Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Lazo Maldito

Bound togheter

°
°
°
°

Sus ojos veían más de la cuenta, y ya le era difícil distinguir la realidad de lo que no debe saberse, de lo que no se supone que exista.

Era así desde siempre, él debía fingir que no observaba esas sombras, criaturas y demonios que se ocultaban ante la vista del humano común.... "común"... ¿Esa palabra no se adecuaba a él, no es así? Él no era común, nunca lo fue y nunca lo será sin importar la cantidad de veces que rece por ello, aunque sabe que no hay Dios para escucharlo, lo sabe, porque no lo ha visto. Y sus ojos lo han visto todo.

Cuando nació vio los ojos oscuros y alegres de una joven frente a él. No era su madre, pues las máquinas no tienen ojos y en definitiva no pueden dar una sonrisa, mucho menos una tan significativa y misteriosa. La mujer de piel de leche y vestimenta tan negra como la noche le dijo su nombre, y a pesar de ser solamente un bebé él aún recuerda sus palabras y lo que significaban. Ella era la Muerte, y no fue la única vez que su rostro le saludó.

Él la volvió a ver, siempre la veía.

La muerte —el concepto, no la jovial y efímera mujer— lo acompañó durante toda su " infancia". La segunda vez que la vio fue cuando su abuelo le dio un último suspiro al mundo; ella se encontraba allí, a su lado. La mujer pareció sorprendida de que el niño de unos 5 años fuese capaz de verla cuando aún no era su tiempo de irse , pero decidió sonreírle, tomar a Ra's por los brazos y llevarlo con ella a sus confines. Damian lo vio todo.

Como todo lo ve, y nada olvida.

Intentó gritar, hablar, chillar, decir algo, pero su garganta parecía más baldía que los desiertos que lo vieron dar su primer aliento y su cuerpo no se encontraba bajo su merced. Siempre era así, siempre deseaba contar lo que veía, pero era cobarde, nunca decía nada y nunca se movía por temor a que lo tomaran por loco, o peor, a que lo ignoraran. Por un tiempo dudó de su cordura, de sí mismo y de la credibilidad de aquello que sus ojos callaban.

Pero era todo real, de algún modo lo sabía y tenía la sensación de que nunca descubriría el por qué.

Decidió actuar entonces, convertir su vida en una obra de teatro y hacer de esos espectros el público. Los ignoró, pero gritaban tan fuerte que a veces le era imposible saber cuál era su realidad.

Investigó, pero en un mundo donde la magia y las sombras son cosa de fantasía, no había mucho que investigar.

Estaba mal de la cabeza, comenzaba a asegurarse de ello.

Su madre se encargó de entrenarlo, de hacerlo olvidar los fantasmas por el dolor. Porque Damian era un experimento, el primer ser humano, el primer feto en desarrollarse dentro de un útero artificial, en haber sido traído a la vida por una máquina y no por el calor y el dolor de una madre. Talia era una mujer ambiciosa, la mente más brillante en el campo de la genética y Damian fue su más grande logro. Uno que no estaba dispuesta a compartir con el mundo.

El niño era en sí mismo un experimento en proceso, la mujer ( por muy talentosa e inteligente que fuese) no era capaz de saber cómo el cuerpo del muchacho se desarrollaría y crecería. Era débil, lo sabía. Una máquina no puede dar vida y en el caso de que lo hiciera entonces ese ser nacería deforme, enfermo e incapaz. Damian sabía que si bien él no era el único de los experimentos de Talia, era el único que resultó como ella esperaba.

A ella nunca le gustó que el niño se refiriera a los demás seres como sus " hermanos". Aquellos eran meras experimentaciones, probetas e hipótesis que la guiaron a su objetivo : él. No eran nada más que los bocetos y estudios antes del cuadro final. Damian sabía que ella tenía sus motivos para hacer lo que hizo, para refugiarse del mundo y seguir con su plan por descabellado que pudiese ser.

Porque Talia una vez se enamoró, y una vez se supo esperando un hijo del hombre que amaba.

Pero ella perdió al niño en un accidente, no fue capaz de salir adelante de la muerte de Hafid y se obsesionó con la idea de traer vida al mundo, porque junto a su hijo nonato perdió también cualquier oportunidad de ser madre, de dar vida. Aquel hombre trató de ayudarla de cualquier forma posible, ella fue llevada a centenares de psicólogos y le recetaron decenas de medicamentos diferentes. Pero ya la habían perdido hace mucho tiempo.

La idea se plantó en su mente como una vela encendida y pronto cobró la fuerza de un incendio, fue la gota que anunció la tempestad. Trabajaba en su laboratorio sin parar y sin permitirle a nadie el paso, y para cuando Bruce supo lo que ocurría, ya era demasiado tarde. Ella lo había logrado, pero no de la forma que quería.

El niño creció con una rapidez sobrenatural, desarrolló un instinto asesino e intentó cobrar la vida de la mujer. Pero ella estaba cegada, creía que aquel era su hijo muerto y no un Hereje que intenta destruir todo porque no entiende nada, que trata de destruir a aquella que le maldijo con vida. Una abominación como él no debió nacer, y todos —incluso él mismo— eran capaces de verlo; todos menos Talia.

Él había destruido todo el laboratorio, meses y años de investigación, para cuando tomó un bisturí y decidió acabar con su miseria. Se vieron obligados a cremar el cuerpo por el corte en el cuello, alejar todo el incidente del ojo público y tomar las medidas necesarias.

Talia sabía que aquel era solo un contratiempo, un leve pero necesario error. Tenía la información necesaria para continuar pero no la escuchaban. La tildaron de loca y ella no comprendía la razón. ¿Por qué no confiaban en ella? ¿Por qué no creían en su palabra? ¿Por qué no podían verlo en su punto de vista ?

¿Por qué Bruce no le creía cuando decía que todo era para darle vida a su hijo?

Su amado no la veía a los ojos, era demasiada la furia y la impotencia como para mirarla a las esmeraldas.

Pero no estaba enojado con ella, sino consigo mismo.

¿ Cómo pudo ser tan ciego?

Cuando miraba a la mujer que le robaba la cordura solo era capaz de sentir tres cosas.

Decepción.

Pena.

Remordimiento.

Él pensaba que aún tenían una oportunidad, que ella podía volver a ser la de antes. Pero la pérdida de un hijo la había dañado, y para cuando Bruce se decidió a tomar cartas en el asunto Talia ya había desaparecido en un suspiro. No le dijo a dónde iba, solo se fue con el viento a algún lugar en el fin del mundo. Y fue justamente el fin del mundo para el hombre. Él la buscó incesantemente durante los siguientes años, pero fue demasiado para él y su familia.

Varios meses y demasiados experimentos después Damian dio su primer suspiro, y Talia le dio su segundo nombre en honor al hijo que no abrió los ojos.

Damian Hafid Wayne Al Ghul.

Él sabía la historia, la había leído en los diarios ocultos de su madre cuando esta no observaba. Quería encontrar a su padre pues conocía que la mujer se había mantenido fiel a su promesa, y a pesar de no llevarlo en su vientre ella juntó la semilla del hombre de ojos de hielo con la suya para hacer al chico, verdaderamente su hijo. Ella lo adoraba, lo apreciaba tanto como al niño que no nació y fue esa la razón por la que él sufrió tanto.

No había nacido de un vientre, no había evolucionado como la naturaleza lo dictaba y la naturaleza era vengativa y dura con los que osaban desafiarla. Esa no era la forma en la que debían haber sucedido las cosas, y él pagaba el precio.

Su cuerpo era débil y su corazón no soportaba el peso. Caía enfermo sin casi intentarlo y sus órganos eran demasiado débiles como para aguantar su tarea, su pulso siempre era leve y habían veces en las que el chico parecía poder  caer muerto en un instante. El pobre parecía  usualmente más muerto que vivo. Talia hizo lo imposible por tratar de sanarlo, ella era la causa de este problema y debía ser su cura. Amaba al niño y no dejaría que la sórdida muerte le quitara otro hijo. Nunca más.

El salón de operaciones ya le era conocido, incontables trasplantes y cirugías que le regalaron demasiadas cicatrices en su joven piel. Lo habían dado por muerto más de una vez, y en cada una el rostro pálido de la muerte se le aparecía y le decía que aún no llegaba su tiempo. Pasó el tiempo y Talia tomó una decisión. Ella había llegado a su límite y ya no era capaz de proteger a su hijo, se había involucrado con personas peligrosas y no deseaba exponer a Damian a un destino similar al suyo, el chico ya tenía demasiados problemas por su culpa.

Así que planearon la mentira.

La fecha coincidía perfectamente, así que no fue muy problemático convencer a Bruce de que aquel niño había crecido en el vientre de la mujer que amaba meses después de su partida, un milagro de la ciencia sin dudas. Lo aceptó sin dudar, y estaba dispuesto a aceptar a Talia también. La mujer le había hecho daño y ambos siempre se herían el uno al otro, pero aún así la amaba con toda su alma y su ausencia le hizo replantearse demasiadas cosas.

Pero ella le dijo que tenía aún algunos cabos sueltos que atar, cuentas que saldar y que dejaría a Damian a su cuidado, esperándola. Porque ella se iría, es cierto, pero regresaría tan pronto como pudiese. Bruce la tomó entre sus brazos, encadenó los hielos con las esmeraldas y la abrazó de la misma forma que 15 años atrás, cuando ambos no eran más que un par de jóvenes aprendiendo a amar.

Esa fue la primera vez que él lo vio, esa cadena que se cernía sobre ambos amantes como una serpiente celosa del abrazo. Era de un color esmeralda oscuro, una combinación del jade que emanaba su madre y el gris oscuro, casi negro que veía en su padre. Observó a la cadena alejarse lentamente junto a su madre, seguirla a donde fuese y asegurarse de juntarlos. Una punta estaba atada a Talia, la otra a Bruce.

Los monstruos parecían callar, los espectros desaparecían y llegó un momento en el que lo único que veía eran esas cadenas. El color variaba junto a la pareja, y cada persona tenía anclada una parte de su propia cadena, pero nadie era capaz de verla. Investigó, y llegó a la conclusión de que algún pobre diablo como él también fue capaz en algún momento de verla, pero a diferencia del joven, probablemente no se quedó callado.

Era probable que sus afirmaciones se expandieran como un rumor, y como un rumor cambiaba de forma repetidamente mientras viajaba de boca en boca. Pronto ya no se trataban de cadenas, sino de un hilo. No se anclaba al alma de las personas, sino a sus tobillos o dedos meñiques. No cambiaba de color, sino que era de un rojo intenso. Damian tenía su propia hipótesis, porque no podía ser una coincidencia que el mito del hilo rojo del destino fuese tan cercano a su propia situación.

Pero poco le importaban las hipótesis.

Él creció viendo aquellas cadenas a su alrededor, esperando por Talia.

Las que unían a Grayson y Anders eran azules como el mar, violetas a la luz. Las de Todd y esa mujer de nombre Artemis parecían fuego ardiente. Las de Drake se enredaban y a veces él no era capaz de saber si  eran las mismas de Stephanie o si terminaban en el hermano mayor de su mejor amigo. Las de su padre aún esperaban a su amada, y las de Alfred se teñían de grises, atadas a una solitaria tumba en Inglaterra.

Las veía todas, incluso las de aquel muchacho que se autoproclamaba su mejor amigo y esa niña granjera. ¡Maldición, incluso sabía que su hermana y el pelirrojo que fue su primer amigo estaban enlazados de por vida!

¿Entonces, por qué no podía ver sus propias cadenas?

¿Acaso era debido a que él no "nació"?

¿Era porque su vida era artificial?

¿Por eso no era capaz de compartir o siquiera tener sus cadenas en primer lugar?

Él era Jean-Baptiste.

Las cadenas eran los olores.

La suya propia era aquel perfume inalcanzable.

Años pasaron y para cuando supieron noticias de Talia, ya era demasiado tarde.

Al parecer la mujer había fallecido en un bombardeo en Afganistán, su cuerpo nunca fue encontrado y la única evidencia de esa teoría era una imagen tomada por una cámara de seguridad antes de que la bomba del ejército estadounidense cayera sobre el lugar.

Pero era más que suficiente.

Era suficiente, porque la cadena que unía a sus padres se volvió negra completamente, perdió el brillo esmeralda.

Él se vio incapaz de ocultarlo todo, el dolor era tan grande que pudo sentir en su propia carne lo que había sentido la mujer cuando Hafid murió antes de vivir. Se reunió con su padre, y le contó toda su verdad. Damian pensaba que el hombre lo rechazaría, que lo trataría como una abominación. Y eso estaba bien para él, porque el de ojos esmeralda sabía que eso era exactamente lo que era, y que así es cómo merecía ser tratado.

El hombre lo observó por un rato, congelando su mirada seria en el rostro del muchacho. Pronto se acercó a él, lentamente y sin mostrar ninguna expresión en su rostro. Damian pensó que lo golpearía, que le gritaría diciendo que fue su culpa que la mujer que amaba estuviese muerta, que él era el causante de toda su desgracia. Pero no lo hizo. Bruce se arrodilló ante su hijo sentado, lo rodeó con sus brazos y le dijo al oído que sin importar cómo fue concebido, él aún era su hijo, siempre lo sería y nada cambiaría eso. Damian lloró en sus brazos, lloró lo que no lloraba en años y lo que no lloraría jamás.

Su verdad fue descubierta ante su familia y sus amigos, y pronto todos supieron la razón detrás de sus cicatrices, sus murmullos, sus enfermedades y su debilidad. Y no les importó en absoluto. Pero decidieron mantener el secreto entre ellos, Damian decidiría a quién contarle su pasado, pues solo Dios sabe qué pudieran hacerle al muchacho si se sabía cómo había nacido, la cantidad de experimentos por los que volvería a pasar. Pasaría de ser un joven a ser un espécimen al que estudiar.

Él se sintió aliviado, feliz por un instante pero  no duró. Pensó que aquello era suficiente, que debía sentirse completo al saber que era aceptado tal y como era, pero sin embargo no fue así. Un vacío aún existía en su pecho y es que aún era incapaz de ver su propia cadena.

Los años pasaron y para cuando se encontraron por primera vez , ya contaba con 17 años de injustificada existencia.

Escuchó su voz cantar en la biblioteca, y cuando miró a su perfil de espaldas todos los espectros callaron y la luz de su cadena brilló por su ausencia. Al igual que él, la chica no estaba atada a nadie, y era la única persona además de él en no estarlo. Ella dio la vuelta, y sus ojos se abrazaron con los propios. Los universos de amatistas se encontraron con los mares de esmeraldas por primera vez.

Él se perdió en su mirada, en esos ojos de imposibles amatistas y en todos los secretos que ocultaban. Una mirada fue suficiente para dejarle saber que la chica era un misterio, un enigma que jamás podría resolver, y eso le encantaba. El silencio se volvió cómodo, agradable a pesar de ser extraños. Conversaron juntos como si se conocieran de toda una vida o quizás más, se conectaron de una forma que ninguno creyó posible.

Ella le dijo su nombre, y luego de varios encuentros en la misma biblioteca, acordaron encontrarse algún día fuera de tantos libros.

Ella se convirtió en su confidente en poco tiempo, y antes de darse cuenta ya conocían todo el uno del otro.

O casi todo.

Eran tan similares que las coincidencias los asustaban, desde los gustos literarios, artísticos y musicales  hasta sus personalidades. Y sus ojos.

El síndrome de Alejandría le concedía a la chica esos orbes amatistas.

El síndrome de ojos de gato le daba las pupilas de dicho felino al joven.

Pero eso era lo de menos.

El perfil de Rachel se convirtió en una musa, una inspiración para Damian. Ella había accedido a ser la modelo de los cuadros que el joven artista traía a la vida y era tanta la belleza en los mismos que a veces olvidaba cómo respirar. El tiempo pasó y Damian ya no pensaba en la falta de su propia cadena porque ella era lo único que pasaba por su mente. Cayeron irremediablemente el uno junto al otro, y los sentimientos prohibidos comenzaron a abrirse paso por sus corazas.

Ella, al igual que él, era capaz de ver los espectros y fantasmas, capaz de notar la existencia de las eternas cadenas.

Ella, al igual que él, había perdido una madre, con la diferencia de que fue su padre el que le quitó la vida a la suya.

Ella, al igual que él, sentía más de lo que debía.

Ella, al igual que él, era débil de cuerpo.

Ella, al igual que él, cayó entre las redes del amor sin darse cuenta.

Ella, al igual que él, tenía muchos secretos.

Ella, al igual que él, tenía los segundos contados.

Y no lo sabían.

Damian fue ignorante al principio, y para cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde. El chico tosía demasiado y escupía sangre cada vez, todo su cuerpo dolía y se sentía demasiado débil, más que antes. Él sabía que esto iba a ocurrir tarde o temprano, su cuerpo no se había formado correctamente y ahora pagaba las consecuencias. Talia había intentado evitarlo, pero al final todas esas cirugías y trasplantes resultaron ser por gusto, solo retrasaban el inevitable final. Él sabía que debía irse, más aún cuando no debió existir en primer lugar, había aceptado su destino mucho tiempo atrás.

Pero las cosas habían cambiado, dejaría a muchas personas detrás y finalmente había encontrado un motivo por el cual vivir.

No quería dejar a Rachel sin haber tenido la oportunidad de hacer una vida con ella.

Decidió fingir, mentirle a su familia pues esto era algo que debía soportar él solo, no quería preocuparlos por algo que debió de haber sucedido hace años, no quería que trataran de resolver el caso que se había cerrado hace demasiado tiempo. Él sonreía, ahora genuinamente porque decidió que si le quedaban semanas de vida, las usaría para mostrarse como verdaderamente es. Reía junto a sus hermanos y era más afectuoso y abierto con sus amigos, no temía decirle a su padre lo mucho que lo ayudó y a su abuelo le concedió 120 partidas de ajedrez durante ese tiempo.

Le confesó sus sentimientos a Rachel, y decidió que no quería gastar más tiempo del que tenía. Le contó también su verdad, la forma en la que había nacido y la respuesta de la chica fue un primer y eterno beso. La sangre abandonaba su cuerpo  furiosamente, cada mañana le costaba más levantarse y sentía que caería inconsciente a cada paso que daba, pero todo lo soportaba con una sonrisa en el rostro. Ellos eran todo lo que tenía, no quería verlos llorar por su culpa.

Y esas, esas fueron las peores y las mejores semanas de su maldita vida.

Cada risa, cada abrazo, cada beso, cada broma, cada insulto compartidos parecían ser Eternos, Damian guardaba esos detalles y las más mínimas muestras de afecto en lo más profundo de su corazón y sellándolas con llave en su memoria. Creó millones de memorias que acompañarían a sus seres queridos por el resto de sus vidas, se aseguró de que esas semanas fuesen las mejores de sus vidas.

Le dio todo a su ángel, y lo que no podía darle se lo prometía. Le prometió la luna, las estrellas, el universo, los latidos de su corazón, la eternidad de sus almas juntas, el viento, la lluvia, el césped, las memorias, los dolores, las alegrías, las risas, su vida. Se lo prometió aunque en su corazón sabía que jamás podría cumplir tal promesa.

Un día de septiembre se vio incapaz de levantarse de la cama, todo su cuerpo dolía y sentía como si estuviese en llamas, con la garganta seca y el ardor de la sangre cuando abandonaba sus  mortalmente pálidos labios. Alfred perdió la compostura cuando lo vio, postrado en su cama y con un charco de sangre en el suelo, mientras vomitaba sus entrañas. La familia no tardó en llegar, y fue ahí cuando Damian supo que todo se había acabado.

Las reacciones fueron diversas. Grayson, Anders, Jonathan y Stephanie se ahogaban en lágrimas. Drake, Alfred, Colin, Suren, Barbara, Artemis y Cassandra apretaban los puños en silencio, porque sus ojos se habían cerrado con fuerza al ser incapaces de llorar, no derramaban lágrimas, porque sabían que debían ser fuertes y que si lloraban entonces no podrían parar.

