6°
—Adivina quien está con mi primo en la habitación —voceó mi amiga al verme entrar por la puerta.
—Hasta yo lo sé —masculló Mikkel desde el sofá.
—Por eso traigo esto —la enseñé las bolsas con bollos y las dejé sobre la mesa. Tomé uno con una servilleta y se lo acerqué al caído.
—Me parece fatal que siempre sean ustedes los que se lleven a los tíos buenorros —se quejó la chica sin ninguna vergüenza mientras se sentaba al lado de uno de ellos.
—¿Tú no tenías una cita hoy?
—Pero no es tan interesante como quedarme aquí admirando las vistas.
Mikkel la tomó de la mano que había puesto ella disimuladamente tras su cabeza y la sonrió falsamente. No le caía mal Madi, pero sí que podía resultarle algo cansino el comportamiento de la chica, y lo podía llegar a entender. La puerta de la habitación de Carson se abrió dando paso a la aparición de Killian, y tras él, Carson.
Los días posteriores a la feria, Carson había estado llegando a altas horas de la noche a casa, o ni siquiera llegando, como el día de ayer. No me extrañó leer un mensaje de este donde me pedía perdón por ocultarme que el día de la feria Killian y él se habían besado. Yo solo sonreí para mis adentros y le desee lo mejor. Había disfrutado junto a Killian, y era un nuevo amigo que me llevaba, pero sabía que con quien debía estar era con el primo de Madison, podía notar la química entre ellos desde el primer momento en que cruzaron miradas. Mikkel se puso en pie nada más ver al otro caído acercárseme.
—Ya veo que me has cambiado por otro —me hizo un guiño y evitó cruzar la mirada con el pelinegro
—Killian, él es Mikkel.
—Encantado, Mikkel —puso una extraña sonrisa en su boca e hizo de su mano un puño para que el otro se lo chocase, pero el caído lo rechazó.
Me esperaba esa reacción por su parte y no podía hacer nada por evitarlo. Ambos tenían una visión diferente hacia los caídos y no era de extrañar que se repeliesen, aunque Carson opinaba algo parecido a Mikkel poco antes de conocer a Killian. Lo que le faltaba al pelinegro era dejar de ser tan negativo hacia el comportamiento de los de su especie y abrir puertas a conocer a alguno. Podía llevarse una grata sorpresa, de eso estaba segura.
—¿Has tenido algún problema con Gianna estos días? —le pregunté al Nephilim mientras metía en una bolsa un cambio de ropa para pasar la noche en casa de Killian.
—Omitiendo que no me quita de encima esa mirada escalofriante que tiene y sus comentarios de querer, digamos "Adornar como un árbol de navidad el cuerpo de los ángeles con sus cristales". Sí, todo bien, parece no importarla con quien pase las noches Killian.
Me aguanté la risa al imaginarme a la niña seguirle por la casa con esos ojos avellanas suyos y sus grandes gafas que la hacían ver tan tierna e inofensiva.
—Te veo feliz, ¿sabes? Sé que solo estáis conociéndoos, pero ese brillo que veo en tus ojos no lo había visto con tus anteriores líos.
—Me equivoqué con él. —Confesó —No sé lo que habrá hecho para acabar donde está hoy, pero no me importa. Lo que he podido ver de él hasta ahora me ha atraído, y solo espero que Killian piense lo mismo de mí.
No había duda de que era algo mutuo. En sus palabras me había confirmado de que no era un simple gusto pasajero, su preocupación porque el otro chico sintiera lo mismo, era algo nuevo. Por lo normal, le daba igual lo que sus rollos pensaran sobre él, al final solo eran eso, distracciones.
Volviendo al salón descubrimos que Madison se había ido y con ello, dejando solos a Killian y Mikkel. Di una ojeada a todo el lugar esperando que no hubiera ningún muerto, pero para mi asombro, ambos estaban hablando en la entrada. Mikkel tenía una fría mirada mientras Killian le hablaba seriamente, este al vernos echó una última mirada al moreno y nos sonrió. Carson y yo nos encogimos de hombros sin entender la escena que acabábamos de contemplar. Al menos no había que lamentar muertos.
Nada más cerrarse la puerta principal, salté por detrás del sofá y me senté colocando mis piernas sobre las del pelinegro. Eché un ojo a mis manos, llamando la atención así del chico.
—¿Volviste a utilizar el fuego?
—Lo intenté varias veces, pero me rendí al ver que no ocurría nada —le admití.
Vale que Rafael me hubiera dicho que no lo volviera a utilizar, pero técnicamente no lo hice, porque no conseguí que apareciese. Entendía que era peligroso, ¿pero qué se esperaban que hiciera una chica que había descubierto que a lo mejor podía tener algún tipo de poder? ¿Guardarse las manos en los bolsillos? Además, estábamos hablando de mí, por el amor de dios, era obvio que no iba a hacerle caso. En realidad por lo que dejé de intentarlo era porque me sentía estúpida queriendo invocarlo. Luego vino Caín diciendo aquello y he de admitir que volví a probar, pero sin una pizca de éxito, solo un leve mareo.
—Las únicas explicaciones lógicas que yo puedo encontrarle a que puedas tener ese poder, es que tu padre descendiese directamente de un querubín o tuviera ese poder, y he de decir que es raro encontrar a un ángel con la posibilidad de crear y controlar el fuego celestial, así que hablamos de algo casi único. Y en tu caso, literalmente podrías serlo. También está la opción de que Caleb, ya sabes... —«tenga razón» terminé en mi cabeza.
¿Podría ser por eso por lo qué Caín me quería, por qué no había nadie más cómo yo? Observé a Mikkel que tenía la vista fijada en mis piernas desnudas en las que hacía pequeñas caricias con sus fríos dedos.
—Si hipotéticamente la persona que te quiere muerto... —al oír la última palabra dejó su mano quieta. Tragué saliva preocupada porque me descubriera, pero solo quería oír su opinión —Te dice que no asesinará a nadie si tú matas a alguien y te pasas a su bando, ¿tú qué harías? —Me echó una mirada seria y apartó mis piernas —¡Dije hipotéticamente! Solo tengo curiosidad de saber cómo actuarías tú.
—No puede matar a nadie si le mato yo antes, princesa —me di un golpe mental.
Decir que algo era hipotético nunca funcionaba. Debí pensarlo mejor antes de abrir la boca, porque seguía contemplándome no muy convencido de mis palabras. Aunque su respuesta tenía cierta lógica, seguramente si Caín fuese tras él, el hijo de Lucifer no hubiera llegado a herir a Caleb, porque estaría en el infierno con su padre desde el primer momento en que apareció.
En la tarde Madison me envió un mensaje de que se iba a preparar a casa de Reyna para la cita y así dejarme a mí más tiempo a solas con Mikkel. Rodé los ojos y la dije que me avisara cuando estuviese yendo al lugar de encuentro donde la esperaba el chico.
Dejé el teléfono en la mesilla y volví mi atención hacia los labios del chico al que tenía bajo mi cuerpo. Acerqué mi rostro para volver a besarlo, no me cansaba de jugar con su boca y su lengua, eran pura adicción. Llevó una de sus manos a mi rostro mientras la otra apretaba mi trasero, entonces un sonido hizo que aplastase su cabeza contra la almohada y yo me separase.
—Joder, ¿se puede saber quién es ahora? —sacó el móvil de su bolsillo y al ver de quien se trataba me mandó callar antes de preguntar de quien se trataba. Se sentó en el borde de la cama conmigo al lado y pudiendo oír la voz del otro chico a través del aparato —¿Estáis seguros? Está bien estoy ahí en diez minutos —y colgó soltando un suspiro —. Caleb dice que les han avisado de que a un informante en Rusia le ha llegado información en la que aseguran haber visto a Caín.
—¿Y qué iba a hacer él allí?
—No lo sé, pero para eso estamos nosotros, para averiguarlo. En cuanto sepa algo te aviso —se levantó y me dio un golpe en la frente con sus dedos antes de desaparecer.
Lo bueno es que al menos esta vez sí se había despedido, a su manera, pero lo hizo. Lo que ahora me preocupaba es que ellos dos fuesen en busca de Caín, seguro que irían con más ayuda, pero el no saber como de peligrosa era su misión me reconcomía por dentro. Si habían visto a Caín, desde luego era porque nada bueno estaría tramando.
Decidí salir a correr por el paseo marítimo para pensar en otra cosa que no fuera en cuando volvería Mikkel con las noticias. Miré el móvil y vi que Madison me había escrito hacía quince minutos de que ya estaba de camino, la puse "Suerte" y varios emoticonos con pulgares hacia arriba y caras con corazones a su alrededor.
Madison era una chica de lo más inteligente, un amor de niña y tenía una forma de ser explosiva que dejaba ver su descendencia latina, aunque a veces se pasaba de loca y podía hacer que los chicos se echasen a un lado.
Se merecía conocer a alguien que la quisiera tal y como era y no solo por su cara bonita. Había salido muy mal de la única relación seria que tuvo, y después de eso solo buscaba algo de un rato. Aunque tuviera mil crushes, la costaba confiar en los hombres, por eso detrás de su "Viva la soltería" había un "No quiero que me vuelvan a hacer daño". Yo la quería ver feliz, ¿quién no? Pero constantemente la recordaba que debía disfrutar de la vida ahora que era joven y no meterse en ese tipo de marrones, llamados relaciones, en los que lo más posible era que saliera mal parada por ser demasiado buena.
Volviendo a casa unos fuertes maullidos que con gran rapidez reconocí, llamaron mi atención. Shadow estaba de nuevo esperándome en la calle, pero esta vez algo más agitado, todo su cuerpo y cola estaban erizados.
—¿Qué pasa? ¿Hay alguien arriba?
Al entrar en el domicilio fue corriendo a la puerta de mi habitación y comenzó a rascarla, sus bufidos se hicieron más sonoros llegando a preocuparme, ya que nunca le había visto actuar de esa manera. Entré al cuarto con un cuchillo de la cocina en mano por si alguien o algo se encontrasen dentro, pero al encender la luz, no fue el caso.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, había algo anormal en el ambiente, como si pudiera percibir los restos de algún tipo de aura maligna. Shadow volvió a maullar haciéndome mirar en su dirección y viendo lo que se encontraba en una de las paredes.
Por unos instantes noté como el corazón se me paraba, me llevé la mano al pecho, apretando la tela sobre este. Mis ojos comenzaron a nublarse por las lágrimas que intentaban salir pero que impedí.
Pasé mi dedo por la pared, llevándome parte del líquido carmesí con el que estaba escrito el nombre de Madison. Era sangre y estaba fresca. Debajo de este había un papel clavado con una chincheta, lo desplegué y leí lo que ponía.
Escribí la dirección de la hoja y me salió que era de unas naves abandonadas a las afueras. Agarré las dagas que guardaba en la mesilla y las llaves del coche de Carson.
A estas horas no había tráfico, pise el acelerador y me salté todos los semáforos en rojo que se ponían en mi camino.
—¡Joder, joder! —pegué varios puñetazos al claxon. Sabía que ocurriría, pero con la llegada de Mikkel me había relajado demasiado y ahora no tenía ni puta idea de que hacer —. Como la toquen uno solo de sus rizos juro que no me haré responsable de mis actos.
En la nota decía que como viniera alguien más conmigo matarían a Madison, pero a la vez me arriesgaba a que ninguna de las dos saliésemos vivas. Dejé el coche en medio de la calzada.
Tenía un nudo en el estomago y mis manos no paraban de temblar, casi imposibilitando sujetar bien la daga.
El lugar como decía Google estaba abandonado, algunos de los edificios eran puro escombro y se podía llegar a oír los maullidos de los gatos callejeros en la oscuridad. Lo único que tenía como modo de protección eran dos malditas armas del tamaño de mi antebrazo, ya que tanto la capa como el traje seguían en Italia y lo que mejor llegaba a controlar era el arco, cosa que tampoco tenía a mano.
Pensaba que en el interior de la nave estaría todo a oscuras, para dificultármelo más, pero estaba lleno de velas, como si me quisieran dejar algo de ventaja.
—¡Madison! ¡Madi! —grité a todo pulmón sin importar que me oyeran.
El eco de unas risas se escucharon de fondo, poniéndome en alerta al no saber su procedencia.
Entre la oscuridad de uno de los pasillos salieron un par de caídos acompañados de demonios que a simple vista ninguno se me hizo conocido. En brazos de uno de los seres con apariencia humana iba Madison. Apreté los mangos de las dagas, haciéndome daño a mí misma y clavé la mirada en ese chico de no más de treinta años en apariencia, que sujetaba a mi mejor amiga.
—¡Soltadla! Ella no tiene nada que ver con esto, solo es una humana.
—De vital importancia para ti, ¿o me equivoco? Supongo que no, si no, no estarías aquí.
—Aún tienes la oportunidad de ser una de nosotros, solo debes terminar el trabajo —ofreció el otro con su gruesa voz y lanzó a una Madi inconsciente al suelo.
Mis pies se movieron involuntariamente hacía la chica, todos los seres, cinco en total, se prepararon en caso de que llegara a hacer algo que no fuese lo que acababa de decir el hombre. Su ropa estaba impregnada de sangre y en la zona de la cadera, rota, dejando visible una horrible herida que no paraba de sangrar y que en un lugar como este, podía llegar a infectarse complicando su salvación. Su respiración era débil, provocando en mí la preocupación a perderla en ese mismo instante.
Solo tenía una opción, pelear. Los demonios no eran especialmente grandes, el problema serían esos dos caídos, pero si conseguía deshacerme de ellos podría escapar con Madi en brazos.
—Puedes decirle a Caín que se vaya al infierno. Eso si sales vivo de aquí.
Y tras mis palabras el caído sacó una daga más larga que las mías y con el filo curvado. No podía ponerme a luchar con el cuerpo de Madison en medio de esta sala, podría salir peor perjudicada. Frente a sus ojos escapé adentrándome en otra habitación, no había puertas, solo muros con grafitis y huecos donde deberían ir las ventanas, por ello caminé de puntillas para procurar no hacer ruido y ser descubierta. Dos de los demonios no median más que un león, tenían cuernos y una enorme boca con dientes tan afilados que sobresalían de esta. Pude oír el sonido que uno de ellos hacía al olfatear, apreté mis labios mientras me acercaba a la esquina en la que aparecería en cosas de segundos y alcé la daga. El hocico del animal se asomó y antes de que lo hiciera su cabeza entera, me adelanté clavándole el arma en el centro de esta. Comenzó a gruñir y a soltar babas, alzó una de las zarpas rasgándome la camisa e hice más presión en el mango hasta que el ser dejó de dar señales de vida. Okey, uno menos, faltan cuatro.
—Aquí estás, zorra —antes de poder levantarme una cadena me rodeó el cuello. Llevé mis manos hasta esta para que no me cortase la respiración cuando el hombre empezó a arrastrarme.
