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Missing Halloween

Loss of innocence

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Regresaba a casa sola, como de costumbre.

Su mamá le había dicho que no volviera muy tarde, aunque también le alentaba a salir más a seguido y jugar con sus amigos. Pero ella no tenía amigos. Sus ojos y sus cabellos eran raros y por eso nadie quería acercarse a ella, aunque siempre intentaba jugar con los demás, siempre con una sonrisa en el rostro pensando que si sonreía de ese modo entonces la aceptarían.

Pero siempre la echaban a un lado o la ignoraban, le decían " bruja" en la escuela y era demasiado joven como para entender lo que era el bullying. Ella pensaba que nadie se juntaba con ella porque  no lucía muy amigable, así que solía pasar horas frente al espejo tratando de sonreír y practicar sus saludos o la forma en la que hablaba o se comportaba. También trató de vestirse de una forma más femenina, porque al parecer las demás niñas de su edad no gustaban mucho de ropas oscuras y simples.

Su madre no le dio mucha importancia a aquello, ella también había pasado por lo mismo y sabía que era necesario superar ese deseo indomable de encajar con el resto para darse cuenta que son nuestras singularidades las que nos hacen especiales, y que no importa lo que piensen los demás para ser felices.

Angela era camarera en un restaurante cerca de su hogar, trabajando a medio tiempo como tutora de yoga en el Centro de Meditación y Rehabilitación Ivy cerca de la plaza central. Esas labores sumadas al hecho de ser madre soltera no le regalaban mucho tiempo libre para pasar con su hija, es por eso que apreciaba las memorias que podían hacer juntas.

Rachel nunca conoció a su padre, le bastaba con saber que hacía llorar a su mamá y eso era suficiente como para no querer conocer al hombre. Ella era feliz con su simple vida, aunque ese deseo por ser aceptada y tener, al menos, un amigo no faltaba. Ese Halloween ella se había decidido a hacer alguna amistad nueva, o al menos a lograr que alguien hablara y jugara con ella sin burlarse . Su madre la alentó, diciendo que fuese ella misma y que alguien la aceptaría por como es, que tuviera paciencia y fuese positiva.

Pero esa noche las cosas no fueron como quería, y una vez más ella se había quedado sola en medio de la plaza central.

Su madre no había podido acompañarla porque le había tocado cerrar tarde el restaurante, pero a pesar de que Gotham era una ciudad peligrosa por naturaleza, la zona en la que vivían era relativamente segura y tranquila. La niña miró a su lado, donde dos dulces descansaban dentro de su canasta. Su disfraz había sido un desastre, sus planes habían sido un desastre, la noche había sido un desastre, ella era un desastre. ¿ Quién jugaría con alguien como ella?

Estaba cansada y quería descansar, llevaba un buen rato tocando puertas pero todos los otros niños ya se habían llevado todos los dulces, dejándole solamente dos y los cuales eran los últimos. Quería sentarse en algún lado y pronto divisó un banco cerca de donde estaba. Se sentó allí, suspirando en alivio pues sus pies la mataban y abriendo los ojos para darse cuenta de que no era la única en aquel banquito de madera blanca.

El niño a su lado parecía tener su misma edad, ocultaba su mirada bajo una capucha y observaba un antifaz verde entre sus manos, sin notar su presencia a su lado. Él parecía ir disfrazado de algún superheroe, y la 'R' en su pecho le dejó saber que se trataba de Robin. Ella se acercó lentamente, tratando de iniciar una conversación o al menos intentando que él la notara. Cosa que no sucedió, y se vio obligada a tomar la palabra.

—Hola, ¿estás solo?

Él dio un pequeño salto en su lugar, sorprendido por la presencia súbita a su lado. Ella reprimió una risita leve, la expresión del chico era un poco graciosa y más aún cuando sus bonitos ojos verdes trataron de disfrazar la sorpresa con seriedad.

— Eh... Sí... Mis hermanos se fueron a otro lugar... no lo sé...

—Vaya, ¿y te dejaron solo?

—Eso querían. Me trajeron como excusa para irse de fiesta por ahí, a la primera oportunidad me dejaron solo, como siempre.

—¡Oh no! ¡Que malos hermanos!

Él soltó una risita pequeña, y por algún motivo ella pensó que él no reía muy a menudo, menos de esa forma.

—Ellos son así muy a menudo. ¿Tú también estás sola?

—Sip. Mi mamá trabaja hasta tarde.

—¿Y tu padre?

—No tengo.

—Yo vivo con mi padre, mi madre  se fue hace mucho tiempo.

—Tranquilo, seguro que volverá.

Él bajó la mirada, triste y melancólica. Sonrió, y la sonrisa parecía querer llorar.

—Ojalá volviera...

—Lo siento...No sabía...

—Está bien... De todos modos, no pareces el tipo de chica que se vista de hada para Halloween.

Un rubor cubrió sus mejillas, ella miró hacia otro lado pues no quería ver el atisbe de diversión en sus ojos.

—Se supone que sea un ángel... ¿ Pero qué es eso de que " no parezco el tipo de chica que se vista de hada"?... No entiendo.

—No lo sé. Es que me dio la sensación de que serías de esa clase que se visten de fantasmas, vampiros o cosas así. No princesas y hadas.

—¿Te puedo decir un secreto?

—Si quieres.

—Me vestí así porque todas las demás niñas lo hacen. A mi no me gustan las princesas y las hadas, pero pensé que fingiendo que me gustan...

—¿Te iban a aceptar?

Ella asintió levemente, sintiendo algo de vergüenza al admitir tal cosa, pero él solo la miró con simpatía y le respondió más tranquilo.

—No deberías fingir ser quien no eres. Si ellas no quieren ser tus amigas entonces que hagan lo que quieran. ¿ Te quieres vestir de negro? ¡Bien! Es tu decisión. No dejes que la opinión de los demás te diga cómo ser o cómo comportarte. Tú eres la única con tal poder sobre tu vida.

Eso le subió los ánimos, ella se atrevió a chocar sus ojos con los suyos y la primera sonrisa genuina de la noche se abrió paso a través de su sonrojado rostro.

—¡Tienes razón! Pero me sorprende que hables así, pareces un adulto. ¿ Eres mayor que yo?

—No lo sé, ¿qué edad tienes?

—Cumplí los diez en agosto.

—Yo igual.

—¿En serio? Eso es bueno, así podremos ser amigos más rápido.

—¿Amigos?

—Si no te molesta...

Él le sonrió una vez más, mostrando por vez primera su blanca dentadura, le asintió con la cabeza y le habló tranquila y familiarmente.

—Está bien, no me vendría mal una amiga.

Sus ánimos llegaron a los cielos entonces, ella casi salta de alegría en el lugar como lo haría con su madre al darle la noticia de que ya tenía su primer amigo.

—¡Hay que celebrar!

—¿Cómo?

—Espera un momento.

Ella tomó los dos dulces de su canasta, pues había notado que la del chico estaba vacía en su totalidad. Le dio uno de los caramelos a él con una sonrisa en el rostro. Ella abrió el suyo, y él hizo lo mismo sin quitarle la vista de encima. Estaba delicioso, pero no era eso por lo que le gustaban tanto. Cada dulce tenía un mensaje en el interior de su envoltorio, y a ella le encantaba leerlos y ver lo que decían. A veces podían ser cosas como " hoy tendrás mucha suerte", y otras algo como "haz la tarea que tienes pendiente".

—¿Qué dice el tuyo?

Ella le respondió la pregunta entre risas.

—"¿A quién le importa los dentistas? Soy delicioso!"... —Terminó la frase con una risa, y con una carcajada continuó— ¿ Y el tuyo qué dice?

—" Me encontraste".

Se quedaron en silencio el uno al lado del otro, disfrutando de la compañía del primer amigo y la primera amiga. Los niños reían mientras veían a las personas pasar por ahí, debatiendo acerca de qué disfraz era el peor y por qué. El tiempo pasó y no lo sintieron, al menos hasta que la chica escuchó el reloj de la plaza anunciar que eran las 11 pm.

—Es tarde, me tengo que ir, ¿puedo verte mañana?

—No...Mi padre me enviará a otra ciudad para estudiar mañana temprano, este era mi último día en la ciudad.

Era ese el motivo oculto detrás de su tristeza. Todo este tiempo... Estaba llorando por dentro, no quería irse y ella lo sabía. Aunque el hecho de haber conseguido una amiga durante su último día en la ciudad acrecentaría el dolor a la hora de su partida.

—Oh, ya veo.

Apenas lograba conseguir un amigo y ahora le dicen que se irá. Nada le salía bien en su vida y ya debería estar acostumbrada. Ella quería llorar, pero la voz del chico la interrumpió.

—No te preocupes, estaré aquí el próximo Halloween, podremos encontrarnos entonces.

La esperanza volvió a ella después de escuchar eso. Se encontrarían de nuevo, era una promesa y ella estaba dispuesta a cumplirla. Quería responderle pero recordó las consecuencias que podría tener si llegaba a casa tarde. No quería preocupar a su mamá y no le apetecía un castigo . Le dijo que lo esperaría, pero antes de irse escuchó la voz del chico.

—¡Espera! No me has dicho cuál es tu nombre.

Ella se dio la vuelta con una sonrisa en el rostro, se sentía feliz, y se perdió en los ojos verdes de su nuevo y único amigo.

—Me llamo Rachel, ¿y tú?

Él le devolvió la sonrisa.

—Damian.

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Un año más tarde

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En ese tiempo ella había cambiado, y todo era gracias a él.

Dejó de tratar de ser alguien que no era pues a pesar de tener solamente un amigo y de no haberlo visto en un año, eso era más que suficiente para ella. Su mamá estaba feliz de verla sonreír y escuchar su emocionada voz cuando hablaba acerca del chico, le causaba curiosidad el cómo se habían hecho tan cercanos en apenas unas pocas horas pero ver a su niña así de contenta le era más que suficiente para estar tranquila.

Rachel estaba más emocionada que de costumbre, pues esta noche era Halloween, y podría reencontrarse con el muchacho.

No habían estado juntos por mucho tiempo pero le fue más que suficiente, ella recordaba la sensación de estar a su lado y de sentir a su corazón latir más rápido que de costumbre. Recordaba sus ojos verdes, y un rubor atacaba su rostro ante la memoria de las esmeraldas. Esta noche volverían a encontrarse y su único deseo era que el chico no olvidase su promesa.

Ella ya lo había visto varias veces por las calles, especialmente después de su cumpleaños. Pero siempre que lo intentaba saludar le perdía el rastro, y cuando trataba de señalarlo para que su mamá pudiese verlo él giraba por alguna esquina antes de notar su presencia. Llevaba un año esperando a que Halloween llegara, y ni siquiera su cumpleaños se sintió tan especial como este momento.

Cuando llegó la noche ella salió apresurada, recordando esas veces que él la saludaba de lejos en el parque, recordando el cómo ella gritaba su nombre y lo único que la detenía de correr tras de él era el agarre de su mamá. Pero pronto lo vio, un niño de su misma edad en un traje de Robin parado frente a su puerta. Ella dio un salto de alegría, se despidió de su mamá y atravesó la puerta de su hogar como alma que lleva el diablo.

Se acercó a él y se dio cuenta de que el chico no había cambiado en nada, aún tenía el mismo disfraz, la misma mirada perdida y los mismos ojos verdes. Lo saludó con emoción, diciendo que pensaba que se olvidaría de su promesa y que extrañó mucho a su único amigo durante este último año . Él le sonrió levemente, lo que causó que sus mejillas se colorearan de rojo y le dijo que jamás se olvidaría de su acuerdo, y que se veía bien en esa capa y capucha oscuras que la hacían parecer un ave negra, un cuervo.

Ella le dijo que se había disfrazado de Raven, una heroína de ese show de televisión que tanto le gustaba, le dijo que había elegido ese disfraz porque le recordaba a Robin, y porque se sentía más "ella" vestida así que como hada, más auténtica. Así ambos serían héroes, ambos serían aves y ambos serían, por ende, más cercanos. Tanto Raven como Robin luchaban contra el mal y eran buenos amigos, esa era su fantasía y el chico le contestó que le parecía una buena idea.

Pronto sintió a su mamá llamarla por su nombre, ella se dio la vuelta para sonreír al teléfono móvil de la mujer, posando junto a un Damian desinteresado ante la cámara . Le dio después la espalda y le dijo que ella y Damian irían a jugar por ahí, que no se preocupara por ella. Se fue, sin notar la mirada de melancolía en el rostro de su madre.

Ella se sentía más feliz que nunca, su compañía era como un regalo y cada pequeña palabra o sonrisa que el joven le dedicaba forzaba a su pobre corazón a latir más fuerte aún contra su pecho. A ella le gustaba la sensación, y admitió que cada vez se perdía más y más entre los ojos del muchacho. Él era callado, al igual que ella, no hacían falta muchas palabras para comprenderse el uno al otro y aún así bromeaban, jugaban y conversaban en un intento de recuperar el tiempo perdido.

Pasaron por el mismo parque en el que se conocieron, y ella le preguntó con curiosidad en su ser si sus hermanos lo habían abandonado otra vez por irse a festejar.

No , este año no tienen ánimo para fiestas.

Las horas pasaron y ella llegó a la conclusión de que ese era el mejor día de su vida. Nunca pensó que podría llegar a ser tan feliz junto a alguien, no recordaba sonreír de esa forma, bromear o actuar con tanta libertad como cuando se encontraba junto a Damian. Ya se habían encontrado antes de este Halloween, es cierto, pero aquellas leves conversaciones  o juegos breves en el parque no podrían compararse con esto. Se sentía libre, y podría afirmar sin temor a equivocarse que él también.

Tocaron puertas juntos, aunque por algún motivo todos los dulces terminaban en su canasta, pues al chico en el traje de Robin parecían olvidarlo o ignorarlo. Ella se enfadó un poco debido a esto, pero el de ojos verdes no le dio importancia, como si esperara que aquello ocurriese. Él era, a veces, muy raro. Pero ella no era la indicada para opinar tal cosa.

Habían caminado por un buen rato, conversando o haciendo pequeñas carreras entre ellos mientras los demás los miraban como si fuesen un par de locos. No le importaba. Solo quería tener la oportunidad de ser feliz a su lado. Él guió el camino y cuando supo a dónde se dirigían ya era demasiado tarde. Ahora miraban la ciudad que parecía iluminarse como si de estrellas se tratasen, sentados uno junto al otro al borde de ese lago que descansaba en la cima de aquella colina.

Las luciérnagas los rodeaban y la simple vista junto a la presencia de Damian hacían a su corazón saltarse los latidos y a sus pulmones olvidar cómo respirar.

Estaban sentados en silencio, hasta que ella observó la canasta vacía del chico, tomó un caramelo de la propia y se lo ofreció con una sonrisa tierna en el sonrojado rostro. Él observó el dulce por unos segundos, tomándolo después entre sus dedos y abriendo la envoltura a la par que ella. Rachel bajó la mirada ansiosa, para después entregarle el papel que se ocultaba dentro de la envoltura de su caramelo al chico, diciendo que por azares del destino ese era su mensaje para él. El " seamos amigos" escrito en el papel le regaló una sonrisa al rostro de ambos, más aún cuando él le dijo que no tenía sentido preguntar tal cosa, porque ya eran amigos desde hace un año.

Ella trató de ignorar lo carmesí de su rostro junto a los latidos de su errante corazón, los cuales se podrían escuchar desde su hogar, allá en la ciudad bajo sus pies. En cambio le dedicó otra sonrisa, aún más contenta, brillante y alegre que las anteriores , luego miró el papel entre las manos del muchacho, y le preguntó qué decía su blanca envoltura.

"Me encontraste".

Quizás fue una casualidad pero no le dio mucha importancia, el papel del chico decía exactamente lo mismo que en su primer encuentro y ella no pudo evitar pensar que la coincidencia era como una señal del destino. Se levantaron luego de un rato con la intención de regresar a la ciudad, ella salió corriendo mientras trataba de iniciar una nueva carrera amistosa con su único amigo, pero él se había quedado atrás.

Cuando giró sobre sus pies lo divisó a la distancia, él no se había movido ni un centímetro y en cambio observaba el bosque oculto atrás de una verja que se encontraba detrás de ellos y el lago en el que estaban sentados hace unos instantes. Ella lo llamó por su nombre, él pareció reaccionar y se echó a correr para alcanzarla, con una mirada seria y melancólica en sus ojos esmeralda.

El viaje de vuelta pareció ser más rápido que el de ida, Rachel quería llegar a su casa pues se había dado cuenta de que nunca pudo presentar a Damian y a su mamá correctamente. Pero cuando llegó vio a su madre hablando con la psicóloga de esa zona de la ciudad, ambas se encontraban de espaldas a ellos y no podían verlos. La expresión en el rostro de la señorita Quinzel parecía preocupada, al menos desde su punto de vista, y la niña no pudo evitar acercarse más a ambas mujeres tratando de escuchar algo, deseando no haberlo hecho cuando cumplió su cometido.

Su mamá le decía a la otra mujer que estaba preocupada por Rachel, porque había escuchado a la niña hablar sola y jugar por su cuenta pensando que estaba en compañía. Harleen le dijo que era normal en niños de su edad, y que la soledad debió de haber acrecentado sus síntomas. Para ella el chico era real, pero ignoraba el hecho de que ese tal "Damian" no era más que un amigo imaginario, una creación de la mente de una niña solitaria, la cual se había acentuado tanto que la pequeña ya pensaba que era real.

Rachel soltó su canasta llena de dulces, captando la atención de su mamá y la doctora, sin creer aún en lo acabado de escuchar. Eso no podía ser cierto. Damian era real. Era real. Real. Su madre se acercó a ella, la menor aún estaba en shock e insistía frenéticamente en que todo era una gran confusión, él era real y ellas estaban equivocadas. La expresión de Angela se volvió triste y resignada, cuando buscó su teléfono y le mostró una foto a la niña.

Ella la reconocía, era esa foto que su mamá le había tomado al principio de la noche, antes de salir a jugar. Recordaba perfectamente a Damian, ambos se habían tomado la foto juntos y es por eso que no podía explicarse. ¿ Por qué ella era la única que aparecía en esa fotografía, apuntando a la nada cuando recordaba haber tomado a Damian de los brazos? No tenía sentido, todo era una gran confusión y no querían escucharla.

Señaló a Damian una y otra vez, él estaba allí, a su lado y sin decir una sola palabra. Trató de demostrarles que él estaba presente y que ella no estaba loca, pero las mujeres no parecían poder verlo. La niña aprovechó un momento de despiste de su madre, Angela se dio la vuelta para guardar su celular y decirle unas palabras a la doctora, pero cuando dirigió la mirada al lugar en donde su hija se suponía que estuviese no pudo ver a Rachel por ningún lado.

La niña corrió y corrió, arrastrando a Damian con sus brazos. Eso era una mentira, un gran y catastrófico melentendido. Sus pies la llevaron sin querer al mismo lugar donde se encontraban antes de que todo comenzara, al mismo parque donde se conocieron. Quizás era muy tarde porque no había nadie por allí. Se sentó en el mismo banco de hace un año y abrazó sus rodillas con sus brazos, sintiendo al chico sentarse a su lado en silencio. No había dicho palabra alguna desde que entraron a su casa y no parecía querer hablar ahora.

Ella se acercó lentamente a él, tocando sus mejillas mientras afirmaba con el acto que él era real, no un producto de su imaginación abandonada. Ambos permanecieron uno junto al otro por lo que les pareció una eternidad, hasta que el reloj de la plaza dio las 11 pm en punto y él se levantó de su asiento decidido y misterioso.

Sígueme.

Fue lo único que le dijo y eso fue suficiente para hacerla caminar detrás de sus pasos sin dudar . Ambos se adentraron en un bosque no tan lejano de allí, los árboles cubrían su vista sin dejarle saber a dónde se dirigían. Él caminaba cada vez más rápido, como si supiese exactamente qué pasos dar y cómo llegar a su destino. Rachel le preguntó varias veces a dónde iban, pidiéndole también que caminase más lento. Aunque en un momento dado lo perdió completamente de vista.

Sin saber cómo, ella llegó a un claro en medio de aquel bosque, el lugar era anfitrión de un pequeño lago y varias piedras levantadas y esculpidas en su centro iluminando por la luna. La vista era hermosa, y las luciérnagas que parecían vivir allí eran como miles de pequeñas linternas que alumbaraban el fantástico panorama. Él había llegado al sitio antes que ella, y actualmente le daba la espalda mientras dirigía su mirada oscura a los elementos en el centro de la composición, sin dedicarle una palabra.

Luego dirigió la vista a las piedras, se acercó a donde Damian estaba mirando, y pudo darse cuenta de que las piedras lisas tenían varios nombres escritos en ellas. Ella había visto algunas parecidas cuando su mamá la llevaba a visitar a sus abuelos , pero ambos estaban muy lejos del cementerio, aunque le pareció poética y comprensible la idea de querer enterrar los cuerpos o las memorias de alguien querido en un lugar tan idílico como aquel.

Leyó los nombres en las piedras.

Martha Wayne
Amada esposa y madre

Thomas Wayne
Querido esposo y padre

Talia Al Ghul
Madre

Fue esta última lápida aquella que su amigo observaba inexpresivo, aunque con lágrimas amargas comenzando a formarse en las esquinas de sus ojos. Ella no necesitó hacer preguntas para darse cuenta de que esa tumba pertenecía a su madre, y a pesar de ser joven ella comprendía lo que era tener una madre, y no podía imaginar perderla. ¿ Cómo podrían pensar que ella era capaz de imaginar el dolor de su amigo? Esas lágrimas no podrían ser producto de su imaginación y es ahí cuando supo que el chico era tan real como ella.

Luego de un rato en silencio él tomó asiento junto a una lápida en blanco, dando una pequeña palmada en el suelo junto a él mientras le decía que lo acompañara. Rachel no dudó y en menos de un segundo ya se encontraba a su lado. Pasaron los minutos y los dos se acostaron sobre el pasto, disfrutando de la suave brisa y la vista de una noche estrellada sobre ellos, acompañados por el olor del rocío que madruga . Ella pensó que podría vivir en ese momento durante toda su vida.

Sin darse cuenta comenzaron a contar estrellas juntos, riendo cuando contaban el mismo astro dos veces o cuando confundían alguna luciérnaga con una estrella en el cielo. El silencio era reconfortante y cálido a pesar del viento y la brisa, y lo único que cambió un poco la atmósfera fue la mano de Damian interrumpiendo su rango de visión, un caramelo bailando entre sus dedos.

Si bien antes habían compartido dulces juntos, este era el primero que él le ofrecía. Ella aceptó sin dudar, sonriendo alegre y tranquilamente mientras ambos comían el dulce al mismo tiempo, sus espaldas aún descansaban sobre el suelo. Los envoltorios escondían, al igual que antes, un mensaje.

El de Rachel decía "Te encontré".

El de Damian decía "Me encontraste".

Sonrieron a la par, y ella pensó que se perdía en la sonrisa y los ojos del que era su primer amigo y, ahora, su primer amor.

Ella se giró lentamente, observándolo hacer lo mismo para quedar ambos recostados sobre el pasto húmedo, observando sus ojos fijamente y casi abrazándose el uno al otro de no ser por la distancia entre ambos. Ella acercó su mano a él, aún con el papel entre sus manos, sonriendo e ignorando a su errante corazón cuando lo vio hacer lo mismo. Se tomaron de las manos, y el calor del otro parecía apagar la fría y tierna brisa. Él le sonrió, ella le sonrió de vuelta.

Cerraron los ojos, deseando perderse en ese momento para siempre.

.

.

—¡RACHEL! ¡¿ RACHEL DÓNDE ESTÁS?!

—¡Todo es mi culpa, todo es mi culpa!

—No digas eso, Angela.

—¡ Pero es cierto, Harley! ¡Si yo hubiera notado su presencia antes entonces ella no estaría perdida ahora!

—Nadie pudo haberlo sabido. Respira, cálmate.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡Mi hija está perdida, llevamos horas buscándola y no aparece! ¡Pudo haberle sucedido cualquier cosa! ¡¿ Y si la han secuestrado?! ¡¿Y si se ha perdido en el bosque?! ¡¿Y si algún psicópata la ha encontrado?! Y si—

—¡LA HEMOS ENCONTRADO!

Las dos mujeres corrieron hacia el lugar de donde el grito provenía, Angela corría tan rápido que no sentía el pasto bajo sus pies. ¿Realmente era ella? ¿ Estaba bien? ¿ Le habría ocurrido algo? Estaba demasiado preocupada y no sabía cómo afrontar la situación. Estaba desesperada y podría jurar que si su hija no aparecía entonces se volvería loca. Cuando llegó al lugar de dónde el grito provenía no pudo evitar soltar un grave suspiro de alivio.

Ella estaba bien.

Su hija no había sido secuestrada. No se había perdido en el bosque. No había sido encontrada por ningún asesino o pedófilo. Ella solo dormía plácidamente junto a una...

¿Tumba?

Se acercó a ella con velocidad, tratando de despertarla y verificar que estaba bien. La niña dormía profundamente y no habían heridas en su piel, al contrario, portaba la más hermosa de las sonrisas en su durmiente rostro. Parecía estar feliz. Y en sus manos guardaba un pequeño envoltorio de algún caramelo, ella lo tomó despacio, un "Te encontré" estaba escrito en el blanco papel, lo leyó una y otra vez como si de alguna señal divina se tratara.

Angela sintió el grito ahogado de la doctora Quinzel a sus espaldas, la mujer que la había ayudado en la búsqueda de la niña ahora miraba petrificada la lápida a su lado, con una expresión de puro horror en su pálido rostro.

La mujer pronto dirigió su vista a la tumba que su hija parecía querer abrazar y su reacción fue peor que la de la doctora.

Aquello no tenía explicación. Su mente se congeló y las únicas palabras que surcaron su cabeza fueron esas escritas en la fría piedra.

Damian Wayne Al Ghul
Amado hijo, querido hermano, incomprendido amigo

.

.

.

.

La última vez que los hermanos Wayne vieron al menor de ellos fue en la noche del último Halloween, hace un año y antes de dejarlo por su cuenta e irse a la fiesta organizada por el mejor amigo del mayor de ellos, al igual que lo habían hecho años anteriores. El niño siempre se quedaba en el mismo lugar en el que lo habían dejado, siguiendo sus instrucciones de no irse a ningún otro lado por su cuenta, temiendo los mayores algún regaño o castigo de parte del patriarca de la familia si lo perdían de vista, pues a su parecer los jóvenes acompañaban al niño durante toda la noche.

Cuando la fiesta terminó ya había pasado la 1 am, se dirigieron a ese banco de la plaza central con la seguridad de que el menor se encontraría allí al igual que en años anteriores, solo para darse cuenta de que el niño no se encontraba por ningún lugar cercano.

Lo buscaron desesperadamente durante lo que parecían siglos , decidiendo no decirle nada a nadie, hasta que lo encontraron, 3 horas después de su desaparición.

El menor se encontraba arrecostado contra un gran árbol en el centro de un claro y rodeado por un bosque lleno de trampas para osos, el cual había sido el último lugar en el que buscaron pues les parecía muy improbable la idea del chico en un lugar como aquel. Llamaron a las autoridades y a su padre cuanto antes, mientras que el mayor de ellos se acercaba al niño con lágrimas en los ojos, el segundo gritaba en frustración y el tercero se quedaba en su lugar, petrificado y sin saber qué hacer. Todo aquello era su culpa y los tres lo sabían.

Según las circunstancias de su encuentro y su disposición, parecía ser que el niño se encontraba en ese bosque por algún motivo desconocido, pero dio un mal paso, causando que una de las decenas de trampas para oso se clavara en su pierna derecha. Perdió el equilibrio y cayó, rompiéndose varias costillas en el proceso y perforando sus pulmones una de ellas, haciéndole casi imposible el respirar.

Nadie sabe con seguridad cómo fue capaz de arrastrarse hasta ese árbol en tales condiciones, pero lo que sí saben es que falleció debido a la pérdida de sangre causada por la herida en su pierna. Sus últimos momentos fueron lentos y dolorosos, ese tipo de muerte no era para un niño, ninguna clase de muerte lo es. Pensar en lo que él debió haber pasado antes de dar su último suspiro los rompió más de la cuenta.

Lo peor del caso es que murió hacía apenas una media hora, tiempo en el que lo buscaban por toda la ciudad, ignorando por completo el único lugar en el que se encontraba. Si hubiesen llegado allí cuarenta minutos antes entonces hubiesen sido capaces de salvarlo, y ese detalle no fue olvidado por la familia del difunto niño.

El incidente se mantuvo oculto del ojo público, la familia Wayne nunca fue vuelta a ver desde aquello y solo eran unas pocas almas las que sabían lo ocurrido.

Lo último que se supo de ellos es que enterraron el cuerpo del muchacho junto a sus abuelos paternos y a su madre, en una ubicación aún desconocida excepto por los miembros de la familia.

Pero lo que más le llamó la atención tanto a los hermanos como a aquellos que ayudaron con el funeral, la investigación y la autopsia no fue la disposición del cuerpo, el qué haría él en un lugar como ese o de dónde sacó las fuerzas para arrastrarse al centro del claro, el cual también estaba rodeado por trampas.

No.

Aquello que les atrapó la atención fue ese pedazo de envoltura  arrugada y envuelta por las manos del menor.

El chico mantenía el papel atrapado entre sus dedos como si tuviese miedo de dejarlo ir, como si quisiese protegerlo o al menos tener la certeza de morir junto a él, como si fuese lo más preciado que tenía y quisiera aferrarse a él hasta sus últimos instantes de vida.

Cuando lograron separar dicho papel de las manos del niño y lo leyeron se les erizó la piel.

Porque allí, en letras negras sobre el blanco de su lienzo, decía una frase que por algún motivo supieron que encerraba más que esas simples palabras.

El significado del papel, su procedencia y el por qué Damian se aferraba a tal envoltorio como si de ello dependiese su vida son misterios que la familia encierra dentro de sus paredes y no los deja descansar.

Esas dos palabras se convirtieron en un tema tabú para aquellos que conocían al chico o que escucharon acerca de su muerte.

"Me encontraste".









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Hola otra vez.

Este fic ya lo tenía planeado desde hace un buen tiempo, al igual que el anterior y el que finalizará esta Damirae Week : " Emperor's new clothes" ( y si, ese último esta basado en la canción de Panic! At the Disco). La verdad es que ya tenía la idea para este fic bien clara en mi mente, al menos hasta que un buen amigo me recomendó el cortometraje de animación "Missing Halloween" y mis planes dieron un giro de 180 grados.

El cortometraje me fascinó desde el minuto uno, es simple y a la vez hermoso, y no pude resistirme a transformar esa idea que tenía ( la cual por azares del destino era bastante similar a la del corto) y escribir mi propia versión damirae en base al video. Todos los derechos de la idea original van directamente a los creadores del cortometraje, claro está, pero fue un impulso mío escribir a las aves de esta forma y vincularlo con el tema " pérdida de la inocencia".

Quería representar un lado más infantil y tierno de ambas aves, a la vez que dar un significado más profundo y escribir uno de esos cambios de trama que me encantan. Aunque decidí cambiar un poco las cosas en cuanto a la historia original se refiere. Sé que esa escena final de Missing Halloween es un clásico para aquellos que han visto el cortometraje y que es lo que le da ese encanto al video, pero me dije a mí misma que este libro ya tenía demasiado angst y que no podía rematar la mezcla con un poco de gore. Así que al final me decidí por representar a Rachel encontrando la tumba de Damian, no su cuerpo.

Escribir esto fue como una liberación, me sentí libre y el tiempo se me pasó volando. Realmente debo hacer esto en el futuro alguna otra vez ( aunque en el penúltimo one shot me ocurrió algo bastante similar).

En fin, voten si lo desean y comenten si sienten que tienen algo que decir.

Lamento no haber podido dejar el cortometraje allá arriba, pero si lo hacía entonces les estaría dando un gigante Spoiler y les arruinaría la historia. Así que se los dejaré aquí abajo para aquellos que no lo hayan visto aún y que deseen hacerlo. En cuanto a los que lo hayan visto con anterioridad , pues deseo haber estado al nivel y que les haya gustado.

Sin decir más me retiro.

Muchas gracias.

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Missing Halloween

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