6. Heridas que nunca sanan
Seline Bäcker
El primer recuerdo más preciado en mi vida fue cuando mamá tenía exactamente veinticinco semanas de embarazo, especialmente ese día era muy caluroso, obligándonos a salir de la casa para buscar la brisa natural que nos brindaba el enorme almendro que había en el patio, mamá se había desnudado un poco la enorme barriga y yo me había aprovechado de eso, pasaba mi dedo logrando que la bebé se moviera, me fascinaba ver como un ser tan pequeño podía sobrevivir nueve meses dentro de un saco de agua. Nos gustaba reírnos de Ángelo y Patrick que intentaban jugar en el césped luchas.
Los rayos del sol se filtraban en los pequeños huecos de las hojas del almendro, provocando que nuestros cuerpos se llenarán de sombras pequeñas unas más claras que otras.
Podía apreciar el cielo azul celeste mientras corría el aire fresco sobre nosotros, pero lo que más me fascinaba de nuestro patio era ver cómo las pequeñas tortolitas revoloteaban sobre las distintas flores y plantas del pequeño jardín, que mamá cuidaba con devoción, a veces podías sentir sus patitas pegajosas cada vez que caminaban en alguna parte de tu cuerpo. Pero en ese momento en particular, una tortolita se colocó en el estómago de mamá inmóvil por cinco segundos, como si pudiera escuchar al ser viviente que estaba dentro.
Desde entonces decidí llamar a la bebé tortolita y así fue hasta que paso el “accidente”. Nadie pudo ver qué en realidad papá había sido el culpable de matar a mi hermana en un ataque de furia, pateando hasta el cansancio, dejando a mamá inconsciente mientras se cubría con sus manos la barriga. La pequeña Emily… Así la íbamos a llamar.
Mi papá era un experto en ocultar sus desastres. Y lo lograba muy bien, ya que, es el Comisario de la policía del pueblo de Sunshine Falls, eso quería decir que por mucho tiempo mi mamá y mis hermanos estuvimos bajo sus reglas, siendo un narcisista y abusador, estaba harta de papá, bueno si a eso se le podía llamar papá, porque en realidad desde los 12 años, cuando tuve conciencia de las injusticias que vivíamos, empecé a llamarlo por su nombre Charlie.
La primera vez me fracturó dos costillas y casi me deja sin una pierna, ya que lo primero que había a su alcance fue un martillo, que por suerte no logro golpear mi pierna a tiempo, mis dos hermanos mayores lograron detener su arranque de ira.
La segunda me estrelló su cerveza en la cabeza, me dejó inconsciente, como era de costumbre, no se quedó quieto, se desabrochó el cinturón del pantalón y me pegó hasta que se cansó. Mi cuerpo se llenó de moretones y raspones.
La tercera y última vez fue la peor al enterarse de que era gay. Un “buen amigo” me había visto salir del cine con una chica y nos vio besarnos, me costó una semana recuperarme en el hospital porque aparte de casi romperme el cuello me había lastimado mis cuerdas vocales por la fuerza y presión que ejerció en mi garganta al ahorcarme. Ese día lo recuerdo bien, él había dicho que yo no merecía vivir, que debería de estar muerta, igual que mi hermana por nacer enferma.
Mamá trató de defenderme, pero mi papá era un hombre muy alto y corpulento, lo había heredado de mis abuelos que eran de descendencia alemana, nunca lo íbamos a vencer entre las dos y lo intentamos demasiadas veces… Cuando esto pasaba, él encerraba a mamá en el sótano hasta terminar, la dejaba salir para qué limpiará el desastre que había causado mientras él se sentaba en el sillón a tomar cerveza mientras la miraba recoger todo.
No podíamos llamar a la policía, nadie creería que el Comisario tan respetado del condado había provocado esto, mucho menos faltarle el respeto a una mujer, cuando él era el mayor defensor contra los abusos que atravesaban las mujeres. Si supieran que eso era una máscara para despistar a la gente y que no se dieran cuenta del verdadero monstruo que era el Comisario Charlie Bäcker.
Mamá cansada de estar viviendo este infierno decidió tomar acciones legales contra él, mi abuelo nos había ayudado, pero sin lograr nada siempre encontraba la manera de regresar a nuestras vidas. Tenía muy buenos contactos en la policía y en todos lados para encubrir todo el mal que él nos había causado. Perdimos la casa donde vivíamos, acusó a mamá de paranoica y de ser una persona mentalmente desequilibrada por la pérdida de mi hermana menor, la encerraron en un hospital psiquiátrico.
La custodia se la dieron a Charlie mientras mamá fue privada de sus hijos, fue la peor época de mi vida, pero eso no fue suficiente, yo siendo la única mujer tuve que tomar un rol de ama de casa, por suerte mi hermano mayor Ángelo me ayudaba, él fue la única figura paterna que tuvimos hasta que Charlie nos dejó una temporada larga con nuestros abuelos.
No pasaron más de dos meses cuando Ángelo, se fue huyendo de esta vida. Al principio no entendí por qué nos abandonó, la vida con los abuelos no era mala.
Los Bäcker se distinguían por ser una familia de buen estatus social y económico, sin embargo, Ángelo por ser el mayor tenía la responsabilidad de seguir el camino del abuelo quien era un abogado muy importante, mi hermano no necesitaba esa clase de vida él quería ser un alma libre sin tener la presión de tener que complacer a terceros, solo quería ser feliz, por esa razón cuando tuvo una oportunidad huyo lejos.
Mamá logró salir unos años después de que mi hermano se fuera. Nos encargamos de levantar lo poco que quedaba de la familia, aun sabiendo que el dinero que ganaba en carreras de motos apenas era suficiente para pagar una pequeña casa en un barrio humilde, Patrick por supuesto me ayudaba en lo que podía, pero entendía que perseguir un sueño nunca es fácil. Mientras yo lo tenía que dividir para pagar las cuentas de mi licenciatura en bellas artes, mamá había estado de acuerdo en que debía estudiar primero «ella tenía fe en mí» sin embargo, de lo poco que ganaba lo escondía en un pequeño oso de peluche que pertenecía a mi hermana menor.
A Pesar de los años que vivimos separados con todos los lazos que tuviera que ver con papá siempre regresaba intentando hablar con nosotros con la excusa de que había cambiado para bien, pero mamá no lo podía ver por los recuerdos de los abusos que vivió a su lado, nos arrebataba lo poco que habíamos avanzado.
«Charlie era como una plaga de cucarachas, siempre volvía y más fuerte, por esa misma razón Patrick y yo nos habíamos prometido proteger siempre a mamá, éramos los tres contra el mundo»
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