Capitulo 3: Conversaciones
Lobo masticó y tragó la medicina que Lord Dogen le había dejado. Una esfera amarillenta, casi dorada, envuelta en un pequeño trozo de tela que parecía emitir un ligero brillo, como si hubiera sido imbuida con algún poder mágico. "Es la Hierba Divina", le había dicho el medico, "Es una nueva medicina experimental, elaborada con ingredientes de los lugares más profundos y antiguos de Ashina. Obra e invención de un servidor". Lobo recordó como había dicho aquella última parte de una forma pomposa y extravagante, causando una mirada de confusión en Lord Kuro y una de hastío en Lady Emma. "Si funciona como creo, tal vez solo necesites estar una semana en cama".
La intuición del medico había sido correcta. Los miembros le respondían correctamente, su fatiga casi había desaparecido y el dolor de sus heridas era una mera molestia, incapaz de detenerlo en caso de tener que entrar en acción. Agradeció que en aquel tiempo que había estado recuperándose no hubiera habido incidentes, ni siquiera el típico caso de dos borrachos peleándose en la villa baja, algo que era poco frecuente. Lord Kuro había ido a visitarlo casi todos los días, generalmente en compañía de Lord Dogen o Lady Emma, quienes aprovechaban para cambiar sus vendajes o comprobar los efectos de la medicina.
La tranquilidad gobernaba en la hacienda Hirata, o al menos eso le parecía. Más allá de la habitación donde se recuperaba, una reunión privada estaba teniendo lugar.
- ¿Estáis seguro de lo que decís?- Preguntó Lord Kuroki a Dogen.
- Definitivamente. Es un veneno nuevo, más potente y concentrado. Nada parecido a nada que haya visto.- Respondió el medico mientras fruncía el ceño y se acariciaba la barbilla, reflexionando.
- Esos enanos eran asesinos del templo Sempo. Han utilizando el mismo tipo de veneno desde hace años ¿Cómo han conseguido un nuevo veneno tan potente tan de repente?
Ambos hombres miraron en dirección a las dos figuras medio ocultadas por las sombras. Una de ellas era una mujer delgada y alta, entrada en años y con el pelo blanquecino recogido en un moño alto. A su lado, la mayor de las figuras superaba a los otros tres presentes en altura, incluso estando sentado. Un enorme y corpulento hombre, cubierto de plumas y con su larga cabellera gris ceniza recogida en una pesada trenza, a juego con su barba.
- Mi hijo ha sido entrenado para soportar todos los venenos conocidos. Algo que pueda dejarlo una semana en cama es realmente algo preocupante.- Dijo el hombre con voz grave.
- Sin contar que han ido directa y únicamente contra el pequeño señor. Estos asesinos secuestran todo tipo de niños para que esos asquerosos monjes hagan lo que sea que hagan. No entiendo por qué se arriesgarían tanto sabiendo que pueden ir a por cualquier niño de los siervos.- Recalcó la Dama Mariposa.
- Deben creer que este chico tiene algo especial. Será mejor que estemos atentos.- Declaró Dogen.
- Debemos buscar información sobre este asunto y mantener a mi sobrino a salvo. Buho, cuando vuestro hijo se recupere, decidle que no se separe de Kuro bajo ningún motivo. Vos y Dama Mariposa seguiréis la pista de esos asesinos, a ver que podéis averiguar.
- Así se hará.
- De acuerdo.
- Bien. Si me disculpan, iré a comprobar si mi paciente está listo para la misión que se le debe asignar.- Dijo Dogen levantándose y saliendo por la puerta.
Los tres restantes esperaron unos segundos, escuchando las pisadas del médico alejarse. Cuando se hubieron cerciorado de que estaba lejos, sus semblantes cambiaron.
- ¿Creé que se nos unirá?- Preguntó Lord Kuroki.
- No estoy seguro, dependerá de que sea más fuerte. Su sed de conocimiento o su sentido de la justicia.- Respondió el Búho.
- No creo que un hombre como él pierda la posibilidad de estudiar el legendario Acervo del Dragón. Ha dedicado demasiado tiempo y esfuerzo a mejorar su habilidad médica como para dejar pasar la oportunidad de curar la terrible draco gripe.- Repuso Dama Mariposa.
- Eso será algo que veremos luego. Por ahora debemos seguir con nuestro plan. Cuando mis hombres vuelvan de la batalla, enviaréis a vuestro hijo lejos, donde os encargaréis de él. Una vez hecho eso, asumiréis su papel con mi sobrino y lo convenceréis de usar su poder para ganar la guerra.
Ante aquellas palabras, el Buho asintió en silencio, impasible, como si acabara de escuchar el viento soplar. Por el contrario, la dama mariposa se mantuvo estática, apoyada en marco de la puerta interior en el que había estado desde el principio de la reunión. Su rostro, al igual que el del Buho, no dejó apreciar los pensamientos que ocurrían en su mente.
Lejos de allí, Lady Emma caminaba por los corredores de la mansión, en dirección a la habitación del paciente que desde hace una semana estaba parcialmente a su cargo. Sin embargo, en cuanto giró la esquina para enfilar el pasillo que la llevaría a la entrada, vio al shinobi saliendo por la puerta, completamente equipado. Llevaba su abrigo naranja desteñido, encima de sus ropas grises oscuras, casi negras, perfectas para el sigilo. Las protecciones de cota de malla asomaban en su pecho y a lo largo de su brazo izquierdo, ligeras y poco perceptibles, al igual que las grebas en sus piernas, escondidas parcialmente por tiras de tela. su espada se encontraba amarrada en su cintura con unos rudimentarios cinturones de tela.
- ¡Maese Lobo! No debería salir todavía.
- Lord Dogen me ha permitido salir, y no necesita tratarme de usted. No soy un noble.
Como si lo hubieran llamado, Dogen salió desde la habitación, mirando una de las esferas de Hierba Divina con ojos fascinados. Parecía un niño mirando un caramelo.
- ¡AJAJÁ! ¡Ha funcionado! Una medicina capaz no solo de recuperar las heridas a velocidad pasmosa, sino también de eliminar y curar un veneno desconocido. Tal vez por fin. . .- La voz pareció quebrarse y la alegría de su rostro disminuyó enormemente, hasta solo dejar una sonrisa entristecida.- Tal vez por fin esté cerca de lograrlo.
Lobo y Emma lo contemplaron durante unos segundos, preocupada una y extrañado otro, hasta que Dogen se dio cuenta de su presencia y pareció salir del trance, volviendo a su alegría anterior.
- ¡Ah! Hola cielo. Perdonad, estaba en las nubes.- Dijo mientras hacía aspavientos con la mano frente a su rostro.- Maese Lobo ya ha recuperado la salud, así que puede salir. Yo debo ir y a hacer unos apuntes antes de reunirme con lord Kuro.
Dogen se despidió y caminó apresuradamente, dejando solos al shinobi y la médico.
- Entonces, parece que estáis recuperado.
- Debo agradeceros por vuestros cuidados. Habría muerto de no ser por ustedes. Si hay algo que pueda hacer para pagaros, lo haré.- Dijo Lobo haciendo una leve reverencia.
- No necesitáis agradecerme, solo hago mi trabajo.- Dijo Emma, respondiendo a la reverencia.- Pero si estáis dispuesto a hacer lo que sea, os pediría que no fuerais un paciente tan difícil de tratar.
Lobo alzó la mirada, confundido.
- Apenas habéis cooperado con los diagnósticos. No especificabais donde os dolía, si sentíais algo raro, o siquiera si había mejora. Entenderéis que eso hace nuestro trabajo bastante más difícil.
- Me disculpo por los problemas que he podido ocasionar, pero se me ha entrenado para dar la menor información posible.
- Entonces tendré que ser yo la que agudice el ingenio. No podemos esperar tener una medicina milagrosa cada vez que caigáis herido ¿No es así?- Respondió Emma con una ligera risa.
Lobo alzó la mirada hacia su rostro. La había visto durante aquella semana mientras lo cuidaba, pero ahora podía notarlo con más claridad. Todos sus movimientos eran gráciles, fluidos y no desperdiciaban energía, mientras mantenían una elegancia y belleza que pocas veces había visto. Su risa parecía emitir una luz tranquilizadora, casi maternal, que combinaba perfectamente con los rasgos finos y delicados y su forma de moverse, casi etérea. Parecía que cada movimiento que hacía era parte de un baile, pero había ciertos elementos, como la forma de colocar los dedos o de mover las muñecas, que le recordaban a movimientos que él había visto y practicado, pero no sabía decir si era lo que creía.
Apartó esos pensamientos de su cabeza cuando uno más importante llegó a él. Debía reunirse con su señor, ahora más que nunca. Se despidió de la médico antes de saltar por los tejados, iluminado por las luces del atardecer. Frenó en seco cuando notó la presencia que había conocido desde hace tantos años. Aquella presencia que a otros haría encogerse de miedo, pero que a él le hacía sentir un fuego ardiendo en su pecho. Se detuvo y arrodilló en las tejas azules, bajando la cabeza en dirección a la enorme figura.
- Veo que te has recuperado, Lobo.
- Así es.
- Es extraño que pudieran vencerte con un veneno, y sobre todo con tanta facilidad.
- Mi preocupación es por mi maestro. Deben saber el secreto de su sangre.
- Es posible. Debemos averiguar que es lo que ocurre y eliminar la amenaza, solo así podremos mantener a salvo al joven amo.- El Búho hizo una pausa y dirigió sus ojos serios hacia su hijo.- Lobo. Esta noche seguirás el rastro de esos asesinos hasta su origen y averiguarás que buscan sus empleadores con el descendiente celestial.
Lobo frunció el ceño ante aquella orden.
- Mi deber es proteger al descendiente celestial.
- ¡Recuerda el código de hierro, Lobo! La voluntad de tu amo va justo después de la de tu padre. Irás e investigarás lo que ha ocurrido ¿Queda claro?
Los dientes y puños de Lobo se apretaron en frustración, pero trató de que no se reflejara en su rostro.
- Como ordenéis.
Tras oír la respuesta, el Búho desapareció de la misma forma en la que había aparecido, dejando a Lobo con la frustración ardiendo en su interior. Retomó el camino hacia la habitación de su señor, donde lo encontró leyendo un libro, como generalmente hacía.
- ¡Lobo! ¿Ya te has recuperado?
- Así es. Lord Dogen me dio el alta hace unas horas.
- ¿De verdad? Iré a preguntarle más tarde, y espero que me diga lo mismo.
- Lo hará, mi señor.
- Bien, entonces vamos a la villa baja. He oído que han traído dulces del templo Sempo.
Lobo tensó su expresión al oír ese nombre, pero no dijo nada. Siguió a su amo por los pasillos, buscando a los dos guardias que solían acompañarlo. El chico correteaba con alegría, pensando en cual de los dulces tomaría ese día, mientras Lobo lo seguía de cerca con su rostro completamente estoico. Algo alejadas de allí, dos personas los observaban con sonrisas enternecidas.
- Parecen llevarse bien.- Dijo Emma.
- Es una visión adorable. Casi parecen una familia.- Respondió Dogen
- No empecemos.- Emma dejó escapar el aire, mientras veía en el rostro de su padre tomaba la expresión que había visto tantas veces. Una de preocupación. - Siempre que mencionas las palabras familia u hogar, tenemos la misma conversación.
- Emma, se que crees que estás bien, pero tarde o temprano todos tenemos que asentarnos en un lugar para ser felices. Mira al resto de mis discípulos, que hasta Dojun ha decidido asentarse.
- Soy feliz siendo médico errante, trabajando y viajando contigo, y ayudando a los necesitados.
- ¿Y qué pasará cuando yo no esté? Viajar sola es muy peligroso, incluso para ti. Busca algún lugar donde estés a gusto, con gente que quieras y que te quieran. Te mereces algo más que una vida errante.
- ¿Y quien me va a aceptar? Todo el mundo conoce al gran médico Dogen, pero yo todavía no me he hecho un nombre, y sin eso es casi imposible que confíen en mi como médico.
- Yo puedo ayudarte con eso. Lord Isshin está cada vez más enfermo, y te conoce desde pequeña. He hablado con él, y si estás de acuerdo, podrás entrar a trabajar en el castillo como su médico personal. Además, así podrías cuidar de . . . él.- Las últimas palabras tiñeron el rostro del médico de tristeza.
Emma bajó la mirada, pensativa. La propuesta no estaba tan mal, pero no quería dejar de viajar. Suspiró una vez más mientras en su cabeza aparecía la imagen de un hombre encorvado, con abundante pelo y un manto rojizo que le cubría los hombros.
- Lo pensaré.
- Gracias.- Dogen sonrió mientras colocaba una mano en su hombro. Su mente llenó de orgullo al mirar a su hija adoptiva. "No pude darle un futuro a ella, pero no fallaré contigo"
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Aquí está el siguiente capítulo. Espero que os guste.
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