Capítulo 6
—Pero, no conmigo. ¿Verdad?
Steve cerró los ojos y tomó aire.
Al instante, se giró y le dio la espalda a Tony. No porque se rehusara a responder esa estúpida pregunta, sino porque se sentía herido. Herido al saber nuevamente que Tony jamás pudo amarlo a él, a Steve Rogers. Él no pudo amarlo y era su culpa. Sí, era su maldita culpa. Pues, era Steve quien cargaba el manto del Capitán América, era a quien señalaban como el hombre de la patria, como el hombre perfecto. Era Steve al que idealizaban, mientras que a Tony lo juzgaban por su pasado, provocando que, desde el inicio y durante toda su relación, Tony se tomara por insuficiente para él. Lo que Steve siempre supo y odió. Pues, Tony jamás se permitió amarlo sin miedo, sin esas inseguridades. Tony se volvió esclavo de esa presión que el mundo le imponía tontamente, orillándolo a terminar su relación con Steve tantas veces por no creerse digno, por asumir que arruinaba la vida del Capitán América al estar con un hombre capaz de concebir. Fue por ello que Steve se aferró a Tony, luchó por su relación, se negó a aceptar cada huida de Stark, se empeñó por demostrarle que era feliz a su lado, que lo amaba y que lo único que necesitaba para sobrevivir era él. Steve se esforzó para que Tony entendiera que quien lo amaba era él y no el héroe que Stark admiraba y que el mundo idealizaba. Pero, cuando creyó que lo consiguió, Steve se dio cuenta que no fue así, que Tony no podía amarlo sin esos miedos e inseguridades que le imponían.
Por su culpa, por ser el maldito Capitán América, Tony no podía amarlo libremente, no podía derrumbar y deshacerse de esa sombra que su rol como Capitán América lo cubría a él. Tony no podía entregarse a él, a Steve Rogers. No cuando Tony era consumido por una culpa que no merecía, que no le pertenecía. Sino a él. Pues, de no ser el maldito Capitán, Tony no temería amarlo, no le daría importancia ser la pareja de un hombre y no se odiaría por tener un útero hostil. Tony no se sentiría en ese abismo tan cruel con cada intento fallido o con esa horrible pérdida de no tomarse como insignificante, como indigno de él. Lo contrario. Tony habría podido superar esa pérdida sin lastimarse, podría haber intentado ser padre con otros métodos y hasta renunciado a ello si solo se sintiera seguro de que era suficiente para la persona que amaba, para él. Steve lo sabía y era por aquello que continuaba batallando por Tony. Porque no quería perderlo. Así que, con el último aborto espontáneo, Steve se esforzó más, dejó las misiones, se dedicó a cuidar a Tony, a consolarlo y a repetirle que no le importaba nadie más que él.
Pero, sus esfuerzos se detuvieron cuando Viernes le suplicó desesperada que evitara lo locura de Tony en la embajada de Latveria. Se detuvieron porque fue ahí que Steve entendió que había perdido a Tony, que finalmente la sombra del Capitán América le había quitado su todo. Steve se volvió a sentir desolado en esta época. Pues, cuando despertó y se enteró que todos de su escuadrón murieron junto con que Peggy era ya una mujer anciana con una familia hermosa, Rogers se sumió en una depresión que le impidió verle sentido a esta nueva oportunidad de vivir y que lo llevó a odiarse por no haber muerto en esa caída. Porque se hallaba completamente solo y a merced de un pasado que lo trasformaba en un extraño a esta época, que lo hacía una persona destinada a pasar una larga penitencia. Hasta que conoció a Nick Fury y Los Vengadores. Por ellos, Steve volvió a verse nuevamente activo en el juego de la vida. Pero, por Tony, Steve volvió a sentirse nuevamente vivo. Con Tony, Steve recobró esas ilusiones a las que se obligó a renunciar por la guerra, que se dio la oportunidad de desear una vida más allá de la de un soldado, tal como Tony le animó a anhelar.
Por lo que, tras ver a Tony en los brazos de Doom y dispuesto a aceptarlo, Steve se rompió. Se rompió al creer que nuevamente perdió toda su vida, a Tony. Así que, se resignó a que solo era cuestión de tiempo para que Tony lo abandonara y él volviera a ser un hombre ajeno a esta nueva época. Fue por ello que no apresuró ese momento, que no protestó, que se mordió la lengua antes que reclamarle a Tony, que aceptó vivir por más de seis meses en este infierno del silencio. Porque no quería concretar esa creencia, ese momento. Él no quería perder a Tony. No lo quería perder a pesar de que ya no confiara en él o en su promesa de quedarse a su lado. Pues, una vez más, Tony le mostró su rendición, su cansancio y sus propósitos de huir de él. Y todo por su culpa, por esas inseguridades y miedos que su rol como Capitán América alimentó. Tristemente, él ya no sabía cómo combatirla, cómo erradicarla.
Se estaba rindiendo hasta que se enteró del embarazo de Tony. Con ese embarazo, Steve recuperó las esperanzas y también las fuerzas para seguir luchando. Ese embarazo hizo que Steve torpemente se decidiera a rasurarse, a regresar a su antiguo aspecto. Todo con la intención de mostrarle a Tony que él todavía podía continuar en la batalla y que lo apoyaría en lo que decidiera. Al igual que con el aborto espontáneo. Pero, no fue hasta con ese ataque de la Sociedad Serpiente que Steve comprendió que ese embarazo no solo era una oportunidad para que los dos se volviera a unir por la decisión que Tony tomase, sino también que representaba la posibilidad de perder a Tony completamente.
Ya con el aborto espontáneo lo hizo.
Él perdió a Tony y a ese posible bebé.
Él perdió el doble.
Es por ello que ahora callaba, que ahora temía en decirle si quería o no continuar con ese embarazo, que dudaba.
—No quieres continuar con este embarazo, ¿verdad? —Tony volvió a insistir.
Steve suspiró, limpió sus lágrimas y se giró hacia Tony. — ¡No lo sé!
— ¿Esa será tu respuesta? ¿No lo sé? ¿Crees que puedo vivir con un "no lo sé", que es justo que me tengas en la incertidumbre?
— ¿Tú me lo vas a decir, Tony? Tú que actúas sin pensar, que sigues tus impulsos sin importar qué tan letal puede ser la explosión de esa base de Hydra o qué tan estúpido puede ser entregarse a unos terroristas.
Tony tensó su mandíbula enojado. — ¡Lo reconozco! Fui muy descuidado y desconsiderado contigo en mis inicios como vengador. Pero, todo eso ocurrió antes de ser pareja, antes de casarnos, antes de que incluso tengamos este embarazo. ¿No crees que he cambiado?
— ¡Sigues igual, Tony! Te adentraste a unas alcantarillas que colapsaban sin importante que estuvieras gestando. Es más, sin importante que, solo unas horas antes, te enteraste que tenías cinco semanas de embarazo.
—Lo hice porque tu vida estaba en riesgo. ¡Por ti! Además, sabía perfectamente los daños y peligros al que me enfrentaba. —Steve resopló, mientras que Tony tomaba aire irritado. —Pero, eso no importa. ¿Verdad? No importa porque tú no confías en mí.
— ¿Por qué habría de confiar de ti? Descuidas tu vida en cada misión, escapas en cada fracaso que este matrimonio tiene, rompes con tu palabra cada que puedes. ¡No tengo razón para confiar en ti!
— ¿Entonces por qué sigues conmigo, Rogers?
Steve alzó su mano en donde yacía el anillo. — ¡Por causa de este matrimonio! ¡Porque para mí es de verdad! Yo te prometí que no huiría, que lucharía por nosotros y que te amaría siempre.
— ¿Aunque eso te haga odiarme?
—Aun cuando te odio ahora mismo. —Steve bajó la cabeza. —Lo intento una y otra vez, Tony. Yo lo intento, pero tú lo haces muy difícil cuando decides irte o hacer una estupidez como aceptar la cita y los coqueteos Doom.
Tony suspiró, sintiéndose culpable por su error en la embajada de Latveria. —Lo entiendo, Steve. Así que, no quiero que cumplas más con tus promesas. Tampoco, que te veas obligado a querer o no este embarazo.
—Yo quiero este embarazo, quiero tener ese bebé contigo. —Steve contestó seguro. Ese era su mayor deseo, tener un hijo con Tony. Y estaba siendo muy sincero. Pero, su miedo a que un aborto espontáneo sucediera y que se llevara lo poco que dejó de su Tony le obligó a responder evasivo. —Yo lo quiero.
—Pero, dijiste que no sabías si querías...
—Sé lo que dije, Tony. —Steve interrumpió. —También sé que te arriesgas en cada misión por salvar a los civiles, sé que te esfuerzas por convertirte en un gran héroe por mí y sé que eres capaz de adentrarte a esas alcantarillas por el amor que me tienes. Sé las razones del por qué haces todo eso, a pesar de que sean muchas y distintas. Yo lo sé. —Steve miró fijamente a Tony. —Es lo que amo de ti.
—Y lo que odias también. —Tony concluyó.
Steve asintió.
Ambos se callaron por un largo rato.
Mientras tanto, Rogers reconocía que se iba sincerando. Mas, no lo hacía por completo y aquello solo empeoraría su relación. El silenció lo haría y él lo sabía. No podía seguir ocultando su miedo, fingiendo que podía luchar solo. Porque no podía. Las fuerzas se le acaban y también el ingenio de mostrarle a Tony lo valiosa que era. Por lo que, si quería que este matrimonio se salvase y que su amor se mantuviera, necesitaba que Tony luchara con él, se enfrentara a esos miedos y que lo amara a él, a Steve Rogers. Así que, no le quedaba más que romper su silencio, que ser completamente sincero.
Por Tony.
Por ese posible bebé.
Por él mismo.
—Antes de caer en el hielo, solía ser una persona con un propósito en la vida, Tony. Yo no deseaba más que detener a todos los abusivos y acabar la guerra que se llevaba a miles. Porque esa era la época en la que yo crecí y viví. Pero, luego de setenta años congelado, volví y me encontré con una época distinta. Todo se hizo más difícil, se requería más planes y deseos que acabar con una guerra que ya no existía. Yo sentía que mi vida no sería para mí nunca más. Así que, traté de destruir todo lo que me volvía el Capitán América para buscarme una vida que se adaptara a este mundo. Mas, no lo conseguí a tiempo.
Tony miró atento a Steve quien tomaba las fuerzas para seguir.
—Fury llegó con una misión que no pude negarme y así te conocí. Contigo en mi vida, empecé a recordar quién era antes de la guerra, antes de ser el Capitán América. Por ti, recordé que yo era Steve Rogers. Yo era un hombre que renunció a una vida simple por el deseo de servir a su país y tomarse únicamente por el Capitán América. Me costó mucho aceptarlo, aceptarme en esta época. Lo reconozco. También, que tardé en reconocer que quiero esa vida que tú ansiabas y que no necesitaba mucho para obtenerla. —Steve tomó aire y miró fijamente a Tony, esperando que Stark lo viera a él y no al héroe que admiraba, que lo intimidaba. —Yo, Steve Rogers, nunca necesité mucho para ser feliz, Tony. No necesité de una fortuna, de hijos o de conmemoraciones. No necesité ni necesitaré nada de eso. Pero, a ti sí. Te necesito y temo que, ahora que reconozco todo esto frente a ti, sea demasiado tarde.
— ¿Por qué crees que es demasiado tarde?
—Porque ya no puedo luchar contra la batalla que yo mismo ocasioné y en la que te involucré. Y dudo que tú puedas pelear conmigo, que tú finalmente entiendas que para mí eres perfecto, que una vida a tu lado me es más que suficiente y que tú eres la razón de que Steve Rogers no sea aplastado por el Capitán América.
Tony suspiró, entendiendo la petición de Steve. —Tal vez, aún tengamos oportunidad.
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