y las flechas tan importantes de Eros que al parecer pueden desatar más caos del que pensaba.

A ti, estrella del mar, un pasado oculto te atormentará.

¿Serán esos tiempos en los que recibía el entrenamiento por parte de los dioses? Tal vez sea de ayuda. Pero la palabra "atormentar" no sonaba muy bien que digamos.

Llegaba a la armería con su carcaj en la espalda cuando vio a Annabeth y a Piper salir. Charlaban con ánimo y eso le causó algo de alegría, puesto que las veía como sus amigas. No dudó a la hora de acercarse con rapidez.

— ¡Hola de nuevo! ¿Qué hacían por aquí?

Annabeth le sonríe antes de responder —Quise enseñarle algunos lugares, terminamos aquí y...

—Me dejó elegir un arma —completa Piper con emoción, a la par que levantaba un cuchillo ante los ojos de la morena.

—Vaya, se ve... asesinable —Meredith dice, retrocediendo ya que pudo escucharlo silbar cuando lo subió hacia ella.

El par de chicas ante ella se ríe por su expresión.

—Es el cuchillo de Helena de Troya —comenta la rubia, y señala varios datos sobre él.

Meredith escucha atenta, aunque no puede contener la información en su cerebro. Una vez su amiga termina de hablar clava sus ojos grises en ella.

— ¿Qué hacías por aquí? Creí que irías con Percy o algo así... Ese carcaj y el arco no se ven como los de por aquí.

Ante esa pregunta la Greengrass se encoge de hombros, incómoda y nerviosa. Juega con el arco en sus manos.

—Regalo... del exterior —es lo único que dice en voz baja, luego pasa a través de ellas para ingresar a la armería.

—Meredith...

—No quiero que me regañen aún más —lloriquea como niña pequeña, escabulléndose de Annabeth.

***

Terminaron en la pequeña playa del campamento, luego de que -obvio- Annabeth le quitara información a la menor. Escuchó atentamente el lloriqueo de Mar, mientras ésta tocaba todas las espadas y las blandía quejándose de que no le servían. Piper sólo estaba en una esquina rogando que no le cortara una oreja o el cabello.

Cuando estuvo cerca del agua Meredith no dudó en quitarse los zapatos para lanzarse a ella. La sensación fría y reconfortante le hizo sonreír mientras se sumergía. Sus amigas sólo se sentaron a la orilla. De un momento a otro Mar estaba jugando con el agua, formando pequeñas olas. Hasta ahora sólo era capaz de hacer aquello a voluntad, estaba segura de que con la práctica podía hacer muchas cosas más.

Piper quedó con la boca abierta y los ojos desorbitados ante la escena.

—Uh —Meredith balbuceó al verla—. ¿No dije que yo... bueno... era hija del dios del mar? Puedo hacer estas locuras.

Niega lentamente con la cabeza, intentando salir de su asombro.

—Omitiste esa parte, a decir verdad.

Una sonrisa traviesa aparece en el rostro de Mar —Ups.

Vuelve a lo suyo durante varios minutos, mientras Annabeth sigue explicando las reglas y demás del campamento. Piper escuchaba atenta, asintiendo y abrazando sus piernas.

— ¡Annie! —salió a la superficie de repente—. ¿Conoces a chicas nuevas de la cabaña diez?

La rubia frunce el ceño al pensar.

—No, pero sé que hay un par nuevas. ¿Por qué?

Mueve los brazos para mantenerse en la superficie, hace una tos falsa mientras responde —Tengo una misión.

El agua se levantó, pero no fue Meredith la culpable. Terminó con la cara contra la tierra y el trasero hacia arriba. Ahora sí se dedicó a toser de verdad mientras buscaba a Percy para matarlo.

— ¡¿Una misión?! —él salta del agua, al parecer estuvo allí todo ese tiempo.

Annabeth se pone colorada y aparta la mirada golpeándose la frente. Lo primero porque él estaba empapado y sin camiseta, lo segundo porque sabía a dónde iría esa conversación.

—Dime —sonríe hacia su hermana—, ¿ya tienes acompañantes?

Comienza a señalar hacia Annabeth y él cuando Mar asiente muy digna, con la cara aún llena de arena.

