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Sophia
Ahora mismo me siento extremadamente frustrada.
No suelto una maldición muy poco común en mí, porque mi hijo me mira con atención por el desastre que acabo de hacer. No sé si reír o llorar por el hecho de que Alik no haya cometido un solo error y de que tengo menos habilidad que un oso con guantes, una vergüenza para mi carrera como cirujana.
Hoy es domingo, ha sido un fin de semana bastante tranquilo y relajante. Pero precisamente hoy, decidimos ponernos en función de algo de extrema importancia... el disfraz del desfile para el martes.
El punto importante del disfraz es que sea confeccionado por padre e hijo, en este caso nosotros dos. Al principio, pensé que no iba a ser tan complicado, siguiendo instrucciones básicas de vídeos tutoriales. Todo iba bien, hasta que Alik quiso añadirle algunos detalles "extras" a nuestros trajes. Resulta que él se iba a convertir en Capitán América y yo en Iron Man. No comprendí muy bien su lógica para darme ese personaje, pero se le veía tan emocionado que no quise llevarle la contraria.
Sorpresivamente, mi hijo tiene muchas más habilidades artísticas de lo que tiene su madre, por eso fui yo la que terminó haciendo un desastre ahora mismo, razón de que mi hijo prácticamente se esté burlando de su madre.
Formo un puchero exagerado, mientras veo la máscara de Iron Man con el verde manchando gran parte de la cara. Alik quería que fuera que el traje fuera único y decidió añadir flores en la máscara, pero pintar no es mi fuerte, así que ahora, una enorme mancha adorna todo mi "duro" trabajo.
Miro la expresión divertida de mi hijo y pongo mi expresión más "dura"—No puedo creer que te burles de tu mamá.
Me encanta ver la expresión alegre y divertida de mi hijo, sus ojos castaños se iluminan al igual que sus mejillas adquieren un color más rosado—Es muy gracioso mami.
Entrecierro mis ojos haciéndome la ofendida, luchando contra mi sonrisa, porque en verdad la situación es divertida—No me hace gracia—refunfuño sentándome de piernas cruzadas, mientras le doy la espalda.
Su cuarto ahora mismo es un desastre que tardaríamos mucho en limpiar, porque, aunque haya colocado una sábana, hay manchas de pintura en el piso de madera. Los trajes ya estaban completados, solo ese detalle extra era lo que faltaba. Había cartones y pedazos de tela esparcidos por todas partes al igual que la pintura. Ni que decir de nosotros. Ambos vestíamos ropa cómoda y de color beich, me había recogido el pelo en un moño desordenado sobre la cabeza, pero eso no evitó que también se llenara de pintura.
Escucho su risa mientras se acerca a mí, de un segundo para otro lo tengo colgado en mi espalda riéndose con fuertes carcajadas—No te enfades mami.
Mi sonrisa no puedo aguantarla durante mucho tiempo cuando me volteo a verlo—Oh no, mami está muy molesta.
Me volteo por completo y los sostengo de la cintura para tirarlo de espaldas. Nuestras risas llenan la habitación cuando comienzo a hacerle cosquillas. Sus pequeñas manitas tocaban mi cara en un intento por detenerme, yo en cambio, también la hago cosquillas con mi boca en su cuello. No fueron muchos minutos después que ambos caímos agotados, pero con una enorme sonrisa en nuestros labios.
Sin importar el desastre que estamos hechos, mi hijo se acerca a mí y me envuelve todo lo que le dan sus bracitos. Yo disfruto del abrazo cerrando mis ojos, solo agradeciendo el hecho de tener a mi pequeño conmigo.
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Quisiera decir que mientras más vengo a ver a Athenas, más relajada me siento.
Pero no...
Aun siento el peso sobre mis hombros, en cambio, reconozco que ya no se siente tan pesado.
—¿Cómo estás hoy Sophia?
Un suave gesto nace en mis labios—Cansada, ayer fue un día muy agitado.
Ella aumenta su gesto a la vez que se cruza de piernas—¿Sí? Dime, quiero saber más.
Me relajo inmediatamente cuando vienen a mí los recuerdos del desfile de ayer. A pesar del desastre que hice, pude salvarlo... de alguna forma. Fue muy divertido debo de admitir, aunque el 95 por ciento de los padres pasó el ridículo-incluida yo-ninguno de ellos se detuvo a pensar en la vergüenza, cada uno de nosotros estaba centrado en la felicidad de los pequeños.
De lejos, nuestro traje fue el mejor del desfile, pero resalto que mi premio fue otro. Compartir un momento único con mi hijo, y luego, durante la celebración, mientras veía a Alik jugar con sus compañeros, la culpa se asentó en mi pecho. Por haber dejado pasar tanto tiempo en vivir esta ocasión tan especial.
Esa culpa se reflejó en mis palabras cuando hablaba con Athena, ella lo notó, o simplemente fui yo la que lo dejó salir todo. Se me estaba siendo tan fácil cortar las cadenas de las palabras que me ahogaban. El camino es complicado, está plegado de espinas, de dolor, de agujeros que amenazan con devorarme, con romperme el alma.
Pero dije que no...
Aunque cayera un centenar de veces, miles más, no voy a derrumbarme.
Voy a romper el maldito cristal.
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Tres meses fue lo que pasaron y ya nos encontramos en las vacaciones. Mientras veo la carretera frente a mis ojos, una suave sonrisa nace en mis labios al sentir mi cuerpo mucho más relajado que en otras ocasiones, en especial, cuando un pensamiento llega a mi mente.
Las rutinas han sido parte de mis pesadillas, como un puñal que solo me hacía sangrar, pensé que sería incapaz nuevamente de soportar eso. Al parecer cometí un error, no era el hecho de la costumbre, es que en mi interior comprendía su significado, la dulce infelicidad en la que estaba sumida.
Y es gracioso decirlo ahora, que cada día también se había convertido en una rutina, pero que no odio para nada. Quitando los sentimientos negativos del pasado, mi día a día seguía siendo el mismo, con la diferencia, de que Alik y yo hemos compartidos más momentos fuera de casa. Cumplí mi deseo de llevarlo a la plaza en la que estuve ese día, aunque me abstuve de llevarlo a la tienda y no comprendo la razón.
Participé en más actividades escolares, las cuales-para mi buena suerte-no incluían ningun tipo de manualidad. No he dejado de hablar con Athena, religiosamente, cada miércoles voy hasta la clínica.
Ni siquiera se me ha pasado la oportunidad de dudar en sí ir o no, la esperanza siempre está ahí, de cada miércoles poder sentirme más libre.
—Mamá, ¿Nos falta mucho? —veo a mi hijo por el espejo retrovisor y niego con una sonrisa.
—Falta poco cariño.
Él asiente con una sonrisa y vuelve a centrar su atención en su muñeco. Se ha mantenido tranquilo por suerte, durante estas tres horas de viaje en carro. Aunque he intentado jugar algunos juegos con él, entiendo que un viaje así debe ser pesado.
Hace solo una semana que la escuela terminó y mi hijo entró en vacaciones. En el pasado, hubiera pedido vacaciones para pasarlas junto con él, pero ahora me es un poco imposible. Aunque no estoy en números rojos y los gastos no son exagerados, estos, me obligan a no descansar a no ser de ser extremadamente necesario. Pero mi padre llegó con una excelente noticia. Me comentó que sería buena idea que Alik pasara un tiempo con él.
No dudé mucho en tomar la decisión, estaba más que consciente de lo mucho que iba a ayudar a mi hijo relacionarse con la naturaleza. En especial, cuando mi padre tiene una finca enorme en donde cría animales. No sería un cambio tan drástico para Alik, en ocasiones hemos ido a donde vive mi padre a pasar dos o tres días, esta es la primera vez que es más de una semana, y sin mí.
