Dos
Como si el tiempo se hubiera confabulado con sus hermanos, la nieve empezó a caer una hora después de que JunMyeon llegara a Daegu. Miró por la ventana cómo caían los gruesos copos. Le costaba contener las ganas de llorar.
—¿Qué? —preguntó Xiumin, al tiempo que le rodeaba los hombros con un brazo en gesto reconfortante.
JunMyeon se giró hacia su hermano mayor con los ojos llorosos.
—¿Es que siempre tienen que tener razón en todo, chicos? —preguntó totalmente frustrado.
—Casi siempre. ¿Por qué? —preguntó su hermano, sonriendo ampliamente.
—Acaba de empezar a nevar. Cualquiera diría que estaba esperando a que llegara yo. Porque tú no controlarás también el tiempo, ¿verdad? — reprochó JunMyeon con los ojitos llorosos.
Al oírlo, Baek y Kyunsoo corrieron hacia ellos.
—Va a ser maravilloso —le prometió Baek, colocándose a su lado y rodeándole la cintura—. Ya lo verás. Verás qué maravilloso paisaje invernal habrá por la mañana.
—Y me quedaré aquí completamente atrapado y solo —se quejó JunMyeon, acosado por un inapropiado e inhabitual sentimiento de autocompasión—No tendré nada más que hacer que darle vueltas a lo de Taehyung mientras él seguro esta más feliz que nadie —un escalofrío lo recorrió ante la idea.
—Vendremos a rescatarte y no pensaras más en ese patán —prometió Kyunsoo.
—Traeré a Yerim y podrían ir a montar en trineo juntas —sugirió Baek, refiriéndose a su hiperactiva hijastra—. Te sentará bien.
—Hace mucho frío ahí fuera. — se quejó JunMyeon con un puchero.
—¡Por favor! —comentó Baek—. Comparado con Seúl, el clima de aquí es casi tropical. Además, antes te gustaba montar en trineo.
—Cuando tenía ocho años —murmuró JunMyeon.
—Vale, si no te apetece, podemos sentarnos aquí delante del fuego y beber chocolate caliente con gofres —dijo Xiumin con tono tranquilizador, como si percibiera que JunMyeon estaba a punto de echarlos de la casa—. O Kyunsoo podría preparar un pastel. Toda la casa olería como cuando mamá preparaba galletas.
JunMyeon sabía que las tendría en la puerta a primera hora de la mañana, y al día siguiente, a menos que pusiera fin en aquel mismo instante a sus descabellados planes. Si se comía todo lo que Kyunsoo podía cocinar, estaría hecha una bola de grasa para la primavera.
—Está bien, ya vale —dijo con firmeza—. No hagan caso de mis quejas.
No pueden dar la vuelta a sus vidas por mi culpa. Agradezco mucho que se preocupen por mí, pero estoy bien. Si mis pensamientos se vuelven demasiado lúgubres, siempre puedo salir a dar una vuelta y acá no hay carteles gigantes con la cara de Taehyung así que estaré bien. — trato de bromear.
—Claro que sí. Y también estaría bien revisar algunas cosas en esta casa — dijo Xiumin con tono enérgico—. Como yo fui la última que estuvo aquí, te haré una lista de cosas que no me dio tiempo a hacer. De hecho, haré un par de llamadas mañana a primera hora para dar aviso. Sólo será necesario que estés aquí cuando lleguen para hacer las reparaciones y la limpieza que la casa necesita porque esta demasiado sucio.
—No puedo permitirme gastar una fortuna en reparaciones —le recordó JunMyeon alarmado—. Hasta que Kai me encargue algún trabajo, estoy de baja sin sueldo. Mi jefe fue muy generoso al aceptar guardarme el puesto.
—Y un cuerno generoso —respondió Kyunsoo—. Eres el diseñador con más talento de la empresa JunMyeon, ese jefe que tienes es un ...
JunMyeon le sonrió, conocía el carácter de KyunSoo y agradecía que kai pudiera soportarlo.
—Gracias, hermanito, pero no sólo no eres objetivo, sino que no tienes ni idea de lo que es el diseño de exteriores.
—Pero Kai sí —interrumpió Baek—. Y él siempre dice que eres bueno. No te preocupes por el dinero, JunMyeon. Tendrás todo el trabajo que quieras mientras estés aquí. Háznoslo saber cuándo estés preparado para asumir este reto y olvidarte de Seúl.
—Y mientras tanto, no te preocupes por el coste de las reparaciones —dijo Xiumin—. Todas hemos puesto algo de dinero para arreglar la casa. Baek hizo que pintaran las paredes y se ocupó del jardín. Kyunsoo arregló la cocina — se encogió de hombros—. Yo no hice mucho, ya que Chen me estaba enseñando a tomarme las cosas con calma, así que pondré ahora mi parte por lo que no hice. Las facturas irán a mi nombre. Tú sólo tienes que ocuparte de la supervisión para que todo quede okey.
JunMyeon los miró con absoluta perplejidad.
—¿Por qué hay que gastar más dinero en este sitio? Ahora tienen ustedes sus propias casas, y mamá no ha venido por aquí desde que murió la abuela, sólo para verlo a ustedes. ¿Qué sentido tiene gastar una fortuna en arreglar la casa de abuela?
—No es una fortuna. Todas estamos de acuerdo en que esta casa seguirá en manos de la familia, por lo que es perfectamente lógico reparar los desperfectos para que esté en buen estado. Y es tuya mientras quieras estar aquí —dijo Xiumin cruzándose los brazos, como si regañara a su hijo.
—Gracias —dijo JunMyeon, con voz ahogada. Hasta que no había llegado, no se había dado cuenta de cuánto echaba de menos a sus hermanos—. Son los mejores, chicos de verdad son los mejor que me ha dado la vida —añadió mientras se limpiaba una traicionera lágrima al sentirse dichoso de que sus tres hermanos estuvieran para él y no lo abandonasen.
—No te pongas a lloriquear ahora o tendremos que quedarnos aquí hasta que acabes y terminará cayéndonos una buena nevada —la riñó Baek, al tiempo que le daba un pañuelo de papel—. Y por mucho que nos quieras ahora mismo, dudo mucho que te apetezca una fiesta de pijamas mientras hacemos añicos la reputación de Taehyung en las redes sociales.
JunMyeon forzó una sonrisa con los ojos aún húmedos, pensar en todo el hate que armarían y más al enfrentarse con las fans de Taehyung lo hizo sentirse algo triste, necesitaba un tiempo sin saber de él así sean solo insultos.
—Cierto —dijo JunMyeon, consciente de que lo último que quería era dar tiempo a sus hermanos a que pudieran examinar el inicio de su dolor en profundidad—. Venga, ya váyanse mientras puedan chicos. Y no se olviden llamarme cuando lleguen a sus casas para que no crea que se han salido de la carretera y están en una zanja por ahí.
Aliviado al recibir el consentimiento de todos, se quedó en la puerta mirándolos hasta que desaparecieron de su vista, y entonces dejó escapar un profundo suspiro. El suelo estaba cubierto de nieve ya y no parecía que la nevada tuviera intención de parar. Era un maravilloso paisaje invernal, admitió mientras dirigía la mirada hacia la bahía.
En otra época, cuando estaba locamente enamorado, había visto que aquél era el lugar en el que quería pasar el resto de su vida. En esos momentos, se le antojaba más bien una bella prisión.
Al menos, era reconfortante pensar que podía escapar cuando no pudiera soportarlo más. Si conseguía estampar una alegre sonrisa en su rostro cada vez que viera a sus hermanos, al final cederían y lo dejarían volver a casa. Hasta entonces, se quedaría allí tranquilamente y fingiría no haber oído nunca el nombre de Oh SeHun, y mucho menos haberlo amado tanto como para permitir que le rompiera el corazón, era casi cómico que en Seúl tenía que ocultarse de Taehyung y acá de SeHun, ambos canallas que habían jugado con sus sentimientos.
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El servicio de mensajería vocal que atendía las llamadas de los clientes en la empresa de SeHun le retransmitió un mensaje en el que decían que había algunos tablones podridos en el porche de la casa de la señora Kim Sowon, y le rogaban que fuera a echar un vistazo a primera hora de la mañana, si le era posible. El servicio no decía quién había llamado, aunque apostaría a que había sido Xiumin.
Maldita fuera, pensó SeHun mientras sus pensamientos retrocedían inmediatamente seis años, a un verano en el que la casa d la señora Kim había sido como su segundo hogar, incluso más hogar para él que la casa en la que había crecido. La señora Sowon siempre había mostrado un carácter apaciguador, especialmente comparado con los accesos de irritabilidad de su propia madre.
Y, en esa casa había conocido a JunMyeon, con aquellos hermosos ojos claros, su nariz respingona sembrada de un ligero tono carmín y una boca que le había resultado una tentación desde la primera vez que viera como sus labios carnosos se curvaban en una tímida sonrisa.
Cuantos sueños y esperanzas habían compartido aquel verano... Y él había tenido la seguridad de que en unos años habrían encontrado la manera de estar juntos para siempre. Le había hecho un montón de promesas que había tenido intención de cumplir.
Hasta que un día cometió un estúpido error, a las pocas semanas de que JunMyeon regresara a Seúl, que le había cambiado la vida para siempre.
Habría querido echarle la culpa a Luhan por quedarse embarazado, pero lo primero que se había jurado, cuando su padre los había abandonado a su madre y a él, era que sería responsable. Se había jurado que nunca abandonaría a su propio hijo, aunque no estuviera enamorado de la persona que lo trajera al mundo. Y había encontrado la manera de que funcionara. En su cabeza, si no en su corazón, había aceptado que él era tan responsable por haberlo concebido como Luhan.
Y había tratado de hacer lo correcto. Dios sabía que lo había intentado. Pero Luhan se había sentido atrapado y furioso con la situación desde el principio. No parecía capaz de suavizar su amargura como él. Nada de lo que hiciera lo compensaba por haber tenido que olvidar su sueño de mudarse a un lugar más emocionante que la tranquila zona rural en la que los dos habían crecido.
Durante cuatro años, SeHun había luchado por mantener unida a la familia, por retener a Luhan y a su hijo, pero en la actualidad, Luhan y Mark vivían en Daejeon y él apenas veía al niño, salvo durante las visitas de fin de semana o en vacaciones, y las agridulces semanas cada verano. Al final, las cosas habían terminado saliendo tal como él había prometido que no ocurriría, separado de su hijo. Si lo hubiera sabido desde el principio, habría hecho las cosas de otra forma. Tal vez JunMyeon y el habrían encontrado la manera de superar el estúpido error que había cometido y los dos podrían haber dado a su hijo la clase de familia que, con toda seguridad, no estaba teniendo.
Pero SeHun no había reunido nunca el valor necesario para enfrentarse a JunMyeon. Sabía que él no comprendería el hecho de que SeHun pudiera afirmar que lo amaba cuando, nada más al irse, se había acostado con otro. Dios, SeHun tampoco entendía por qué lo había hecho, sólo sabía que era joven y estúpido, y estaba deseoso de vivir la vida. A los veinte años, su vida estaba regida más por sus hormonas que por su cerebro. Había tratado de explicárselo así a la abuela de JunMyeon, aunque Kim Sowon no le había hecho reproches, la decepción que había visto en sus ojos lo había hecho sentir aún más avergonzado. No podía soportar la idea de ver la misma decepción en los ojos de JunMyeon, por eso había guardado silencio, a la espera de que otro le rompiera el corazón al darle la noticia.
A lo largo del último año, había visto mucho movimiento en Daegu. Sabía que, uno a uno, los hermanos de JunMyeon había ido a la casa de la abuela, se habían enamorado y se habían casado. Todos vivían en la zona, pero no había vuelto a ver nunca a JunMyeon.
Con una sensación rara y bastante incómoda, había aceptado hacer algunos trabajos para Xiumin y su nuevo marido, Kim Dongdae, pero el tema de JunMyeon nunca había salido, y él había terminado por convencerse de que Xiumin no sabía nada de lo ocurrido. Con lo unidos que estaban todos, había pensado que todos lo odiarían en nombre de su hermano. Había sido un alivio, de alguna manera, comprobar que JunMyeon no había dicho nada, pero a la vez le había resultado preocupante que no hubiera acudido a sus queridos hermanos en aquellos duros momentos. Seguía sintiéndose culpable por todo aquello que había ocurrido.
Incluso después de su tranquilizador encuentro con Xiumin unas semanas atrás, no hizo caso del mensaje de esa mañana. Se dijo que estaba desbordado de trabajo. Pero por la tarde no tenía más excusas. De camino a casa, y sobreponiéndose a la recalcitrante comezón interna, se dirigió hacía la casa que quedaba cerca a la entrada de un pequeño bosque para evaluar la situación y decidir qué reparaciones eran necesarias.
La nieve colgaba de las copas de los árboles y había varios centímetros en los escalones de la entrada. Aunque no había rastro de huellas en la nieve, una espiral de humo salía por la chimenea, se veía luz en el salón y también en la cocina.
Sentado dentro del coche, SeHun se debatía entre acercarse o no. No estaba seguro de poder enfrentarse a ninguno de los hermanos Kim, no en la casa de la abuela Kim. Si había hecho el trabajo que le había pedido Xiumin era porque se trataba de la casa de Chen. Sabía que en el momento que atravesara la puerta de entrada, se reabriría la herida que él mismo se había causado que durante todos estos años no se había curado, por el contrario, parecía haberse abierto de una manera tan profunda que en ocasiones le costaba reponerse y respirar.
—No seas idiota —murmuró por fin. Sólo era un trabajo. Tal vez, le habrían alquilado la casa a alguien. No había nada que temer. Se reprendió por su cobardía mientras se acercaba hasta el porche y llamó a la puerta.
Cuando ésta se abrió, no estaba seguro de quién de los dos se quedé más atónito, si él o el chico de rostro pálido que lo miraba con ojos atormentados y muy tristes.
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cualquier errror me dicen pls, mi word no arregla mucho y en ocasiones se me pasa el verbo femenino
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