—Sí, ya hablé con el oráculo... y tú no estás invitado —le saca la lengua en actitud infantil.

Percy se ofende a más no poder, inflando el pecho mientras busca su camiseta junto a un árbol para vestirse. Nota a Piper y sus mejillas se encienden apenadas.

—Soy Percy Jackson, lamento eso —sacude la mano torpemente—. Soy el hermano de trasero volador y novio de la rubia a tu lado.

Ella sonríe un poco divertida —Piper McLean.

Entonces se gira de vuelta hacia Mar, alzando las cejas con curiosidad e insistencia.

— ¿De qué va tu misión?

—No creo que deba ir divulgando eso por ahí, Perseus Jackson. Soy una persona muy discreta —dice en tono pomposo, sacándose la arena de encima y levantando la nariz.

—Si no me dices serás tú quien limpie el baño.

— ¡Oh! ¡Por favor no!

Y terminó contándoles todo. To-do. La boca floja de Meredith era demasiado para cualquier tema. Llegó un punto en el que siquiera podían hacerla callar. Ya que ella sólo hablaba y hablaba sobre lo nerviosa que estaba, su voz tornándose cada vez más aguda.

— ¡Meredith!

—Me voy a morir bien pecadora —susurra a media voz.

Vio a Leo acercarse con aires de estar perdido, en cuanto reconoció a su amiga Piper sonrió dispuesto a unirse. Pero Meredith fue más rápida y corrió hasta derrapar pocos centímetros, sin chocarle por puro milagro.

Él parpadeó confundido, pero con una sonrisa puesto que la chica era guapa. En especial con sus ojos verdes muy abiertos en plan corderito degollado... y aún estaba algo mojada.

&Leo Valdez, debo hacerte una propuesta.

Alza las cejas, ampliando aún más su sonrisa —Sí, Meredith, me casaré contigo y tendremos tres hijos. Pero recuerda una cosa —Levanta un dedo—: los calcetines de lana me dan picazón.

Su comentario le hace reír.

—No... Es sobre una misión —empuja su cabello hacia atrás—. Según el oráculo debe acompañarme un hijo de Hefesto recién reconocido, y mira qué sorpresa, tú eres uno. Es sobre recuperar las flechas de un dios.

Leo asiente ante las palabras, aunque la verdad sólo estaba pensando en la forma más efectiva para coquetearle. Termina aceptando al subestimar la dificultad de la misión.

—Claro, ¿qué tan difícil puede ser? —Le codea y guiña un ojo—. Además estarás tú.

Ella sólo estuvo al tanto de su positiva respuesta, y no del comentario que le siguió.

—Ahora sólo necesito a la chica —murmura mordiendo la uña de su dedo gordo.

Se aleja como si nunca hubiese estado ahí, dejando a Leo con las palabras en la boca.

***

Durante la hora de la cena Meredith decidió hacer su "sacrificio" en nombre de Artemisa, como agradecimiento por su ayuda. No estaba segura de las razones por las que la ayudó a la primera, pero lo importante era que fue así.

Luego conoció al amigo de Percy, Grover. Era un sátiro con algo de barba que se vio muy ofendido cuando le confesó que Percy no lo había mencionado. Entonces se sentó a comer mientras miraba su amistad arder, puesto que peleaban como un viejo matrimonio. Sólo faltaba que alguno dijera "ya no me tocas como antes"

Se levantó riendo por sus pensamientos, y fue a dar un paseo alrededor de las cabañas. El fresco viento de la noche era reconfortante y le hacía sentir tranquila. De alguna forma acabó ante la cabaña número uno, la de Zeus. Y se quedó mirando las grandes columnas a los lados.

—Ey, hasta que te encuentro.

Giró hacia el dueño de la voz. Sonrió amable al reconocer el cabello de Troy, pero terminó en una mueca al ver su ojo morado e hinchado.

— ¿Y a ti qué te pasó? No pasó mucho desde que te vi por última vez y... —dijo confundida y preocupada, mientras se fijaba mejor en el ojo.

Troy miró al suelo con aire avergonzado. Su cabello algo largo le tapó la mejilla lastimada mientras suspiraba.

&Sé que te dijeron que soy mala influencia —Señala hacia su rostro—. Es por esto.

— ¿Porque se te hincha el ojo de la nada y puedes alzar una ceja? —ríen—. Eres una especie de matón, ¿o qué?

Se encoge de hombros —Disfruto de las peleas, hago lo que sea para comenzar una... Típicos problemas de los chicos de mi cabaña, supongo. Aún así la mayoría del campamento no me quiere cerca, mi reputación me persigue.

Ella asiente al escucharle. No le sorprendía, ya había notado el gusto del muchacho por la violencia, y no lo compartía pero también vio en él a un buen amigo. Dentro de todo era divertido y amable.

—Pues a mí no me afectará siempre que no busques pelea conmigo —Sonríe—. Porque ahí tendré que ahogarte, querido amigo.

— ¿Amigo? ¿Me consideras tu amigo aún así? No te veo como quien apoya la violencia —Alza una ceja.

—No la apoyo... pero sigo queriendo que me enseñes a levantar una ceja así. Por lo tanto serás mi amigo hasta que lo logre, tal vez incluso después de eso.

Sacude la cabeza riendo por las ocurrencias de Meredith. Caminan de vuelta al comedor para buscar a los demás, pero una voz les detiene a medio camino.

—Buenas noches, amigos —Afrodita se escabulle, eran los únicos por allí (en algún momento los demás campistas se dispersaron lejos).

Troy intenta taparse el rostro, muerto de vergüenza. El par de semidioses está sin habla por la repentina visita. Incluso Meredith aunque ella ya la haya conocido antes. Afrodita ponía nervioso a cualquiera.

— ¿Qué le hicieron a éste atractivo rostro? —exclama al notar el ojo del muchacho, posa una mano sobre él y al sacarla se había curado—. Así está mejor.

Le guiña un ojo, Troy balbucea un gracias con el rostro colorado.

—Es menor de edad —recuerda Meredith, tosiendo incómoda.

—Los menores se vuelven mayores en algún momento —dice con sugerencia—. Y yo tengo tiempo de sobra para esperar.

Iba a vomitar si analizaba en verdad la situación, ya que Afrodita estaba insinuando que esperaría por Troy para... Vómito, vómito. Trauma de por vida.

— ¿Qué haces aquí, Dita?

La diosa sonríe a gusto con el apodo, se para ante ella y saca un bolso de diseñador de la nada. Comienza a rebuscarse en él hasta dar con lo que quería.

Tiende el broche a Meredith, ella lo toma confundida, pero abre los ojos maravillada al verlo mejor. Era una estrella brillante, de color verde, ¡brillante! Lo importante era que brillaba.

—Me enteré de algo —habla suavemente Afrodita, presiona la estrella y ésta se convierte en una espada de bronce con un mango precioso, que seguía siendo color verde—. Necesitarás esto. Creo que te servirá.

Greengrass balancea la espada, sintiéndola como una extensión de su brazo. Era la misma sensación que con la anterior. Se veía diferente, pero le servía de igual manera.

—No tengo palabras para agradecerte, en verdad —admite sonriendo de lado.

—También sé que necesitas a una hija mía, y he elegido a la más capaz para esto.

El grupo de amigos de Meredith se acercaba en ese momento, Piper entre ellos. Afrodita la vio, chasqueo los dedos y la ropa de Pipes cambió. Un largo vestido blanco griego que se ajustaba a su cuerpo; su cabello se tornó sedoso y en suaves ondas caía por su espalda. Una espada parecida a la de Meredith en sus manos se convirtió en una especie de corona.

Los ojos marrones de la diosa se fijaron de vuelta en Mar.

—Ya casi estás lista, pequeña... Ahora te pido el favor de entrenar lo mejor que puedan a mi niña antes de partir. Yo debo retirarme, sin ayuda de Eros no hay equilibrio.

***

¡Hoola, queridas! Estoy de vuelta, ¿qué tal todo?

Lo sé, lo sé "Abby, cambiaste la portada otra vez" Pero es algo que va más allá de mi, no puedo evitarlo. NO PUEDO XD

Ahora me faltan once capítulos para terminar el primer libro :'3

¡Hasta luego! ¡Felices fiestas!

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