Se me va a ser difícil, muy complicado tenerlo fuera de mi vista, pero quiero que Alik respire lejos de la ciudad por un tiempo, que se distraiga, y sé que eso va ayudar.
Como le había mencionado a mi hijo, no tardamos mucho en llegar a Porirua, es una ciudad que se encuentra al norte de Wellington, una de las más grandes en población. Notable por ser la ciudad con porcentaje más alto de hablantes de maori del país.
Yo y mi familia siempre hemos vivido más al norte de la ciudad, en una vecindad vinícola, en donde nací yo. No demoramos mucho cuando llegamos al viñedo de la familia Thompson. Mi padre ha continuado con la tradición familiar de la confección de vinos, por mi parte, pensé que ese iba a ser mi destino, hasta que llegó Xaver. Él fue la principal persona que me animó a ser cirujana.
Tuve miedo de que un principio mis padres se negaran, pero no pusieron ningun tipo de oposición ante eso, al contrario, se alegraron por mí.
Cuando veo la entrada de mi casa, una sonrisa nace en mis labios. Nos adentramos por el camino de tierra que deja libre la plantación, y la naturaleza a mi alrededor solo hace que mi ánimo suba por los aires, sabiendo que me encuentro en casa. La pendiente se va haciendo más empinada según avanzamos, tal vez esto es una de las cosas que más me gustan de mi hogar, lo elevada que se encuentra.
Reduzco la velocidad cuando un potro se atraviesa en mi camino. Ni siquiera me sorprendo, esto es algo completamente normal. Veo por el espejo retrovisor como mi hijo ve fascinado todo los animales a su alrededor. No es la primera vez que viene, pero sus débiles recuerdos le permiten sorprenderse como si fuera la primera vez.
Me detengo frente al hogar en donde nací y una sensación calidad se asienta en mi pecho. Miro el paisaje que se extiende a mis pies, como si nunca me hubiera alejado de este lugar. Veo el rio bordeando las montañas, como sus aguas pasan por la ciudad, el viñedo que mi padre tanto se esfuerza por cuidar, los animales siendo parte de la zona a donde sea que mire.
Tal vez tardé mucho en notarlo, pero aquí era siempre en donde mi corazón podía sentirse tranquilo.
Este lugar nadie me lo puede robar... y ese es mi verdadero alivio.
—No tardaron mucho.
Me volteo ante la voz ronca que no tardo en reconocer.
La edad y el duro trabajo han pesado sobre los hombros de mi padre a sus 60 años. Con una figura encorvada y cansada, Elyaz Thompson cada día, sigue levantándose temprano para comenzar su labor. Hombros y brazos, anchos tonificados por el trabajo, una ligera panza gracias a la cerveza de todos los viernes y sábados. Ojos verdes, cabello blanco solo a los costados. Facciones enmarcadas por las arrugas en su redondo rostro.
Naïa, mi fallecida madre, era una mujer alta y esbelta que vino de visita a la vecindad, pero no esperó vivir el resto de su vida en estas montañas. En mi niñez, muchos de los lugareños no comprendían como una mujer tan bella como ella terminó casada con él. También tuve esa duda cuando era niña. Ella me miró, con una dulce sonrisa mientras me mantenía sobre su regazo, a la luz de la tarde, mientras veíamos a mi padre trabajar a los lejos.
"Tienes los ojos de tu padre, tan hermosos, tan feroces como la primera vez que los vi. Fue estremecedor la forma en que me miraron, como si el mundo se hubiera reducido solo a su mirada, luego de eso... lo demás dejó de importar"
Podía notar el amor en las palabras de mi madre y en la forma en que mi padre la miraba de vuelta. Muchos lo ven como un viejo resabioso, tosco, es cierto, siempre fue de esa forma. Pero tengo la bendición de recordar detalles que solo podíamos recibir mi madre y yo, era su verdadera forma de mostrar lo mucho que nos amaba.
Me acerco con una sonrisa y sus brazos me rodean con fuerza como cuando era niña—Hola papá.
