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—¡Ah no! A mí no me metáis en vuestros rollos, no soy ningún conejillo de indias.

Eros escapó del caído corriendo en dirección al puente. Mikkel también tenía curiosidad en ver si de verdad yo era mestiza y como dije, para confirmarlo necesitábamos que probase con un Nephilim, pero Eros no estaba por la labor de ayudarnos. Quise echarme para atrás porque no quería obligarlo a hacer algo así, pero Mikkel quería molestarlo y le pareció una gran idea y un dos en uno.

—¡No seas bruto, qué le puedes hacer daño! —grité al verlo saltar sobre el crío y fui hasta ellos con Shadow detrás

—Parece que el mocoso aprovechó mi ausencia para ejercitarse —dijo Eros desde el suelo mientras se tocaba el brazo. Eché un ojo al lugar en busca del caído que había desaparecido.

—No fastidies, ¿Mikkel?

El gato bufó a Eros y le enseñó los dientes a sabiendas de que Mikkel se encontraba dentro del cuerpo de su amigo.

—Al final no era tan difícil —puso sus manos en las orejas del chico y abrió los ojos al sentir el tacto.

—Entonces, ¿soy un ángel? —me pregunté a mí misma en voz alta.

—Tampoco es un gran cambio, un ángel sin alas es prácticamente un Nephilim con poderes, vamos, lo que has sido hasta ahora —mostró los colmillos y se encogió de hombros. Tenía razón, seguía siendo yo después de todo.

—Sal ya de Eros, y prepárate para correr —le advertí.

—Pero antes —recogió del suelo del puente un rotulador y lo destapó. No valía la pena malgastar palabras diciéndole que no le hiciera esa broma al pobre Eros, pero era Mikkel, no podía impedírselo. Dibujó varias rayas en el rostro del adolescente simulando unos bigotes y por un momento me entraron ganas de reír, hasta que vi como sus cuerpos se separaban y caían en diferentes direcciones—. Siento como si hubieran violado mi privacidad —tocó todo su cuerpo con preocupación y soltó un suspiro al ver que todo estaba en su sitio.

—Esa mierda agota demasiado —se quejó Mikkel tumbándose en el suelo como si hubiera acabado de pelear contra una decena de demonios. Eros se le aproximó furioso y el caído se echó a reír al ver su obra. No se le ocurrió otra cosa que soltar un maullido provocando que el joven sin pensarlo dos veces le pisara sus partes íntimas —. Hijo de...

—Te lo avisé —solté seguido de una carcajada.


—No creo que me esté permitido y no quiero buscarme ningún problema. Espero que lo entiendas —me inmovilizó el brazo y la daga cayó al suelo —. Cuando un ángel es expulsado se intenta no nombrarlo. Se dice que no merecen estar en boca de seres superiores, aunque puede haber excepciones.

Solo sabía que mi madre se llamaba Demetria y que nada había cambiado respecto a su muerte tras la nueva información.
De pequeña Sharon me dijo como se llamaba mi padre, pero cuando vino a Italia cambió de parecer y me contó que mi madre nunca le presentó a mi padre ni le nombró por protección de ambos. Desde entonces dejé el tema estar, pero tras la conversación del otro día no podía evitar el pensar en que ahora no había ninguna pega para que me dijeran el nombre de este. Por ello pregunté a Caleb, pero su respuesta no era lo que me esperaba.

—Pues nada, ir desvelándome cosas sobre mi vida cuando os venga bien —repliqué, pero él estaba distraído observando otra cosa.

—No me había percatado—alzó mi mano derecha cerca de su rostro.

—Necesitaba un cambio.

—Ya veo, y bastante grande.

—Se que no te atraen los tatuajes, pero...

—Enana, seré sincero, no me gusta. Pero es tu cuerpo y mi opinión queda fuera.

Era consciente de que no le iba a hacer mucha gracia, pero al menos no me quería rebanar la mano.

Acabé mi entrenamiento de dos horas con Caleb, sin embargo continuaba con ganas de seguir ejercitándome. Debía admitir que había echado en falta la sala de entrenamiento y sobretodo, aquel trozo de madera que formaba un sencillo arco. Era extraño volver a utilizarlo, mi puntería no era la mejor, mucho menos después de estar tanto tiempo sin practicar. Por ello ahora solo me centraría en volver a pillar el tranquillo a todo lo aprendido en mis inicios y no salir a ninguna misión hasta estar segura de mí misma. Salir a correr por el paseo marítimo hizo que mi resistencia no se viera tan afectada como mi fuerza física, así que había creado una corta planilla de ejercicios y retos para realizar.

Después de varias series de sentadillas agarrando un disco de veinte kilos, algo insignificante para mí, bebí un sorbo de zumo de la botella que reposaba en la repisa de la ventana y me asomé. Kim y Yumi estaban afuera jugando al tenis, riéndose y comportándose como hermanos, algo que en mi primera estancia no había llegado a percibir. Los Nephilims ahora se relacionaban más entre ellos, seguramente se habían acostumbrado a la forma de relacionarse conmigo y tras mi ausencia y la conducta de Caleb, hizo que se necesitasen mutuamente. Y la verdad, me alegraba de ello.

Me faltaba la media hora de cardio que la mezclaba en subir y bajar varias veces las escaleras, cosa que ahora me había dado cuenta de lo bien que me venían. También en correr por los alrededores del castillo, esta vez sí, con al menos un arma como protección.

Poco antes de terminar con la penúltima vuelta y cubierta en sudor, escuché sonidos provenientes del interior del bosque que me frenaron. La barrera estaba más que reforzada, era por eso que Caleb no me había vuelto a repetir la peligrosidad que podría haber dentro de este. El ruido de mis pisadas sobre las ramas que descansaban en el suelo alertaron al culpable y algo parecido a un perro se escabulló entre los árboles. Mi lado amante de la investigación me dio el visto bueno para seguir al animal.

¿Era una locura? Si ¿Lo haría igualmente? También. Me había enfrentado a cosas peores, y esa cosa no me trasmitía nada malo, por lo que podía descartar que fuese un demonio. Si mi suposición era cierta, mi vida no corría especial peligro.

Seguí las huellas marcadas en la tierra a la vez que vigilaba mi espalda, una veloz sombra blanca pasó frente a mis ojos y eché a correr en su dirección, pero era tan rápida que acabé perdiéndola nada más pasar los dos primeros árboles. Eché la mirada hacia atrás, aún podía ver el castillo, no pasaría nada por alejarme un poco más.

La voz de un hombre se hizo oír entre el melodioso sonido creado por las hojas en movimiento. Me escondí tras un grueso tronco y deslicé la mano hacía la daga del cinturón.

—Puedes salir de tu escondite —soltó el presente con ligero acento francés —. No temas, somos inofensivos.

« ¿Eran más? ¡Mierda! ¿Cómo demonios habían entrado? »

Inspiré y espiré. Decidí averiguarlo plantándoles cara al ver tardía la posibilidad de salir corriendo. Mostré el arma señalando al frente, pero ante mí solo había un enorme lobo y un hombre de no más de treinta años, acariciándolo.

—¿Quién eres y cómo has entrado?—le pregunté dando unos pasos hacia delante. La cabeza del lobo se giró en mi dirección y mi cuerpo sintió un escalofrió.

—Soy Levi —me sobresalté al escuchar su respuesta en mi oreja. Mi mano actuó sola, pero la daga no encontró zona sólida en la que incrustarse —. También me alegra conocerte.

—Eres un fantasma —afirmé separándome de él sin quitar la vista de mi brazo que acababa de atravesar su cuerpo como si nada.

—Algo así, mademoiselle.

—¿Vives aquí? —quería saber si estaba aferrado a este lugar por algún motivo en especial.

—He estado viajando —me guiñó un ojo —. Suelo venir por esta dame —ambos miramos a la loba.

Un fantasma no era un ser demoniaco. Supuse que este tipo de seres podían estar donde quisieran, no solían ser peligrosos y Caín no podía someterlos, así que la protección no les afectaba en nada por ser meras almas en pena. Pero me andaría con cuidado con él, solo por si acaso.

—Soy Selina —el animal se acercó a mí. Su lomo me llegaba por encima de la cintura y su pelaje era tan blanco que parecía brillar con la luz del sol —. ¿Es salvaje, no?

—No te preocupes, es mansa.

Nunca había estado tan cerca de un lobo, imponía lo suficiente como para pensar en que un bocado suyo me podría dejar sin brazo. Eso hizo replantarme lo de acariciarla.

Golpeó con su cabeza mi mano y la observé anonadada. Su pelaje era suave, no tanto como el de Shadow, pero lo suficiente para tener ganas de tocarla. Hundí mis dedos en este y miré al chico con una media sonrisa.

Su cuerpo traslúcido me permitía ver con escasa nitidez los objetos que había tras él. No pensaba que los fantasmas se vieran de esa manera, lo único parecido era su extrema palidez y lo etéreo que le hacía ver su físico.

—No suelo venir mucho, por lo que espero que pueda guardarme el secreto, mademoiselle.

La loba se le arrimó creando una escena de lo más fantasiosa. Me quise convencer a mí misma de que ambos parecían inofensivos. Tan solo eran un animal solitario y un ente que se hacían compañía mutua en el sitio y momento menos indicado para fiarse de alguien. Asentí a su petición después de darle varias vueltas y él me mostró una cálida sonrisa que iluminó aquella mirada parecida a un atardecer.

—Será mejor que vuelva —me limité a decir dando grandes pasos hacia atrás de espaldas.

Sin que me quitaran la vista de encima, me alejé sin pensar mucho en lo que acababa de encontrar. Era un lobo y una persona muerta, si lo miraba desde la perspectiva que tenía ahora, la sorpresa no se me notaría en el rostro. Además el tema de los espíritus era algo en lo que ya creía mucho antes de conocer este mundo, en cierto modo era verdad que pensaba que su apariencia no era tan humana e intimidaría, pero ya estaba asumiendo el encontrarme con seres nuevos sin asombrarme por ello.

Paseando por el pasillo me encontré a Mikkel farfullando cosas mientras rompía un papel como si en este le hubieran dado una mala noticia. Kim que pasaba por ahí también, cerró el libro que estaba leyendo al verme y bajó rápido las escaleras.

Tras mi vuelta nos habíamos quedado una noche en vela en la que la conté con todo detalle lo ocurrido en los meses que pasé fuera. Su rostro expresó todos los sentimientos posibles, desde tristeza hasta ira.

—¿Está todo bien entre Mikkel y tú? —quiso saber. Abrí el portón para salir de nuevo y asentí.

—No quiero hacer sentir incómodo a Caleb, por lo que le pedí que intentara comportarse como habitualmente lo hacía. Aunque siendo él, eso se le da de maravilla.

—Pues hoy está más raro de lo normal, le vi romper un trozo de papel en la biblioteca y ahora otro. Me fijé en que el tipo de material era el mismo, así que alguien parece estar queriendo contactar con él.

Me apoyé en el muro de piedra del puente y la observé pensativa. Mikkel no tenía amigos fuera de aquí, al menos que yo supiera. ¿Y si era alguna amante? Era algo más lógico pensar eso y explicaría su forma de actuar, pero era muy loco darle la dirección a una desconocida, por lo que tan solo por ese detalle descartaba la idea.

—Probaré a hablar con él esta noche. Oye, ¿y de dónde sacaste ese libro?

—Yumi se lo pidió a uno de los Nephilim hace unas semanas. Vio que me gustó la película y quiso regalármelo.

Recordaba haber visto "La chica Danesa" años atrás, lo que no sabía es que tuviera un libro. Por eso me llamó la tención al ver la portada, hoy me iría a dormir sabiendo algo nuevo.

Solía encontrar a Kim siempre con algún libro en las manos, a veces era tan tranquila que a su lado yo parecía Madison. Me gustaba hablar y estar con la pelirroja, pero sentía esa falta de locura que solo tenía Madi. La echaba de menos, y aunque con ambas me complementase, mi cabeza sabía que no era lo mismo y me hacía sentir que estar con Kim en ocasiones era insuficiente para animarme o tan solo divertirme.

Volviendo a la entrada algo cayó en mi cabeza, la dureza del objeto me llevó a tocármela y soltar un pequeño quejido. Alcé la mirada al cielo y me rasqué la zona del golpe, Kim se agachó a coger lo que había caído y me lo tendió en la mano. Ojeé el pergamino y miré con duda a la chica antes de abrirlo. El papel parecía antiguo, por dentro tanto su texto como sus decoraciones eran de tonos dorados que resplandecían con la luz. Comencé a leer en alto su contenido aguantándome el pequeño grito interior que mi garganta pretendía soltar al leer aquellas palabras.

—¿Es un baile de máscaras? —exclamé entrando de golpe en la sala de entrenamiento donde se encontraba Caleb.

—¿El qué? —Abrí el pergamino y me lo retiró para leerlo —Ya veo que no lo cancelaron. Lo es, cada equis años suelen hacer alguno.

Un fuerte golpe seguido de un grito de enfado hizo que ambos nos mirásemos y corriésemos a la planta de nuestras habitaciones. Eros y la abuela estaban parados frente a la puerta de Mikkel de donde salieron más gritos. Caleb golpeó un par de veces la puerta y entramos, me llevé las manos a la boca al ver la escena que había creado el caído con las invitaciones. Todas ellas estaban destrozadas, ya sean rotas por la mitad o hechas bolas de papel.

—¡Cómo vuelva a enviarme un solo pergamino más, se los hago comer! —avisó y frente a nosotros rompió el último que le quedaba. A mi lado apareció un pequeño portal que hizo que diera un salto hasta pegarme más a Caleb por el susto. De este salió despedido como un misil un nuevo pergamino, iba dirigido a la cabeza de Mikkel —. ¡Maldito Uriel!

—¿Quién es Uriel? —pregunté con curiosidad a la vez que reía.

—Uno de los arcángeles, pero no es tan conocido como sus hermanos. Y suele ser el que se encarga de todo lo relacionado con el baile —me explicó Caleb y ahí entendí porque no me sonaba su nombre.

—No pienso ir, no pertenezco a vuestra jerarquía, a mí dejarme tranquilo —por su tono de voz, lo decía muy en serio.

—Cuando te llega esa invitación tienes la obligación de ir, no puedes negarte, Mikkel —dijo el ángel y su compañero soltó un gruñido —. Saldremos mañana y no hay más que hablar.

La tensión entre los dos chicos se volvió incómoda. Preferí ir haciendo mis maletas y no inmiscuir en ese asunto con los dos presentes. Durante la cena Caleb dio la noticia de que los jóvenes Nephilims nos acompañarían, dándoles la oportunidad de salir a conocer un nuevo lugar y relacionarse con más personas. Esto último no les agradó tanto, los tres se miraron entre ellos con desinterés y se lo agradecieron sin ápice de ilusión en sus rostros. La abuela no quiso ir, decía que prefería aprovechar ese tiempo a solas para terminarse todas las telenovelas. Viendo el panorama, mis ganas de ir a un baile de máscaras estaban descendiendo a nulas. Madison se hubiera apuntado nada más decirla la palabra fiesta o alcohol, de primeras ya podría imaginarme lo aburrida que sería estar sin ella dando alegría al lugar e intentando ligar con cada ser andante.

Tras ayudar a Yumi a hacer su maleta y darle las buenas noches, volví a mi habitación. Observé el cielo estrellado desde el balcón, alegrándome de la pequeña conversación que había tenido con Carson después de la cena. Quería saber cómo iba todo con su prima, por lo que Caleb me dejó su teléfono para contactarlo. Este me comunicó que había despertado la noche anterior, seguía teniendo un fuerte dolor en la cabeza, pero gracias a Rafael, solo quedó en eso. La dijeron que la habían encontrado tirada en el suelo, que pudo haberse golpeado y perdido el conocimiento. Lo importante fue que no preguntó por mí, demostrando que la persona que borró esa parte de los recuerdos, lo hizo bien. Lo único que Killian y Carson tuvieron que hacer fue romperle el móvil y decirla que días antes ella dijo que lo había perdido, para que así no recuperara ninguna foto, video o mensaje en el que yo apareciera.

Me quedé más tranquila por la noticia y pensaba seguir teniendo contacto con ella, aunque fuese solo a distancia y ninguno de los chicos me lo recomendase.

Un silbido llamó mi atención. Mikkel estaba en su balcón, con los brazos sobre la barandilla y un cigarro en sus dedos.

—¿Eras tú el del olor a tabaco de mi habitación?

—Soy culpable.

Las veces que estuve cerca de él no percibí el olor, podía deberse al fuerte aroma de su colonia.

Caleb estaba en la habitación que separaba las nuestras, no creí que fuese buena idea ponernos a hablar desde la ventana para que nuestro amigo se enterase de todo. Le hice un gesto de que me abriese su puerta para no llamar, y sin el mínimo ruido y a paso rápido fui hasta su cuarto.

—No conocía esa faceta tuya de fumador —admití y él volvió a la ventana para no llenar la habitación de humo.

—Lo dejé meses antes de tu llegada, princesa —expulsó el humo —. A Caleb no le gusta el olor y dice que no quiere que dé mal ejemplo a los demás.

—Intuyo que no querrás decirme el porqué de que vuelvas a consumirlo.

—Poco después de irte, vi a mi padre. Fumar me relaja, aunque parezca una gilipollez y lo típico que dice todo el mundo cuando no puede dejarlo, pero era eso o desterrado en el infierno por intentar pegar al imbécil de mi padre. —esa sinceridad no me la esperaba por su parte. Me apoyé en la pared de enfrente suya —. Mi paciencia parece infinita a su lado, y no te miento si te digo que a veces me imagino escenas golpeándolo de lo insoportable que es.

—No deberías decir eso, Mikkel. Todos cometemos errores y más los progenitores a la hora de criarnos. No sabes lo que daría por tener a uno de mis padres conmigo en estos momentos, deberías aprovechar ahora que el tuyo sigue contigo.

—De veras que lo siento por ti, princesa —apagó el cigarro con las yemas de sus dedos y se volvió hacia mí —. Te aseguro que no es su caso, solo piensa en él y en su influencia y popularidad.

❖¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Se os está haciendo fácil de leer capítulos de esta longitud?
¿Qué pensáis de los nuevos personajes y del baile?❖

Espero que os haya gustado❤ No se olviden de dar⭐ para apoyar la historia y comentar, si quieren, para saber sus reacciones🤭🥺 Muchas gracias🥰

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