When We All Fall Asleep, Where Do We Go?
Soulmates
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El silencio y la oscuridad de la noche siempre habían sido sus fieles compañeros, y llegó un momento en su vida en el que las sombras llamaban su nombre con más fervor que las luces.
¿Cuál era su objetivo?
Ella sabía la respuesta de esa pregunta desde siempre, nunca tuvo evidencias para corroborarlo, nunca tuvo motivos detrás de ello, solamente lo sabía. No hicieron falta palabras para hacerle saber cuál era el motivo de su existencia, siempre había estado tan segura de ello que la idea de vivir por algo ajeno a aquello se le hacía inconcebible, una plena estupidez. Toda su existencia giraba alrededor de su objetivo, todo lo demás carecía de importancia.
Llevaba milenios existiendo,
( y esa era otra de las cosas que sabía solo porque sí ) aunque cada una de sus vidas anteriores se disipaba como el viento de invierno. Sabía la cantidad de "encarnaciones" que su alma había tenido, sabía la edad que tenía cuando murió cada una de esas veces, sabía las épocas en las que había vivido y sin embargo no podía recordar nada que girase alrededor de aquello.
Ella sabía que no era un ángel, un demonio, un fantasma, un alma y mucho menos un ser humano. Si buscaba una descripción exacta a lo que era entonces no la encontraría, porque las palabras no podrían describir su tarea, su razón de ser. Cuando abrió los ojos por vez primera en esta nueva vida, lo primero que vio fue una luz esmeralda junto a dos ojos grises y unos labios negros y delgados que le sonreían de la forma más mística y misteriosa que podría haber imaginado jamás. Death la saludaba por innumerable vez.
Su alma acababa de renacer, era el alma de un bebé que respiró por primera vez hace apenas unos segundos y ella ya sabía cuál era su objetivo, qué era y cuál era su camino.
Simplemente lo supo.
El alma nueva bajó la mirada y se encontró con dos esmeraldas que saludaron al mundo, vio a la criatura en los brazos de una mujer que bien podría ser una madre o un monstruo, ella nunca supo cuál era su descripción más exacta. El bebé fue llevado a una especie de bañera grande y vasta, para luego ser depositado en su centro. El recién nacido se hundió en el agua, luchando por flotar y nadar cuando no habían pasado minutos desde que aprendió a respirar.
Ella miraba la escena como una espectadora, y estaba tan inmersa en aquel inocente que trataba de averiguar cómo aguantar la respiración que no se dio cuenta de cuándo aquella mujer asesinó a otra y arrojó su cuerpo al agua. La sangre de la mujer bañó al niño de rojos escarlata, la criatura se acercó a su rostro aún cálido y rozó con una de sus manitas la nariz de la mujer sin sangre. La asesina tomó al niño entre sus brazos, lo alzó sobre su cabeza y le dio la bienvenida a su mundo.
Qué clase de mundo.
Pensó su espectro que observaba todo desde las sombras.
Ella supo, aún con minutos de iniciada su existencia, que el chico de ojos esmeralda sufriría muchos tropiezos en su vida.
Durante su "infancia" ella lo vio crecer, herirse y aguantar las lágrimas, porque no le era permitido llorar. Nadie podía verla y eso estaba bien, no necesitaba de mucho para no sentirse sola, le bastaba con acompañar al chico sin que este supiera de su presencia. Ella lo recordaba todo, cada segundo de cada instante vivido por ambos. Si. Por ambos. Porque ella era la sombra de aquel que llamaban "Hafid". Veía todo lo que él veía. Sentía todo lo que sentía. Pensaba todo lo que pensaba. Soñaba todo lo que soñaba. Lloraba todo lo que él reprimía.
Era ese su objetivo, era su tarea acompañar a cada persona que estuviese destinada a hacer un cambio en este mundo. Ella era un espectro, un alma o un ángel guardián . Tenía muchos nombres, pero todos trataban de adecuarse a su tarea. Cada cierta determinada cantidad de tiempo nacía un ser cuyo destino crecería para hacer un cambio en el mundo o en la sociedad en la que vivían, un humano destinado a hacer cosas grandiosas y etérea, tanto para el bien como para el mal.
Cada vez que nacía alguien así, ella estaba allí. Era como un ángel de la guarda, presente desde sus respectivos nacimientos hasta sus muertes, vivía cada acontecimiento a sus lados y se aseguraba de que aquellos seres cumplieran con sus objetivos. Nunca recordaba sus vidas anteriores, pues cada memoria se esfumaba al renacer ella junto a los gritos de una nueva criatura que llevaría un cambio al mundo.
El de ojos esmeralda era así, y ella estaba consciente de que existían humanos que conocían acerca de su existencia, y que harían lo necesario por tenerla a sus lados. Se suponía que un niño de tan tierna edad como la de aquel conservase una inocencia tal que alumbrase todo a su alrededor, y sin embargo aquel ser ya había perdido hasta el más pequeño atisbe de algo tan valorado como la "inocencia".
La palabra misma le era desconocida.
Y a ella le dolía. Le dolía porque a pesar de saber muy poco ella sabía demasiado, y estaba consciente de que así no deberían ser las cosas.
Pero no podía hacer nada, su tarea consistía en acompañarlo y asegurarse de que Death no lo buscara antes de haber cumplido con su destino, ella no podía interferir en su vida, eso lo tenía más que claro. Su camino debía elegirlo él, y ella no debería hacer más que observar, seguirlo y añorarlo de lejos. Es por eso que en el momento en el que Damian le dirigió la mirada y la voz su corazón comenzó a latir por primera vez en, seguramente, milenios.
Él la había visto durante todo este tiempo, la había escuchado dedicarle hermosas melodías y maldecir el no ser capaz de hablarle, tocarle o amarle. Pero él hizo lo imposible, le dijo que ella era aquello que lo mantenía vivo desde que tenía memoria y con dos de sus manos sobre las invisibles mejillas unió su frente con la propia y le regaló mil y un suspiros.
Soñaron juntos por un tiempo, ella sabía que aquello estaba prohibido pero a él no parecía importarle en lo más mínimo. El chico decía que le era suficiente con el toque de sus negros dedos, con la brisa de sus grandes alas y con la melodía de su etérea voz. Pasaron los meses y ella sanaba sus heridas, él le dedicaba los más hermosos cuadros y ambos observaban el atardecer en Parbat, a pesar de que cualquier otra persona juraría que el muchacho siempre andaba solo.
Parecía un sueño, pero todos los sueños terminan y esta vez Morfeo fue cruel.
Ra's no era ajeno a la existencia de ese mitológico ser que velaba por aquellos hombres y mujeres que cambiarían el mundo, y es esa la razón por la que gritaba en impotencia por las noches. Porque él no había tenido la dicha de su compañía, la envidiaba de forma malsana y obsesiva , y llevaba toda una vida buscando al maldito que tuvo la suerte de coexistir con el ángel de negras alas.
¿Cómo pudo haber imaginando que ese "maldito" sería su heredero?
Fueron sus obras de arte la pista, y cuando Ra's encontró los centenares de retratos ocultos entre los aposentos de su nieto dio la orden de quemarlos todos.
Damian vio cada pedazo de su alma, cada extensión de su ser convirtiéndose en cenizas elevadas por el viento. No pueden imaginar el dolor, la agonía de un padre que ve morir a sus hijos, de un escritor que es testigo de la muerte de su musa, de un artista que no puede hacer nada al ver su arte ser destruido por las llamas. Malditas llamas. Fuego infernal que se llevó aquello que más amaba en la vida. Llamas que asesinaron sin piedad la vida y esperanza de lo que alguna vez había sido su arte.
Él cayó.
Cayó , porque a través del humo el rostro altivo de Ra's Al Ghul le decía con la mirada un millar de amenazas y advertencias silenciosas.
Ella lo vio todo.
Esa noche, después de haber llorado todas las lágrimas que él no se atrevería a liberar, decidió enfrentarlo en su habitación. Le propuso un trato. No. No era un trato. No lo era porque ella no le dio opción. Más que decidir a su lado qué hacer el espectro le comunicó su decisión, se despidió. Ella no podía mirarlo al rostro, no era capaz de ver sus esmeraldas llenarse de algo parecido al resentimiento, culpa o dolor y rogarle a gritos que no se fuera, que no lo dejara ella también.
A la mañana siguiente Damian despertó sin recordar nada acerca de ella, sin verla o escucharla entre las sombras.
Mientras que Raven lloraba en silencio.
