1. Conocerte ☑
—¡Mamá, mamá! —gritamos mi hermano gemelo, Aled, y yo mientras bajamos las escaleras rápidamente, compitiendo por ver quién llega primero y encuentra a nuestra madre.
Al saltar al mismo tiempo el último escalón, nos sorprendemos al ver a mamá salir de la nada, casi caigo hacia atrás, pero los brazos de Aled me sostienen. Río, con el corazón acelerado por la pequeña carrera y el susto. Siempre puedo confiar en que Aled estará ahí para atraparme y protegerme, como siempre lo hacemos el uno con el otro.
—¡Aline, Aled! ¿Qué les he dicho sobre bajar así las escaleras? Pueden hacerse daño —nos regaña nuestra madre, pero solo sonreímos porque sabemos que solo nos regaña porque se preocupa por nosotros. La pequeña sonrisa que trata de ocultar la delata.
—Mamá, prometiste que nos llevarías al parque este domingo si hacíamos todas nuestras tareas. ¡Hoy es domingo y ya hicimos todo! —reclama Aled. Nos sorprendemos al escuchar la risa de alguien más detrás de mamá.
Nos asomamos y vemos a la mujer que comparte el mismo rostro con nuestra madre, al igual que Aled conmigo. La diferencia es que nosotros somos del género opuesto, y ellas del mismo.
—¡Tía Astrid! —gritamos ambos sorprendidos y emocionados mientras corremos hacia nuestra tía con una gran sonrisa en el rostro. Chocamos contra ella, y los tres reímos al casi hacerla caer por el impacto de nuestros cuerpos.
—¡Mis pequeños duendes! Miren cuánto han crecido. —Nos abraza fuerte y luego nos aparta para tomar nuestras mejillas, vernos y darnos un sonoro beso en la frente que nos hace reír de felicidad. —¿Cuántos años tienen ya? Seguro ya tienen novia o novio —dice mirándonos divertida, y mamá le da un empujón juguetón en el hombro.
—Tía, ¡qué asco! Eso es para los viejos. Yo soy feliz siendo un niño de 10 años que solo debe preocuparse por jugar y estudiar —dice mi hermano.
—¿Por qué presiento que eso es algo que tu madre te enseñó para que repitieras como un loro? —mamá se hace la ofendida por las palabras de mi tía, pero ambas terminan riendo.
Yo estoy más que feliz por la visita sorpresa de la tía Astrid. Ella vive en la ciudad y solo nos visita en algunas navidades o cumpleaños, no porque no quiera venir, su trabajo como enfermera no se lo permite tan seguido. Así que siempre es muy especial para nosotros cada vez que hace el esfuerzo por venir de tan lejos solo para vernos por unas horas. El hecho de que siempre nos traiga regalos también nos entusiasma a Aled y a mí cada vez que viene.
° ° °
—¡No se hagan daño al jugar y no hablen con extraños! —grita mamá, como siempre, aunque todos nos conozcamos aquí, mientras Aled y yo corremos hacia los columpios.
Cada fin de semana solemos ir al parque por la tarde si ya hicimos todas nuestras tareas y mamá no está ocupada. Hoy especialmente estoy muy emocionada porque Aled me prometió que me enseñaría a columpiarme más alto.
El fin de semana pasado estábamos compitiendo para ver quién se columpiaba más alto; él ganó, pero yo no quise aceptar mi derrota. Discutimos un poco hasta que él me dijo que me enseñaría a balancearme muy alto. Aunque tengo un poco de miedo, también estoy emocionada.
Al llegar a los columpios, me siento en uno y él me dice que me sostenga fuerte, así que eso hago. Luego se coloca detrás de mí y me va empujando poco a poco más fuerte hasta que ya me voy acostumbrando a la altura y velocidad. Después me enseña cómo colocar mis pies en la tierra para reducir la velocidad hasta detenerme. Justo cuando voy a preguntarle cómo balancearme por mí misma y llegar tan alto como él, alguien lo llama a gritos y los dos volteamos a ver. Hago una mueca al ver a tres de sus amigos de la escuela; traen un balón y están haciendo señas y gritándole a Aled para que vaya a jugar con ellos.
—¿Vas a ir con ellos? —le pregunto, aún mirando hacia esos niños, para luego dirigir mi mirada hacia él.
Por mucho que me gustaría jugar con Aled por un rato más, sé que hay cosas que le gustan a él y a mí no, y que tampoco puedo jugar bien como para que se divierta conmigo haciéndolo, como jugar al fútbol, por ejemplo.
—Puedo jugar con ellos después —responde, pero sé que quiere ir. No podemos mentirnos el uno al otro. Conocemos muy bien nuestro parecido rostro y los tics que nos delatan al mentir. Él entrecierra un poco los ojos cuando miente.
—Sé que quieres ir, no me molesta —le digo, y me levanto del columpio.
—Mamá me va a regañar si te dejo sola.
—Tú y yo tenemos la misma edad -digo indignada. —Que seas niño no quiere decir que me tengas que cuidar. Además, igual iré hacia donde está mamá, tengo sed. Le pediré algo para tomar —le digo y me voy de ahí sin darle tiempo a contestarme o que se dé cuenta de que miento. Si no ve mi rostro, ni yo veo el suyo, no se dará cuenta.
Por el rabillo del ojo, veo cómo mira hacia donde estoy caminando hasta que decide voltear e ir corriendo hacia sus amigos. Yo me detengo a medio camino al verlo muy entretenido jugando con sus amigos. Miro hacia donde está sentada mamá en uno de los viejos bancos que tiene el parque y está hablando alegremente con mi tía. Al final, decido ir hacia los toboganes al verlos vacíos.
Al llegar, subo las escaleras y de los dos toboganes que hay, uno es el amarillo liso y abierto, el otro es azul, está totalmente cerrado y tiene curvas. Decido usar el azul. Cuando llego al frente del tobogán, veo a una niña de espaldas con cabello rubio, casi blanco, sentada dentro justo antes de la curva para tirarse. Me quedo parada por unos segundos esperando a que se tire, pero después de varios segundos esperando y nada que lo hace, decido hablar.
—Hola... —la niña se sobresalta al escucharme y voltea a verme. Me sorprendo al verle la cara porque se ve muy pálida y sus ojos parecen dos cristales celestes. —Hola, solo quería saber si lo vas a usar —digo señalando el tobogán. Ella parece confundida por un segundo, pero luego parece comprender, sale del tobogán y se levanta.
Abro un poco los ojos al verla ahora frente a mí y notar que es unos centímetros más alta que yo. Sentada parecía muy pequeña y frágil, y aunque aún parece un poco frágil por lo delgada y pálida que está, también logra verse rápida y ágil.
Me recuerda a mi muñeca que vestí como a una bailarina de ballet. Mamá me ayudó a diseñar la ropa desde cero con telas sobrantes. Fue un día muy divertido y uno de los mejores cumpleaños que jamás tuve, ya que solo éramos ella y yo. Aled, aquel día, estaba celebrando su cumpleaños con nuestro padre; creo que habían ido a ver un partido en vivo o algo así en la ciudad. Este hermoso recuerdo ocurrió en mi cumpleaños número ocho.
—Lo siento, lo estaba usando para esconderme de mi hermana —responde la niña, y su voz suena tan dulce, educada y segura que me hace recordar a la que mi mamá usa cuando habla por teléfono.
—¿Están jugando a las escondidas? ¿Puedo unirme a ustedes? —pido, juntando las manos en forma de súplica y haciendo un puchero. Ella ríe bajito, cubriéndose la boca con la mano. Sonrío ampliamente y ella me devuelve la sonrisa, aunque más pequeña.
—No estamos jugando exactamente a las escondidas, es más un... —empieza a hablar, pero de repente se queda callada y mira detrás de mí. Hago el amago de voltear para mirar también, pero la niña me agarra de la mano y me hace ir hacia el tobogán azul por el que quería bajar. —¿Quieres jugar? Entonces juguemos —me dice mientras se coloca detrás de mí en el tobogán y me río emocionada cuando nos empuja a ambas, juntas, por el tobogán.
Al llegar abajo, me levanto de un salto y la niña también. Toma mi mano y empezamos a correr, conmigo tratando de seguir sus pasos.
—¿A dónde vamos? —le pregunto sin aliento.
—¿Has visto la película de Narnia? —me pregunta la niña, y yo asiento con la cabeza a duras penas, el movimiento logra que varios de mis cabellos obstruyan mi vista.
La niña se detiene, haciéndome detener también, y se ríe por lo bajo al ver el aspecto de mi cabello. Yo trato de recuperar el aire que perdí. Sin verlo venir, la niña empieza a ordenar mis mechones rebeldes. Cuando está satisfecha con el resultado, me da una última caricia en la cabeza. Siento mis mejillas calientes.
—¿Quieres ser mi amiga? —me pregunta la niña. —Prometo jugar contigo cada vez que vengas al parque. Tendremos muchas aventuras, tal y como las tuvo Lucy Pevensie en la película —dice con voz suave, como si realmente pudiera cumplir eso y mucho más.
Y yo le creo.
—Pero yo no quiero ser perseguida por una bruja mala —digo, y ella hace una mueca, pensando seriamente en qué responderme.
—Bueno... Yo puedo ser el león que siempre te protegerá —dice, y parece muy complacida con su respuesta.
—¿Aslan? —pregunto divertida, y ella asiente con la cabeza, con firmeza. Finjo que lo estoy pensando mientras ella me mira fijamente, expectante, como un gato. —Entonces tienes que cargarme en tu espalda como lo hace el león con Lucy —exclamo sonriente y alzo mis brazos, invitándola a que se acerque para poder subirme a su espalda.
La niña inmediatamente se gira y se agacha para que yo pueda subir sin problema. Lo hago, y cuando ya estoy bien acomodada, ella se levanta y me sostiene por los muslos mientras yo cruzo mis pequeños brazos por su cuello, sin apretar muy fuerte. No puedo evitar sonreír asombrada por el color de su cabello. Su cabello es mucho más blanco de lo que creí, ahora que lo puedo ver tan de cerca. También es muy suave y huele a lluvia, a cuando llueve y de la tierra sale un rico aroma lleno de naturaleza y humedad.
—¿Y cómo te llamas, nueva amiga? Yo me llamo Aline, mucho gusto —me presento y le sonrío aunque sé que no me puede ver.
—Me llamo...
Un grito detrás de nosotras la interrumpe, suena como si estuvieran llamando a alguien, pero no logro entender lo que dice. La niña gira un poco hacia el sonido, y vemos a otra niña de cabello blanco ondulado caminar con pasos firmes y furiosos hacia nosotras.
Mi boca se abre al mirar a esa niña, muy enojada, y a la que me está cargando en su espalda. Definitivamente son hermanas, si me dice lo contrario, me miente. Aunque son muy parecidas, también tienen pequeñas diferencias. Un ejemplo sería: el cabello; mi nueva amiga lo tiene largo y liso, mientras que la otra niña lo tiene solo un poquito más corto que el de mi amiga y el suyo tiene ondas. Tal vez por eso se ve un poco más corto.
—¿Ella es tu hermana? ¿Con la que estabas jugando a las escondidas? —le pregunto al recordar cómo se escondía en el tobogán. Seguramente su hermana se cansó de buscarla y ahora está enojada al ver a su hermana jugar con alguien más y dejarla abandonada. Hago una mueca de tristeza al solo imaginarme la situación.
—Más bien es la bruja blanca, la mala de la película —dice. Rueda los ojos y bufa, yo no puedo evitar reír por sus palabras. —No te preocupes, prometí que te protegería y lo voy a cumplir —dice antes de salir corriendo veloz conmigo en su espalda. Escucho los gritos de furia de su hermana a nuestras espaldas, pero al voltear veo cómo se quedó parada a medio camino mientras nos observa, aún más molesta si es posible, mientras nos alejamos.
Me siento mal por su hermana, porque ya no tiene con quién jugar, pero también me siento un poco feliz. Es la primera vez que alguien, que no sean mis padres, me escoge a mí. Ni siquiera dudó, prefirió jugar conmigo y hacerse mi amiga.
Luego voy a regañarla por ignorar a su hermana así; eso estuvo muy mal. Pero por ahora voy a disfrutar del paseo.
° ° °
Luego de ese día, nos encontramos para jugar todas las tardes de los sábados y domingos en el mismo lugar donde nos conocimos: en los toboganes. Han pasado casi tres meses desde que nos hicimos muy amigas.
A veces yo llevaba cosas para comer o las muñecas que tenía para mostrarle las ropas que yo misma les hacía. Ella no hablaba mucho, pero siempre prestaba mucha atención a todo lo que yo decía y lo recordaba a la perfección. Lo comprobé varias veces al hacerle preguntas sorpresas al final para saber si de verdad me estaba escuchando. Luego dejé de hacerlo al escucharla decir con exactitud lo que dije. En ocasiones, ni yo misma recordaba todo lo que decía, aunque solo hayan pasado unos minutos.
Ella tiene una gran memoria. Es impresionante.
Me pregunto a cuál escuela irá. Es obvio que no va a la misma que todos los niños del pueblo. Recordaría haber visto ese cabello en cualquier parte. Es imposible poder pasar desapercibida si tu cabello es así de blanco y largo. Le llegaba hasta un poco más abajo de la cintura. Mi cabello castaño solo me llegaba hasta un poco más abajo de los hombros.
Hoy era otro sábado más donde jugaría con Ayeon. Sí, ya sé su nombre. Me gustaría presumir que lo supe desde el primer día que nos hicimos amigas, pero la verdad es que me olvidé por completo de preguntarle de nuevo su nombre luego de que fue interrumpida cuando iba a decírmelo. No lo supe hasta nuestro tercer día en que nos encontramos para jugar.
Me decepciono a mí misma. ¿Cómo puedo olvidar algo tan importante como preguntar su nombre?
Me preocupaba que pensara que yo no tenía ningún interés en ella o su vida. No es así. Me interesaba bastante saber su película o color favorito, pero yo hablaba tanto y ella tan poco que me era fácil solamente dejarme llevar.
Pero eso lo corregiré hoy. Luego de decirle –casi exigirle entre pucheros– que quería saber más de ella, todo lo que pudiera o quisiera contarme, me prometió que hoy contestaría todas mis preguntas, así que tenía que ir preparada. Y eso hice.
Hoy me decidí por un picnic. Mi mamá me miró extrañada pero divertida cuando le pedí ayuda porque no sabía qué podía usar para tener un picnic con mi mejor amiga. Yo no tenía una linda canasta ni un mantel rojo con blanco a cuadros.
Así que terminé usando una mochila vieja donde guardaba mis muñecas y peluches, que dejé tirados en mi cama por mientras, y mi madre me regaló un "mantel" de plástico fácil de limpiar de color blanco para poder usarla. Como aperitivos, mi mamá me dejó coger dos manzanas de las que teníamos guardadas en la nevera y me ayudó a preparar dos tipos diferentes de sándwich: los primeros dos tenían mermelada de melocotón; los segundos eran de jamón con queso. De tomar, llevé una botella con jugo de naranja natural que mamá siempre hacía para nosotros, y al final metí una botella de agua por si acaso.
Con los sándwiches muy bien guardados en sus respectivos envases, las botellas bien cerradas y las manzanas ya lavadas, frescas y envueltas juntas con mi pañuelo favorito color lila, metí todo dentro de mi mochila y terminé de alistarme para que nos fuéramos al parque.
Hoy va a ser un fantástico día. Todo será perfecto.
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Holaaa ¡Bienvenidx a mí nueva historia!
Me llamo Eyleen y soy de Panamá. Espero disfrutes mucho de esta historia. Al tener capítulos ya escritos estaré actualizando con regularidad, así que tranquilx, solo ponte comodx y comenta todas las teorías que se te ocurran, me encantaría leerte.
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Pregunta: ¿Eres team perros o team gatos? ¿O ambas?
Yo tengo dos gatos pero me gustan ambos. Quiero tener un perro en algún momento ♡
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