66 - Cerrando capítulos
—¿Cómo te fue? —pregunté, levantándome de la banca donde había estado haciendo hora. Era raro estar en la universidad nuevamente después de tantos meses. Se sentía como otro lugar, especialmente en esa época de cierre de año, cuando las clases han terminado y solo se asiste a rendir los últimos exámenes y recibir los promedios finales.
Héctor sonrió dando pesados pasos en mi dirección y levantó la hoja de respuestas de su examen final de Estructuras para mostrarme una calificación que, aunque lejos de ser sobresaliente, superaba por mucho sus resultados anteriores.
—¡Excelente! ¿Entonces pasaste el curso?
—¡Sí, compadre! El curso sí—respondió con su voz suave y tono divertido—. Pero no sirvió de nada.
—¿Por qué?
—Porque igual reprobé Taller. A la comisión no le gustó nada mi proyecto. Y con justa razón, en realidad no funcionaba.
—Pero entonces...
—Estoy fuera de arquitectura. —Metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros—. Esta era mi última oportunidad. —Pese a ser mucho más grande que yo, en ese momento se veía pequeñito. Hubiese querido abrazarlo, pero no éramos tan cercanos. En su lugar puse mi mano en su hombro. Y luego lo abracé de todos modos.
—¡Viejo, lo siento mucho! De haber sabido te ayudaba con Taller también. ¿No habrá alguna forma de apelar...?
Sacudió su cabeza categóricamente.
—No, no. No quiero apelar más, esto es lo mejor. Lo intenté todo lo que pude, nadie puede decir que no me esforcé; pero la verdad es que hace años que quiero salirme de la carrera y ahora que estoy fuera, para serte honesto me siento aliviado. —Tomó asiento delante mío y pude ver que efectivamente la permanente tensión en sus hombros había desaparecido—. Ni siquiera me veía ejerciendo la profesión el resto de mi vida; lo más probable es que si me titulaba, hubiese terminado dedicándome a otra cosa de todos modos. Al menos ahora podré pasar más tiempo con mi hijo y concentrarme en terminar una novela que vengo escribiendo hace años. Hasta económicamente es mejor, ahorrándonos la universidad y la niñera, con lo que gana Flora alcanza de sobra para los tres.
Asentí más tranquilo, sus palabras parecían sinceras y cuando hablaba de sus planes fuera de la universidad sus ojos se iluminaban de esperanza. Había tenido muchos compañeros que habían dejado la carrera a medio camino y ninguno de ellos se arrepentía. Tratándose de Héctor, que era un luchador, la renuncia nunca fue una opción, pero la derrota era bienvenida con los brazos abiertos. Le sonreí y él hizo lo mismo. Luego apuntó con su nariz hacia algo a mis espaldas.
—Parece que te buscan.
Al volverme encontré a Adela observándome de pie, a unos diez pasos, sus manos tomadas sobre su estómago. El sol golpeaba fuerte su cabello dorado y su tez clara pero bronceada. Llevaba una blusa sin mangas celeste, short blancos cortísimos y sandalias, con una pulserita de oro en su tobillo, que actuaba como un contrapeso natural a su cabello. Bellísima, como siempre. Me despedí de Héctor y me acerqué a ella.
—Ya nos va a tocar ¿Estás listo? —preguntó apenas llegué a su lado.
—Listísimo. Es solo un trámite, después de todo. Ya estamos aprobados.
***
La comisión examinadora de Taller se reunió en privado durante algunos minutos después de nuestra presentación y luego el ayudante nos convocó de vuelta a la sala para recibir nuestras calificaciones. Ambos profesores invitados nos calificaron con la nota máxima, mientras que Araneda solo nos honró con una calificación "suficiente", que de todas formas era más de lo que había otorgado a los otros grupos. Araneda era Araneda, después de todo, y recibimos su calificación con una sonrisa.
A la salida ambos soltamos un suspiro al unísono.
—Bueno, y eso es todo. Se acabó el año —comentó Adela.
—Y vaya año... —complementé.
—Sí... demasiado.
Nos quedamos en silencio, tomándole el peso al hito que acabábamos de superar. Luego de contemplar el piso por algunos segundos, nuestros ojos volvieron a encontrarse.
—Cintia está organizando una junta con los chicos el viernes para celebrar que aprobamos el año. Le puso "Saint Gabriel's Alumni" para molestarme, porque casi todos pasaron por clases mías. Supongo que también caes en esa categoría, si te interesa ir.
—¡Ja, ja! Con ese nombre siento que es un crimen perdérmela; pero no puedo, ya tengo un compromiso familiar.
—Obvio, comprendo. —Esa sería la nueva realidad, después de todo. Ya no se trataba solo de una amiga, sino de una mujer casada con responsabilidades familiares. Puse mi mano en su antebrazo y me incliné para dejar un beso de despedida en su mejilla. —Adiós, Adela. ¿Nos vemos a vuelta de vacaciones, supongo?
—¿Ya te vas?
Miré alrededor. Ver mi casa de estudios así de vacía me provocaba una sensación melancólica, que resonaba con el vacío que había dejado papá.
—Sí... la verdad no quiero estar aquí —admití.
—Ah... es que pensé que podíamos hablar un rato.
—¿De qué?
—Pues... ponernos al día. Quiero saber cómo estás. Hace meses que no hablamos, después de todo. Si prefieres, podemos ir al parque.
—De acuerdo.
Caminamos uno al lado del otro, cerca pero en silencio, sumidos en nuestros pensamientos. Cada tanto Adela me miraba de reojo, como si esperara oír algo de mi parte. Nos sentamos a la sombra del mismo gran árbol que la vez anterior, frente a frente, yo a lo indio y ella arrodillada con las piernas a un costado, apoyada en una mano y la otra sobre su vientre, pero por un buen rato ninguno dijo palabra.
—Te ves diferente —soltó ella, de pronto.
Miré mis prendas y no vi que tuvieran nada de especial.
—No tu ropa, tonto. Tú. Te ves... no sé. Distinto. Más maduro.
—Mm. También me siento distinto —admití.
—¿Cómo has estado?
—Bien... dentro de todo. Harto cambio.
—Me imagino... ¿Lo extrañas mucho?
—Bastante. Pero con mamá nos mantenemos ocupados en el difícil arte de no estrangularnos mutuamente y eso nos ayuda a pasar el tiempo.
Adela rió y la gravedad con que había comenzado la conversación se desvaneció.
—Suena como una relación encantadora —comentó con una de esas sonrisas traviesas que solo ella sabe hacer—. Pero si crees que eso es difícil, prueba vivir con seis hermanos. ¡No puedo estar más feliz de salir de esa casa!
—¡Por favor, tu familia es adorable!
—Las apariencias engañan, amiguito.
—Sí... eso he aprendido últimamente —confirmé pensativo. Ella adivinó el sentido de mi comentario y desvió la mirada.
Pese a la sombra del árbol, las brisas primaverales ya eran cosa del pasado, y el estático y pesado aire veraniego se posaba sobre nosotros como una frazada invisible, haciendo brotar perlas de sudor en nuestra piel. Revolví mi mochila en busca de una lata de cerveza con que había planeado celebrar el cierre del capítulo de Taller y se la extendí a Adela. Ella puso su mano en su vientre y rechazó la oferta con la cabeza.
—No, no puedo, estoy...
—¡Ah! ¡Felicitaciones!
—...con antibióticos. ¿¡Felicitaciones!? —me dió una palmada en la pierna con mirada incrédula— ¿Parezco embarazada? ¿O te alegra que incube bacterias?
—Sorry! Pero es que te tocaste así —hice una mímica de su movimiento, rojo de vergüenza—. Y conociendo a la gente de tu clase, igual era probable...
—¿"La gente de mi clase"? —entornó los ojos y se cruzó de brazos—. Explícate, Villagra. Y yo que tú elegiría demasiado bien mis palabras.
—Pues... ya sabes... la gente conservadora del barrio alto que se abstiene hasta el matrimonio, pero al día siguiente de la noche de bodas ya están pariendo hijos y no paran hasta la menopausia. ¡No me vas a decir que no es cierto!
Adela me miró con curiosidad y una sonrisa divertida se dibujó en sus labios.
—O sea que no sabes.
—¿No sé qué?
Levantó la mano izquierda y la puso frente a mi rostro.
—No eres muy observador ¿o no?
Tardé un segundo en entender el gesto, pero al recorrer su mano con la mirada comprendí lo que me estaba mostrando: no había un anillo de compromiso en su dedo. Ni una argolla matrimonial. Cuando me di cuenta, le devolví una mirada sorprendida.
—Terminamos —explicó—. O bueno, yo terminé con él.
—¿Antes o después del matrimonio?
—¿Por quién me tomas? ¡Antes! ...pero como una semana antes, así que no hizo mucha diferencia. ¿De verdad no te enteraste?
—No. Es que no he estado muy conectado.
—Debe ser verdad, porque todo el mundo se enteró. ¡Quedó la cagada!
—Me imagino...
Adela soltó un resoplido irónico.
—No, ni te imaginas. A la fiesta estaba invitado hasta el Presidente de la República.
—¿En serio?
—¡Estoy exagerando! —Me dio otra palmada en la pierna—. Pero no por mucho. En verdad fue un escándalo, harta gente me hizo la cruz ahí mismo. María Francisca ya no me habla... no es que me pierda de mucho, en todo caso.
—Lo siento...
—No lo sientas. Peor hubiera sido casarme sabiendo que era un error.
La miré a los ojos, intrigado. Ella desvió la mirada y se puso a tironear briznas de pasto con su mano izquierda.
—¿Pero no me acabas de decir que te vas de tu casa?
—Sí, pero a vivir sola. Otra decisión que no tiene muy feliz a mis padres.
—¿Y el compromiso familiar del viernes?
—Cumpleaños de mi hermano. Pedro Pablo, no lo conoces.
Me recliné ligeramente, para procesar mejor lo que estaba escuchando.
—¿Por qué no me contaste?
—¿Del matrimonio? Porque... no sé. Supuse que te enterarías. Y no me pareció bien. ¿Terminar con Martín y correr a decírtelo? No quería que pensaran...
—¿Que había sido por mí?
Apretó los labios y se quedó callada por varios segundos, arrancando brotes sin cesar.
—Fue algo que dijiste en el funeral de tu papá... ¿recuerdas? —devolvió sus ojos a los míos— ¿Sobre cómo los hijos culpan a sus padres de sus decisiones?
No dije nada, pero la invité a continuar con un ligero movimiento de cabeza.
—Me di cuenta que... pensé que yo era menos superficial ¿sabes?, pero no. —Volvió a fijar su vista en su mano, que trabajaba nerviosamente— Tenías razón en la playa. Lo que dijiste cuando te fuiste. Sí tenía miedo a todo lo que significaba terminar con Martín, a lo que dirían mis papás, a dejar de lado el futuro que tenía preparado. No hablo solo de la plata, uno se hace una vida imaginaria, ¿entiendes? Como un ideal. Y siente que todo el resto espera eso de uno... Pero me di cuenta con tu discurso que estaba con él más por lo que quería el resto, por no fallarle a mi familia y a él, que por lo que quería yo realmente, y que si seguía adelante, me iba a arrepentir toda la vida.
Dejó de arrancar briznas y me miró a los ojos, expectante.
—¿Y qué es lo que querías realmente? —pregunté sintiendo un creciente cosquilleo en el estómago y mi piel erizarse.
—¿Me vas a obligar a decirlo?
—Absolutamente sí.
Una tenue sonrisa se formó en sus labios y, sonrojándose, deslizó la palma de su mano hasta ponerla sobre el dorso de la mía.
—A ti, odioso.
—¿Y si yo ya no estoy interesado? —pregunté levantando la barbilla con fingido orgullo.
—Sabes que lo estás —dijo inclinándose hacia mí con ojos entornados.
—Petulante —susurré atrayéndola hacia mí.
—Pelmazo —musitó ella.
Nuestros labios se tocaron brevemente, con la inocencia de un primer beso, pese a no serlo, y luego los separamos para mirarnos a los ojos. Nos sonreímos, como confirmando que por fin podíamos estar juntos sin dudas, mentiras ni remordimientos, y finalmente nos besamos de verdad, allí en el parque donde todo había comenzado.
Rato después, echados en el pasto, su cabeza apoyada en mi hombro, su mano caminando con dos dedos sobre mi pecho, mientras yo acariciaba su cabello, me atreví a mencionar lo único que aún me impedía sentir que todo aquello era real.
—¿Qué hay de tus padres? —pregunté—. Sabes que no les gusto...
Ella retiró una ramita de mi pelo, la sostuvo entre su índice y pulgar, la hizo girar, la arrojó a un lado y me sonrió, apoyando su barbilla en mi pecho.
—Pues tarde o temprano tendrán que aprender a quererte, como lo hice yo.
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Wow.
Fue muy extraño poner ese punto final.
Había pensado publicar este capítulo ayer (San Valentín) que hubiese estado perfecto, pero me enfermé y arruiné tanto mi plan, como la celebración que Cata me había preparado (¡bien hecho, Marco!) ...pero en fin, no es la primera ni la última vez que arruino todo XD.
Cuéntenme cómo quedaron, si tienen dudas, cabos sueltos que les gustaría atar, cualquier cosa. Pienso que un epílogo no estaría demás y tal vez escriba uno, aunque probablemente quiera releer toda la historia antes de sentarme a escribirlo.
Bueno, eso es todo. Ha sido un gusto publicar todo esto acompañado de sus comentarios buena onda que siempre me motivan y me hacen reír. ¡Gracias por todo!
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