Pasaron los años y ella aún no era capaz de volverse a acostumbrar al silencio. Aquellos meses que pasaron juntos habían compensado todo el tiempo que ella había pasado sola, y ahora que él volvía a desconocer de su existencia la caída fue mucho más grave y dolorosa. Le dolía. Le dolía demasiado regresar a la soledad de antes, cuando él no le cantaba, no la pintaba o no la abrazaba sin tocarla.
Pero sabía que aquello fue necesario, pues Ra's no volvió a amenazarlo o a hacer mención de aquello que los unía, solo aumentó los entrenamientos del muchacho y fue más severo con él. Pero a pesar de no ser vengativa, Raven no podía quedarse de brazos cruzados cuando lastimaban o amenazaban a Damian con algo tan preciado como su arte. Se suponía que no debía hacer tal cosa, pero la ira la controló y no tardó mucho en invocar a Lenore para regalarle las más hermosas y realistas pesadillas al milenario malnacido.
Oh, Lenore.
Se suponía que su trabajo era velar que el sujeto al que estaba atada en cualquier vida cumpliese su objetivo y cambiase de alguna forma al mundo antes de morir, pero también existían algunos casos en los que su tarea se volvía difícil y requería medidas drásticas. Nadie lo sabía, solamente ella, pero cuando esto ocurría se veía obligada a llamar a Lenore, una versión mucho más poderosa de sí misma. Pero se supone que solamente debía invocarla de ser extremadamente necesario, nunca para beneficio personal.
Pero aquello no era beneficio personal si la persona a la que ayudaba era Damian, ¿no?
De todos modos romper una pequeña regla de vez en cuando no le hacía daño a nadie.
La soledad aún la atacaba, e incluso cuando se desquitaba con los sueños de Ra's no le era suficiente. Lo necesitaba a él. Pero ya había hecho lo prohibido antes, y sería un desacato más grave aún si era ella la que se atrevía a tomar la primera palabra.
Damian alguna vez le había dicho que ella era la razón de que aún estuviese vivo, el motivo de que decidiera no quitarse la vida en varias ocasiones. ¿También eso le habría quitado? Si ahora él no la veía o escuchaba, si ahora no la conocía, entonces, ¿no había nada que le impidiese cometer suicidio?
No se había detenido a pensar en aquello, pero cuando lo hizo su rostro se quedó congelado en puro terror y arrepentimiento.
¿Habría tomado la decisión incorrecta?
¿Habría cometido el peor de los errores?
¿De los pecados?
Su objetivo era mantenerlo con vida, y sin saberlo le había quitado un motivo para vivir.
No podía ser egoísta.
No podía romper más reglas que las de antaño.
Y sin embargo...
El Año de Sangre pasó y a cada nuevo día Damian se mostraba aún más cerrado, frío y distante que antes.
¿Realmente su simple presencia le daba tanto?
¿Así sería él si nunca la hubiese visto?
Damian ya no le cantaba a las sombras, ya no escribía esperanzadores poemas y ya no le sonreía a los espectros.
La única constante en su vida era el arte e incluso este se vio afectado.
Las que antes eran obras de luz y una añorada paz y belleza ahora se habían convertido en desgarradoras pinturas de sangre o paisajes bélicos.
¿Esa era su vida sin ella?
Raven lo vio el día en el que se le presentó el otro camino, una nueva perspectiva para vivir. En su interior se alegró un poco ya que su destino no estaría atado solamente a los Al Ghul, ahora que se le daba otra opción podía elegir, podía conocer lo que esperaba más allá de Parbat. Y es que, para ser honestos, en la Liga el tiempo era irrelevante, el tiempo no pasaba en esos desiertos. El niño conoció a su padre sin saber qué año era, sin saber qué edad tenía.
Muchos problemas le aguardaron, pues aquel camino no era uno de rosas.
Pero eventualmente ella notó un cambio, el muchacho finalmente tenía la oportunidad de mostrar sus emociones sin temor a ser juzgado o castigado y sin embargo algo aún se lo impedía. Fue cuando un payaso de ojos de incambiable oscuridad casi se llevó con él la vida de la que ya reconocía como su familia que él realmente se rompió, y fue cuando ella decidió que había sido suficiente y que no podía continuar de brazos cruzados.
Aquella noche le propuso un trato, ella le devolvería sus memorias y pasarían juntos cada noche, pero al llegar la mañana él la volvería a olvidar, pasando su día como uno normal, repitiéndose el proceso al caer la noche. Si él la recordaba durante el día entonces el trato se rompería, y no podría verla nunca más.
