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14°

Miré mis manos, ambas en forma de puño. Observé un punto fijo de la pared y las abrí.

—Esto es imposible, ¿cómo voy a saber utilizar el poder si ni siquiera sé iniciarlo?

Moví los dedos y me los troné. Me senté de piernas cruzadas sobre la cama para intentarlo de nuevo.

—Yo puedo, solo necesito concentrarme —me animé.

Cerré los ojos y respiré hondo. Cuando sentí la relajación en mi cuerpo, los abrí y centré la mirada en las palmas. Me obligué a pensar en el día de la muerte de mi tía, en el momento que aquel demonio le atravesó. Apreté la mandíbula al tener la imagen exacta en mi cabeza y la repetí una y otra vez hasta notar un extraño calor recorrer mi cuerpo. El corazón se me volcó al verme las manos ensangrentadas. Eran ilusiones que me exigí recrear si quería conseguir mi objetivo. Un hormigueo cubrió mis brazos hasta llegar a mis manos, entonces, unas chispas azules revolotearon sobre ellas. ¿Lo estaba consiguiendo? Mis ojos se abrieron por la emoción, eso provocó que la escena en mi mente se distorsionara y una nueva se colase.

Baile. Caleb. Beso.

—Ahhhh, ¡maldita sea!

Arrastré hastiada las manos desde la frente a mi barbilla, para después tirarme de espaldas sobre la cama.

Llevaba dos días intentando crear el fuego tan solo para tener algo con lo que distraerme y evitar salir de la habitación y encontrarme con Caleb. Pero mi cabeza no estaba de mi parte y me lo recordaba a cada segundo.

Miré por el rabillo de los ojos a ambos lados al salir del cuarto, cerciorándome de que el ángel no me estaría esperando fuera. Anduve por los pasillos con la guardia en alto, intentando hacer el mínimo ruido posible, pero la voz de Caleb y Gabriel resonó a escasos metros de mí, eso hizo que todos mis radares se encendiesen. Estaba bajando las escaleras de la planta principal, por lo que no tenía ningún lugar donde esconderme.

Entonces la dulce voz llamándome del menor de los Nephilims que venía acompañado de Nisha, hizo el suficiente eco como para que el ángel supiera que estaba fuera de mi cuarto. Inspeccioné a todos mis lados con nerviosismo por no saber dónde meterme, y cuando me creí capaz de saltar por la misma barandilla de la escalera hacía el suelo, una mano me agarró del brazo y me hizo aparecer en la otra punta del palacio.

—Al fin te dignas a aparecer —fue lo primero que le dije al verlo.

Mikkel andaba desapareciendo desde el día del baile, era casi imposible cruzarse con él, y en verdad no le culpaba, es más, le entendía.

—Tenía cosas mejores que hacer que aguantar a mi padre con el tema de la estúpida boda.

Bajé la vista a sus manos, los nudillos estaban recubiertos de sangre seca, lo más seguro que de sus propias heridas ya sanadas, o eso quise creer. Debió pegar fuerte al saco.

Después un intenso silencio sin saber bien si preguntarle sobre la boda o de si vio aquella noche la escena entre Caleb y yo, decidí empezar contándole la valiente defensa que hizo Eros en su nombre. Lo primero que salió de su boca fue un insulto hacia el chico, pero no fue de mala manera, al menos no lo llegué a percibir así, si no como un hermano preocupado de que hubiera llegado más lejos la pelea. Tras eso, él mismo sacó el tema de la boda, a lo que no me sorprendieron sus palabras, es más, no duró más que unos minutos esa conversación porque enseguida volvió a desaparecer, no sin antes decirme lo que más me temía, que vio aquel beso. Pero se fue sin darle importancia, lo que hizo que me quitase un peso de encima, ya que no quería que los dos chicos tuvieran un problema por mí, por muy creído que sonase eso.

Volviendo a la habitación tras pedir a escondidas a un criado algo de comer, escuché los maullidos de Shadow. Lo busqué con la mirada, hasta que tras una alta maceta se llegó a ver el rabo negro del animal, me acerqué y este salió de detrás con unos extraños andares que me hicieron reír.

—Lo que me faltaba por ver —dije entre risas y este volvió a maullar —. Lo siento, es que estás muy mono. Digo, pobrecito, ¿quién te hizo esto?

Su cara parecía estar fruncida, y sus orejas echadas para detrás me hacían ver la poca gracia que le hacía el que alguien le hubiera puesto un esmoquin. No era partidaria de tratar a los animales como juguetes, pero había que admitir que lucía muy adorable con aquel disfraz.

—Haga el favor de terminar de jugar con ese animal y sígame, llega tarde a la reunión —escuché decir de forma seca a Rafael, que me miraba por encima de sus gafas.

—¿Reunión?

—Si no se la pasase distraída con los hijos de mis hermanos, prestaría atención a sus deberes. Sígame. —A sus espaldas le hice una mueca de burla.

Me llevó a un despacho con andares rápidos, esto me hacia recordar a cuando te metías en problemas en la escuela y te mandaban a dirección. Abrió la puerta y entré después de él, en cuando vi a Caleb, se me bajó el azúcar en cosa de milisegundos. Nuestros ojos se encontraron, noté la incomodidad por su parte también, pero al ver que no los apartaba, fui yo quien decidió desviarlos y posarlos en su padre.

—Llega tarde —me regañó Gabriel y Rafael cerró la puerta antes de irse.

—Lo siento, nadie me avisó.

—Te hubieras enterado si no esquivaras a Caleb —añadió Davina y la fulminé con una mirada cargada de ganas de coserle la boca.

—Padre, por favor, la relación que tienen no es idónea para hacer una misión en conjunto. Esa falta de compañerismo las puede llevar a la muerte.

—¿¡Misión!? ¿Con ella? Deben estar de broma.

—No te preocupes, también me opuse —dijo con cara de pocos amigos mientras se enredaba en su dedo un mechón de su rosado cabello.

—¡Silencio! Estamos al corriente de la tensa relación de ustedes dos, pero las hemos visto entrenando y creemos que es hora de que nos muestren su destreza en un combate real.

—¿Debería despedirme de todos? —comenté.

—Tómenlo como un examen —dijo omitiendo mi comentario —. Hijo, dalas la información.

—Hace un par de horas nos llegó información desde Berlín. Varios tipos de demonios de clase baja han aparecido en Spreepark, un viejo parque de atracciones abandonado. —Miró a su padre y prosiguió cuando este asintió —No sabemos el número exacto, pero no hace falta ser experto para acabar con una decena siendo solo dos.

—Perfecto, me voy a vestir, si me disculpan...—me apresuré a salir de la sala.

—Por dios, solo fue un beso, ¿por qué tanto drama? —me persiguió la chica entre suspiros.

—¿Podrías mantener esa linda boca cerrada? Lo que ocurra entre Caleb y yo no es asunto tuyo.

—Lo sé, pero es divertido veros.

Bufé soltando un leve gruñido y me alejé lo más rápido posible. ¿De verdad tendría qué aguantarla cómo compañera? Esto iba a ser una pesadilla.

Al llegar a mi habitación busqué la caja que Uriel me había dicho por la mañana que me daría.

Este se había ofrecido a diseñarme un nuevo equipo más cómodo y a mi gusto, por lo que no perdí la oportunidad.
Unos golpes a la puerta y su voz pidiendo pasar me dejaron sin saber qué hacer, que decir y dónde meterme.

—Me crucé con Uriel hace unas horas y me pidió que te diera la ropa nueva —se quedó en silencio al no escuchar ninguna respuesta de mi parte —. Me gustaría hablar sobre lo que ocurrió, porque te aseguro que por mi parte no me arrepiento de nada. Pero si te sentiste incómoda, solo quiero pedirte perdón.

—Caleb, por favor vete —dije con un hilo de voz al acercarme a la puerta.

—Ten cuidado en la misión, enana.

Oí como dejaba la caja en el suelo y a sus pasos alejarse de mi puerta. Esperé unos minutos antes de abrirla y recoger el paquete con rapidez. Lo tendí en la cama, era enorme y rectangular, levanté la tapa y estiré cada parte del conjunto en la colcha, era bastante simple y unicolor.
Terminé de hacerme la trenza después de vestirme, varios pelos se quedaron fuera, entre ellos los mechones de delante que eran más cortos a comparación del resto de la melena. Definitivamente, el tema de los peinados se le daba mejor a Caleb.

