Capítulo 8
Steve suspiró. — ¡Bien! El trabajo terminó.
— ¿Qué? ¡No, Steve! Aún son las doce y...
Tony no logró terminar de protestar.
Rogers le calló con un beso e, inmediatamente, lo alzó con mucho cuidado. Sacó a Tony de su taller, lo apartó de sus trajes para llevarlo a la sala. Porque Steve sabía que las horas de trabajo de Tony se redujeron considerablemente. A medida que el embarazo avanzaba, Tony se agotaba más y más rápido. Así que, no necesitaba que Tony le pidiera ayuda para ir hacia la sala o para detenerlo. Pues, Steve ya lo sabía. Él se pasó más de cuatro horas seguidas viendo a Tony ir de un lado a otro en su taller, ordenando y alistando el nuevo equipamiento para Los Vengadores. Sí, Steve se dedicó a cuidar de Tony, a auxiliarlo con las máquinas o instrumentos más pesados hasta accedió a ser el sujeto de pruebas de sus nuevos trajes. Steve hizo todo eso por estar con Tony, por apoyarle, por hacerle sentir que no estaba solo y que este embarazo no cambiaría nada de él. Al menos, no su esencia. Tal como la doctora Penélope les recomendó: Apoyarse y limitarse. Eso Steve hacía y se sentía inmensamente feliz porque podía involucrarse en el trabajo de Tony, compartir esa pasión que le enamoraba y, a la vez, cuidar de su bebé.
Era increíble.
Sobre todo, ver cómo los consejos de la doctora Penélope se hacían cada vez más certeros y eficientes. Pues, tanto Steve y Tony, ya no se sentían sofocados por el otro o por el remordimiento. No, ellos podían convivir por el mero deseo de querer estar juntos, de querer amarse. Amarse bien. Tal vez, un par de veces fallaban. Pero, se esforzaban por apostar en su comunicación, en ser lo más sincero con el otro y en dejar de tomar decisiones por el otro. Ellos se esforzaban y valoraban ese esfuerzo. A ellos ya no les importaba el tiempo que le tomaba al otro ser sincero, decir sus miedos; sino esa sinceridad, ese esfuerzo de abrirse. Porque a ambos les costaba. Tanto a Steve y a Tony, le costaba muchísimo reconocer sus miedos, sus inseguridades. Debido a que, ellos se acostumbraron a callar, a creer lo mejor del otro sin tener a consideración de lo que él podría pensar o querer y finalmente decidir por el otro. Ellos empezaron así, empezaron mal. Así que, ni Steve o Tony querían regresar a ese punto, a ese extremo de lastimarse y amarse erróneamente. Por lo que, lo intentaban. Día a día, ellos lo intentaban. Por el lado de Tony, él trataba de apartar sus miedos, sus inseguridades y la sombra del Capitán América para centrarse en Steve, ese chico de Brooklyn que lo amaba enloquecidamente. Tony se esforzaba por amar a Steve, por alejarse de las culpas del pasado y por amarse a sí mismo. Tony valoraba más su vida, mientras que Steve aprendía a vivir, a entender que era más que el Capitán América. Sí, Steve se esforzaba por recordar a ese chico de Brooklyn antes de la guerra, por vivir en esta época sin aferrarse a Tony, por aceptar que no lo perdió todo al caer en el agua.
Ambos se esforzaban.
Y trataban de no perder su fe, sus ganas de luchar.
—Te has vuelto un dictador. —Tony acusó, mientras era dejado en uno de los sillones de la sala. — ¿Lo sabes?
— ¡Hail Hydra! —Steve le susurró divertido.
Tony parpadeó asustado y seguido, le lanzó un cojín a Steve. —No me asustes, Rogers.
—Entonces, no me provoques. —Terminó, tras colocar los pies de Tony en la pequeña sillita para mantenerlos ligeramente elevados. —Porque puedo convertirme en el Capitán Hydra.
—Lo dudo. El hombre que le lee cuentos a un feto no puede convertirse en un Capitán Hydra.
—También, le canto. —Steve le recordó y luego, besó la frente del castaño para dirigirse hacia la cocina. — ¡No lo olvides!
Tony negó sonriente.
A Stark aún le resultaba extraño tener esto con Steve. Porque se juró que, después de ese aborto y esa estupidez en la embajada de Latveria, perdería a Steve, que su matrimonio se acabaría y que él terminaría odiándolo. Pero, ahí estaba Steve rebanando tres naranjas en el afán de consentirle saludablemente, mientras le recordaba el cumpleaños de Pepper. Steve era feliz a su lado, era feliz amándolo, cuidándolo y protegiendo. Y Tony también lo era. Tony podía sentirse libre para ser amado como lo hacía Steve. Mas, recientemente una extraña sensación de que esto acabaría le quitaba el sueño. Tony fingía quedarse dormido para no alarmar a Steve, para no romper esta armonía. Pero, lo que se esforzaban por mantener era perfecto. Incluso, con sus peleas, disputas sobre las decisiones en el complejo de Los Vengadores y sus miedos. Era perfecto y Tony no quería acabarlo. Menos, que la ilusión de ser padre de Steve vuelva a ser arrebatada por su útero hostil. Así que, Tony se empeñaba en no aferrarse a este embarazo, a creer verdaderamente que será papá. Dado que, no quería hundirse en ese mismo infierno, en olvidar a Steve y doblegarse a su dolor.
Pero, esta extraña calma le asustaba.
Y mucho.
—Ayer estuve investigando nombres para el bebé. —Steve comentó en lo que le entregaba las naranjas rebanadas a Tony.
—Recuerda que estamos en la semana veinte, Steve. —Tony trató de no sonar pesimista. —No debes entusiasmarte tan rápido.
—Hemos superado el trimestre más difícil, Tony. —Steve le sonrió. —Podemos entusiasmarnos.
Tony correspondió la sonrisa de Rogers y se metió un pedazo de naranja para no dejar que su miedo hablara por él, que hiriera a Steve. Mientras que, Steve sacó su pequeña libretita de su bolsillo y la abrió hasta la página en donde estaba los nombres que apuntó.
—Así que, tengo estas opciones por si es niño... —Steve empezó a leer cada nombre que apuntó en su libretita. —Debo reconocer que me gusta más Peter. ¿Y a ti?
Al ver la emoción de Steve, Tony se levantó abruptamente y fue hasta la cocina.
Preocupado por haber molestado a Tony, Steve cerró su libreta. — ¿Sucede algo malo? ¿No te gustan los nombres para el bebé?
Tony no contestó.
Pero, antes de que Steve se acercara a él, se giró y le mostró su última ecografía, sintiendo cómo el miedo de acabar con esto le dominaba.
—Solo deja de llamar bebé al feto. —Tony pidió con una molestia que ocultaba su miedo, su terror. — ¿Puedes? No lo llames bebé o nombres hasta que nazca, por favor. No quiero que te encariñes con él. Tampoco, que me odies por perderlo a causa de mi útero hostil.
Steve sacó su celular.
— ¿A quién llamas? ¿A la doctora Penélope? ¿Me acusarás con ella? —Tony trató de saber. Mas, no lo consiguió porque Steve se retiró a la biblioteca.
Después de varios minutos, Steve regresó a la sala.
— ¿Ya terminaste de acusarme?
Steve sonrió. — ¡Ven! —Le ofreció su mano a Tony.
—Te juro que, si me llevas con Penélope, dormirás en el sillón, Rogers.
—Correré el riesgo, Stark
Fue así que Steve consiguió llevar a Tony al consultorio de la doctora Willians.
Porque era consciente de que nada que él pudiera decirle a Tony le quitaría ese miedo de que el bebé estuviera enfermo o incluso muerto en su vientre. Pues, Rogers también temía lo mismo. Día a día, Steve tenía esa sensación de que, en cualquier momento, Tony tendría un aborto espontáneo, que volverían al mismo hoyo del que se esforzaban por mantenerse alejados. Pero, Steve aprendía a vivir con ese miedo al aferrarse a la esperanza de que su bebé pelearía como ellos, que lucharía hasta el final, hasta su nacimiento. Sí, él se empeñaba en creer aquello porque así se mantenía fuerte por los tres, para ayudar a Tony en aceptar esta felicidad que ahora les rodeaba y para también apoyar a Tony a soportar ese lado futurista que no le dejaba en paz. Quizás, tampoco lo haría.
Por lo que, ahora estaban en el consultorio de la doctora Willians y Steve no se arrepentía de haberle mentido. Ni siquiera por la mira molesta de Tony. —Juro que dormirás en el sillón, Steve. —Tony murmuró lo suficientemente bajo para solo Steve le escuchara.
Steve sonrió, mientras tomaba su mano. —Estoy seguro que soportaré la dura noche.
Tony rodó los ojos, pero apretó el agarre de la mano al sentir el frio gel en su vientre. A pesar de llevar ya veinte semanas de embarazo, Tony aún no se acostumbraba a ese gel ni al conductor del ecógrafo o la interminable espera de la doctora Willians.
—El bebé está bien.
Tony suspiró. —Defina bien.
—Y no se sienta intimidada, por favor. —Steve intervino. —Sea lo más sincera posible.
—Bien significa que no hay señales de desprendimiento placentario o cualquier daño. Tampoco, hay hemorragias o ruptura uterina. —La doctora Willians hablaba con una enorme sonrisa, tratando de reconfortar a Steve y Tony. —Su ritmo cardiaco es realmente genial. ¡Todo va muy bien!
—Gracias, doctora Willians.
La doctora Willians le tendió a Tony una toalla. —Les dejaré solos.
Ambos asintieron.
Al ver a la doctora Willians salir, Steve le quitó la toalla y empezó a limpiar el vientre de su esposo. —Combatimos a villanos cada día. Estamos acostumbrados a que algo terrible nos pase. Y nos culpamos por ello, por no haber hecho más, por no prepararnos. Así que, preferimos no sentirlo. Por lo tanto, huimos, corremos de la alegría. Porque creemos que no nos merecemos esa alegría. Pero, no es así. —Steve se detuvo y miró fijamente a Tony. —La vida es un trato, una moneda de doble cara, Tony.
Rogers se mantuvo callado por varios segundos.
Hasta que rompió el silencio.
—No hay alegría sin dolor.
—Nosotros ya pasamos por mucho dolor, ¿verdad?
Steve asintió y besó los labios de Tony. —Merecemos esta felicidad, este bebé. ¿Lo aceptas?
—Lo acepto.
[¥] Agradezco mucho a todos los que siguieron esta historia. ❤️
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