Pasaron meses en ese juego, oscilando entre el día y la noche, entre la amnesia y la memoria.
Ella se conformaba con verlo desde las sombras, con hablar con su persona cuando la luna estaba en lo más alto y repetir la rutina, era más de lo que podía pedir y más de lo que debía hacer. Pero poco le importaba. La vida parecía sonreírle otra vez, pero la vida también es cruel.
Ella gritó con todas sus fuerzas al verlo al final de una espada, levantado y siendo traicionado por su propio peso. Damian le dedicó una mirada aún oculta detrás del antifaz, y cerró los ojos con fuerza antes de que el Hereje arrojara su cuerpo al vacío de la muerte. Ella había fracasado, no había cumplido con su deber y sin embargo aún seguía ahí, no había vuelto a renacer para acompañar a otra persona.
Y eso le dolió más.
Siempre había temido el momento en el que él dejara el mundo, pero siempre se refugiaba en el hecho de que cuando él dejara de existir ella también lo haría. Habían comenzado a contar sus segundos al mismo tiempo y al mismo tiempo se detendría sus relojes. Es por eso que le dolió tanto seguir consciente después de su muerte, no ser capaz de hacer nada al respecto excepto gritar y helar las almas de todo un mundo con su llanto.
Se maldijo a sí misma.
Era una incompetente, una inútil que no fue capaz de salvar a la única persona que verdaderamente le importaba.
¿ A quién le importaba su deber?
El que había muerto no era un sujeto, no era un ser al que era su trabajo proteger.
No.
El que había dejado de respirar era Damian, aquel que le cantaba las más hermosas melodías, que la retrataba en los más bellos de los cuadros.
Era Damian.
Zamarad.
Aquel al que añoraba, adoraba y amaba con todo su ser.
A pesar de que para ella estaba prohibido el sentir.
A la mierda las reglas.
Ya nada le importaba.
Ese tiempo sin él lo pasó vagando como un espíritu sin sentido, se convirtió en un fantasma que lloraba en las noches más oscuras, abrazada con las sombras de esa mansión solitaria. Cuidaba de sus mascotas sin que nadie lo supiese, le regalaba al murciélago los sueños de un hijo salvando a su padre, ayudaba a dormir con su canto al que había sido un abuelo para su amor.
Hacía todo aquello pensando qué lo haría feliz.
Pero lo extrañaba, y en todo ese tiempo no se atrevió a pensar en la razón de que ella aún estuviese aquí, porque la ausencia de Damian le pesaba más que tan mundanas preocupaciones.
Es por eso que fue el ángel de la guarda cuando Bruce se propuso ir hacia el infierno que era Apokolips en búsqueda de su hijo, es por eso que no le importó las represalias que podría tener al invocar a Lenore durante un lapso tan largo de tiempo, es por eso que ayudó con todas sus fuerzas a aquel cristal que traería a su amado a la vida, es por eso que le agradeció a todos los ángeles y a todos los demonios cuando lo vio abrir los ojos.
Damian revivió y después de varias horas y días todo tranquilizó, él cuando vio, en un momento determinado, la oportunidad de estar solo se dio la vuelta y la atrapó con sus brazos. Ella no preguntó, solo se perdió en el abrazo y lloró todo lo que no lloraba en años, todo lo que él no se había atrevido a llorar.
Los años pasaron, nuevas amistades llegaron y Damian ya no estaba solo, se había ganado una hermana, un compañero, un amigo y un aliado.
Cuando ambos cumplieron 14 años, 21 minutos y 32 segundos de vida él le prometió con su alma que encontraría una forma de traerla a su lado, de ser capaz de besar sus labios sin sentir el frío de las sombras. Ella aceptó con duda en el alma, desafiarían a las sombras y evocarían la furia de los entes, pero cuando él la miraba de esa forma y le sonreía tan genuinamente como ahora esos pensamientos se ocultaban en lo más profundo de su mente.
Ambos lucharon, y la lucha fue tan bélica y tan duradera que ninguno de los dos contaba con salir vivos de allí.
Fue cuando llegaron a la cumbre de sus alcances y sus posibilidades que supieron que no tenían opción, la idea de una retirada había quedado atrás hace demasiado tiempo. Los ángeles trataron de detenerlos, los demonios luchaban contra ellos, los Eternos se mantenían al margen de aquello y ambos sabían que solamente dos opciones quedaban sobre el tablón : la victoria o la muerte.
