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En las últimas horas el palacio parecía haberse convertido en una estancia totalmente diferente. Desconocidos vagaban por el lugar, ya fuese para dar los últimos retoques a la decoración, como para hospedarse en una de las habitaciones. Por ello, Gabriel nos había prohibido salir a todos para no estorbar a los trabajadores o demás invitados.

Pasé las manos por el vestido sin quitar la vista del espejo del tocador. Al principio me negué a ponerme el cancán, sentía que al mínimo movimiento en el baile se me vería hasta el alma y ya no digamos al sentarme en la cena. Por insistencia de Davina, accedí a probármelo y así me di cuenta de que no era tan abultado como me pensaba, tan solo le daba un leve volumen haciéndome sentir como una princesa sacada de Disney.

Meneé la cadera de un lado a otro para ver el movimiento de las telas de tul de la falda. Esta tenía una combinación de dos colores, la tela inferior era de un tono rosado mientras que la superior azul y hacían un sutil morado juntas.

Me asomé corriendo a la ventana al oír barullo y relinchos de caballos. La zona delantera de palacio estaba repleta de carrozas que hacían su entrada estelar desde portales.

—¡¿Cómo es qué no hay nadie ayudándote?! —Exclamó alguien a mis espaldas. Me volteé encontrándome con un hombre tan llamativo como la propia luna —. ¿Qué hace el corsé en la cama?

Me encogí de hombros. El vestido ya me apretaba en exceso la zona del vientre, como para ponerme otra arma del diablo que solo me haría vomitar mis propios intestinos. Estaba por ver si cuando metiera un bocado a algo, este pasaba de la garganta, porque me sentía como un bonito embutido.

—¿Tampoco quisiste rizarte el cabello? —añadió al verme sin esos extraños papeles con los que Kim había tenido que dormir toda la noche. Le señalé la plancha —. Demasiado artificial y dañaría tu preciosa melena, pero como usted guste, señorita. Para su suerte, ya acabé con mis labores, así que siéntese y veamos qué podemos hacer con su rostro y cabello.

El desconocido me hizo sentarme en el tocador y solté un suspiro. Parecía buena persona, pero se notaba que se tomaba muy en serio todo esto de la fiesta, no solo por lo dicho, si no porque tras la comida, al subir a la habitación, me lo había encontrado en la entrada dando órdenes a gritos de cómo colocar las flores en los pasamanos.

Le pedí que me dejara a mí elegir el peinado y se lo pensó durante unos segundos, pero aceptó. Había visto a algunas mujeres con peinados extravagantes y raros y no pensaba unirme a ellas. Marqué con la plancha algo más mis ondulaciones naturales y el hombre me hizo una delgada trenza hacia atrás, dejando libres dos mechones plateados. Con el maquillaje le di vía libre, pero suplicándole que no me hiciera ver como un payaso.

—Esta preciosa mirada felina que posees me recuerda a Demetria.

Lo observé sorprendida a través del espejo y él puso una dulce sonrisa. Me ordenó cerrar los ojos y no moverme, así hice, más o menos, porque mi corazón comenzó a latir a gran velocidad.

—¿Conoció a mi madre?

—En efecto, una joven muy bella y solitaria, aunque algo curiosa. Pero no me preguntes nada más, mis labios deben estar sellados, desgraciadamente.

Era la primera vez que sentía que me decían algo verdadero sobre alguno de mis padres biológicos. Y saber que mi madre se parecía en algo a mí me dio mucha satisfacción y alegría interior. Unos golpes en la puerta lo pusieron en alerta y antes de que la persona entrase, sacó la cabeza. Lo vi asentir y negar en varias ocasiones antes de volver conmigo.

—¿No te agobias con ese chaleco corsé? —le pregunté al verlo echar los hombros hacia atrás y ajustárselo. Jamás había visto a un chico con algo como eso puesto, a él le hacía marcar y dar forma a su delgado cuerpo, dándole un aspecto elegante.

—Llevo tantos años usándolo, que es como una segunda piel —me guiñó uno de sus ojos, estos me recordaban a los cerezos en flor —. Por cierto, esos dos apuestos amigos tuyos te esperan en la escalera principal.

En cuanto terminé de arreglarme salí de la habitación con el chico siguiéndome por detrás. Fui dando pequeños saltos mientras me ponía los dichosos tacones, intentando no caerme y rasgar el bonito vestido. Me erguí al conseguirlo, pero me paré antes de bajar la primera escalera y saber a quiénes me encontraría al final, di varios pasos hacia atrás y respiré hondo.

—¿Podría ayudarme? Tengo miedo de caer y hacer el ridículo ante ellos —le admití a mi acompañante y sin decir nada, hizo un asa con su brazo.

Bajé con cuidado los escalones, esta vez estaban recubiertos por una alfombra roja que prevenía que pudiese escurrirme. Le apreté la manga al ver abajo a los chicos hablando entre ellos.

—Mirada al frente y no piense en los zapatos —Susurró y apartó su brazo—. No quiero estropearla su entrada.

—¿Qué? No, no. Por favor, quiero llegar al baile sin moratones a poder ser.

—Confía en ti, no necesitas a ningún hombre que te sostenga.

Se echó hacia atrás e hizo un gesto con sus cejas para que avanzase. Esta noche el suelo se convertirá en mi pareja de las veces que lo besaré.

Tomé la tela de la falda entre mis manos sudadas y la levanté unos centímetros para no tropezarme. No podía tragar saliva, tenía un nudo en el estomago que subía hasta mi garganta, pero no se quedó ahí, si no que cuando Mikkel fijó sus ojos en mí y dio unos golpes a su amigo que hizo lo mismo al verme bajar, mi corazón quiso salir de mi pecho y dejarme caer muerta ante aquellos interminables escalones.

No quitaron ni un instante su mirada de mí, pestañearon varias veces y Caleb intentó decir algo cuando llegué ante ellos, pero se mantuvo en silencio al recibir una sonrisa tímida por mi parte.

Admiré sus atuendos, en realidad a ambos en general, ¿de qué museo se habían escapado?

Mis mejillas se enrojecieron por las barbaridades que comenzaron a pasar por mi cabeza. ¿Ya había dicho lo mucho qué me gustaban los hombres con traje?

—¿Joven Mikkel, lleva la invitación o debo mandarle otra? —intervino el chico arriba de la escalera interrumpiendo la tensión del momento, y entonces supe de quien se trataba al ver el rostro de molestia de Mikkel. ¿Era el famoso Uriel? —. Ha sido un placer volver a verla, señorita —se llevó la mano a la nuca y embozó una sonrisa.

¿Era posible sentirme incómoda y a la vez una diosa con el vestido? Los veía caminar tan seguros de sí mismos, que a la que yo me miraba y veía como iba vestida, sentía como si fuera disfrazada. Podría ser porque vivía a base de ropa ancha y no era tan común que me arreglase de esta manera.

Los criados que esperaban de pie frente a las puertas del comedor agacharon la cabeza para recibirnos. El ambiente que se respiraba nada más entrar fue de elegancia y sofisticación. Muchos de los invitados ya estaban sentados y hablando entre ellos en la larga y amplia mesa ovalada que con facilidad podía dar cabida a más de cien comensales.

Caleb insistió en ayudarme con la regla de la silla, gracias a dios, yo estaba en medio de los chicos, evitando así estar entre desconocidos. Davina que se sentaba al lado de Mikkel, intentó entablar conversación con él tras el corto discurso de un hombre que no llegué a visualizar por estar en la otra esquina de la mesa.

En su mayoría, los presentes eran adultos, superando la edad que aparentaba el ángel, y conversaban de un solo tema entre todos, pero a los más jóvenes no nos estaba permitido intervenir. En una de las ocasiones sin darme cuenta intenté apoyar el codo en la mesa, pero me percaté a tiempo y llevé mis manos bajo esta mientras jugueteaba con la tela del vestido esperando a que llegase el primer plato para tener algo que hacer.

—Cuando quieran llegar a la última persona, la sopa se me habrá hecho un cubito de hielo —murmuré al ver la lentitud en la que repartían la comida. «Bueno ya que no puedo soplarla, de alguna manera debía enfriarse». Pensé en el lado positivo.

—Que mujer más impaciente —oí decir a Davina.

—Mira quien fue a hablar, si poco más y te comes el plato con los ojos —escupí en tono de burla. Por cómo estaba sentado Mikkel, tenía visibilidad hacia la chica, que parecía tener una sonrisa falsa pintada en su rostro.

Fijé los ojos en la pared de enfrente al sentir en la pierna el roce de un zapato que poco a poco subía y bajaba por esta. Los pelos de los brazos se me erizaron por la sorpresa y el frío tacto del cuero. Observé con más detalle los tapices que hacían referencia a la última cena para así evitar mirar al culpable y que las personas de enfrente percibiesen lo que estaba ocurriendo bajo la mesa.

Agarré el pan y lo partí en dos para mojar en el caldo, antes ni siquiera de tener el trozo sobre el líquido, Caleb me apretó el muslo disimuladamente.

—Joder, por la virgen —mascullé. Aquellas palabras salieron de mi alma, no sabía si por el apretón o porque no hacía más que hacer todo lo contrario a lo que me enseñaron.

El mantel ocultó como una mano se introducía entré las telas de la falda hasta llegar a la piel desnuda de mi pierna. Mikkel se llevó la servilleta a la boca para esconder la sonrisa al percibir como le miraba de reojo. Me removí en la silla cuando sus dedos ascendieron, se quedaron quietos a mitad de mi muslo y contemplé la sonrisa juguetona que se le colocó en el rostro.

—Mikkel, te mato —susurré intentando no mover los labios. Dio un sorbo al vino a la vez que guiaba la dirección de sus ojos hacia los míos.

Un pellizco hizo que mi rodilla diera un fuerte golpe a la mesa, por si no había sido suficiente el primer golpe, el sonido de los cubiertos y la copa derramada terminó de llamar la atención de todos los ángeles que ocupaban el lugar. El silencio que se creó me dejó petrificada por la vergüenza durante unos segundos. Me disculpé con un hilo de voz y me levanté poniendo la escusa de que debía ausentarme por un malestar. Fue tanta la prisa que me di, que para hacer más el ridículo, un mal paso casi me hizo caer. Esta gente era tan endemoniadamente formal, que ni una risa se les escapó. Los sirvientes me abrieron las puertas entre los cuchicheos que ya se lograban oír.

¿Qué iba a pensar Caleb de esto? Confiaba en que me iba a comportar y no hice más que fastidiarla una y otra vez como si fuera una cría. Me senté en las escaleras de la entrada, con tacones en mano. Bajé la vista a mi pierna derecha, donde hacia unos minutos había estado la mano del ángel, era como si aún pudiera sentir la presión que hizo.

—No tienes remedio, Mikkel.

Apareció con las manos en los bolsillos y al verme soltó una carcajada. Me mordí el interior de las mejillas para parecer cabreada y aguantarme la sonrisa que quería escaparse al recordar la vergonzosa pero graciosa escena. Los tacones salieron volando con intención de golpearlo, pero agarró uno al vuelo. ¡Maldita puntería! Algún día conseguiré darle y quedar satisfecha.

—Tenemos, princesa.

Hizo girar el zapato en su dedo, lo lanzó al aire tras recoger el otro del suelo y me los tendió haciendo un movimiento con la cara, como señalando el exterior. El ajetreo fuera no había cesado, aún seguían traspasando carrozas por los portales, y de estas bajaban no más de dos personas, a veces hasta solo una. Eso se debía a que en su mayoría no traían acompañantes, bailando así tan solo con quien te lo pidiera.

Mikkel apoyó su espalda y pie contra la pared de uno de los pasillos exteriores y sacó del interior de su chaqueta un cigarro. Me fastidiaba no tener el móvil para poder capturar la imagen que estaba visualizando.

—Por cierto, ¿Caleb te informó sobre la partida qué hubo el otro día en busca de Caín?

—Estamos en una fiesta, olvídate de ese imbécil por un momento.

—En ese caso, ¿te has cruzado ya con tu padre? —posó la cabeza en la pared y exhaló el humo.

—Lo escuché hablar con Gabriel y Rafael. Perdieron su pista en Delmet, no sin antes dar de baja a varios buscadores.

¿Delmet? ¿Qué tipo de lugar sería aquel?

Presté atención al caído, que no dijo nada más, tan solo se dedicó a apretar la mandíbula, marcándola más aún. Los relinchos de los caballos desaparecieron, junto a las voces de los últimos invitados de la noche que se adentraron en el palacio. No hizo gesto alguno al acariciar su mano, por lo que seguí las líneas de los bordados dorados que decoraban su chaqueta negra, llamando así su atención.

—Tienes una deuda conmigo por la escenita que has provocado antes.

—Puedo imaginar que no es lo que me gustaría que fuese, ¿verdad?

Apreté los labios y le eché una mirada de arriba abajo para finalmente darle una media sonrisa. Podía aceptar mí propuesta a base de un poco de insistencia o mandarme a paseo, cosa que era lo más probable dada la situación en la que nos encontraríamos.

Tras la cena, la cual dejé a medias por el inconveniente, había un pequeño receso, en ese tiempo yo aproveché para retocarme e ir a por la olvidada invitación que me había dejado sobre el tocador. Antes de encontrarme con Kim, envié una foto del vestido al grupo que tenía con los primos, ambos me cubrieron de cumplidos y decenas de mensajes de Madi preguntando por cómo iban Caleb y Mikkel. Del primero fue bastante sencillo explicarla, pero del segundo tuve que mandarles una imagen de Google de lo más semejante a la realidad, ¿la respuesta? Emoticonos ardientes y llorando. Era una pena que no pudiera recordar el aspecto de Mikkel o ver el nuevo de Caleb.

—No tengo nada que resaltar —respondió la pelirroja en referencia a su figura cuando la pregunté en donde se había dejado el corsé y cancán.

De todos los vestidos que había visto de lejos y cerca, el suyo resultaba ser el más simple. Y la habían dado a elegir, yo misma la di mi punto de vista sobre uno de ellos, pero parece ser que no quería llamar la atención. Desgraciadamente no creía que eso fuera a funcionar, su cabello, ahora rizado y con volumen, y su aspecto élfico no era lo único que llamaba la atención. El tono rojizo del vestido, de escote en V, era demasiado colorido a comparación de las demás mujeres que habían optado más por colores pastel.

Por el camino la había contado la escenita de la cena y mis meteduras de pata, obvio la hizo gracia y me dijo que ojalá hubiera estado para ver aquello. Al principio se iba a suponer que los Nephilims nos iban a acompañar, pero les acabaron enviando a otro comedor a cenar ya que varios de los invitados, habían dicho que no era ético que una raza sucia como la de ellos, tuvieran un privilegio como ese. Ella me lo comentó tan serenamente que me produjo una aversión hacia esos indecentes, replanteándome así el yo ir, cosa que no me salió bien porque se enteró Gabriel y me dijo que esa no era manera de comportarme después de una invitación. Por el lado contrarió, Eros agradeció librarse del protocolo, aunque ya se encargó de poner a todos de vuelta y media frente a Davina y Nisha, que sorprendentemente, le dieron la razón.

—¿Pretendéis quedaros toda la noche aquí? —preguntó Caleb a los dos chicos que estaban sentados sobre unos sillones antiguos en el descansillo antes de entrar al salón de baile.

—¿A qué hora termina el baile?

—Desfila para adentro, Eros —este se levantó de mala gana—. Quiero creer que sea solo la edad del pavo y no que esté copiando tu comportamiento —esas palabras fueron dirigidas hacia Mikkel.

Enseñamos las invitaciones a la persona que se encontraba en la entrada, este no las recogió, si no que con un solo roce de su mano, se comenzó a esfumar el pergamino para dar paso a un antifaz de metal plateado. Kim y yo nos miramos asombradas por el truco de magia y dimos una ojeada al resto, los hombres poseían uno exactamente igual pero de color negro. Mi idea era que daban las máscaras dentro, y en cierta manera había sido así, pero de una forma alucinante.

Fue pasar la gran puerta blanca abierta en par, para encontrarnos con un ambiente victoriano que te adentraba de lleno en esa época. Mi fanatismo quería salir en forma de grito, pero me contuve. Puse los ojos sobre el ángel, me había tomado de la mano impidiéndome seguir los pasos de nuestros amigos que se mezclaban entre la multitud.

—Me esperaba ese tipo de actuación de él —su tono era de decepción —Pero no de ti, no pensaba, ya sabes...

—Algo que aprendí, es que en una milésima de segundo pueden pasar incontables cosas. La Selina anterior a mi marcha ha cambiado, Caleb —forcé a mi cuerpo a darse la vuelta, pero mi cabeza no se levantó para mirarlo —. En realidad, mi yo de Detroit, ya no existe.

No quitaba que lo de la cena no hubiera sido una falta de respeto, pero hablábamos de que él no quería asumir de una vez por todas que era una joven con ganas de experimentar fuera de una relación seria, al menos desde mi persona era lo que me daba a entender. Por dios, si cuando tuve mi primera vez hasta se quiso hacer creer que había sido coaccionada por mi ex para no asumir que esos pensamientos ya vagaban por mi cabeza.

Podía parecer una gilipollez, pero quería disfrutar en todos los aspectos antes de que todo se fuera a la mierda. Y Mikkel era el compañero perfecto para hacer una locura o probar cosas nuevas.

—¿También tenéis una ley que prohíbe tener relaciones antes del matrimonio?

Un suspiro se oyó por su parte. Me empujó contra su cuerpo para dejar paso a una mujer y mis alertas se dispararon.

—En realidad no es una ley, es una recomendación —introdujo sus dedos en una de las mangas del vestido para acomodarla y los pelos de mis brazos de erizaron por su tacto —. Entiendo que quieras disfrutar de tu sexualidad... Pero no te recomiendo hacerlo con Mikkel delante de los arcángeles.

Si al caído le daba igual lo que ellos pensaran, ¿por qué yo sería una excepción?

Los bailes habían comenzado y yo me dispuse a esconderme en una de las esquinas junto con los Nephilims para no estar a la vista de quienes buscaban tener una pareja.

El cabello rosado de Davina, recogido en un moño bajo y decorado con una diadema de flores y perlas de un rosa claro, llamó mi atención. Me chocó verla en la zona de comida cuando hacía un momento había cenado, pero ahí estaba, en medio de la mesa repleta de platos, como si estuviera expuesto exclusivamente para ella.

—¿No bailas?

—Prefiero comer —introdujo un palo en la fuente de chocolate y la copié la acción.

—En ese caso, si no te importa...

—Ni se te ocurra agradecerle —añadió al verme las intenciones con el criado tras cogerle una copa —. ¿Sabes qué cavaste tu propia tumba, no? El padre de Mikkel estaba allí, debiste ver su cara cuando su hijo fue tras de ti.

¿Su padre nos vio? Joder, ¿Mikkel, en qué lió me has metido? Una cosa era hacer ese tipo de locuras frente a desconocidos, pero poner a tu padre en esa situación lo veía sobrepasarse. ¿Ahora bien, quién era ese hombre y por qué no hizo acto de presencia aún?

❖ ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Tienen ganas de las otras dos partes del baile? ❖

Espero que os haya gustado❤ No se olviden de dar⭐ para apoyar la historia y comentar, si quieren, para saber sus reacciones🤭🥺 Muchas gracias🥰

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