Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

32 - Lauren

Me bajé en la última estación del Metro y a continuación tomé un taxi colectivo, la única alternativa relativamente económica para llegar hasta la residencia de Lauren. ¿Por qué la gente rica tenía que vivir tan lejos?

Había almorzado con Sara en un restorán que quedaba en el primer piso de su propio edificio y luego había partido al otro extremo de la ciudad a llenar en mi casa un bolso con ropa, bulto que debería cargar por el resto del día. Luego había tenido que atravesar otra vez la capital en dirección opuesta para dirigirme a hacer mi clase.

Una vez en el taxi con el bolso sobre mis piernas y encima de él mi mochila, envié un texto a Adela avisando que ya iba en camino y que según mis cálculos iba a llegar a casa de Lauren justo a las cinco, como habíamos acordado. Me sentía más cómodo escribiéndole a ella que a Lauren y de todos modos daba un poco lo mismo a quién mandara el mensaje, ya que estarían todas juntas.

Bajé del colectivo en el punto de su recorrido más cercano a mi destino final, pero aún así debí caminar otras ocho cuadras cerro arriba cargando el peso de mi bolso hasta el hogar de Lauren, al que llegué jadeando. Se trataba de un pequeño edificio de cuatro pisos, cosa que no me esperaba, porque suponía que vivía en algo más amplio. Toqué el citófono y una vez adentro debí lidiar con un portero que me miraba como si el limpiador de alcantarillas hubiese pedido una audiencia con la reina. Finalmente, tras confirmar con la dueña de casa, me dejó pasar entregándome una tarjeta magnética.

El ascensor tenía botones solo para el subterráneo y los pisos uno y tres, más un lector para la tarjeta, que deslicé presionando a continuación el número más alto. Al abrirse nuevamente las puertas me encontré en una pequeña recepción que tenía una única mampara de vidrio empavonado junto a una cerradura con clave. Había juzgado demasiado apresuradamente el tamaño del hogar de Lauren: su humilde departamento al parecer ocupaba completos dos de los cuatro pisos del edificio.

Toqué el timbre y la puerta se abrió casi instantáneamente.

—¡Gabriel! —dijo saludando más efusivamente de lo que esperaba. Llevaba en la mano una copa alargada—. ¿Champaña?

—¿Estás celebrando algo?

Ella se rio como si hubiese dicho una tontería.

—¿Por qué hay que celebrar algo para tomar champaña? Deja tus cosas ahí y ven a probarla. Es Armand de Brignac.

Asentí fingiendo interés, como si esa marca significara algo para mí.

—Gracias, pero me gustaría desensillar primero. Todo esto pesa una tonelada.

Desensillar —rio— ¿Eres del campo? ¿tienes caballos?

—No, mi abuelo usaba esa expresión. La verdad nunca he tocado un caballo.

—Algún día podríamos montar en los míos, los amo demasiado. —Nuevamente asentí fingiendo que su mundo no me era completamente ajeno. Miró con atención mi bolso—. ¿Y qué traes ahí? ¿Ropa? ¿Piensas quedarte a vivir conmigo?

—¡No, no! —me apresuré a explicar poniéndome rojo ante la sugerencia— Son para... después de hoy. ¿Dónde lo puedo guardar?

Me dirigió a un closet cercano a la puerta y lo guardé allí junto a mi mochila. El teléfono, llaves y tarjeta magnética, en cambio, los dejé en una mesa en la entrada, quería quitarme todo el peso posible de encima. Luego me hizo seguirla por el enorme hall de distribución hacia una aún más enorme y moderna cocina. La champaña estaba sobre el mesón isla y junto a ella había otra copa ya dispuesta para ser servida. Una sola, cosa que me pareció curiosa.

—¿El resto ya llegó?

—No aún —dijo extendiéndome la copa que acababa de llenar— ¿Te hago un tour por el departamento por mientras?

—Sospecho que nos va a tomar un buen rato. Por favor dime que este lugar es de tus papás y no tu departamento de soltera, para sentirme un poco menos indigente.

Ella volvió a reír y tomándome de la mano me paseó por el recinto, que era francamente espectacular. Tenía un comedor capaz de sentar a doce personas cómodamente, un living tan amplio como el de Adela, una biblioteca, un estudio, una sala de juegos y una terraza absurdamente amplia y eso solo en el piso inferior. Luego me llevó arriba donde estaban las habitaciones, todas con cama king, baño en suite con jacuzzi y walk-in closets donde uno era capaz de perderse, además de otra amplia terraza y una especie de sala de cine privada, todo decorado por manos profesionales. Yo me paseaba boquiabierto mirando alrededor como un peón tercermundista en el palacio de Versailles. ¿Quién necesita tanto espacio?

—Y esto es lo mejor —dijo guiándome por una nueva escalera.

Emergimos a la azotea del edificio, que era una enorme terraza al aire libre con una espectacular vista del atardecer sobre la ciudad, rematada por una hermosa piscina de esas que parecen mágicamente no tener bordes, el vapor que manaba de ella sugiriendo que contenía agua temperada.

—Guau —solté impresionado.  

—Hermoso, ¿no?

—Espectacular.

—¿Te gustaría bañarte?

—¿Perdón...? —pestañeé confundido.

—Que si te quieres bañar en la piscina. 

—¿Ahora? —pregunté sorprendido.

—Claro —sorbía su copa despreocupadamente, sus ojos fijos en mí.

—O sea... me encantaría, pero obviamente no ando con traje de baño.

—¿Y para qué necesitas uno? Yo me baño desnuda.

Me quedé congelado, sintiendo mi piel erizarse y la sangre huir de mi rostro y cerebro en dirección a otra parte de mi cuerpo. Ella seguía mirándome impasible, como si estuviese diciendo lo más normal del mundo.

—El resto ya debe estar por llegar... —balbuceé intentando reactivar mis neuronas.

—No. Vienen atrasadas. Hay tiempo de sobra —respondió al instante, sin siquiera chequear el reloj.

¿Siquiera las había invitado? Empezaba a darme cuenta de que había caído en una trampa y no estaba seguro de tener la fortaleza para salir de ella. No me podía creer que esto estuviera pasando. Invoqué el recuerdo de Sara para intentar poner mi cabeza en orden. No podía meter las patas el primer día de nuestra relación.

—La verdad no me siento cómodo con... 

—Si te da vergüenza, me puedo desvestir yo primero —sugirió vaciando la copa de un trago y llevando su otra mano al primer botón de su blusa. Lo desabrochó. Tragué saliva, incapaz de desviar los ojos del espectáculo que estaba presenciando. Sus dedos maniobraron con el segundo y su escote se abrió un poco más. Su ojos seguían fijos en los míos y yo gritaba por dentro. Su mano fue por el tercero. Ojeé la puerta hacia la escalera buscando con desesperación una excusa que dar para salir de allí dignamente, pero ya no quedaba sangre en mi cabeza y mi cerebro solo era capaz de imitar sonidos de lavadora. El tercer botón cedió revelando el espacio entre sus pechos. Fue por el cuarto...

De pronto el timbre se largó a sonar desde un intercomunicador dispuesto estratégicamente cerca de la piscina, para cuando no había nadie en la casa en situación de atender la puerta. Lauren hizo una mueca de desagrado y se dirigió al aparato, que seguía sonando sin parar, mientras yo suspiraba aliviado. Tras chequear la imagen en la pantalla, presionó un botón y dijo "pasa" desganadamente.

—Parece que no venían tan atrasadas después de todo —dijo secamente y se dirigió a las escaleras sin mirarme, abrochándose la blusa distraídamente. Yo la seguí a cierta distancia, con piernas de gelatina.

Lauren abrió la puerta principal y tras ella apareció Adela, con el rostro lívido y respiración agitada, su cabello atado descuidadamente. Sus ojos saltaron rápidamente de las copas en nuestras manos a la blusa de Lauren, que había quedado mal abotonada. Nos observó por varios segundos en silencio, dedicándome una mirada rabiosa que me hizo sentir inmediatamente culpable y otra a Lauren que contenía una carga de odio de por lo menos cien megatones.

—Lauren, hablemos —dijo caminando hacia el interior sin esperar invitación, plantándose luego al fondo del pasillo con una expresión que no admitía discusión.

—La lavadora de platos está junto a la logia —me instruyó Lauren con semblante aburrido, pasándome la copa vacía como si fuera su sirviente, y la siguió. Pocos segundos después escuché un portazo.

Yo me quedé parado como un estúpido con ambas copas en la mano, la mía aún llena. Miré el teléfono sobre la mesa de entrada. Habían a lo menos diez llamadas perdidas de parte de Adela. Claramente mi mensaje de texto la había puesto sobre aviso de mi presencia en casa de Lauren. Lo de la clase había sido una farsa.

Escuché a través de los muros su voz enfurecida alzando el tono más y más, aunque no alcanzaba a entender lo que decía. Lauren solo se oía como un murmullo. Iba a acercarme para escuchar mejor cuando la puerta volvió a abrirse de golpe y Adela reapareció dando grandes zancadas en mi dirección. Lauren entró en escena poco después, roja y notoriamente más tensa que antes, aunque fingiendo indiferencia.

—Deberías tomarte las cosas más a la ligera, cariño —dijo en tono burlón.

—Vámonos, estúpido —gruñó Adela jalándome de la mano. Dejé las copas, saqué mis cosas a la rápida y la seguí como un cordero. Entrando a la caja del ascensor presionó el menos uno.

—Besitos —se despidió Lauren en tono sarcástico cuando la puerta ya se cerraba.

Descendimos en silencio, Adela ni siquiera se dignaba a mirarme. Yo me sentía como un niño al que acaban de sorprender tocándose con una porno en el dormitorio.

—¿Lo hicieron? —preguntó ella de pronto, pero se interrumpió a sí misma inmediatamente—. No respondas, no sé por qué me importa.

—¿Hacer qué? —fingí inocencia.

Se dio vuelta, clavándome una mirada frustrada, al tiempo que la puerta se abría a sus espaldas hacia un estacionamiento subterráneo.

—No te hagas el tonto. ¿Me vas a decir que en verdad no sabes qué era todo esto? ¿Por qué no contestaste el teléfono?

—No lo oí, lo había dejado sobre la mesa. Adela, yo solo venía a hacerles clases, como acordamos en la cafetería. Lauren dijo que estarían todas. ¿Por qué crees que te escribí el mensaje a ti? Llegaste justo cuando la cosa se ponía rara.

Su rostro se suavizó. Su auto la saludó prendiendo las luces con un bi-bip. Entramos en él.

—Para tener tanta experiencia eres bastante ingenuo ¿Cómo no viste antes lo que estaba ocurriendo? —dijo prendiendo el motor—. O será que te gustó la idea... 

—No Adela, es lo que te he tratado de decir: no soy un Casanova. Tienes una idea equivocada de mí. —Repasé la situación un segundo— ¿Cómo supiste tú lo que estaba pasando?

El portón se abrió y emergimos al exterior, donde ya se había hecho de noche.

—Es mi culpa, debí advertirte sobre Lauren. No es la primera vez que hace algo así. Es terrible. —dijo con la vista en el camino—. Ella es... digamos que es el tipo de niña que si ve a su amiga con un juguete, no descansará hasta quitárselo y jugar con él.

—¿Juguete? —repetí molesto.

—Es una metáfora.

—Y dado que en esta metáfora yo sería el juguete ¿Quién sería la niña a la que se lo quiere quitar?   

Me dio una breve mirada poniéndose roja y volvió la vista adelante.

—Era solo un ejemplo. El punto es que te estaba usando. —Sentí la rabia subir por mi interior—. No te hagas ilusiones de que iba en serio. Tienes que entender que para ella no eres más que... no sé, un pasatiempo exótico.

—"Exótico"... —repetí humillado. Palabras de Adela. Así que así me percibían. Había sido tan ingenuo creyendo que gente de su clase podía tomarme en serio—. ¿Y lo exótico sería mi aspecto o que no tengo plata? ¿Así me ven desde tu mundo? ¿Un juguete, un pasatiempo? Qué bueno que no eras un estereotipo ¿verdad?

—Gabriel... 

—Está bien aquí, puedo caminar. —Abrí la puerta aprovechando que se había detenido en una luz roja. 

—¡Gabriel! —Adela tomó mi mano, que buscaba el botón del cinturón de seguridad—. Gabriel, perdóname. Me expresé mal.

—Yo creo que te expresaste muy bien, por fin dijiste lo que piensas.

—¡Hablaba de Lauren! ¡Yo no te veo así! Nunca te he visto así.

—¿No? ¿Y qué soy para ti entonces?

Se hizo un largo silencio. Alcé la vista a su rostro, que se encontraba a pocos centímetros y lo encontré desencajado, sus grandes ojos muy abiertos. Su mano apretaba la mía y sus labios se movían levemente como buscando palabras.

Me quedé estático con el cinturón ya desabrochado en la mano, esperando, pero fue incapaz de decir nada, que era la peor respuesta posible. Bajé del auto y me volví a ella con la puerta en la mano.

—Adiós Adela. Tú y tus amigas pueden irse a la mierda.

Cerré de un portazo.


------------ 👻👻👻👻👻 ------------


¡Cha - cha - chaaaaaaaaan! El capítulo de hoy tomó un giro inesperado ¿eh? 😅

Como siempre, agradezco sus comentarios, estrellitas, follows, shares y toda la cosa.

Próximo episodio: Miércoles 25 de septiembre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro