
Treinta y cuatro
Temiendo la confrontación que tendría lugar con su exesposo, SeHun se aproximó con más nervios que de costumbre a la casa tipo rancho que había comprado para Luhan y su hijo. El humor de Luhan era, cuando menos, impredecible. Puede que esa mañana estuviera dócil y conciliador, dado que era Luhan quien estaba equivocado, pero lo más probable era que se mostrara rencoroso y a la defensiva cuando lo viera llegar.
Aquél debería haber sido un lugar tranquilo y adecuado para que Mark creciera, pensaba SeHun sin poder evitar el nuevo acceso de cólera. La casa se encontraba en un pacífico barrio residencial y tenía buenos colegios cerca. Le había costado más de lo que podía permitirse por entonces, pero quería que su hijo tuviera lo mejor, y también estaba decidido a ser justo con Luhan. Pensara lo que pensara de él, siempre sería el otro padre de su hijo y sólo por eso quería mostrarle el respeto que merecía.
Sin embargo, a veces, se lo ponía realmente difícil.
Mientras trataba de tranquilizarse, se dio cuenta de que, a pesar del dinero que le enviaba cada mes en concepto de pensión alimenticia, Luhan no parecía emplear nada en el mantenimiento de la casa. Las contraventanas necesitaban una capa de pintura y la puerta del garaje parecía haberse quedado atascada en la mitad.
Aparcó detrás del todoterreno nuevo de su ex: ahí tenía en qué se había gastado el dinero que le daba. Y atravesó la zona de césped hasta la puerta principal. Mark salió corriendo antes de que pudiera llegar hasta la puerta y se lanzó a sus brazos loco de alegría.
—Hola, pequeño. —dijo SeHun, riéndose mientras tomaba en brazos al niño.
No se le escapó el detalle de que su ropa estaba muy limpia para ser las nueve de la mañana. Normalmente, a esa hora Mark ya iba hecho un desastre.
—Estás muy guapo. —siguió diciendo SeHun, enterrando la cara en la pancita del niño hasta que Mark empezó a reírse—. Y también hueles muy bien.
—papi Luhan dijo que tenía que bañarme esta mañana para estar guapo. —conto el niño con entusiasmo—. ¿Puedo ir a jugar con el vecino ahora? Papi Luhan dice que ustedes dos tienen que hablar cosas de mayores, ¿no?
—Sí, cosas de mayores pequeño. —convino SeHun—. No puedo creer que quieras ir a jugar y ensuciarte esa preciosa ropa tan limpia que llevas. —se detuvo e, inclinándose hacia él, le preguntó con una fingida expresión de horror—: ¿Y si tienes que bañarte después otra vez?
Mark dejó escapar otra ronda de chispeantes risas infantiles.
—Tendré cuidado papa SeHun. —prometió.
SeHun miró hacia el cielo con expresión resignada.
—Media hora, amiguito. Después iremos a comprar todo eso que necesitas para tu proyecto de ciencias. —ordeno SeHun alborotándole el cabello.
—¿Y comeremos fuera también? —pregunto el niño dando saltitos.
—Por supuesto. Lo que tú quieras. —respondió SeHun encantado de ver la alegría de su hijo.
—Hamburguesa y pizza. —dijo Mark sin pensárselo.
—Eso es demasiado. —dijo SeHun con un tono receloso—. Tendrás que elegir una de las dos cosas. Y ahora deja que entre a saludar a tu papi Luhan.
Mark ya iba dando saltos a casa de su amigo cuando, de pronto, se dio la vuelta y regreso hacia SeHun con expresión preocupada.
—papi Luhan y tú no vais a gritar, ¿verdad? —cuestiono con tristeza.
SeHun le bajó la visera de la gorra de béisbol y le cubrió los ojos.
—No.
—¿Me lo prometes? —urgió el niño.
—Te lo prometo. —y era una promesa que SeHun tenía toda la intención de cumplir, a menos que Luhan no quisiera atender a razones.
Aparentemente satisfecho, Mark salió disparado hacia la casa del vecino. SeHun lo miró hasta que lo vio entrar y después entró él en la casa de Luhan. Dentro oyó los dibujos animados de la televisión y supuso que Mark habría estado viéndolos y se había dejado la tele puesta como siempre. Escuchando con más atención, captó el ruido del agua del grifo en la cocina y se dirigió hacia allí.
Encontró a Luhan delante del fregadero, con las manos dentro del agua jabonosa, y vio que se ponía rígido al oírlo entrar.
—Hola. —dijo SeHun, quitándose la chaqueta.
Luhan se giró lentamente y SeHun notó enseguida la inusual palidez que había en el rostro de su exesposo y la expresión de preocupación.
—No voy a tirarme a tu yugular otra vez Luhan. —le aseguró SeHun.
Luhan pareció relajarse un poco.
—Mira, siento mucho lo que pasó SeHun. —explico Luhan—. Sinceramente no sé en qué estaba pensando. Tú tenías razón y yo estaba equivocado.
Él miró el rostro atribulado de su exesposo y le recordó:
—No es la primera vez que me lo dices. —recriminó SeHun con tono calmado.
—Lo sé, pero ahora vivimos en la tierra de las familias y este lugar resulta tremendamente solitario a veces. —se escuso Luhan con tono cansado—. Sólo quería salir con un adulto para variar, en vez de con un coche lleno de niños de seis años.
—Y yo no tengo ningún inconveniente en que lo hagas Luhan. —convino SeHun—, pero Mark no puede quedarse sólo en casa. Habla con alguna vecina o vecino para ver si puede quedarse con él o busca una niñera de confianza. No me importa cómo lo hagas, pero lo que te dije iba en serio, Luhan. —advirtió—. Si me entero de que lo ha dejado sólo otra vez, y me importa poco que solo lo hayas hecho para ir un momento a comprar leche, iré a los tribunales. No quiero hacerle algo así a Mark y tampoco a ti, pero lo haré. Su seguridad es prioritaria.
Luhan contempló con plausible nerviosismo la serena declaración de su exmarido, con más desconcierto que si le hubiera estado gritando.
—Hablas en serio, ¿verdad SeHun? —pregunto asustado.
—Sí. —dijo SeHun, asintiendo con la cabeza.
Luhan inspiró profundamente y también asintió.
—Está bien. No haré nada que pueda provocar esa situación. —prometió Luhan.
SeHun rezó para que Luhan estuviera diciendo la verdad, pero SeHun sabía por experiencia que aquel compromiso verbal sería tan fugaz como el resto de sus promesas. Le había hecho una advertencia, que era lo único que podía hacer, por el momento, para proteger a su hijo.
—¿Y qué tal estás? ¿Todo lo demás bien? —pregunto SeHun buscando amenizar el ambiente.
—Genial. —dijo Luhan, asintiendo con la cabeza, aunque las manos le temblaban ligeramente—. ¿Y tú SeHun? ¿Todo bien en el pueblo?
—He tenido mucho trabajo. —dijo SeHun—. Empecé varias obras en otoño así que tengo a todo el personal ocupado con los interiores ahora que hace mal tiempo.
—¿Alguien te ha preguntado por mí? —cuestiono Luhan con un tono de desinterés.
Pero a SeHun le pareció notar un dejo melancólico en su voz, y deseó sinceramente poder decir que sí, pero lo cierto era que la mayoría de sus conocidos se habían puesto de parte de SeHun en el asunto del divorcio. Le preguntaban mucho por Mark, pero el nombre de Luhan sólo provocaba fruncimiento del ceño, si no comentarios desdeñosos. Afortunadamente, todos sabían que no debían comportarse así cuando su hijo estaba delante. SeHun no le encontró sentido a contárselo.
—Claro. —mintió SeHun, eligiendo las palabras cuidadosamente—. Creciste allí. Es normal que tu nombre salga a colación. La gente quiere saber qué tal te va.
—¿Y tú qué les dices? —inquirió Luhan mirándolo de reojo.
—Que eres feliz viviendo en Daejeon. —dijo SeHun, estudiando a Luhan detenidamente—. Eres feliz, ¿no? Después de todo, esto era lo que querías.
Luhan se sonrojó al recordarlo, y, por un instante, SeHun pensó que iba a ser sincero por una vez, pero el orgullo se apoderó de Luhan y lo miró con una sonrisa claramente falsa.
—Me encanta esto. Incluso esta «Villa de las familias» es mejor que estar en aquella ciudad tan paleta. —respondió Luhan con rencor al referirse a Daegu.
—Eso era lo que creía Luhan. —dijo SeHun con cansancio—. Aunque si cambias de opinión y decides volver, podríamos buscarte una casa. Ya sabes lo que significaría para mí tener a Mark cerca.
—Olvídalo SeHun. —respondió Luhan con tono feroz, ya fuera por orgullo o por aquella testaruda determinación suya a mantenerlo lejos del niño—. No tienes dinero suficiente para hacer que vuelva a ese lugar.
—Como quieras Luhan. —dijo SeHun con un suspiro—. Será mejor que vaya a buscar a Mark. ¿Quieres que lo traiga de vuelta a alguna hora en particular?
—Haz lo que quieras SeHun. —dijo Luhan con una indiscutible amargura—. Fuiste tu quien insistió en venir hoy.
SeHun se dijo que no mordería el anzuelo.
—Entonces hasta luego Luhan. Lo traeré hacia las cinco. —explico SeHun con paciencia—. Después me quedaré una hora más para ayudarle un rato con un proyecto de ciencias que quiere hacer.
Sus palabras fueron recibidas con silencio por parte de Luhan, que le dio la espalda y siguió fregando los cacharros. SeHun lo miró con pesar y se fue.
Deseó que, aunque solo fuera una vez, lograran mantener una actitud civilizada cuando se veían. Pero siempre pasaba algo que enfadaba a Luhan convirtiendo la visita, si no en una pelea, en una guerra fría en toda regla.
Cayó en la cuenta de pronto de que su exesposo era, sencillamente, una de esas personas que nunca lograrían ser felices. Había obtenido lo que quería del divorcio, la custodia de su hijo y una casa en Daejeon, y aun así no estaba satisfecho. Parecía que no iba a estarlo nunca y aquella idea se le antojaba verdaderamente triste.
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Algo de sehun como para saber el ambiente desde ambas partes.
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