Maya, Todd y su padre parecían perder la cabeza, le gritaban y le recriminaban constantemente. ¿ Por qué no les había dicho nada? Hubiesen podido hacer algo, lo hubieran acompañado, hubieran tenido más tiempo para asimilar todo esto, incluso si no hubiesen sido capaces de hacer nada, cualquier cosa era mejor que esta maldita impotencia. Gritaban, porque podían pensar.

Pero pronto la puerta se abrió, el silencio cayó en la habitación como una sombra y todas las miradas cayeron sobre la figura a contraluz, Damian pensó que estaba viendo un ángel . Rachel no se movió de su lugar, su mirada parecía perdida y sus labios se entreabrían sin saber exactamente qué decir o cómo reaccionar. Ambos se miraron a los ojos como la primera vez, se decían con las amatistas y las esmeraldas todo aquello que eran demasiado cobardes para decir en voz alta. Todos los remordimientos, la melancolía, la impotencia.

Ella caminó con una lentitud maldita al lecho de su amado, rompiendo a cada paso el corazón de los presentes, acompañando con la melodía de sus suspiros a las lágrimas de los que no querían llorar. Cuando ya estaba al lado del chico se arrodilló junto a él, tomó su pálido rostro entre sus manos frías y unió sus labios por última vez, derramando una solitaria lágrima.

Se separaron, pero sus ojos aún se abrazaban.

Él reunió todas sus fuerzas para limpiar la lágrima del rostro de su ángel negro.

Juntaron sus frentes y aquellos que intentaban ser fuertes se desmoronaron en agonía, dolor y llanto .

Rachel suspiró, y él atrapó su suspiro con sus labios.

Damian sintió como sus últimas fuerzas lo abandonaban.

Miró al espacio vacío entre ambos, ignorando la figura de la Muerte que derramaba una lágrima en silencio.

Abrió los ojos ante la vista , y le regaló su última sonrisa al mundo, para luego cerrar sus ojos y no volverlos a abrir, sintiéndose, finalmente, completo y feliz.

Porque a ambos los unía una cadena tan roja como la sangre.




°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°

Esta es la primera vez que intento participar en una Damirae Week, lamento no haber publicado esto antes, y algunos pensarán que estoy atrasada. La verdad es que decidí esperar a que esta semana pasara, para tener una idea de lo que escribían los demás en cada tema y así ser capaz de hacer algo diferente. No me juzguen, es solo una estrategia.

En cuanto a este primer capítulo o one-shot, debo admitir que ha sido ( hasta ahora) el único fic que me ha hecho llorar mientras lo escribo. Yo no soy ese tipo de personas que lloran con lo más mínimo, de hecho, es muy difícil hacerme llorar. Supongo que es por eso que mis amigos dicen que soy la " chica de piedra" . Es cierto que hay historias que me emocionan, me transmiten sentimientos y ya he leído más de una que me han hecho derramar una que otra lágrima sin quererlo.

Pero nunca pensé que me ocurriría eso escribiendo, o con uno de mis propios fics, así que la experiencia de este primer one-shot fue algo fuera de lo común para mi. Ha sido especial, y espero que ustedes sientan lo mismo que yo. Siempre he tenido esta idea de que una historia o una obra de arte es buena si logra hacer al espectador o lector sentir alguna emoción, por mínima que sea, y sin importar si el autor es reconocido o si se trata de un simple escrito o boceto en la parte trasera de una libreta.

Yo, en lo personal, espero hacerlos sentir algo con lo que hago, porque solo de esa forma podré estar medianamente satisfecha con mis escritos o dibujos ( medianamente, pues nunca estaré completamente satisfecha. La satisfacción es una ilusión que alimenta el ego y detiene el talento. Uno puede estar satisfecho de lo que hace, orgulloso incluso, pero siempre se debe tener en cuenta que hubieron cosas que podemos mejorar, porque nada nunca es perfecto, y nadie jamás es capaz de crear algo que no tenga fallas).

Espero que les guste lo que intenté escribir en este libro, ojalá sea capaz de participar en más eventos de este tipo.

Por favor, voten si ese es su deseo, y comenten si sienten que tienen algo que decir.

A los que han llegado hasta aquí, muchas gracias.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro