Clarissa

Ya era tarde cuando volvía a casa, rogando por no toparme con nadie. Mis amigos quisieron acompañarme a casa, pero no quería que se enteraran de nada. Tampoco quería que hubiera alguna escena delante de ellos, eso no sería bueno.

Cuando vi a Jess cerca de mi puerta, supe que había sido lo correcto. En definitiva, mi destino era estar sola. Suspiré. Había que acabar con esto de una buena vez.

—Hola rarita —me dijo al pasar por delante de ella.

Obviamente yo no le hablaría primero. Sabía que Daniel no había sido el primero en la vida de Jess, pero el que ella fuera...

No, no pensaría en ello.

—Buenas noches Jess —dije al pasar, dispuesta a irme.

Pero ella tenía otros planes, se colocó delante de mí. Ciertamente no quería pelear y sabía que no podría ganar. Hice un gesto y respiré hondo.

—No creí que fueras tan desagradable Clarissa, dejarme hablando sola en la tarde, bueno, eso no es de niñas bien.

Apreté los labios, no dejaría salir ni una sola palabra. Esta mujer no merecía nada de mí. Traté de rodearla una vez más, otra vez lo impidió.

—¿Tanto te afectó lo que pasó entre Daniel y yo? —Jess comenzó a reír igual de loca que por la tarde.— Es duro cuando te das cuenta de que no sienten por ti todo el amor que dicen sentir, ¿cierto? —Se acercó a mí y me golpeó en los hombros.— Es duro cuando ves que solo te quieren para que seas una muesca más en la cabecera de su cama, ¿verdad?

No diré nada, ese fue mi mantra. Si Jess quería soltar su veneno, dejaría que lo hiciera y después me iría a seguir contemplando mi solitaria existencia. No caería en su juego.

¿Qué importaba si Daniel me amaba o no? Ya no habría futuro entre nosotros, así que eso había dejado de ser importante. ¿Qué importaba si...? No era bueno pensar en ello, lo que había imaginado o construido entre nosotros no existía más.

—¿Por qué demonios no contestas? —gritó entonces.

Esta chica sí que necesitaba algunas clases de buenos modales, ponerse a gritar en medio de la calle donde todos escucharían lo que diría...

¡Donde mis padres escucharían lo que decía!

Dirigí hacia ella mi mirada más oscura, no sabía si funcionaría pero debía intentarlo. Recién mis padres me dejaron de contemplar como si fuera a morir de un momento a otro, mejor que Jess no trajera de vuelta esas miradas.

La tomé del brazo, ni siquiera fue con fuerza, pero eso bastó para que se quedara callada.

—No me importa si te acostaste con él, si te ama o no, si se casarán o te mandará por el desagüe... Esa es tu vida, no la mía.

—Pero él...

—Él, tú —le dije encogiéndome de hombros.— Son personas a las que dejaré de ver cuando las clases empiecen. Me iré de aquí. Me voy tranquila, en cambio tú, pasarás tus días pensando en como recuperar al chico al que hoy traicionaste al contar algo que debería ser tan íntimo y bello que solo corresponde a dos personas saberlo —di un paso adelante, ella no se movió.— Sé como eres Jess, así que lo que tú digas es nada. Ahora me voy a casa y tú dejarás de molestarme por lo que me reste de vida, adiós.

Sin dejar que dijera más nada, me marché de ahí. En cuanto llegué a casa, me dejé caer pegando mi espalda a la puerta. Mis piernas no podían sostenerme más.

Respiré profundamente esperando a tener más fuerzas para llegar hasta mi cuarto, donde me dejaría caer en mi cama, una vez más.

¿Sería tan malo desear no despertar el día de mañana?

Si era malo, entonces acababa de portarme mal. Al menos a mí ya no me importaba.