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Capítulo 24. No lo perdí, sólo no recuerdo dónde está.

Capítulo 24. No lo perdí, sólo no recuerdo dónde está.

Meredith decidió que la tierra la tragara en el momento en que, buscando a Lily, terminó siendo arrastrada a otra habitación que no era aquella donde siempre se la pasaba con la pelirroja. La mano que la había sujetado por el brazo era demasiado conocida, soltó un lloriqueo al sentir que James cerraba la puerta.

— ¿Ahora qué harás, Potter?

Abre los ojos, él estaba un tanto más cerca de lo sano. La Greengrass suspiró y llevó la cabeza para atrás. Iba a enloquecer en cualquier momento si seguían con eso.

— ¿Planeas que salga de aquí con los labios más hinchados que de costumbre? Porque seguro a mi mamá no le va a fascinar esa escena...

—Quiero que sepas algo —le interrumpe, serio, más de lo normal—. Que eso de que terminaría el año con novia, se refería específicamente a ti.

Ella traga saliva, se remueve en su lugar con nerviosismo.

—Lo supuse cuando me lanzabas miradas sin parar —admite, frunce un poco el ceño—. ¿Por qué de repente vienes con eso, James?

— ¿Por qué supones que esto es algo que surgió de repente?

La respuesta fue otra pregunta, que a decir verdad le dejó helada. A James le enterneció verla con los ojos muy abiertos, y sus mejillas tomando color poco a poco. Con una mano tomó su mentón para elevarlo un poco, luego le dedicó un dulce beso parecido al primero que le había dado antes de aquel partido de quidditch.

—Me quedan cinco —murmuró aún con sus labios rozándole—. Voy a extrañarte en las vacaciones, sirenita.

Meredith asiente, riendo nerviosa, con los ojos cerrados. Se preguntó si era capaz de hacer lo que pensaba, en un arranque de adrenalina posó una mano tras la cabeza de él y lo empujó de nuevo a sus labios. Ella misma dirigió el beso aprovechando la sorpresa del Potter, lo que no duró tanto hasta que él también le abrazó. Se separaron sonriendo como idiotas, la sonrisa de James mostraba alegría y emoción.

—También te extrañaré, James —ella admite, peinándole el cabello otra vez, y le susurra—. Siguen siendo cinco a pesar de todo.

Sale de la habitación como quien acaba de hacer una gran travesura. James se queda mirándole, con el cabello oscuro en la coleta que no dejaba saltar a todas partes. Pensó que si Albus le dijo algo a ella, o no era sobre sentimientos, o Meredith en definitiva estaba olvidándolo.

Se rió como adolescente hormonal mientras se sentaba en la cama. Bien, esta era al fin su oportunidad.

***

Astoria, Meredith y Doris volvieron a la casa un par de horas antes de la cena con los Malfoy. Eso no emocionaba a la joven a decir verdad, por eso Astoria estaba confundida con la sonrisa que no desaparecía de su rostro. Acercó una mano a la frente de la niña, sintiendo el ardor de ésta.

—Dioses, Mar, ve a ducharte, tienes fiebre.

—Uh, uh, si —balbuceó avergonzada la chica.

Subió las escaleras hacia su cuarto mientras el perro la seguía, y ella misma se daba aire con las manos. De alguna forma James ha pasado de ser el odioso hermano mayor, a ser el odioso chico que besa demasiado bien para ser real. Habían pasado tanto tiempo siendo odiosos entre sí, y comportándose como un par de hermanos molestos que nunca se fijó en lo coqueto que él podría ser.

Con razón tantas chicas caen... Ante ese pensamiento se quedó tildada, con el shampoo en las manos y el cabello. Detuvo su baño con cierto temor. ¿Soy acaso una de esas chicas?

No podría serlo, él era su mejor amigo, él no sería capaz de hacerle aquello. Siempre le ha cuidado, no vendrá a jugar con ella. Se repitió eso, pero aún así una pequeña parte de su interior dudaba, aunque sea un poco.

Si lo soy, pensó frotando sus brazos con un poco de violencia y el ceño fruncido, le rompo la cara. Asintió segura de la idea y terminó con su baño.

Cuando vio la ropa preparada sobre la cama Meredith cayó en la razón por la que estaba preparándose. Y fue como un balde de agua fría. Iba a cenar con los Malfoy, serían como tres rubios de pote contra ella.

Doris le mordió el pie, como si hubiese notado que la olvidó.

Bien, contra ella y aquella diminuta perrita.

Se puso el vestido con la idea de que era una exageración, pues ella solía cenar vistiendo la ropa más vieja que había en su armario, a veces incluso siquiera cenaba. Pero tal vez los Malfoy siempre cenaban vestidos como si estuviesen a punto de tomar té con el Ministro de magia o algo así.

Rió entre dientes al imaginarlo, debía ser una tortura. Su madre no la... Fue ahí donde su sonrisa se disipó. Draco Malfoy tal vez no les obligaba a vestir así mientras Astoria seguía con ellos, pero luego de que ella se fue puede que se haya amargado. Porque si ese hombre fue un amargado toda la vida, Meredith veía imposible que su madre se haya fijado en él.

Sintió pena, e incluso vergüenza por alguna extraña razón. Meredith solía fijarse demasiado en el bienestar de los demás, intentando ponerse desde sus puntos de vista, pero no importaba cuanto imaginara, ella nunca acertaba al cien porciento. Ahora pensaba en lo infelices que fueron los Malfoy, y que tal vez eso los llevó a ser como eran, pero no pensaba en que eso no les daba el derecho a ser desagradables con todo el mundo.

Su vida pudo haber sido una mierda, pero no por eso tenían que volver una mierda la vida de todos.

Bajó las escaleras temblorosa una vez terminó de arreglarse, Astoria estaba al final mordiéndose las uñas. Se vistió con simpleza, pero aún así se veía hermosa. Parecía intentar controlar todos los sentimientos en su interior.

Meredith tomó su mano cuando estuvo junto a ella, dedicándole una gran sonrisa para darle ánimos. Si lo que Astoria quería era reconciliarse con su antigua vida esa noche, se lo daría. Porque fue una madre excelente y merecía ser feliz.

— ¿Mamá?

Le dio mal sabor escuchar a Narcissa llamarla así. Lentamente la mano de Astoria soltó la suya y volteó. Los Malfoy aparecieron en el otro extremo de la habitación, mirando fijo a la castaña.

Meredith sintió como si fuese una batalla por tener a la mujer, y de ser así la habría perdido, porque Astoria caminó hacia los rubios y unió en un abrazo a Scorpius y Narcissa.

Todos los buenos deseos se borraron de su mente en cuanto las miradas venenosas de ellos dieron con Mar. Fue como retroceder en el tiempo, cuando la empujaban en los pasillos o canturreaban a su alrededor que era una retrasada. Y Meredith enrojeció, enfadada, por primera vez deseando reaccionar con ello.

Ellos le hicieron la vida imposible durante cuatro años, ella al menos les daría una velada insoportable.

***

Astoria contrató a un elfo para cocinar la cena aquella noche, a Daryl. Era un pequeño y anciano elfo que parecía odiar a Meredith, él había sido tan explotado en el pasado que seguía creyendo que debía servir a los magos con total respeto. De ser por Daryl, estaría en una casa como sirviente, pero lo más cercano que tenía era trabajar como cocinero en algunas reuniones, apenas aceptaba el dinero y solía rogarle a Astoria trabajar en la casa para siempre.

Meredith no lo quería en la casa, pues aún recordaba la última vez que lo vio y él por poco la envenena. Por alguna razón él no la soportaba, en lo más mínimo. Y esta noche Meredith comía cada bocado con miedo, mirando cada movimiento del elfo mientras este traía la comida.

—Gracias, Daryl.

—No fue nada, señora Astoria —hizo una reverencia, tocando sus pies con las orejas.

La escena divirtió a Meredith, apenas soportó la risa mientras bajaba la mano y le daba un pedazo de carne a Doris.

Si la mamá de Rose veía aquello, iba a indignarse.

—Entonces —soltó de repente, mientras cortaba su comida—. ¿Usted desprecia a los muggles, señor Malfoy?

Astoria se atraganta con su bebida al escuchar la poca delicadeza de su hija. Lo dijo como quien comenta el clima, pero con intenciones de dejar mal al rubio.

—Algo así —fue la respuesta cortante del hombre, con una poco disimulada mueca de asco.

¿Por qué siempre tiene asco? ¿Acaso se huele a sí mismo?

—Yo los amo —exclama sonriente, moviendo las manos como si no pudiese expresarse como quería—. Son geniales. Me crié entre ellos.

Su madre no sabía dónde meter la cabeza a medida que el ambiente se tensaba.

—Mamá me crió para poder valorar a cada persona, mágica o no —culmina, y la expresión de maldita en su rostro era similar a la de Narcissa.

Scorpius se fijó en su padre y su hermana, ellos se habían quedado en silencio, lanzando miradas venenosas a la morena. Entonces terminó de masticar su comida, y se limpió los labios mientras tragaba.

—Mamá nos enseñaba eso de pequeños —comentó, demasiado tranquilo. Le dedicó una sonrisa ladeada a la pálida Astoria—. Yo aún lo recuerdo.

¿Por qué intentabas hacerme tanta mierda entonces? Pensó Meredith, con un calor que subía por su cuello.

—Y podrá seguir enseñándonos si quiere —Narcissa al fin abrió la boca, Mar la miró confundida—. Durante estas vacaciones.

Estiró la mano y tomó la de Astoria, la mujer mantenía los ojos cerrados.

—No entiendo —murmuró la morena, fijándose también en su madre.

—Irá de vacaciones con nosotros este verano.

Parpadeó varias veces mientras asimilaba la situación. Claro, ella en el campamento, o en una misión, y su madre de vacaciones con los Malfoy. Aquello dolió.

—Eso no me lo dijo, a decir verdad —aparta la vista de Astoria, resoplando un poco.

— ¿Acaso necesita de tu permiso? —Scorpius alzó una ceja.

Meredith niega con la cabeza y deposita su servilleta en la mesa mientras se levanta.

—No es permiso, es que nos decimos todo —dijo más para sí misma que para los demás, soltó una sonrisa fingida y movió la cabeza—. Provecho, yo... debo prepararme para mi verano. Buenas noches.

Al llegar a su cuarto soltó un suspiro, recargando la cabeza contra la puerta. Cerró los ojos intentando controlarse.

No sabía exactamente cómo reaccionar, pues llevaba más de catorce años siendo sólo ella y su madre. Pero ahora debía compartirla, y no lo estaba llevando muy bien que digamos. Tanto tiempo siendo ellas contra el mundo, siendo confidentes y ahora...

¿Por qué no le había dicho aquello? Iba a impactarse aún así, pero no iba a doler como enterarse de boca de los Malfoy. ¿Acaso nunca iba a decírselo? ¿En verdad no confiaba en ella como pensaba?

Doris subió una pata en el pie de la chica, haciéndola salir de sus pensamientos y encorvarse para tomarla en brazos. Llevó a la pequeña a la sección del cuarto dedicada a ella, le acarició la cabeza mientras la veía comer lo que quedó en el plato.

Meredith se sentó en cama, con la cara dando hacia el viejo armario. Pensó en que esa cena pudo haber sido peor si estaban los Nott, adoraba a sus tíos, pero sus primos no tenían filtro y casi siempre la hacían sentirse como mierda. Lo que sentía en estos momentos al menos no llegaba a ese punto.

Suspiró cerrando los ojos, y se sintió algo mareada. Durante unos segundos fue como si cayera en un hoyo, se levantó de golpe, abriendo mucho los ojos.

En ese momento sintió como si sólo estuviese observando, sin ser capaz de moverse a voluntad. Tenía la vista fija en unas muñecas que movía como si estas charlaran. Su voz en una versión más aniñada resonó.

—Oh, Melody, debemos volver, mis escamas se están secando —decía, distorsionando un poco la voz—. Lo siento, Úrsula, pero debemos salvarlo antes de que...

Dejó de hablar en cuanto la puerta del armario se abrió. Un poco de miedo llenó su cuerpo, volteó hacia la puerta abierta del cuarto, nadie estaba allí. Al volverse al armario un hombre cuarentón la miraba con una expresión simpática. De pronto la niña no sintió tanto miedo, al fijarse en sus dulces ojos grisáceos, con un toque de verde.

—Lindas muñecas —él halagó, sentándose frente a ella con cierta dificultad.

—Mamá nos las regaló —fue su respuesta, en voz baja—. No le digas que tomé a Melody, por favor. Ella se enfadará.

Él alza las manos —No lo haré, lo juro.

Ella sigue moviendo las muñecas, pero sin dejar de mirarlo. Le era familiar y a la vez no.

— ¿Quién eres?

—Tú qué eres.

Frunce el ceño, arrugando la nariz.

—Soy Meredith Greengrass —alza un poco el mentón, muy digna.

Eso sólo hizo que el hombre riera entre dientes.

—Pregunté qué eras, preciosa, no quién eras.

La pequeña titubea, no sabía si decirlo, pero terminó murmurando —Soy algo raro... —mira las muñecas en forma de sirena que tenía en las manos—. Humana... un poco un humana, y bruja y... también semidiosa.

—No eres algo raro, eres algo especial —asegura, se mueve un poco y señala al armario—. Por eso tienes lugares especiales, ¿lo ves? Parece un viejo y feo armario, pero es tan especial como tú, Meredith.

Mueve la cabeza asintiendo, fascinada con esa revelación.

—Todo lo que necesites, lo que creas perder, preciosa, estará allí. Siempre.

Él vuelve a incorporarse, se dirige al armario. Tenía un pie adentro cuando la niña se levantó de golpe.

— ¿Quién eres? ¿Vives en el armario? —camina hacia él ladeando la cabeza—. ¿Eres igual a mí?

Se toma su tiempo para contestar —Soy Greg, mucho gusto.

Iba a insistir con las otras preguntas cuando la puerta del armario se cerró de golpe, Meredith retrocedió a tropezones y terminó cayendo en la cama. Jadeó al notar que todo volvió a la normalidad, le dolía mucho la cabeza y no dejaba de mirar a todas partes.

— ¿Qué sucede? —Astoria pregunta, desde la entrada, muy preocupada.

Ve a su hija dirigirse al armario y registrarlo con la mirada. Las manos de Meredith pasaron por su rostro y luego a su cuello, el pánico le invadió al no encontrar su collar-espada, y todo empeoró con la ausencia de su pulsera, que a la vez debía ser su maldita varita. Gimió tapándose la cara.

—Hija, lamento mucho no haber dicho eso antes, no encontraba las palabras... Meredith, ¿qué pasa?

La chica traga saliva y vuelve a echarle un ojo al cuarto. ¿Dónde los metí? ¿Los tenía antes de la cena? Me va a matar. No podía recordar la última vez que los tenía encima, su estúpido cerebro le jugaba la contra en esos momentos. Comenzó a recorrer el cuarto, revolviendo todo a su paso.

Astoria entrecerró los ojos — ¿Qué perdiste, Meredith?

—Nada —fue su respuesta, algo chillona. Se lanzó al suelo y comenzó colarse bajo la cama—. ¡No lo he perdido! Sólo no recuerdo dónde lo dejé.

La mayor saca su varita, hace un movimiento y el cuarto se pone en orden, a la vez que Meredith es sacada de su escondite. Entonces sólo pudo cerrar los ojos con fuerza.

— ¿Qué perdiste?

En respuesta alza la mano y baja la cabeza, le tomó sólo unos segundos a Astoria notar lo extraño.

— ¡Meredith Alyssa! ¡Tu varita!

Se encoge de hombros con una mueca.

— ¡¿Perdiste tu varita?!

—No la perdí, mamá. Ya te dije que sólo no sé dónde está.

Astoria intenta mantener la calma mientras se frota las sienes. Lanza un resoplido cansado.

—Bien, podemos comprar una nueva. Está bien, está bien.

Mar asiente y se rasca la cabeza.

—Supongo que también podremos comprar una espada cambia forma —murmura rápido, pero su madre logra entenderla.

— ¡Meredith!

El grito llenó toda la casa en ese momento. Dejando helados incluso a los Malfoy en sus respectivas habitaciones, que habían quedado a dormir.

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