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Cuarenta y dos

SeHun se despertó de golpe el sábado al amanecer cuando Mark empezó a dar botes en su cama, con el rostro iluminado por la excitación.

—¿Sabes qué?, ¡papá SeHun! —Mark sacudió a su padre—. ¿Estás despierto?

—¿Como no voy a estarlo cuando usan mi cama como trampolín? — masculló SeHun adormilado—. ¿Qué pasa, cariño? ¿No podías dormir?

Mark lo miró con disgusto.

—Sí he dormido, pero cuando se ha hecho de día me levantado. —explicó con exagerada paciencia—. Vamos, papá. Aún no lo has adivinado.

SeHun estaba casi seguro de que lo sabía, a juzgar por la manera en que brillaban los ojos de su hijo, pero fingió pensar seriamente.

—Ya lo sé. —dijo SeHun por fin—. El ratoncito Pérez te ha dejado un millón de dólares debajo de la almohada.

Mark se echó a reír.

—No. —Mark abrió la boca desmesuradamente—. Mira. Tengo todos los dientes. Pero éste se me va a caer. —movió con un dedo uno de los frontales—. ¿Me traerá un millón de dólares?

—No creo, hijo. —admitió SeHun con una sonrisa—. Pues si no es eso, ¿qué puede ser?

—¡Ha nevado! —dijo Mark, con visible entusiasmo—. Y no sólo un poquito. ¡Un montón! ¿Podemos salir?

SeHun miró el reloj. No eran ni las seis y media.

—¿Qué te parece si desayunamos primero? —animo SeHun—. Con suerte se habrá hecho de día para cuando termines.

—Pero quiero construir un fuerte de nieve. —se quejó Mark.

—¿Y no crees que tendrás tiempo de sobra si empezamos, digamos, a las siete y media? —pregunto SeHun persuadiendo a su hijo.

—Pero queda una hora. —protestó Mark.

—Confía en mí, el tiempo pasa volando. Además, se tarda mucho en hacer tortitas y comérselas. —oferto SeHun pellizcando la nariz de su hijo.

La mención de las tortitas borró de la carita de Mark lo que prometía ser un puchero.

—¿Grandes o pequeñas? —cuestiono Mark haciéndose de rogar.

—¿Eso importa? —pregunto SeHun con una sonrisa.

—A mí me gustan pequeñas. —informó Mark.

—¿Por alguna razón especial?

—Claro. Porque así puedo comerme más. —admitió cubriéndose la boca con una manita como si fuera una gran travesura.

Y SeHun miró hacia el cielo riendo a carcajadas.

—En ese caso, será mejor que vayas a la cocina y compruebes si tenemos suficiente harina para hacerlas. —ordeno SeHun a su hijo—. El paquete está en el armario, y saca también un recipiente grande para mezclar, pero no empieces, repito, no empieces hasta que yo llegue.

—Pero yo puedo echar la harina en el recipiente. —dijo Mark.

Y en la mesa y el suelo también, imaginó SeHun.

—Espérame. —repitió SeHun con firmeza—. Diez minutos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. —convino Mark mientras salía de la habitación corriendo.

SeHun sonrió. Cuánta energía tenía tan temprano. Rodó sobre la cama para alcanzar el teléfono y llamó a JunMyeon. Éste contestó con voz adormilada.

—¿Sabes que ha nevado esta noche? —anuncio SeHun completamente emocionado.

—¿Es una de esas llamadas de broma? —gruñó JunMyeon—. Voy a colgar.

—Pues lo sentirás. —dijo SeHun algo dolido por la indiferencia de JunMyeon—. Y no, no es una llamada de broma. Significa cambio de planes por la nieve.

—¿Qué vamos a cambiar? —cuestiono JunMyeon jadeando con impaciencia.

—Habrá que ponerse en marcha mucho antes, porque los niños pequeños están ansiosos por salir a la calle. —explico SeHun haciendo referencia a su hijo.

JunMyeon se rió.

—¿Y los niños grandes? —pregunto JunMyeon ya adaptado al despertar.

—A mí me vendría bien otra hora de sueño, pero no soy el que manda aquí. En marcha, conejito. —animo SeHun con suplica—. Nos encontraremos en tu casa favorita a las ocho y media, a menos que quieras unirte a nosotros aquí para desayunar tortitas.

JunMyeon guardó silencio tanto tiempo que SeHun supo que realmente estaba debatiéndose entre qué hacer, pero al final suspiró.

—Nos ceñiremos al plan. —dijo JunMyeon con un indiscutible deje de pena en la voz—. Nos encontraremos en la casa a las ocho y media. ¿Vamos a hacer muñecos de nieve o a deslizarnos en trineo?

—Vamos a construir un fuerte de nieve. —accedió SeHun sin perder la alegría de compartir tiempo con JunMyeon y su hijo—. Y para que lo sepas, lleva tiempo construir uno cuando Construcciones OH se encarga de levantarlo. Ponte algo de abrigo.

—Estás hablando con un chico de Seúl. —se jacto JunMyeon—. Allí sabemos vestimos para la nieve. Hasta luego.

SeHun estaba sonriendo cuando colgó, pero un vistazo al reloj le indicó que tenía que darse prisa. Mark no esperaría toda la vida para comer esas tortitas. O dejaría la cocina hecha un desastre tratando de prepararlas él sólo o saldría por la puerta para jugar con la nieve hasta que SeHun hiciera las tortitas. Mark solía obedecer las órdenes directas, a menos que chocaran de frente con su exuberante personalidad.

Cuando SeHun llegó a la cocina, encontró a Mark en una silla y el paquete de harina boca abajo sobre el recipiente. Había echado harina suficiente para un batallón.

—¡Para un poco, hijo! No nos volvamos locos. —dijo SeHun quitándole el paquete de harina, que devolvió a su sitio—. ¿Por qué no vas poniendo la mesa? ¿Te acuerdas de cómo se hace?

—Sí, pero ¿por qué hay que poner una mesa bonita cuando sólo estamos los dos? —reprocho Mark.

—Poner cubiertos y servilletas no es poner una mesa bonita. Saber dónde va cada cosa te servirá para impresionar a la persona que te gusta algún día. —enseño SeHun con una sonrisa.

Mark lo miró sin comprender.

—¿Por qué lo haría? —cuestiono Mark sin entender.

—Es una de las reglas de la vida, hijo. A las personas les gusta que se hagan las cosas de cierta manera. —respondió SeHun—. Una vez que aprendemos eso, la vida nos resulta mucho más fácil.

Mark sacudió la cabeza con expresión aún perpleja.

—Papá, eres raro. —murmuro al fin Mark.

—Puede, pero tú me quieres, ¿verdad? —preguntó SeHun, levantando al niño en brazos y dejándolo boca abajo hasta que empezó a chillar.

—Te quiero. Te quiero. —dijo Mark, retorciéndose hasta que SeHun lo dejó de nuevo en el suelo.

—Pues pon la mesa. —ordeno SeHun.

Mark hizo lo que su padre le decía, pero incluso después de que le sirviera las primeras tortitas, no dejó de balancearse en la silla, ansioso por terminar y salir.

—¿Hasta dónde crees que me cubrirá? —preguntó Mark.

—Si hubiera luz suficiente en la calle, podría decírtelo. —respondió SeHun poniéndose a cocinar.

—Es casi de día. —protestó Mark.

—¿Cómo lo sabes? —cuestiono SeHun mirándolo de reojo.

—Por ahí, por donde me has dicho que mire, se ve un poquito de luz al fondo. —señalo Mark con orgullo—. Y dentro de poco, se pondrá rojo y entonces, pum, saldrá el sol.

SeHun sonrió ampliamente.

—Veo que te sabes de muy bien la lección de la salida del sol. —alago SeHun a su hijo.

—Porque tú me lo has enseñado. —Mark adoptó de pronto una expresión solemne—. Siempre me enseñas cosas importantes. papa Luhan me enseña a deletrear y me enseña palabras y eso, pero las cosas que tú me cuentas son mejores.

SeHun sabía que ésa era la manera que tenía Mark de sacar un tema que ya había salido en el pasado. Quería pasar más tiempo con su padre y no entendía por qué no era así. SeHun se negaba a entrar en una discusión sobre los méritos de Luhan y los suyos. Ni tampoco quería volver a explicarle que el tiempo que podían pasar juntos había sido determinado por un juez.

Miró a su hijo directamente a los ojos.

—Deletrear y aprender palabras es importante, hijo. No lo olvides. —murmuro SeHun con voz apagada.

—También es importante saber clavar un clavo con un martillo y por dónde sale el sol. —respondió Mark.

—Y cómo poner la mesa- —añadió SeHun bromeando deseando que así su hijo cambie de tema—. No se te olvide.

Mark miró hacia el techo en serial de resignación y bajó de la silla.

—¿Podemos salir ya? —cuestiono con impaciencia.

—Pero si no me comido mis tortitas ni me he bebido mi café. —protestó SeHun, pero terminó por ceder—. Abrígate para salir, pero quédate junto a la casa. Yo saldré dentro de un ratito y buscaremos un lugar para construir ese fuerte.

—¿Por qué no podemos construirlo aquí? —reprocho nuevamente Mark.

—Porque conozco un lugar mejor. —anuncio SeHun con una sonrisa recordando a JunMyeon.

—Pero habrá que esperar mucho para ir, seguro. —se quejó Mark haciendo un mojín.

—No. —le aseguró SeHun—. No habrá que esperar mucho, mucho.

Lo justo para introducir en su organismo la suficiente cantidad de cafeína para poder aguantar el ritmo de su hijo. 

*********

Ya se viene el encuentro de mark y junmyeon ahhh

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