Di patadas al aire e intenté gritar, pero lo único que salió de mi garganta fue un gemido de dolor por la falta de aire. Aún sujetaba la pequeña espada, el problema era que al usarla haría que apartase mi mano de la cadena, lo único que hacía que no me asfixiara por completo. El caído que llevaba consigo la daga se agachó hasta quedar a mi altura y con una sonrisa maquiavélica pasó el filo con fuerza por mi brazo. Apreté los dientes para aguantar el ardor y dolor de sentir el cuchillo dentro de mi piel rasgándola como simple papel y mi pecho subió y bajó tras respirar con fuerza por la nariz. Intenté concentrarme en mis manos, necesitaba más que nunca ese fuego en mí, cerré los ojos y probé a visualizar como la energía recorría mi cuerpo, pero no funcionó. ¿Por qué no funcionaba?
—Una de dos, o sirves para el gran Caín o mueres, tú decides, preciosa. Pero contra más tardes, más sufrimiento —añadió separando su arma de mí y deshaciéndose de la que seguía teniendo yo en la mano. Bajé la mirada haciéndole creer que me lo estaba pensando y alzó la mano para detener a los demonios.
El dueño de la cadena al verme intentar asentir dejó de apretar, me llevé las manos a la garganta y me desplomé en el suelo de hormigón durante unos segundos mientras tosía por las náuseas. Pude sentir como la sangre volvía a circular con normalidad, cogí aire un par de veces y miré como con sorpresa hacia la oscuridad, el que tenía en frente hizo lo mismo dándome la oportunidad de recoger la daga y clavársela en la pierna al de detrás. En esta vida no servía de nada tener fuerza sin ingenio.
Me arrastré entre sus piernas antes de que cayera de rodillas y lo empujé contra su compañero que tenía el arma en la dirección perfecta para clavársela en el pecho. El más joven de los dos soltó un grito de dolor y antes de que el mayor pudiera sacar el arma del cuerpo de su compañero, le incrusté la daga en la espalda, no era una herida mortal pero me daría el tiempo suficiente para escapar.
—¡Estás muerta! ¿Me oyes? No sabes con quien estás tratando, zorra.
—Puede que no con exactitud, pero no dejaré que el miedo me invada por alguien que no es capaz de actuar sin sus perros falderos.
Intentó alcanzar el arma de su espalda, por lo que eché a correr. Uno de los demonios saltó sobre mí al pretender coger a Madi y clavó sus largas uñas en mi pierna haciéndome maldecir.
—Esto me lo enseñó mi tía —metí la mano en el bolsillo del ajustado pantalón y le eché un puñado de sal. Algo tan insignificamente como un simple condimento de cocina le hizo rugir y tirarse al suelo.
Subí a mi amiga a caballito en mi espalda y por un momento la pierna herida me hizo caer y soltar un leve quejido de dolor. Mientras dejaba atrás el lugar pude oír el grito del caído, seguramente al quitarse la daga. Me di prisa en salir de la nave, con la mano de nuevo llena de sal y el último demonio tras nosotras, me preparé para intentar correr hacía el coche que había dejado en marcha. Abrí la puerta del copiloto y antes de poder dejar en el asiento a Madison, me agarró de las piernas, le di una patada en su rostro deformado haciéndole perder por un momento el sentido y solté la sal sobre sus cuatro ojos. El alarido de este era como el de una sirena, me llevé las manos a las orejas y le di un nuevo golpe para apartarlo de mi camino.
—¡Maldita sea, Killian! quieres coger el puto teléfono —intenté volver a llamarlo y esta vez sí descolgó —Antes de que digas nada necesito que vayas a casa con Carson, Madison está herida y no pinta bien — colgué antes de que preguntase nada.
❖¿Qué os ha parecido el capítulo? No me fusilen🤣
¿Teníais ganas de algo de acción? ¿Creen qué Madison se recuperará? ❖
Espero que os haya gustado❤ No se olviden de dar⭐ para apoyar la historia y comentar, si quieren, para saber sus reacciones🤭🥺 Muchas gracias🥰
💖INSTAGRAM_ @Kattuxia @Kat.oficcial
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