Capítulo 15. Besando a mis hermanos.
Capítulo 15. Besando a mis hermanos.
Meredith estaba más que segura que Narcissa era una maldita. Sin importar que sean familia, que ambas hayan estado en el mismo útero. Esa maldita no se le parecía en lo absoluto. Había que ignorar que tenían la misma forma de labios, aunque los de Meredith eran más rellenos y mostraban más sonrisas verdaderas en un día que Narcissa en toda su vida.
Aquella zorra era de cuidado. Pues al parecer tenía conocimientos de hechizos no verbales que Meredith ni en sueños podría hacer. Algo en aquella mirada grisácea le había dado poca confianza en la enfermería, la miraba como si quisiera hacerla sufrir. Y lo logró, ese dolor fue memorable los días posteriores a aquel; durante los sueños de Meredith, en sus pesadillas aún lo sentía.
Debía ser sincera, ella no era una chica fuerte que se tragaba los sentimientos. Pues había llorado en las noches. La noche anterior se quedó mirando al techo durante un par de horas hasta que sintió las lágrimas mojando los costados de su rostro. Se preguntó qué necesidad tenía Narcissa para ir y hacerle aquello, también surgió la pregunta de ¿Quién era Lady Arista Demon? Le sonaba a vieja bruja, pero bruja en el sentido malvado muggle, bruja maldita. El apellido se traducía como demonio, por favor, debe de ser alguien malvado.
¿Qué tendría que ver su madre con alguien malvado? Astoria era demasiado bondadosa para tener algo que ver con el mal, si bien en el pasado había estado algo involucrada con los mortífagos por ser sangre pura, ella nunca hizo daño a alguien. No tenía la marca, tampoco las manos manchadas de sangre. Tal vez aquella Lady Arista fue una mortífaga.
En todo caso, ¿por qué su madre tendría que hablarle sobre ella? O... ¿Por qué no lo hizo antes?
—Meredith —Albus la llamó mientras tomaba su codo, llevándola lejos del pilar con el que iba a chocar—. ¿Estás bien? Andas más distraída de lo normal.
Siente sus mejillas calentarse, mira a los ojos al muchacho. Al fin había conseguido lo que quería en las últimas semanas. Que Albus y Narcissa dejen de estar juntos en todas partes. Luego de lo que pasó en la enfermería Albus dejó de hablar con la rubia y se disculpó con Meredith por ello. Pero no explicó por qué se acercó a ella de pronto y sin más. Daba igual, ahora estaba junto a ella otra vez en casi todos los descansos e iba a almorzar en la mesa de Gryffindor los jueves, como antes.
—Creo que me golpeé la cabeza esta mañana, me caí de la cama —respondió divertida, aunque era verdad.
Los ojos de Albus examinan el chichón en un costado de la frente de la morena. Tenía un ligero tono morado y estaba hinchado, se preguntó como rayos esa chica tenía tanta suerte con los accidentes, hasta con los más mínimos. Sonrió, de forma involuntaria pasó un dedo por el contorno del golpe, para no lastimarla.
Albus no notaba la mirada de Meredith puesta en él, ni en su boca abierta como si invitara a todas las moscas. La chica no podía controlar a los locos latidos de su corazón, Albus la estaba acariciando con un cariño impresionante. Nunca antes lo había hecho, era nuevo, era maravilloso.
—Espero que te mejores —una sonrisa ladeada aparece en sus labios y al fin hace contacto visual, sin notar el brillo en los ojos de su amiga.
Besa su frente y se aleja diciendo que se verán después del partido... Partido... ¿Qué partido?
—Mierda —suelta abriendo los ojos como platos antes de salir corriendo.
¿Cómo pudo olvidarlo? Era el maldito clásico del año, Slytherin contra Gryffindor. Todos sus amigos eran unos fanáticos del quidditch o estaban en el equipo de su casa. James y su ya esperado puesto como buscador de los leones, Fred como golpeador y Frank como cazador. Tenía a sus tres mejores amigos ahí y no lo recordó.
— ¡¿Dónde está el fuego?! —pregunta Troy corriendo a su lado, sólo entonces notó que tenía a Percy a Annabeth a su lado.
— ¿Viste a un monstruo, Mar? —es el turno de Annabeth, quien tiene su daga en la mano.
Meredith se detiene, juntando las manos —Uh, no.
— ¿Entonces?
Mordió sus labios antes de chillar.
— ¡Hoy es el clásico serpientes y leones! ¡Y me van a matar!
***
—Esperaba que llegaras a tiempo, Meredith —dice Frank con una mueca de decepción.
— ¡Es el clásico, Meredith! Sabes que es una tradición —siguió Fred, zarandeando su bat por sobre su cabeza.
—Esperaba que siempre cumplieras con nuestras tradiciones —masculla James apenas mirándola.
Meredith miró el suelo mientras suspiraba. Siempre hacían una reunión previa a los partidos, para poder desearse suerte y tener ánimos para el mismo, en especial cuando se trataba de clásicos. Lo olvidó por completo, había estado tan feliz de tener a Albus junto a ella que no llegó a la reunión.
Ahora discutían en el vestidor de Gryffindor, lejos de los gritos alocados de los fanáticos. Todo el colegio estaba ahí afuera, y Meredith tenía a sus tres mejores amigos enojados.
— ¿Por qué no llegaste? —pregunta Frank, bajando las cejas.
—No importa —le interrumpió James—. Tenemos que prepararnos, un día sin ella no va a matarnos.
Se va poniendo su escoba sobre un hombro. Ella suspira sabiendo que James estaría molesto un poco más que el otro par. Pues él era un poco más dramático con esos temas. Era muy excéntrico y creía que debía estar junto a sus amigos antes de cada juego para poder ganar. No lo olvidaría tan fácil.
Salió de allí luego de que Frank le dijera que ya se le pasaría. Entonces tuvo la gran idea de ir a los vestidores de Slytherin a desearle suerte a Albus. Aunque para llegar tendría que pasar un largo y solitario pasillo, lo cual no era precisamente de su agrado.
Bostezó pasando las mano por sus ojos. Lo que daría para irse a dormir antes que ir a quedarse media sorda en medio de los demás. Pero eso sólo causaría que James se enfade aún más al no verla apoyando al menos.
— ¿Con sueño?
Da un salto mientras lleva una mano a su pecho. Mira a Scorpius con horror, el rubio había salido de la nada. Con su expresión imperturbable, casi furiosa.
— ¿Qué haces por aquí, Meredith? —vuelve a hacer otra pregunta, avanzando hacia ella—. Deberías estar en las gradas.
—Iré allí luego —responde murmurando—. Ahora voy a hablar con Alb.
De pronto su espalda choca contra la pared. Alza la vista entre sorprendida y aterrada por la cercanía de Scorpius. Su rostro estaba prácticamente ante el de ella, con dos centímetros de nariz a nariz.
—Puedes hablarme a mí... También soy del equipo.
—No, Malfoy —frunce el ceño—. Suelta, por favor
Él niega —No hasta que me des las buenas suertes.
Las piernas de la chica tiemblan, aprieta los labios. Temía que él hiciera lo que pensaba. Temía que ese idiota le arrebatara su primer beso real. Pues él era capaz.
—Oí por ahí que aún no lo hiciste con alguien de verdad, Meredith —dice con burla—. Qué honor ser el primero.
—Ya basta. Déjame en paz, Scorpius. ¿Qué te hice? —se le quiebra la voz.
La mirada de él se endurece —Tienes todo lo que quiero.
Entonces la besa. Meredith intenta separarlo pero él es controlado por una furia que lo saca de sí. Sólo quería lastimarla, sabía que eso era algo importante para ella, sabía que iba a hacerle daño. No importa cuanto lo golpee, empuje y chille, Scorpius siguió.
Siguió hasta que lo tomaron por atrás y lanzaron contra la pared contraria. Un puñetazo le da justo en la mejilla derecha sin que pueda verlo antes. Mareado levantó la vista para ver al furioso James Potter con las manos hechas puños.
—Vete, Malfoy, o te tiro todos los dientes.
Bufó antes de levantarse e irse. Meredith lo miró con impotencia y con las mejillas mojadas, las lágrimas caían sin parar.
James se le acercó precavido, con intenciones de abrazarla.
— ¿Podrías traerlo de vuelta? Quiero golpearlo —dijo ella, intentando limpiar sus mejillas.
—Vamos a golpearlo por el resto de su vida, ¿sí? —rodea sus hombros con un brazo—. No llores.
—Sabes por qué lloro, idiota —solloza—. ¡Es mi hermano, James! Y acaba de besarme... ¡De darme mi primer verdadero beso!
Quedan en silencio, Meredith gruñe e intenta irse. James la detiene sosteniendo su codo. Voltea lentamente para verlo confundida, él tiene una expresión seria y las mejillas coloradas.
—No tiene por qué ser el primer beso que recuerdes —carraspea, pues la voz le había salido ahogada, da un paso más hacia ella—. Podrías olvidarlo con otro...
—No entiendo.
—Mientes —toma su mejilla, traga saliva —. Puedes detenerme, sirenita.
—... Creo que no... —siquiera alcanza a terminar, él une sus labios.
No es como Scorpius, no la lastima. Sólo ha unido sus labios, no los mueve, no quiere asustarla. Quedan así unos momentos. Meredith olvida por qué había ido por ese lugar, James olvida sobre qué quería hablarle.
Cuando se separan ella sonríe, mirándolo a los ojos —Eres un buen...
—Besador —interrumpe firme—. Pero te juro que puedo hacer más.
—James, no creo que debamos.
Tal vez no debían pero siguieron. Hasta que ambos movieron los labios, ella con torpeza y él intentado controlarse. Se separaron cuando la voz de Fred se escuchó a lo lejos, siquiera se miraron a la cara. Tampoco es que alguno quería separarse, vergonzosamente admitían en sus mentes que querían seguir.
Tal vez James sí era muy buen besador y por eso Meredith no durmió esa noche; por eso olvidó todo sobre Albus y Scorpius. O puede que sólo haya sido el calor del momento, su cabeza iba a explotar.
¡Esto es un milagro y ya lo sé! He actualizado seguido /0\
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro