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16°

Me acerqué con cuidado y curiosidad para admirar más de cerca el bello paisaje que se apreciaba al fondo. Me retiré al notar las álgidas corrientes de aire que lo traspasaban, conjuntando con el panorama nevado y la escasa vegetación que se divisaba.

—¿Un portal? —pregunté retóricamente. Pero no todo era tan agradable, mucho menos cuando la molesta marca volvió a palpitar —. Caín —mascullé.

—Esto está fuera de nuestro alcance, dejémoslo aquí e informemos a los arcángeles.

—¡Abre el portal! ¡Ya!

Pero no hubo ningún tipo de respuesta por su parte, dejando escuchar al solitario sonido de las gotas de agua originadas por la humedad, impactando sobre el oxidado metal de las vías. Me volteé y entonces entendí su silencio al ver a un par de caídos con armas en mano que nos cerraban el paso.

—Cuando yo te diga, dispara al de la derecha —me susurró, pero antes de me lo dijera ya lo estaba haciendo. La sonrisa del hombre me puso nerviosa y dejé escapar la flecha de mis dedos, pero la esquivó —. ¿Por un momento podrías hacer las cosas a mi manera?

—¿Dijo algo de esa chica? —se oyó comentar a la joven mujer refiriéndose a Davina.

—No la mates, las quiere con vida a las dos —respondió el hombre de mediana edad.

«Otra vez no, por favor» recé para mis adentros.

Los caídos soltaron sus armas y se aproximaron a nosotras, ambas nos miramos y asentimos. Me centré en el hombre que parecía muy seguro de sí mismo, y lo podía estar, porque sus rápidos movimientos hicieron que ninguna de mis últimas flechas le rozase siquiera. Eché el arco hacía delante intentando golpearlo con el, pero en un descuido lo agarró y frente a mis ojos lo partió por la mitad. Antes de que el grito saliera de mi garganta, sus grandes manos me empujaron hacia la pared, Davina que ya había sido derribada en varias ocasiones, me miró y movió los hombros hacía atrás para que sus enormes y grandiosas alas blancas apareciesen.

—Niñas, dejen de jugar a ser guerreras y ríndanse —añadió con tono de burla la mujer y pegó una patada a los trozos del arco.

—¡Nunca! —exclamó Davina.

Agitó con fuerza sus alas creando una potente ventisca que mezcló y levantó el polvo y tierra del lugar. Los caídos quedaron atrapados tras esa nube y aprovechamos para salir corriendo hacia la salida.

—¡Crea un portal, joder! —le repetí.

—Si lo hago, esos dos podrían meterse, espera a que estemos fuera de su alcance —siguió corriendo con la luz aún frente a nosotras.

Teníamos que acabar con Caín de una vez por todas, si no estás situaciones no harían más que repetirse hasta agravarse, consiguiendo así su objetivo de matarme a mí o a un ser querido.

Porque su último plan debía haberlo premeditado por mucho tiempo, sabiendo a la perfección que si yo mataba a alguien, ya fuese humano, Nephilim o celestial, los ángeles y arcángeles se unirían para darme caza, consiguiendo su propósito de hacerme desaparecer sin ensuciarse las manos, como había hecho desde el principio. Era imposible no ver la lógica de que quisiera que me fuera con él, ya que en el momento en el que pudiera crear y controlar el fuego, en sus manos podría volverse un arma peligrosa. No iba a permitir aquello bajo ningún concepto.

Eché la vista hacia atrás, el polvo se había disipado, pero ellos se mantuvieron quietos sin inmutarse y mirando cómo nos alejábamos. En el inicio del túnel nos percatamos de varias cosas que nos dificultaría la huida, el anaranjado atardecer que se distinguía en el horizonte, avisándonos de que en pocos minutos esto se convertiría en un campo de batalla a oscuras con la horda de demonios que se postraba ante nosotras, obstruyéndonos la salida.

—Apártate —me ordenó Davina y así hice, sin dejar de mirarla.

Colocó las palmas de sus manos mirando al suelo e hizo un movimiento lento. A sus pies el suelo comenzó a ser cubierto por una capa de hielo resplandeciente, giró sus palmas hacia arriba y con más velocidad alzó sus manos, frente a ella un gran muro del mismo material apareció, cerrando así la entrada al túnel y nuestra propia escapatoria.

—He de admitir que eso ha sido increíble —dije anonadada. Acerqué mi dedo a la pared y en efecto, era hielo real.

—Se acabó el juego —oí la voz del hombre de nuevo.

Davina cayó al suelo desplomada por el fuerte golpe que le propinó en la cabeza la mujer.

—Quietecita si no quieres que la matemos aquí mismo —me amenazó la mujer al verme las intenciones de agacharme ante el cuerpo de mi compañera.

—Sé quién os envió, y os ha dado la orden de...

—No te preocupes por eso, gatita. Ahora póntelos —me interrumpió el chico y me mostró una especie de brazaletes plateados.

—¿Para qué es esto?

La mujer se agachó y le puso lo mismo a Davina en los brazos. Al verme que no haría el mismo gesto, tomó su daga y se la acercó a la menor al cuello. Observé con asco y le arrebaté aquellos objetos de la mano, les miré con recelo, pero acabé colocándomelos. Estaban fríos y eran más grandes que mis muñecas, pero al rozar la piel, se ajustaron aprisionando con fuerza la zona.

—¿No van a atarme? —les pregunté mientras caminaba delante de ellos hacia el portal.

—Con esas pulseras sois inofensivas, tanto como un vulgar Nephilim —respondió el hombre y me propinó un empujón en la espalda.

Vaya estupidez la suya, con esas cosas o sin ellas seguía siendo igual, porque al contrario que Davina que controlaba a la perfección sus poderes, yo no podía ni invocar a voluntad propia el mío.

Mi pie se adentró en el portal y pude escuchar el crujido de las botas sobre la nieve. Me giré a inspeccionar el lugar, parecía un desierto nevado, solo había árboles y nieve, pero a unos metros se encontraba la única casa a la vista, una gran cabaña con una persona conocida esperándonos en el porche.

—Llévenlas abajo —dijo con una sonrisa maquiavélica al tenernos al frente, que venía acompañada de un intimidante brillo en sus oscuros ojos que mostraba seguridad ante el triunfo de su plan. Antes de entrar a la vivienda, agarró mi brazo y se acercó a mi oído —. Nos vamos a divertir, te lo aseguro.

Apreté la mandíbula y me solté de su agarre. Esos malditos arcángeles y su estúpida idea nos habían metido en este embrollo del que ahora mismo no veía salida alguna.

Bajamos unas escaleras hacía una especie de sótano con una habitación con barrotes y un colchón en el suelo. Dejaron a Davina sobre este y le retiraron todas las armas, desde lejos vi como la pusieron en el tobillo un grillete con una cadena enganchada a la pared.

—Dame tus armas —me ordenó la mujer tendiendo su mano y le lancé ambas dagas al suelo con una sonrisa cínica. Sus manos se enredaron en mi cabello y oculté el gesto de dolor que quería aparecer en mi rostro —. ¿Sabes en la situación en la qué te encuentras?

—Loren, basta —intervino Caín desde las escaleras y la chica me soltó de un empujón que me dejó en el suelo. Cerró la puerta de la prisión y desapareció junto a su compañero.

Me levanté y agarré los barrotes de metal.

—¿Por qué haces esto? —le pregunté manteniendo la calma, pero solo me miró y salió por la puerta.

Mi cuerpo se llenó de rabia y miedo por lo que nos pudiera hacer. Hice el amago de agitar los barrotes, pero tan solo conseguí mover mi cuerpo. Tenía fuerza sobrehumana, debían romperse, por lo que intenté separarlos, pero fue en vano, debía tratarse de un material de este mundo. Respiré hondo y solté un grito que duró varios segundos, con la intención de que me escuchara. Le iba a matar, conseguiría escapar y acabaría con él de una vez por todas.

—¿Estás loca? Solo conseguirás que nos maten.

Escuché el tintineo de una cadena y los quejidos de Davina al intentar erguirse. Me acerqué a ella y me puse a su altura.

—¿Te encuentras bien?

—¿Dónde estamos? —se llevó la mano a la parte trasera de su cabeza y se apoyó contra la pared.

—No lo sé, pero tenemos que salir de aquí lo más pronto posible.

—¡Estate quieta! Lo sé, pero antes debemos saber a qué lugar nos ha traído —me ordenó al verme atacada de los nervios —. No estamos en zona mundana, si no, tus amigos ya estarían aquí. Y salir con estas malditas cosas —extendió los brazos — Tenemos que conseguir quitárnoslas, si no, no podremos defendernos al escapar y estaremos de vuelta en cosa de minutos, o peor, muertas.

Maldita sea, tenía razón, y mi única defensa eran mis armas, por lo que sin sus poderes, estábamos perdidas.

—Si hubieras abierto el portal...—comencé a decir, pero enseguida me arrepentí.

—¡No puedo creer que me estés culpando, lo que me faltaba por oír!

Me senté en la otra esquina de la celda, era lo mejor, porque si no acabaríamos discutiendo. Oculté mi rostro con la capucha de la capa y ojeé el lugar en el que nos encontrábamos, aunque no había mucho que ver. Frente a nosotras había una escalera que llevaba a una puerta metálica, con posibles cerrojos en la parte de fuera, por lo demás, no había nada con lo que poder defenderse, estaba vacío. Era un lugar oscuro y frío, y la única iluminación que había, era la de una pequeña lámpara al lado de la puerta que difícilmente nos dejaba diferenciar el color de las paredes.

Apoyé los pies sobre las rejas a la vez q mis manos las sujetaban con fuerza e intentaba por décima vez empujar hacia dentro para romperlas.

—Mira que hay personas en el mundo, y me tocó compartir un secuestro contigo —escupió con tono amargo la chica, pero hice oídos sordos.

La tensión que había entre ambas por culpa de mi desacertado comentario se podía ver a kilómetros.

Habían pasado horas, posiblemente días desde el comienzo del secuestro, no habíamos comido, ni aseado y a duras penas dormido. Gracias a los dioses, había un cubículo con un váter dentro de la celda, pero eso no le quitaba lo incómodo.

—¡Caín, da la cara! Maldito imbécil —no le había vuelto a ver y eso me hacía temer en lo que pudiera estar preparando.

—No alcanzo a entender que ven los hombres en ti —la miré con cara de pocos amigos —. Sin contar a este loco que te quiere ver muerta, eso sí lo entiendo.

—Oye, bonita, si solo vas a abrir la boca para eso, mejor ciérrala —le guiñé un ojo.

El ruido de las cerraduras de la puerta nos puso en alerta. El chico pelirrojo se adentró a paso lento, con una daga que giraba entre sus dedos y una mirada que solo se fijó en mí.

—¿¡Quieres hablar de una maldita vez!? —grité sin paciencia ya. Él solo me sonrió y siguió observándonos desde una esquina

—Tuviste tu oportunidad, ¿por qué la perdiste por una simple humana sin valor? —dijo al fin.

—No te debo ningún tipo de explicación —escupí al suelo, casi llegando a sus zapatos.

—Idiota —oí murmurar a Davina.

—Para ser poca cosa, estorbas demasiado.

Sacó de su bolsillo unas llaves y se acercó a introducirla en la cerradura de la puerta de la celda. Me separé de ella y Davina se escondió en la esquina asustada.

—Sal —dijo en modo de ordenanza —. No hagas ninguna estupidez, recuerda que el que tiene el arma soy yo.

Mis ojos solo irradiaban odio y ganas de en ese mismo momento lanzarme sobre él, pero me contuve, porque no duraría ni dos segundos. Miré a la chica y salí manteniendo una distancia prudente de él. Puso la punta del arma sobre mi espalda, casi agujereando la tela de mi camisa por la fuerza que estaba ocasionando, y me hizo andar hacia la salida de la casa con la mirada puesta al frente y sin hacer ningún tipo de movimiento.

—¿Qué significa esto? —le pregunté al ver como tiraba otra daga sobre la nieve.

❖¿Qué os ha parecido el capítulo, os gustó? ¿Cuál creen que es plan de Caín?
¿Os gusta que Davina sea la que tiene que pasar un secuestro con Selina, o hubieran preferido otro personaje?❖

Siento mucho la espera, intentaré subir más seguido, pero con el tema de las clases y los Streams que hago, se me dificulta escribir con más frecuencia😭

(Recuerden que si hay fallos, es porque

Selina II es una primera edición)

Espero que os haya gustado❤ No se olviden de dar⭐ para apoyar la historia y comentar, si quieren, para saber sus reacciones🤭🥺 Muchas gracias🥰

💗INSTAGRAM_ @Kattuxia   @Kat.oficcial

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