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Cuarenta y Cinco

No eran ni las siete de la mañana cuando sonó el celular. Tan seguro estaba JunMyeon de que sería SeHun que de sus labios brotó una sonrisa cuando respondió. Al oír la voz de Mark, su sonrisa se hizo aún más amplia.

—Vaya, buenos días. —dijo JunMyeon, alegre a pesar de lo temprano de la hora—. ¿Cómo estás hoy?

—Estoy muy bien. —dijo el niño con voz llena de entusiasmo—. Quería llamarte antes, pero papá dijo que era demasiado pronto y que teníamos que esperar, por lo menos, a las siete para no despertarte. ¿Te hemos despertado?

JunMyeon se echó a reír.

—No. Ya estaba despierto. —respondió JunMyeon tallándose la cara.

—¿Lo ves, papá? Ya te dije que no era demasiado pronto. —gritó Mark a su padre con gesto triunfante.

JunMyeon no pudo oír el murmullo de respuesta de SeHun, pero una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al imaginar lo que le estaría diciendo al niño.

Prácticamente estaba viendo el gesto de tolerante regocijo en su rostro.

—Papá dice que te pregunte si quieres desayunar gofres con nosotros. — dijo Mark—. No podemos hacerlos aquí porque necesitamos no sé qué cosa de hierro.

JunMyeon se rió nuevamente.

—¿Los gofres son tu desayuno favorito? —cuestiono JunMyeon al notar la emoción del niño.

—Son los más ricos. —confirmó Mark—. Incluso más que los panecillos, porque puedes rellenar todos esos cuadritos con jarabe. ¿Vas a venir? Papá dice que podemos pasar a buscarte.

—¿A qué hora? —pregunto JunMyeon.

El niño transmitió la pregunta a su padre y después contestó:

—Dice que dentro de veinte minutos. ¿Te da tiempo? —susurro Mark preocupado.

—Tiempo de sobra. —prometió JunMyeon.

—¿Con el abrigo puesto y todo? —preguntó Mark con preocupación—. Me muero de hambre.

—Hasta me dará tiempo a esperaros fuera. —le aseguró JunMyeon—. No podemos dejar que te mueras de hambre.

—Bien. Adiós —y colgó.

JunMyeon se quedó mirando el techo con una sonrisa en los labios y, finalmente, JunMyeon también dejo el celular, tras lo cual salió corriendo a balarse y luego a ponerse un poco de maquillaje antes de que llegaran. Estaba fuera, en el camino de entrada, cuando SeHun apareció. Lo miró con el ceño fruncido cuando subió a la camioneta.

—¿Por qué estabas esperando fuera? —le riñó SeHun—. Hace un frío que pela y tienes el pelo húmedo. Deberías haber esperado dentro hasta que llegáramos.

JunMyeon le guiñó un ojo a Mark.

—Prometí que no les haría esperar. —respondió JunMyeon con una sonrisa.

SeHun se giró hacia el asiento trasero y miró a su hijo con el ceño fruncido.

—A los donceles no se les hace esperar en la calle con un frío que pela porque a uno le convenga. —lo reprendió.

—¿Vamos a perder el tiempo aquí mientras me hablas de esas cosas para que los chicos estén contentos? —se quejó Mark—. Quedan muchos años para que me tengas que hablar de eso.

SeHun lo miró con resignación.

—¿Pero has captado el mensaje? —advirtió SeHun.

—Sí —dijo Mark de mala gana—. ¿Y ahora podemos irnos, por favor?

—Sí, por favor. —añadió JunMyeon—. Yo también me muero de hambre.

SeHun prorrumpió en una carcajada.

—Algo me dice que este desayuno me va a costar una fortuna. — bromeo.

—Yo pagaré mi parte. —dijo Mark—. Tengo dinero.

—¿Y la mía? —replicó SeHun—. ¿Puedes pagarme mi desayuno también?

Mark se metió la mano en el bolsillo y saco un puñado de billetes y monedas. Acercó la mano a JunMyeon.

—¿Hay suficiente? —le pregunto mostrándole todo su dinero.

JunMyeon contó el dinero con toda solemnidad y al final sacudió la cabeza delante de los cuatro dólares y sesenta y siete centavos.

—Me parece que no. —dijo JunMyeon con una sonrisa—. Pero no te preocupes. Yo pondré el resto.

—pero tú hoy no pagas. —respondió al punto—.¿Verdad, papá?

—Verdad. —confirmó SeHun—. eres nuestro invitado.

—No pasa nada porque los invitados paguen algunas veces. —corrigió JunMyeon—. Pero siempre es agradable que los chicos se ofrezcan a invitar.

Mark lo miró con absoluta confusión.

—¿Y cómo se sabe cuándo invitar? —cuestiono apegándose más al asiento de JunMyeon.

JunMyeon se rió al ver la expresión de perplejidad del niño.

—Tesoro, aun te quedan diez años para preocuparte por eso. —susurro acariciándole la mejilla.

—No creo que vaya a necesitarlo nunca. —dijo Mark—. Seguro que es más fácil quedarse lejos de los donceles y las chicas.

—Puede que más fácil. —dijo su padre—. Pero no es ni la mitad de divertido. Ya lo verás.

—Lo dudo. —dijo Mark con total escepticismo mientras SeHun aparcaba delante del café del pueblo.

Al entrar por la puerta, un montón de curiosos se quedó mirándolos. La gente hablaba con SeHun y sonreía a Mark, pero titubeaban un poco al ver a JunMyeon. Se sintió tremendamente aliviado cuando se sentaron, por fin, en un banco al fondo del local. A JunMyeon no se le había ocurrido pensar en lo raro que sería para todos verlos juntos. Naturalmente, la mayoría de la gente conocía a Luhan. Era posible que algunas personas recordaran vagamente a JunMyeon ya que había crecido ahí, pero después de siete años era evidente que no reconocerían al jovencito que se había pasado todo un verano entrando en ese café con SeHun.

Por lo menos el televisor sobaba en le local y eso a JunMyeon a distraerse un poco de la incomodad, aunque talvez hubiera preferido quedarse con la incomodidad ya que en la televisión empezaron a anunciar el regreso de BTS a corea luego de terminar la gira mundial y la participación en los billboard pasaron también fragmentos del video que el grupo grabo para sus fans anunciando su regreso y trato de no enfocarse en la parte de Taehyung que se mostraba más entusiasta con esa típica sonrisa cuadrada que lo caracterizaba.

JunMyeon soltó un bufido y estaba seguro de que su fandom tampoco estaba muy feliz con él luego de su acercamiento a esa cantante estadounidense.

Felizmente SeHun estaba ayudando a su hijo a sentarse y no pareció prestar atención a las acciones de JunMyeon. Al menos hasta que llegó la camarera. La mujer llevaba años trabajando allí y al ver a JunMyeon sonrió ampliamente.

—Kim JunMyeon, dichosos los ojos. —exclamo emocionada—. Hacía mucho tiempo, pequeño. Veo a tus hermanos por aquí últimamente, pero tú no te has dejado ver. Oí que viniste por aquí una vez, pero no te vi. Me alegro de que hayas vuelto por fin, aunque veo que tu gusto en cuestión de hombres no ha mejorado con los años. —miro a SeHun con una enorme sonrisa...

JunMyeon se rió.

—Hola, Nayeon. He venido a pasar una temporada a Daegu, acabo de llegar.

La camarera lo miró decepcionada.

—Entonces ¿no te vas a quedar?

—Aún no lo he decidido. —dijo JunMyeon, haciendo caso omiso de la expresión atónita de SeHun.

Cuando la mujer se fue, SeHun se quedó mirando a JunMyeon.

—¿Qué has querido decir? Creía que ya habías decidido que te quedarías por aquí. —susurro SeHun dolido por lo que acaba de oír.

JunMyeon aprovechó su evidente consternación para colar un nuevo intento referente a la casa.

—Tal vez si tuviera la casa perfecta...

SeHun negó con la cabeza y lo interrumpió.

—No me vengas con esas JunMyeon. —lo reprendió SeHun—. No me hagas responsable de si te quedas o te vas.

JunMyeon se limitó a mirarlo fijamente mientras sus palabras calaban en él. Aunque SeHun las había pronunciado con tono jovial, JunMyeon dudaba mucho que se hubiera dado cuenta de lo reveladoras que eran. Era una advertencia, de hecho, que JunMyeon no debería pasar por alto. Si se quedaba, tendría que ser porque él lo deseara, no por lo que pudiera o no pasar con SeHun. La cálida magia de haber estado con SeHun y con Mark los dos últimos días casi le había hecho olvidarlo. Su estado de ánimo, tan positivo al salir de casa hacía un rato, cayó en picado.

No hizo caso a los gofres cuando llegaron. Aunque SeHun lo observaba con preocupación, apenas consiguió tragar un par de bocados. Hasta Mark pareció darse cuenta de que algo no iba bien. Guardó silencio mientras daba cuenta de su desayuno lo cual hizo en un tiempo récord.

—¿Puedo salir fuera papá? —rogó Mark a su padre.

Sin darle tiempo a contestar, JunMyeon dijo:

—Si tu papá no ha terminado, yo saldré contigo. —se ofreció calmadamente.

—Mark puede salir solo. —respondió SeHun—. Tú y yo deberíamos hablar.

—Éste no es el momento ni el lugar SeHun. —dijo JunMyeon con firmeza mientras se levantaba del banco y se ponía la chaqueta.

—Pero no has desayunado nada. Has dicho que te encantaban los gofres y que tenías tanta hambre como yo. —dijo Mark—. ¿Estás enfermo?

—No. —le aseguró JunMyeon. Al menos no la clase de enfermedad a la que el niño se refería, y alargó la mano—. Podemos salir al parque y hacer un muñeco de nieve, ¿qué me dices, Mark?

La preocupación del niño por la salud de JunMyeon se desvaneció al instante.

—SIII . ¿Podemos, papá? —chilló Mark a su padre.

SeHun parecía estar a punto de discutir, pero finalmente cedió.

—Yo saldré dentro de un momento. —dijo con voz tensa.

De camino al parque, JunMyeon agradeció de veras la inagotable charla del niño, aunque tuvo que obligarse a concentrarse en la tarea de construir el muñeco. La temperatura había subido y con el sol, la nieve se estaba derritiendo con rapidez. El pobre muñeco de nieve no estaba lo gordito que debería. Parecía tan desinflado y triste como JunMyeon mismo se sentía. Ni siquiera el palo curvado que Mark utilizó como boca consiguió levantarle el ánimo. La sonrisa parecía forzada.

¿Cómo podían haberse torcido las cosas de aquella manera en menos de veinticuatro horas?

El día anterior se sentía pletórico de alegría y esperanza. Y en ese momento, la realidad se había abierto camino, y todo por unas descuidadas palabras que SeHun había dicho, probablemente sin pensar.

Mientras Mark correteaba por el parque buscando más palos con los que hacer los brazos y algo que sirviera de ojos y nariz, JunMyeon se sentó en un banco cercano sin perderlo de vista. Dejó escapar un suspiro cuando SeHun se sentó a su lado con expresión preocupada.

—¿Te importa decirme qué te ha pasado ahí dentro? —preguntó SeHun sin alterarse—. Al llegar, todo iba bien y, de pronto, me estabas mirando como si me hubieras pillado pateando a tu perro.

JunMyeon podría haber mentido y fingido que no había ocurrido nada, pero SeHun no se lo tragaría, especialmente después de la manera en que lo había dejado plantado. Tendría que admitir la verdad.

—Dijiste algo que me recordó que todo esto es temporal. —admitió JunMyeon con tristeza.

SeHun lo miró sin comprender.

—Fuiste tú quien mencionó que estabas aquí de paso, no yo. ¿Qué es eso que dije? —cuestiono SeHun.

—Que tú no podías ser el responsable de mi decisión de irme o quedarme. —lo miró y vio la mirada atónita de SeHun—. Y tenías razón. Es algo que me corresponde a mí. Todo esto... —JunMyeon hizo un gesto amplio con el brazo para incluirlo a SeHun y a Mark—no me pertenece.

—Estaba bromeando con lo de la casa. —dijo SeHun contrito—. Pensé que lo sabías.

—Sé que eso era lo que pretendías. —convino JunMyeon—. Pero en el comentario subyacía una verdad que no puedo pasar por alto.

—«Una verdad subyacente» —dijo SeHun como si fuera un concepto extraño—. Sólo digo lo que pienso, JunMyeon. No existe ninguna verdad subyacente ni ningún significado oculto. A no ser que uses esto solo como escusa ya que el verdadero motivo es Kim Taehyung.

JunMyeon lo miró con expresión mordaz.

—No creo que quieras entrar en ese tema SeHun, Taehyung no tiene nada que ver en este asunto. —respondió mordazmente.

—Está bien no lo meto, pero, aunque no lo haya parecido si note la reacción que tuviste. —SeHun ahogo un suspiro dolido de pensar en que JunMyeon siga amando a Taehyung—. Sin embargo, JunMyeon lo único que quería decir es que puedes confiar en mis palabras JunMyeon. No tengo segundas intenciones.

JunMyeon lo miró con tristeza.

—Solía creerlo. Pero ahora sé que tengo que escuchar lo que no dices tanto como lo que dices. —acoto JunMyeon.

—¿Y has sacado todo esto a partir de un estúpido comentario que he hecho en broma? —preguntó SeHun exasperado.

—Sí. —admitió JunMyeon.

—Bien, pues escucha esto JunMyeon. —dijo SeHun acaloradamente ya, y tomándolo por los hombros lo acercó a sí y reclamó su boca con una ferocidad que dejó a JunMyeon sin aliento en los pulmones.

Tras lo que pareció una eternidad, el beso terminó con un suspiro. De SeHun, de JunMyeon. Y SeHun lo miró directamente a los ojos.

—¿Has escuchado bien lo que te acabo de decir? —cuestiono SeHun agitado por el beso.

Conmocionado JunMyeon, asintió. No había necesitado palabras para captar aquel significado en particular.

—¿Qué? Dímelo para estar seguro de que, al menos en eso, estamos los dos de acuerdo. —suplico SeHun.

—Que me deseas. —murmuro JunMyeon.

SeHun se pasó la mano por el pelo con desesperación.

—¿Y eso es todo? —pregunto evidentemente frustrado—. ¿Sólo has sentido el deseo?

JunMyeon asintió.

—¿Y el amor no? —cuestiono SeHun indignado.

JunMyeon deseaba de todo corazón creer en el amor, pero no podía permitírselo.

—No. —susurró JunMyeon—. Eso no.

SeHun lo miró con total abatimiento.

—Entonces, cariño, creo que deberías considerar la posibilidad de que estés sordo como una tapia, si sólo puedes oír aquello que nos separa en vez de lo único que podría unirnos. —murmuro SeHun con dolor en sus palabras.

Y diciendo esto, se levantó y llamó a Mark, a continuación, volvió a mirarlo con abatimiento.

—Te llevaré a casa. Necesitas tiempo para pensar. —comento con seriedad.

JunMyeon asintió.

—Probablemente sea lo mejor. —dijo JunMyeon, aunque la idea de estar en casa a solas con sus pensamientos era lo último que quería.

Cuando Mark se acercó, los miró con preocupación.

—¿Estabais peleando?

JunMyeon estampó en el rostro una sonrisa forzada.

—No. —mintió JunMyeon.

—Sí. —dijo SeHun, revolviéndole el cabello acto seguido—. Pero lo arreglaremos. Te lo prometo.

—Eso espero. —dijo Mark sin dejar de mirar a JunMyeon—. Porque quiero que estés con nosotros la próxima vez que venga.

—Si estoy aquí, te lo prometo. —dijo JunMyeon.

Pero JunMyeon sabía qué si aún le quedaba un gramo de sentido común, se aseguraría de irse mucho antes. 

***************

Llegamos al drama no sé si les guste el cap 

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