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Capítulo 4: Chispas

El sol había subido hasta lo alto, brillando con fuerza sobre la villa. Kuro estaba de nuevo pasando por la villa, vigilado desde las alturas por su fiel shinobi mientras caminaba por el sendero principal. Al rededor de él, los soldados se inclinaban con respeto, mientras los campesinos lo saludaban con alegría. El niño siempre había sido amable con todos, al contrario que su frio tío, a quien solo se le veía pasar por la villa cuando llevaba a sus soldados a una batalla. Y los dos soldados que caminaban tras él podían dar fe de ello.

- Es bueno verlo tan lleno de energía.- Dijo Inosuke mientras el joven amo hablaba con distintos mercaderes.

- Sí. En cierta manera, lo tiene en la sangre. Aún me acuerdo cuando era su padre el que correteaba por aquí, siendo un crio. Aunque bueno, yo solo era unos años mayor que él.- Respondió el viejo Nogami mientras sonreía recordando sus años mozos.

De repente, el viejo samurái cambió su expresión, perdiendo la luz y dejando morir la sonrisa. El joven Inosuke lo miró confundido, sin entender el cambio de animo de su superior.

- Hay varias cosas que me preocupan.-Dijo Nogami, clavando su mirada preocupada en el suelo.- Por lo que parece, el Ministerio del Interior está reanudando su ofensiva, con mejores armas y mayores números. Temo que nuestros soldados no sean suficientes para pararle los pies esta vez.

- ¡No tiene que preocuparse, señor Nogami!- Exclamó Inosuke con decisión.- Los guerreros de Ashina los vencimos una vez, y podremos volver a hacerlo.

- Esto no es como hace veinte años. Lord Isshin está viejo y enfermo, y si los rumores son ciertos, Lord Genichiro está inmerso en el estudio de las artes heréticas. Temo que trate de usar algún tipo de poder profano. Con esas cosas es peligroso jugar.

- No creo que eso sea cierto, pero incluso si es así, se usará para salvar nuestra tierra y a nuestra gente. Por eso es por lo que nuestros soldados están en el frente ¡Por Ashina!

- Tienes razón. Hemos sacrificado mucho por conseguir la libertad de nuestro hogar, y debemos hacer lo que sea por protegerlo.

Ambos hombres se miraron con decisión, mientras apretaban el paso para alcanzar al joven Kuro. Desde lo alto, Lobo vigilaba al grupo pasear por las calles. Debido a la guerra, la presencia de soldados se había reducido considerable, quedando solo los suficientes para controlar las pequeñas rencillas o accidentes en la villa, por lo que podía ver a los aldeanos yendo y viniendo con sus carros y sus canastas. En unas horas abandonaría aquel lugar para perseguir a los asesinos por orden del Búho, pero no albergaba esperanzas de que pudiera seguir el rastro tras una semana en cama. Sin embargo, tenía que hacerlo, ya que era su deber. Debía seguir aquellas ordenes para lograr su objetivo.

No muy lejos de allí, otra persona se centraba en su propio objetivo. Emma limpiaba las últimos frascos y utensilios mientras le daba vueltas en la cabeza a la propuesta de su padre. Tal vez tuviera razón, pero no quería dejarlo solo, sabiendo como era. No podía dejarlo por si mismo, siempre sumergido en su investigación. Él,  junto al Escultor, la había salvado de la soledad cuando la guerra le quitó todo, y quería ser para él el apoyo que había sido para ella. Finalmente, tomó una decisión, la única opción que aceptaría.

Guardó todo en las cajas y se levantó para salir de la habitación, caminando en busca de su mentor. Lo encontró en el patio principal, cerca de un estanque y escribiendo algunas anotaciones en su cuaderno.

- ¿Has descubierto algo interesante?

Dogen se giró hacia ella súbitamente, como si lo despertaran de un sueño.

- Hola. Sí, así es ¿Cómo lo has sabido?

- Ese cuaderno solo lo sacas cuando haces grandes descubrimientos. Así que ¿Cuál es esta vez?

Dogen terminó de apuntar y guardó el cuaderno en sus ropas. Tenía una sonrisa que mezclaba la melancolía y la esperanza en un baile confuso. Una sonrisa que aparecía siempre que miraba ese cuaderno.

- Creo que por fin estoy cerca de lograr mi objetivo. La medicina que le di al shinobi de Lord Kuro, la Hierba Divina, puede que sea la clave para conseguir curar la dracogripe. No solo ha curado el veneno y las heridas a impresionante velocidad, sino que también le ha devuelto la vitalidad. Tal vez pueda evitar que ocurra otra epidemia como la que ocurrió durante la rebelión.

Emma se sentó a su lado, notando como los ojos de su padre adoptivo se humedecían.

- Si tan solo hubiera podido encontrarla un poco antes, tal vez ellas . . .

- No te culpes por eso. Era una época de guerra y una enfermedad casi desconocida. Tu mujer y tu hija lo entenderían.

Emma lo abrazó de forma tierna, y Dogen puso su mano sobre la suya. Agradeció el tener a alguien como ella como hija. Se limpió las lágrimas y trató de volver a su aire alegre, no queriendo turbar más su mente.

- Por cierto ¿Has tomado una decisión respecto a eso?- Preguntó con una sonrisa.

- Sí. Aceptaré la oferta de Lord Isshin, con una condición. - Dogen la miró con confusión.- Qué vengas a visitarme al menos una vez al año, sin excusas.

Dogen la miró sorprendido, para inmediatamente echarse a reír a carcajadas. Nunca pensó que eso fuera todo lo que necesitara hacer.

- Muy bien. En ese caso escribiré a Lord Isshin esta noche, después de la reunión.

- ¿Qué reunión?- Preguntó Emma confundida.

- Lord Kuroki quiere hablarme de algo. Imagino que será lo mismo de siempre, de si puedo quedarme como médico permanente. Le diré lo de siempre.

- ¿Qué no te quedarás en ningún lugar hasta que termines tu investigación?

- Exacto.

- Nunca se cansan de pedirtelo.

- Es lo que tiene ser un genio.- Dijo Dogen antes de reírse de si mismo.- Hoy cenaré con Lord Kuroki y su sobrino ¿Podrías encargarte de preparar las cosas para la partida de mañana?

~0~

La noche cayó con inesperada rapidez sobre la Hacienda. Kuro salió de la biblioteca tras terminar su lección, caminando rápidamente hacia el comedor. Su tío debía de estar esperándolo, era mejor no hacerlo enfadar. De repente, se detuvo al notar algo raro en el ambiente. Siempre había sentido los ojos vigilantes de su shinobi cuando caminaba, cuando comía o incluso cuando dormía, pero en ese momento no sintió nada. Buscó entre sus ropas y se llevó el silbato de bambú a los labios, haciendo que su sonido llenara la noche. Esperó unos segundos, sin respuesta.

- Lord Kuro.- La voz de una sirvienta lo sacó de sus pensamientos. Kuro reconoció a la madre de Inosuke, uno de los soldados.- Vuestro tío desea que os apresuréis. Ha pedido a Lord Dogen que acuda a la cena y no quiere hacerlo esperar.

- Perdón, iré enseguida.- Dijo Kuro para luego girarse hacia la noche, preguntándose por el paradero de su guardián.

Cuando no se trataba de banquetes, Kuro y su tío solían comer en una sala apartada, al final de una pasarela de madera. Existían rumores que había sido el principio de un proyecto para hacer una red de túneles secretos, pero el proyecto había sido abandonado por falta de utilidad. Kuro cruzó la puerta, viendo a su tío de rodillas frente a una bandeja con comida, con su habitual cara malhumorada. Su plato estaba intacto. Por otro lado, Lord Dogen se encontraba a la derecha de su tío, ensimismado en sus pensamiento y con la mirada perdida. Cuando lo oyó entrar, Dogen alzó la mirada y le sonrió amablemente, pero su tío permaneció impasible.

- Tío.- Kuro saludó con una reverencia.

Lord Kuroki movió la mano, indicándole que se sentara a su izquierda, lo que Kuro obedeció. Los tres entonces comenzaron a comer en silencio, casi como si fuera un funeral. Finalmente, Lord Kuroki rompió el silencio.

- Quisiera agradecerle los servicios que ha prestado a mis súbditos durante esta semana. Muchos de los casos de los que se ha encargado habrían sido imposibles de tratar por nuestros médicos.

- No es necesario que me agradezca, solo estaba haciendo mi trabajo. De hecho, debería ser yo quien debería agradecerles. He podido probar la efectividad de una de mis nuevas medicinas. Si tengo suerte, en unos años podré hacer que llegue a todo el mundo.

- Yo podría ayudarle con eso. Si decidiera quedarse, podría ofrecerle todo lo que necesitara para su investigación.

- Me temo que debo rechazar su petición. He probado que trabajo mejor y avanzo más como médico errante que quedándome en un mismo sitio.

Lord Kuroki apretó los labios contrariado, pero no dijo nada más. Kuro entonces aprovechó para hablar.

- Lord Dogen ¿Por casualidad no habrá hablado con mi shinobi?

- No, no lo he visto desde esta mañana ¿Por qué?

- No se por qué, pero siento que no está aquí.

Dogen lo miró confundido, pero Kuro notó que su tío también mostraba un matiz de confusión en su cara enfadada.

- Los shinobis saben esconder bien su presencia. Es su trabajo al fin y al cabo. No debes preocuparte.- Respondió su tío de forma tajante.

 Kuro bajó la mirada, mientras Dogen permanecía pensativo. Los tres terminaron la cena sin más incidentes y sin hablar más. Tras eso, Kuro se despidió con educación, dejando a los dos hombres solos.

- Ahora que estamos solos, quisiera hablar con usted en privado.

- Ya he dicho que no me interesa la idea de quedarme como médico. No sois el primer gran señor que me dice que puede darme todo lo que necesito.- Dijo Dogen mientras se levantaba para marcharse.

- Pero soy el primero que puede ofreceros algo que el resto no.

Dogen lo volvió con hastío, cuando estaba a punto de abrir la puerta, preguntándose que podía ser eso que nadie más podía ofrecerle.

- ¿El qué?

Fue en ese momento que el rostro de lord Kuroki cambió, pasando de un ceño fruncido a una sonrisa afilada, casi altiva, que mostraba ligeramente sus dientes.

- El Acervo del Dragón.

Dogen tardó unos segundos en reaccionar, incapaz de hablar por el shock ¿El Acervo del Dragón? ¿Cómo era eso posible? El último descendiente conocido había muerto hacía años, y no se sabía de ningún otro. Dogen se giró por completo y le sostuvo la mirada, sin dejarse intimidar. El aire se sentía pesado y parecía que la luz de las velas se atenuaba. Apretó los puños para influirse valor y preguntó.

- ¿Es esto algún tipo de broma?

- En absoluto. Se que piensa que el último descendiente murió hace mucho, pero la sangre bendecida se ha manifestado de nuevo, y en el momento de mayor necesidad para Ashina.

Dogen vio como la sonrisa ensombrecía el rostro de Lord Kuroki con un tono tétrico, lo cual casi hizo que se estremeciera. Sin embargo, permaneció serio mientras sentía el sudor correr por su espalda y sus sienes.

- ¿Y quién es este Descendiente Celestial? Si se puede saber.

- Mi sobrino, Kuro.

La naturalidad con la que dijo aquellas palabras hizo que los ojos de Dogen se abrieran como platos al tiempo que la sangre se le helaba en las venas. Pensó en correr, pero ya fuera por el miedo, la sorpresa o la ira, sus piernas no le respondían.

- Su sangre puede hacernos ganar la guerra. El Ministerio del Interior ha vuelto más fuerte que nunca, y ya no tenemos a Lord Isshin para guiarnos. Debemos usar todos los medios de los que disponemos.

Dogen sintió una oleada de repugnancia invadirle desde el estomago.

- Estáis hablando de utilizar a un niño. Un niño que lleva vuestra sangre.

- Mi clan ha luchado desde hace generaciones por proteger esta tierra. Es hora de que él haga lo mismo.

- No sabemos ni por donde empezar a probar, y cometer el más mínimo error podría matarlo.

- En la guerra hay que tomar riesgos.

- ¡¿Tanto como para sacrificar a un niño inocente sin voz ni voto?!

- ¡Un sacrificio que puede salvar miles de niños! Esta guerra será incluso más terrible que la anterior. Con este poder podemos salvarlos. Y no solo de la guerra, sino también de otra posible epidemia de dracogripe.

Ante aquellas palabras, Dogen dudó por un momento, pensando en las innumerables veces que había esperado una oportunidad como aquella. Si decía la verdad, su teoría de que la dracogripe provenía de aquel poder podría ser probada o desmentida. Pero no era alguien que se dejara engañar. El medico había entendido el objetivo de su propuesta, pero también vio los intereses ocultos que tenía por esa sangre.

- Un sacrificio que podría daros el poder para gobernar este país, y el cual sería muy difícil de abandonar. Esa clase de poder está maldita por la avaricia y solo acabará por destruiros.

Los ojos airados de Lord Kuroki se clavaron en los suyos, indignado por el rechazo. Dogen no pensaba participar en aquella idea ni sacrificar la vida de un niño inocente por una posibilidad remota de avanzar en su investigación. Le dirigió una última mirada de desaprobación antes de abrir la puerta, pensando en salir de allí cuanto antes con Emma.

De repente, un rápido destello surgió de la oscuridad del exterior, más rápido de lo que pudo parpadear. El aliento se le escapó, y por un segundo su mente se nubló, incapaz de pensar, hasta que el dolor en el vientre lo hizo volver. Bajó los ojos y vio la brillante y enorme hoja de una espada atravesándolo de extremo a extremo, goteando roja y húmeda por su sangre. Respirar le costaba y le dolía, y justo cuando alzó los ojos para ver a su atacante, sintió que el suelo abandonaba sus pies, siendo alzado en el aire antes de volar y estrellarse contra las duras tablas de madera del pasillo. Soltó un grito de dolor y sintió el sabor salado y metálico de la sangre en su boca.

Al mirar hacia la sala donde había estado, reconoció la larga trenza ceniza del gran shinobi, apoyado junto a la puerta y medio oculto por las sombras.

- No era necesario. Podía haberlo convencido.- Replicó Lord Kuroki.

- No me parecía que fuera así.- Respondió el Búho.

- Eso ahora no importa. Su hija será un reemplazo aceptable.

Lord Kuroki caminó por aquel pasillo con calma, pasando por al lado del agonizante médico, hasta que el olor del humo y la inesperada luz le hizo girar la cabeza. El humo y la luz provenía del fuego, y a sus oídos llegaron los gritos de la batalla, de campesinos chillando y de sus guardias dando la alarma, anunciando que los atacaban.

- ¡¿Qué significa esto?!- Le espetó Kuroki al Búho, quien se limitó a mirarlo con desdén.

Antes de que pudiera darse cuenta, un destello cruzó su vista, y todo el mundo pareció dar vueltas, llegando a ver su cuerpo decapitado bajo él, antes de que la oscuridad cubriera sus ojos.


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Aquí está el siguiente capítulo. Espero que os guste.

Por cierto, si os preguntáis de que pasillo y sala me refiero en la cena, es por donde se entra al combate contra el jefe de la zona.

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