Pelaban contra todos, iban en contra de la marea, ¿y qué?
Eran ellos dos en contra del mundo.
Y si estaban juntos ya nada más les importaba.
¦
¦
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—Sahira, no deberíamos hacer esto.
La de ojos esmeralda chasqueó la lengua en desacuerdo, su hermano era el más responsable de ambos, pero podía ser una molestia si se lo proponía.
—Hemos llegado demasiado lejos, Muharib. Llevamos toda una vida preguntándonos por nuestro origen, nuestro padre nos oculta muchas cosas acerca de su pasado y creo que ha llegado el momento de encontrar nuestras respuestas.
—Padre confía en nosotros, puede que no nos diga muchas cosas pero eso no significa que no nos contará toda la verdad algún día. Debemos confiar en su palabra.
—¿Y qué te hace pensar que yo no confío en él? No puedo continuar viviendo en una mentira, he llegado a mi límite y sé que tú también.
—No vivimos en una mentira.
—Pero nos ocultan la verdad y eso es más que suficiente.
—Sahira...
—Muhar... Por favor...
Él suspiró, vencido y sin ganas de luchar en contra de su hermana una vez más.
—¿Tienes algún plan para conocer la que tú dices que es "nuestra verdad"?
—¿Recuerdas ese escrito que papá siempre guarda en lo más profundo de su bóveda?
—No, Sahira, no. Eso es pasarse de la raya. Padre nunca nos ha permitido entrar a su bóveda y sabes muy bien que es muy protector con lo que sea que esté allí dentro. Si alguna vez llegamos a ver ese pergamino fue por una casualidad, eso es todo.
—¿Si lo oculta no significa que hay algo importante escrito allí? Tú conoces a nuestro padre, Muhar, él nunca protegería algo como aquello con su vida si no valiera tanto. Puede acabarse el mundo y él aún se aferraría a ese pedazo de papel.
—Es por eso que no deberíamos verlo. Solo Lucifer sabe lo que hay escrito allí, pero es importante para padre, y demasiado. Estaríamos traicionando su confianza, no podemos hacerle esto.
—¿Prefieres continuar viviendo entre las sombras? ¿ Ver cómo todos te miran con lástima y murmuran a tus espaldas cosas que no logras comprender? Sé que lo sabes, hermano mío. Siempre has tenido ese don de saber lo que sienten los demás y más de una vez te ha jugado una mala pasada. No quiero traicionar la confianza de nuestro padre ni nada por el estilo, lo único que pido es saber la verdad, conocer quiénes somos en realidad y qué hace que padre llore por las noches murmurando un nombre que se niega a mencionar.
Una esmeralda hablaba con el alma, y un amatista no se vio capaz de ir en su contra. Muharib conocía a su hermana, sabía que incluso si él se negaba a ayudarla en aquello entonces ella lo haría de todas formas. Lo menos que podía hacer era acompañarla y triunfar o caer a su lado. Habían nacido juntos y caerían juntos.
No les fue fácil llegar al lugar, muchos engaños se hicieron presentes de parte de los labios pálidos del chico junto a la habilidad natural de esconderse entre las sombras de la de piel canela. Juntos lograron abrirse el paso hasta llegar a dos puertas imponentes y bloqueadas a la perfección. Nadie podría pasar por allí, pero ellos no eran un par de cualquieras. Eran los hijos de su padre y como tales sabían una o dos maneras de burlar los sistemas de seguridad más avanzados del mundo.
Aunque la tarea fue más difícil de lo que anticiparon no pasó mucho tiempo antes de que pudiesen entrar.
El lugar era iluminado por unas pocas velas que rodeaban el suelo en forma de círculo, y en el corazón de dichas velas se dejaba ver un pedestal antiguo, con runas talladas sobre la piedra y un pedazo bien cuidado de papel descansando en su centro. Los hermanos se miraron el uno al otro, sin saber muy bien qué hacer pero decididos a tomar el primer paso.
Avanzaron lentamente el uno al lado del otro, dejándose envolver por el sonido de sus pasos que resonaban por el lugar. Antes de saberlo se encontraban en el borde del círculo de velas, las cuales se apagaron ante sus presencias como si quisieran esconderse. No les importó, de todos modos siempre habían visto igual de bien en la oscuridad. Se acercaron al pedestal de piedra negra, tratando de entender lo que decían aquellas runas de talladas amatistas.
Sus manos se levantaron al mismo tiempo y en cámara lenta, hasta que ambos hermanos tocaron el papiro y este desapareció ante la vista de ambos.
No.
No había desaparecido.
Se había vuelto casi invisible, y ambas manos lo traspasaron al intentar tocarlo, como si de un fantasma se tratara.
Un escalofrío los recorrió.
—No pensé que el día llegaría tan pronto.
Ninguno se movió de su sitio al escuchar la profunda voz que provenía de la entrada al sitio. Sahira y Muharib se dieron la vuelta lentamente después de unos minutos de silencio, sorprendidos al ver la expresión melancólica y triste en el rostro del hombre, hablando ambos al mismo tiempo y casi en un susurro.
—Padre...
Damian sonrió con tristeza, acercándose a sus hijos con paso lento pero seguro. Una vez que llegó a donde se encontraban puso una mano en los hombros de cada uno, para luego caminar entre ellos y acercarse más aún al pedestal.
Las velas se encendieron en unas llamas púrpuras ante su presencia.
—Sabía que ocurriría tarde o temprano, aunque no pensé que sería tan pronto... Supongo que es debido a que aún los veo como mis bebés... Pero ya son un par de adultos, ¿no es así?... No puedo ocultarlo más...
Los hermanos se miraron el uno al otro sin saber qué hacer, qué decir o cómo reaccionar. Esta era la primera vez que escuchaban a su padre hablar así, más aún con tanto dolor, resignación y melancolía en su voz. Quizás lloraba también. No lo sabían. No estaban seguros de querer saber.
Damian acercó sus manos lentamente al centro del pedestal, murmuró unas palabras que no reconocían bajo su aliento y tomó el papiro sin problemas. Él se dio la vuelta con lentitud, quedando frente a frente con sus hijos y mirando al papel entre sus manos. Ellos ya habían crecido. Ya no eran ese par de niños que corrían por los pasillos y les daban problemas a los guardias. No. Ellos siempre habían sido muy disciplinados, pero él nunca deseó que esa esclavitud y prohibiciones afectaran sus infancias. No quería que sufriesen lo mismo que él a pesar de haber crecido en el mismo lugar.
Parbat era diferente desde que él había decidido volver a sus raíces y gritar esos juramentos que lo convertirían en el nuevo Ra's. No era como su abuelo. Damian cambió la Liga, cambió Nanda Parbat y con ello cambió la vida de miles de personas que antes sufrían dentro de la orden. A él, a diferencia de su abuelo, lo seguían por respeto, admiración y la esperanza de un futuro mejor. Ya no se ocultaban entre las sombras, ya no atravesaban con malicia el alma humana.
Los entrenamientos y sus miembros eran aún igual de fuertes que antes, y esas tierras siempre estarían bañadas en sangre, pero Hafid había cambiado a la Liga de una forma más moral y profunda de lo que nadie hubiese imaginado posible. Le había añadido un punto de luz a las sombras del alma del credo. Una verdadera nación surgió y se levantó bajo su liderazgo, y fue allí donde Sahira y Muharib dieron sus primeros pasos.
El hombre miró una vez más a sus hijos, 18 años habían pasado desde que vio los ojos de ambos por primera vez y ahora aquí estaban. Él sonrió levemente, para luego entregarle el papiro a un par de hermanos que lo veían desconcertados.
—Leedlo.
Muharib tomó el papel entre sus manos, se congeló en su sitio y su hermana tomó el papiro, solo para tener la misma reacción al ver lo escrito en él.
—Esto es...
—Leedlo.
.
.
.
" Escribo esto con esa pluma que me regalaste, desde la mesita de noche que se encuentra a un lado de nuestra alcoba. ¿Por qué decido escribirte ahora? No lo sé. O quizás no me atrevo a preguntarme el porqué.
La verdad es que tengo miedo.
Se supone que yo no debería sentir miedo, sentir cualquier cosa en absoluto, pero las reglas no se aplican a nosotros ¿no es así? Siempre fuiste mi objetivo, siempre fuiste ese ser al que es mi trabajo proteger. Solamente mi trabajo, mi deber, y nada más. Recuerdo el día de nuestro nacimiento, ya te había dicho una vez que tenemos la misma cantidad de años, de días y de segundos. Y no te mentía. Yo sería incapaz de mentirte.
Sé que debido a lo que soy no se supone que recuerde mis vidas pasadas, solo esta. Pero nunca sentí el urge de recordar cuando podía hacer nuevas memorias a tu lado . Mi amor. No se supone que sienta esto por ti, y sin embargo mi corazón late y mi alma flota desde aquel momento en que abriste tus ojos por primera vez. Esas esmeraldas alumbraron al mundo y a mi, y por un tiempo fuimos felices juntos.
No debíamos de tener más de siete años de vida cuando aquello, pero nos entregamos el uno al otro de una forma que nunca pensé posible. Tú siempre fuiste el único capaz de verme, y aún hoy día no se por qué, pero nunca me interesó. Imagina mi sorpresa al saber que siempre pudiste verme y escucharme maldecir a cada ente existente por no ser capaz de hablarte.
Fuimos felices por un tiempo. ¿ Lo recuerdas, Zamarad? Tú me cantabas y yo te ayudaba a dormir, tú me pintabas y yo te acompañaba durante los atardeceres. Recuerdo esos días y me pierdo en el desvelo de lo que fuimos. Pero todo lo bueno acaba y tú me olvidaste, porque me tenías que olvidar. Me dolió estar allí y ser un fantasma, no lo niego, pero me dolió más aquella vez que moriste y yo me quedé deambulando por la tierra. Sin ti.
Pero no vale la pena recordar tales momentos, ¿no crees?
No cuando regresaste con una promesa etérea. Lo pude ver en tus ojos, Zamarad, en tus esmeraldas. El brillo en esas pupilas de serpiente era tan eterno y tan vivaz como el día en el que nacimos y te vi por primera vez. Me prometiste que algún día me harías una mujer de carne y hueso, y yo caí entre tus redes sin quejarme. Siempre pudiste hacer de mí lo que desearas, y yo nunca me quejaría.
Luchamos mucho, amor. ¿Recuerdas las peleas? En contra de los ángeles, en contra de Ra's, en contra de los demonios. Luchamos tanto y por tantos años que cuando logramos nuestro objetivo yo no pude creer lo que ocurría. Jamás pensé que ser humana se sentiría tan... Tan...
Horrible.
Quería caer, regresar a ser lo que era pues nunca pensé que extrañaría tanto la ligereza de mi ser y la libertad de mis alas. Me sentía distinta, inútil. Pero luego tú me abrazaste, sentí el calor de tus brazos a mi alrededor y todas mis preocupaciones murieron. Nunca me dijeron que al ser humana podría sentirlo todo. El olor de tu piel, el calor de tus brazos, la intensidad de tu mirada, los latidos de mi corazón, el dolor de las heridas, tu respiración chocando contra mi ser, tus dedos cepillando mi rostro, el tacto dulce de tus labios sobre los míos.
Recuerdo aquel beso, Zamarad, y me pierdo en mis propias memorias. Siento como si el tiempo jamás hubiese pasado y como si aún me estuvieses besando. Fuimos felices durante muchos años, tú me ayudaste a adaptarme y me convertiste, como bien dijiste una vez, en tu destino. Pero temo admitir que no todo es para siempre.
No quiero pensar en ello, amor, pero es necesario.
Este cuerpo no durará para siempre, soy débil y no estaremos juntos hasta la muerte. Siempre había pensado que cuando tú fallecieses entonces yo me iría al mismo tiempo, aquella vez que dejaste al mundo me dolió demasiado seguir aquí, tener que soportar tu pérdida. Pero ya no sé si es una especie de retorcida ironía el tener la certeza de que serás tú quien tendrá que seguir adelante después de irme yo.
Jamás pensé en la muerte, nunca tuve motivos para hacerlo.
He decidido escribirte esta carta sabiendo que la encontrarás en mi lecho una vez que me haya ido, dentro de seis meses y diez días.
Recuerdo también el día en el que te dije que dos vidas crecían dentro de mi, tú siempre habías querido una familia, lo sé porque te conozco mejor de lo que te conoces a ti mismo, y yo nunca pensé que sería aquella que te la daría. No quería pensar, antes, cuando aún no me escuchabas o veías, en el día en el que te enamorarías por primera vez, en la afortunada con la que formarías un futuro. Me dolería más que la muerte misma verte ser feliz con otra persona, pero no estaba en mi naturaleza ser egoísta, así como no lo estaba el amarte.
Aunque nunca me pasó por la mente la posibilidad de ser justamente yo la madre de tus hijos.
Me dijiste, esa noche cuando te dejé saber que serían una hija y un hijo, que no querías nombrarlos en honor a alguien que ya había tenido la oportunidad de vivir su vida. Querías que fuesen libres, que no tuviesen las ataduras de vivir bajo el nombre y la sombra de alguien más y creo que es esa la razón por la que decidiste criarlos en tu hogar. En la mejor versión de tu hogar, esa en la que deseas haber crecido.
Pero tengo miedo.
Tengo miedo cada vez que veo tu mirada ilusionada y siempre que hablas acerca de quién se parecerá más a ti o a mi. Escucho tus planes para el futuro, me encanta sentir la seguridad en tu voz cuando dices que Sahira crecerá para ser igual que tú, mientras que deseas que Muharib sea una versión de mi. La ilusión en ti es tanta durante estos días que no he podido evitar el sentirme cada vez peor mientras pienso en las consecuencias de todo esto.
Lloro cuando no me ves, amor.
Lloro porque sé que mi cuerpo no será capaz de soportar el parto. Lloro porque te abandonaré el día en el que también te daré los dos regalos más hermosos. Te daré tus amores el mismo día en que te quitaré algo. No quiero ser tan cruel. No quiero pasar por estos meses sabiendo que no estaré allí para escuchar sus primeras palabras, para verlos dar sus primeros pasos, para abrazarlos y cantarles hasta que se duerman, para calmarlos cuando se enfaden contigo, para besarlos en la frente y decirles que los amo más que nada en el mundo.
¿Por qué te escribo?
La verdad es que no tengo la más mínima idea.
Zamarad.
Damian.
Amor.
No puedo expresar lo mucho que me duele dejarlos, la cantidad de lágrimas que estoy derramando mientras escribo esto, no quiero despertarte, estás durmiendo y no hay ángel más hermoso que tú mientras duermes. Pero sentí la necesidad de dejarte algo por escrito, de despedirme y no dejarte solo sin ninguna palabra otra que "te amo".
No hay palabra en este idioma que pueda expresar lo que siento por ti y por estas vidas que llevo cargando por tan poco tiempo. Es por eso que te digo esto.
Damian, entrégale este papel a nuestras gemas cuando puedan encontrarlo, cuéntales nuestra historia y todo por lo que pasamos. Diles que te amo con toda mi alma, con todo lo que soy. Diles que los amo a pesar de que todavía no sean más que dos pequeños granos de arroz en mi interior.
Te adoro, te amo, Damian.
A ustedes también, mis pequeñas aves.
Pero eso ya lo saben, ¿no? "
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Creo que ya debería estar acostumbrada a que el resultado de lo que escribo sea 100% diferente a mi idea original.
Hablo en serio.
Al principio quería hacer algo más light y cute, mayormente porque me di cuenta de que este libro está repleto de angst, y necesitaba alegrar las cosas un poco.
Cosa que no sucedió.
En fin.
Este fic pertenece al AU de mi one-shot llamado "Muerte del Alma", y es básicamente la historia que envuelve aquel fic en específico. Decidí escribir una vista general de su historia en ese universo , donde Raven es una especie de espectro que acompaña a una persona de cada generación durante toda su vida, esa persona está destinada a hacer un cambio en el mundo y es su tarea asegurarse de que sea así.
La idea original está plasmada en mi one-shot "Muerte del Alma", el cual está basado a su vez en el cómic "Muerte de la Familia". Aunque VioletteMoore también trabajó en base a esa idea de Raven como ángel o espectro protector. Su fic se llama "Angel's tale", y es por mucho superior al mío. Lo recomiendo. En serio.
Aproveché la oportunidad además para presentarles ( a aquellos de ustedes que no los hayan conocido aún) a mis OC : Sahira y Muharib Al Ghul, mellizos e hijos de las aves. Decidí hacerlo en este fic debido a que en el siguiente one-shot ambos serán protagonistas, y supongo que será un poco confuso para aquellos lectores que no estén familiarizados con mis otras historias o con ellos en particular.
Si desean saber más sobre ellos entonces les recomendaría pasar por mis historias : "Muharib" y "Sahira", una especie de perfiles para ambos, donde publico datos acerca de sus personalidades, anécdotas y etc. También pueden pasar por "Artworks", si quieren saber cómo lucen o ver algunos fanarts de mi parte.
Como siempre, voten si lo desean y comenten si sienten que tienes algo que decir.
Muchas gracias.
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