Me apoyé en la ventana del pasillo frente a la puerta del cuarto de la chica cuando estuve lista. Los minutos pasaban y no hacía acto de presencia, parecía tomarse su tiempo, como si no la importase que unos peligrosos seres anduvieran a sus anchas por la tierra.

—Debes estar de coña —mis ojos fueron directos a sus botines negros de tacón de aguja atados con un perfecto lazo.

—Unos buenos tacones pueden ser un arma mortal.

En sus manos me lo creía. Hizo un movimiento con la mano para abrir un portal y con paso firme lo atravesó. Antes de que se cerrase hice lo mismo, pasando del suelo del palacio a un camino de tierra y musgo. Al levantar la vista vi el mal estado del lugar, atracciones ocultas por árboles, recubiertas de plantas o destrozadas y a punto de derruirse en cualquier momento.

—Deberíamos empezar a buscar por la zona más fea, a esos bichos es lo que les gusta.

Me acerqué al mapa que teníamos delante de nuestras caras, debía haber sido colorido en el pasado, ahora los colores estaban desgastados y a duras penas se podían diferenciar las cosas.

—Ya, mejor nos separamos y acabamos antes —no pensaba seguir ordenes suyas, así que le señalé una parte del mapa —. Yo me quedo con la derecha.

—No tienes alas para escapar si se pone mal el asunto.

—Pero si piernas.

—Tú verás, pero si ocurre algo serás tú la que deberá dar la cara ante los arcángeles.

—Si es lo que quieres, no tengo ningún problema —le hice un amago de reverencia y comencé a caminar hacia el lado contrario.

Era la primera vez que iba a una misión sin la compañía de los chicos, y no conocía a Davina hasta el nivel de saber cómo se las arreglaría en una. En verdad hubiera preferido encargarme de esto yo sola, después de todo, en aquel incidente con Madison en la nave, me las apañé sin ayuda de nadie.

Caminé entre los crujidos de las ramas secas partiéndose bajo mis botas, manteniéndome alerta al más mínimo movimiento extraño. Pasé el carrusel del inicio sin avistar ningún demonio, esperaba que Davina hubiera tenido más suerte, porque esta misión se estaba tornado aburrida, y sin algo que me mantuviera distraída, mi cabeza solo pensaba en las palabras de Carson, "eso significa que algo sientes por él". Tarde o temprano debía aclarar esas dudas, pero temía la hora en que llegase ese momento, porque fuese cual fuese mi respuesta, la relación que teníamos Caleb y yo ya no iba a volver a ser la misma.

Me oculté tras las altas hierbas al oír voces cerca del lamentable estado del barco vikingo que había encajado en un puente de madera. Divisé a un par de demonios Dryacus en la orilla del lago, parecían conversar sin inmutarse del horrible hedor que desprendía esa verdosa agua, sin dudar de que pudiera llegar a ser hasta tóxica. Sin dejarles siquiera verme, acabé con sus vidas y proseguí mi camino para encontrarme con mi compañera al final del parque.

El lugar era bastante aterrador a cada paso que daba, pero digno de ser investigado, por ello no me prohibí inspeccionar con ojos curiosos cada detalle. Varios pájaros salieron volando asustados de entre los árboles, apunté con la flecha hacia un tronco donde unas pisadas llamaron mi atención, pero bajé la saeta cuando un ciervo con un trote ligero y elegante salió de detrás.

—Por poco, amiguito —murmuré viendo como se alejaba.

Aún así, dejé cargado el arco.

El final del parque estaba cerca, y por el camino me encontré a varios demonios, todos ellos inofensivos a nivel del daño físico que pudieran ocasionar, lo extraño era que no hacían ni el amago de atacar, por lo que si quería, podía disparar hasta con los ojos cerrados.

Me paré en seco y bajé la mirada cuando mi pie pisó un charco de lo que pensaba que era agua mezclada con barro, pero que descarté al ver el tono rojizo y los trozos de huesos que había por el camino. El sonido de huesos rompiéndose y volando de detrás de una enorme figura de dinosaurio caída en un pequeño descampado que dejaba ver a lo no tan lejos, la noria, me hizo mantenerme en silencio y sin mover un solo dedo, nada más que para alzar el arco.

