Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

64 - Último adiós

No contaba con un traje de luto, pero como estudiante de arquitectura, no había carencia de prendas negras en mi clóset, así que mi vestuario no desencajaba dentro del escueto conjunto de familiares y amigos que habían llegado a dar el último adiós a papá. Estaban sus tres o cuatro compinches de travesuras, que mamá saludó con una frialdad capaz de avergonzar al nitrógeno líquido, a pesar de ser los más emocionados entre los presentes; su hermano José Pedro, a quien apenas había visto en mi vida y que lucía más pensativo que triste; algunos parientes lejanos que conocía aún menos, un par de colegas del supermercado en que trabajó varios años y uno que otro vecino de la cuadra. Entre todos no alcanzaban a llenar ni la mitad de la pequeña capilla del crematorio. Empezaba a lamentar haberle insistido a Javi y Cintia que no dejaran de asistir a su examen de Edificación por acompañarme.

Mientras los asistentes conversaban en espera del inicio del servicio fúnebre, con aquella mezcla de respeto y liviandad propia de quien solo mantuvo una relación superficial con el fallecido, decidí salir al patio, tanto para tomar aire como para descansar de la interminable letanía de frases para el bronce y reflexiones existenciales que mi madre había dejado caer sobre mí desde que me pasó a buscar a la que ahora era solo mi casa.

Pensar en aquello, en la soledad que ahora sentiría en el que fue nuestro hogar desde que tenía memoria, me empañó los ojos y cortó la respiración unos segundos. Cuando por fin pude aclarar mi vista, descubrí que Adela acababa de atravesar el portal en forma de arco que conectaba con los estacionamientos y ya caminaba en mi dirección. Llevaba un sobrio vestido negro y medias del mismo color, su cabello rubio, tomado en su habitual tomate, resaltaba más de lo habitual contra ese color, tan poco común en su vestuario. Sus ojos estaban clavados en mí y apenas me alcanzó, me envolvió en un tierno abrazo sin decir palabra, que era justo lo que necesitaba. La estreché entre mis brazos un buen rato, experimentando toda clase de emociones, hasta que me sentí suficientemente tranquilo para dejarla ir.

—Gracias por venir, Adela.

—No agradezcas. Quería mucho a tu papá. Fue muy amable conmigo ese día que nos asaltaron.

Sonreí amargamente. Mientras yo, que había pasado una vida junto a mi viejo, me había avergonzado de presentarlo a mis amigos, ella había visto en él todo lo importante en los pocos minutos que habían compartido.

—¿Viniste sola? —pregunté para despejar el pensamiento.

—Sí. No me pareció apropiado traer a Martín, no después de lo que pasó. —Me dio una mirada significativa que indicaba que sabía lo de la pelea—. ¿Por qué le mentiste?

—Porque no quería que una estupidez arruinara tu relación.

—Eso pensé... —examinó mi rostro—. Al menos esta vez no quedaste moretoneado. Sofi estará decepcionada.

Su comentario me hizo reír.

—¿Cómo te enteraste?

—Martín mismo me contó. Venía furioso, me reprendió como media hora por no haberle contado que "intentaste violarme".

—Y tú...

Bajó la cabeza, avergonzada.

—Como una rata, no lo negué. O sea, no del todo. Le dije que de ninguna forma fue un intento de violación, que solo había sido un beso, que ambos estábamos bebidos, que en cierta forma también fue mi culpa... pero se enojó más por estar tratando de defenderte, así que lo dejé ahí. —Alzó la vista con mirada suplicante—. Yo tampoco quería arruinarlo todo justo antes de nuestro matrimonio ¿entiendes? ¡Perdóname, soy tan cobarde! ¡Debí decirle! Si quieres que le cuente la verdad...

Negué con la cabeza.

—Esa fue la verdad. Déjalo así.

—Gracias por protegerme, Gabriel. En serio. —Tomó mi mano y le dio un apretón cariñoso.

—¿Van bien los preparativos del matrimonio?

—Mmm... sí, supongo —dijo en tono desganado encogiéndose de hombros—. Es abrumador. ¡Hay tanto que organizar y tan poco tiempo! Yo hubiese dejado el asunto para un año más y contratado un paquete con todo incluido, pero nuestros padres quieren hacer algo especial y Martín quiere que ocurra lo antes posible, así que la verdad estoy dejando que él tome todas las decisiones.

—¿Tú cediendo el control de algo? Me extraña.

—¡Pesado! —me dio un leve puñetazo en el estómago—. La organización de eventos no es lo mio ¿okey?

Reí otra vez. Era el funeral de mi padre y aún así estaba logrando ponerme de buen humor. Me hubiera gustado tener alguna forma de agradecerle.

Mamá se asomó desde la puerta de la capilla y me hizo señas para que entrara. La ceremonia estaba por comenzar.

***

Luego de los ritos de rigor, el sacerdote leyó el evangelio y a continuación dedicó algunos minutos a hablar sobre mi padre, refiriéndose a él como si lo hubiese conocido en vida, cosa que me sonó más bien hipócrita. Terminado su soliloquio, invitó a quien quisiera a pasar adelante.

Tras una pausa, José Pedro se puso de pie, rodeó el púlpito y se embarcó en una historia de su infancia con papá, narrando cómo entre ambos hermanos intentaron volver loca a su vecina haciéndole creer que en su casa estaban penando. El relato nos hizo reír a todos y ayudó a distender el ambiente. Luego, poniendo un beso sobre el féretro, se despidió de él y le deseó muchas travesuras más en el más allá, cerrando el discurso con «Y si te queda tiempo, pasa a penar a la vieja de al lado". Una nueva carcajada recorrió el templo.

—Se ve que los cortaron con el mismo molde —susurró mamá, más bien molesta.

Un nuevo silencio se produjo una vez que el hermano de mi padre hubo tomado asiento. Varios rostros se volvieron a mirarse unos a otros, en espera de un nuevo orador. Como nadie se ofrecía, el cura hizo ademán de levantarse.

Dejé ir la mano de Adela, que sentada a mi lado había sostenido la mía durante toda la ceremonia, y me puse de pie. Esta sería la última oportunidad de hablar con papá y no quería desaprovecharla.

—Tengo un amigo... —dije tras ponerme frente al micrófono, casi al mismo tiempo que la puerta de la capilla se abría y Cintia, Javi y Romina ingresaban discretamente, sentándose en la última fila con un solemne saludo de cabeza que respondí con una sonrisa agradecida— ...un amigo que fue papá hace poco. Se llama Héctor. Y me contaba el otro día, mientras estudiábamos, que la primera cosa que uno descubre cuando se hace padre, es cuán mal agradecido ha sido uno como hijo. De lo poco que uno se da cuenta de todos los sacrificios que nuestros padres hacen por nosotros. Como hijos solo nos fijamos en los defectos de nuestros padres y los problemas que nos causan: los culpamos por lo que hacen y por lo que no; por estar y estorbarnos cuando solo buscan ayudarnos y protegernos, y por no estar cuando deciden dejarnos solos para que aprendamos a enfrentar la vida por nuestra cuenta; los culpamos por nuestra propia personalidad, por los errores y malas decisiones que tomamos en la vida y también por los riesgos que no nos atrevemos a tomar, achacándolo a su forma de criarnos, sus exigencias o expectativas. —Levanté la vista y vi que mamá asentía en silencio mirando el piso, visiblemente emocionada, sabía que mis palabras también eran para ella. Adela, a su lado, me miraba fijamente, pensativa—. En resumen, los culpamos por todo lo que nos falta y rara vez vemos que son responsables de todo lo que tenemos... y lo más increíble, es que jamás nos lo echan en cara, jamás nos resienten nuestro egoismo. Y jamás dejan de dar.

Miré la urna que contenía los restos de mi padre, el hombre que había dado la vida por un hijo que se había avergonzado siempre de él y sentí mis palabras atragantarse en mi garganta.

—Papá... quería pedirte perdón, porque tampoco yo vi cuánto te esmerabas para proveerme de lo que necesitaba, cuánto sufrías al ver mis problemas y que las decisiones que tomaste, incluso las malas, siempre las tomaste pensando en mí. Te pido perdón por mi egoismo, por haberme dado cuenta tan tarde... de... de lo realmente importante... —Mi voz se quebró y las lágrimas empezaron a correr libremente por mi rostro, que oculté fijando mi vista en la base del micrófono—. Y quería darte las gracias, por que cada día que me acompañaste en esta vida fue un regalo... porque aunque hayas creído... creído que no tenías nada que darme, tu compañía siempre fue suficiente.

Quería decir más, pero las palabras ya no cabían por mi garganta.

—Te amo, papá. Gracias por todo —susurré y volví a mi asiento.

Mamá se puso de pie y me dio el abrazo más fuerte que recordara.

------------ 👻👻👻👻👻 ------------

¡Hola! Como ven, regresé de mis vacaciones, descanasadiño y con la novela 99% lista. 

Además, me di el tiempo de escribir un cuento corto de terror que publicaré próximamente, así que, si les gusta ese género, estén atentos ; )

Próximo capítulo: Lunes 10 de febrero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro