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3 - Boca a boca




"HAGO CLASES PARTICULARES – FÍSICA Y MATEMÁTICAS / EDIFICACIÓN / URBANISMO / HISTORIA" leía la primera línea del cartel que había colgado, hacía casi una semana, en el diario mural que daba al patio central del campus. Las colillas con mi número de teléfono habían desaparecido, pero hasta la fecha no había recibido ningún llamado ni mensaje. Quizás algún bromista las había arrancado para envolver un chicle.

Reemplacé la hoja con otra nueva y, mirando alrededor para asegurarme de que nadie me veía, arranqué un par de avisos de otros que ofrecían lo mismo. Hecho esto, me dirigí pensativo al siguiente cartel, pegado estratégicamente frente a los baños más cercanos a las salas de clases, donde la mayoría de los reprobados iban a esconderse para llorar.

Cero interesados. Al parecer mi idea no había sido tan buena o mi reputación de buen profe particular no era suficientemente conocida. ¿O tal vez había establecido un precio muy alto? Cintia lo había pagado gustosa, al punto que había ganado en solo un par de horas lo mismo que conseguía con todo un mes de ayudantía, cosa que en todo caso no era difícil, porque incluso recogiendo monedas de la calle de manera más o menos concienzuda era posible sobrepasar los sueldos de la facultad.

El cartel del baño aún conservaba algunas de sus colillas. Levanté mis manos para retirarlo.

—¡¡¡IIIIIIIIIIIIII... —Reconocí la voz de Cintia, subiendo de volumen rápidamente.

—...DOOOOOOO... —la voz ya sonaba mucho más cerca y sus pisadas aceleradas retumbaban por todo el pasillo. Empecé a girarme con curiosidad hacia el origen del barullo.

—...LOOOOOOOO!!! —cuando finalmente la vi, ya era una sombra a centímetros de mi rostro. Su cuerpo chocó con el mío como un camión sin frenos y tuve que retroceder cuatro pasos para mantener el equilibrio, mientras se me colgaba del cuello y me llenaba de sonoros besos en la mejilla y frente.

—¡Okey, okey, okey! —dije bajándola al piso cuando terminó su tormenta de besitos—. ¿Deduzco que te fue bien en el examen?

—¿Bien? ¡Me fue INCREÍBLE! —dijo saltando en el lugar y agitando una hoja de papel en el aire—. ¡Las tuve todas buenas! O sea, no todas, porque me equivoqué en una resta y dejé la cagada, pero igual el profe me puso medio punto porque la fórmula era correcta. ¡Pero fui la mejor nota, Villagra! ¡Yo, la más burra!

Sonreí satisfecho. Sabía que habíamos hecho progresos esa noche de estudios, pero no me esperaba un resultado tan bueno. Ella seguía hablando hasta por los codos.

—¡Y rajaron como a media clase! ¡Fue una masacre! Si hasta a las princesitas las reprobaron. ¡Estaban todas llorando! —exclamó exaltada, sin un atisbo de lástima.

"Las princesas" era como algunos se referían despectivamente al grupo de chicas más adineradas de la generación. Siempre andaban juntas y entre sus vestuarios, modismos y peinados, parecían recortadas todas con el mismo molde. Por extensión, los hombres de igual condición, casi todos ya emparejados con ellas, eran conocidos como "Los princesos", aunque eran las mujeres las que parecían concentrar el mayor nivel de desprecio. Rara vez tenían tropiezos académicos, porque su buena formación e ilimitados recursos casi siempre eran suficientes para sobrepasar las exigencias de la "U". Además, era mal negocio para la universidad que los alumnos que pagaban arancel completo fueran eliminados, así que siempre abundaban para su grupo las oportunidades adicionales para subir nota, especialmente de parte de los profes más verdes que no podían resistirse a sus encantos de chicas rubias. Yo había tenido muy escasas interacciones con ellas y si bien no podía negar que encontraba a varias de ellas bastante atractivas, compartía el desprecio por sus inmerecidas ventajas.

—Muy bien, Cintia. Felicitaciones —dije, sintiendo mi teléfono vibrar en el bolsillo.

—"Felizitazionez" —dijo ella, imitando burlonamente mi tono monocorde—. ¡Al menos finge que te pone feliz!

—¡Si me pone feliz! ...aunque no se note —me defendí, lamentando que mi efusividad fuera un bien tan escaso. Dos nuevos zumbidos en mi bolsillo.

—Esto hay que celebrarlo, Villagra. ¡Te invito un schop! ¿estás libre?

—Ehm... estaba en medio de algo... —dije, levantando el cartel que de algún modo había logrado retener en mi mano durante su ataque, para que lo leyera. Mi bolsillo ya no paraba de vibrar.

—Bueno, lo que es yo, le conté a todo el mundo que el milagro era obra tuya y créeme ¡estaban todos muy interesados! —dijo orgullosa mientras yo revisaba mi teléfono—. Espero que eso te levante el negocio.

—No tengo ninguna duda de que sí —respondí, mostrándole la pantalla. Más de una docena de mensajes de potenciales clientes esperaban respuesta.


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¿Alguna vez tuviste que tomar clases particulares de algo?

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