Unas peludas orejas se pusieron en alerta y alzó la cabeza como un animal asustado para ver a su cazador, pero al ver de lo que se trataba ahogué un grito. Fijó sus enormes, redondos y amarillentos ojos en mí sin dejar de roer el hueso que tenía entre sus largos y afilados dedos, mientras aún de sus dientes, le colgaban las tripas del animal que se estaba comiendo, o lo que quedase de él. Tiró el hueso a un lado y caminó hacia mí a la vez que se relamía, sin pensarlo dos veces le disparé varias flechas dejándolo caer sobre la hierba. ¿Eso era un demonio o un pobre animal qué se había introducido al lago y había mutado?

—¡Acabo de ver una rata gigante andando cómo una persona! —le conté a la chica al verla aparecer en el punto de quedada.

—Y lo que te queda por ver. Bueno, a lo que vamos, mientras te esperaba he descubierto de donde están saliendo esos horrendos demonios. —señaló a un lado con una de sus dagas y después la limpió en su manga.

—¿De dentro de ese túnel?

—Premio. Si los demonios son tan estúpidos como los que nos hemos cruzado, llegaremos a la hora de cenar, y espero que así sea, porque me muero de hambre.

—No perdamos el tiempo —le dije acercándome a la entrada de la atracción con forma de rostro de gato.

La oscuridad se sembraba en el largo túnel que no parecía tener final, pero Davina pronunció unas palabras en latín, y como si hubiera invocado a la misma luz, una bola del tamaño de un tapón sobrevoló nuestras cabezas.

—No es mucho, pero nos alumbrará lo necesario.

—¿Puedes crear luz desde cero? —le pregunté sorprendida y ella siguió andando.

—Solo esa cosa diminuta que ves. Ahora cállate si no quieres que nos oigan llegar.

Tan simpática como siempre. Le miré los pies anonadada por el inapreciable ruido que hacían sus tacones al caminar.
El camino no parecía terminar, pero de repente la mano de la chica me detuvo y se señaló la oreja. Presté atención a los extraños ruidos que se llegaban a percibir a pocos metros, estos fueron acompañados de enormes ojos amarillos entre el fondo oscuro que al ser iluminado dejó ver a varias de esas ratas mutantes.

Eché un ojo a Davina, que con ambas manos sujetaba varias dagas. No iba a dejar que disfrutara ella sola de la matanza, a lo que me uní, pero esas ratas eran muy rápidas y buenas escaladoras.

—¡En el techo! —grité.

Uno de los demonios del tamaño de un humano promedio, saltó desde arriba sobre mí sin darme tiempo a apartarme. Caí sobre las vías de la montaña rusa con el pesado ser sobre mi cuerpo, intentando comerme como a aquel pobre ciervo. Introduje de costado la madera de la flecha entre su dentadura e hice fuerza hacia delante para apartar su cabeza, mientras, sus garras rascaban la tierra de ambos lados de mi cuerpo. Ladeé mi cara hacía un lado al entrar en mis fosas nasales la pestilencia a podrido que salía de su boca y me estaba provocando arcadas.

Una brisa helada rozó mis manos, volví la vista al demonio que había parado de moverse y vi a la chica que con una patada despegó su congelada cabeza del resto de su cuerpo.

—Me debes una, vamos —aparté el decapitado cuerpo a un lado y vi los restos de sus compañeros alrededor. Había que admitir que era buena —. Esto no pinta bien, eso no debería estar ahí.

Mis ojos siguieron la dirección de su dedo, en ese mismo instante solo me vino a la mente el rostro de Caleb y mis últimas palabras hacía él.


Arriba tenéis una imagen del parque🎢

¿Qué os ha parecido el capítulo, os gustó? ¿Creen qué puedan hacer buen equipo Davina y Selina?

Siento no haber subido capítulo desde hace meses, pero quise tomarme un descanso, y justo se me juntó con las vacaciones, examenes y el lío que tengo con el tema de Twitch, ya que en un par de semanas quiero empezar a stremear ahí💆🏻‍♀️❤

Espero que os haya gustado❤ No se olviden de dar⭐ para apoyar la historia y comentar, si quieren, para saber sus reacciones🤭🥺 Muchas gracias🥰

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