En su boca se forma una ligera sonrisa, mientras ve como Alik se baja del carro—Hola abuelo.
—¿Cómo estás Te Sapling Iti? —sonrío ante el apodo que mi padre le puso a mi hijo desde que di a luz.
Luego de bajar la maleta de Alik, nos acercamos a la casa. Un sembrado rodea la residencia, distribuido en hileras paralelas entre sí, ascendiendo lo que queda de pendiente. Siendo dividas y contenidas por un muro de piedras, que libera el camino para poder transitar. Los recuerdos permanecen intactos, al mismo tiempo que mi hogar.
Erguida en piedra de dos piso y tejas rojas. Ventanas de cristal de marrón oscuro así también como las puertas. Sobre un espacio de piedra, en donde en el jardín luce una piscina mediana y asientos para relajarse.
Mi padre nació en esta casa, por lo que no es extraño mencionar la antigüedad que posee. Y aún así, luego de su casamiento, mi madre, convirtió esta casa en un paraíso.
—El viaje fue agotador, te preparo algo para comer.
Le doy una sonrisa a mi padre, de reojo veo a Alik correr hacia Mathías, el joven chico que trabaja con mi papá. También un muy buen amigo de mi hijo.
—Lo siento papá, tengo que irme, tengo guardia esta noche y si demoro no llego a tiempo.
Él hace una mueca que reconozco al instante. Cuando le llegué con la noticia de mi deseo de estudiar Medicina, mi madre al momento me apoyó. Mi padre en cambio, hizo esta misma mueca y me dijo:
"Abandonarás muchas horas de sueño, querrás renunciar, estarás agotada física y mentalmente. ¿Estás segura de poder con la presión?"
Puede parecer que estaba en contra, pero él me dijo a todo lo que me iba a enfrentar si tomaba ese camino y no quería que flaqueara. Aunque en esos momentos en que pensé renunciar, el chocolate caliente de mi padre junto con una suave caricia en mi cabeza, me daba el ánimo suficiente para seguir.
Por eso sé, que esa mueca solo significa preocupación. Mi sonrisa aumenta y tomo su mano con un suave apretón.
—Todo está bien papá.
—¿No ha sido difícil para ti?
Sé que no terminó su pregunta...
¿No ha sido difícil luego de la muerte de tu marido?
Es lo que quería decir.
Me pongo a pensar en muchas respuestas para dar, pero por primera vez, la sinceridad sale de mi boca sin siquiera pensarlo.
—No.
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Un día después a la mañana siguiente.
Maldición...
Ni siquiera tengo ánimos parra gemir del dolor de cabeza que tengo.
Ya sé porque no bebo vino, porque no tengo nada de resistencia ante él. Tengo que hacerme un recordatorio a mi misma de no volver a tomar.
La acidez sube por mi garganta, pero por suerte, lo que sea que comí anoche se queda en mi estómago, no quiero vomitarme encima. Lo que me hace cuestionarme en donde estoy. Es claro que mis recuerdos no me dirán nada porque estoy completamente en blanco.
Cuando logro abrir mis ojos despacio me voy incorporando con la misma velocidad, analizando todo lo que hay a mi alrededor.
Una habitación...
Zapatos y ropas por doquier...
Mi reflejo desnuda...
¿Espera que?
Abro mis ojos en demasía cuando miro el espejo frente a la cama.
Estoy... desnuda. Pero lo peor de todo... es quien está a mi lado, a quien noto por primera vez desde que me desperté.
No...
No puede ser...
Al parecer...
Tuve relaciones con Charlie.
Hola hola mis amores.
uuuu, esto se puso candente. Por favor, no me maten por dejar el capítulo hasta aquí, es por vuestra salud mental, y la propia mía.
Pd: si quieren ver el hogar de Sophia pasen por mi Instagram en donde la magia de IA me salvó la vida.
No olviden que los quiero mucho y tendremos más actualizaciones pronto.
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