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Sophia
Ni siquiera puedo guardarme el suspiro pesado que quiere salir desde el fondo de mi pecho, cuando miro la puerta frente a mi, como si esta en algun momento me fuera a devorar. Los segundos pesan sobre mis hombros mientras van pasando. Temo de mi misma, de no ser capaz de enfrentar esto que viene, que en cualquier momento voy a salir huyendo, pero de alguna forma, mis piernas no se mueven.
La manera en la que llegué a esta decisión no fue la mejor ni la más convencional. Ese viaje a la bahía me hizo darme cuenta que quien necesitaba ayuda no era mi hijo, era yo.
Como si verlo a él, fuera un reflejo de lo que tengo que ser yo... alguien fuerte para que Alik pueda sostenerse, no al revés.
Sentí vergüenza como madre y como adulto, pero el golpe de realidad en verdad fue muy bienvenido, cuando regresé a la ciudad emprendí camino al hospital. En donde encontré información acerca de esta clínica que estaba asociada con el hospital.
Y aquí es donde me encuentro ahora, lista para mi primera sección con la psicóloga.
Un relajante olor a madera me recibe cuando abro la puerta, paredes moradas claras, le añaden suavidad a la habitación. Muebles grises, tanto el escritorio como el sofá combinaban de forma elegante.
—Buenos días, tú debes ser Sophia Bell—alzo la vista y unos ojos cafés claros me reciben.
—Hola—solo digo eso, cuando ella con una suave sonrisa me invita a sentarme.
—Mi nombre es Athena Bennet.
Mis ojos sin poder evitarlo, se pasean por la mujer cuando el silencio se hace presente entre las dos. No parece mucho mayor que yo, su cabello dorado la hace parecer mucho más jovial y juvenil de lo que aparenta. Vestida en traje de pantalón de dos piezas, de color rosa fucsia y gris, combina la moda con elegancia.
Sé que su suave mirada no deja de analizar cada mínimo movimiento que hago, y no sé cómo sentirme con respecto a eso. Juego con mis dedos y unas ganas incontrolables nacen en mí. Como si me hubiera convertido en esas olas de la bahía que chocaban contra las rocas.
Quiero sacar todo, aunque no reconozco que es lo que me roba la respiración. Pero antes de que el veneno me consuma, quiero escupirlo.
—Soy madre viuda—ella se queda en blanco cuando mi voz se escucha entre estas cuatros paredes—mi pequeño tiene seis años, recién va a cumplir los siete—una sonrisa nace en mi, cuando recuerdo que su cumpleaños se acerca—Siempre ha sido un niño inteligente, por eso siempre fue difícil explicarle las razones de porque su padre no venía a cenar casi nunca—mi mirada baja a mis dedos, que no dejan de moverse entre ellos—incluso fue más fácil decirle que su padre había fallecido, eso no es correcto en una madre, pero se sintió de esa forma.
"Tal vez este accidente fuera como una bomba de tiempo, que explotó en mi cara y me dijo que mi tiempo se había detenido, específicamente desde que conocí a Xaver. No recuerdo si hubo algunos momentos felices junto con él, pero más me duele el no sentir nada, aunque no quiero culparme. Sé que había una chica que amaba la vida, que no tenía miedo ante la vida, una chica que nunca dejaba de sonreír, pero no la encuentro, y en verdad tengo miedo. Porque temo que la vida sea demasiado pesada para mí, que esta se detenga, porque no estoy sola, ya no puedo no luchar porque la persona más importante para mi depende de mí"
No era consciente que había algunas lágrimas resbalando por mis mejillas, hasta que estas mojan mis labios resecos. No sé muy bien que fue lo que dije después, pero no dejé de hablar. Algo me impide detenerme, esta es mi bomba personal. Sacar todo el peso que hay en mi pecho y el que me atormenta cada noche.
Ese temor de que al día siguiente no voy a poder luchar por mi hijo.
—Bien hecho Sophia—alzo la vista borrosa de no haber parado de llorar, veo una sonrisa en sus labios—diste un paso que pocos se atreven hasta dentro de unos meses—ella descruza sus piernas y de seguro ve la confusión en mi rostro—reflejaste tu realidad y dijiste toda tu verdad así del porque estamos aquí—mira el reloj en su muñeca—¿Quieres que nos veamos la próxima vez?
—¿Cómo? —mi cerebro se desconecta, sin darme tiempo a procesar lo que está diciendo.
—Ya pasó la hora.
Solo cuando ella dice eso, es que mi cerebro registra todo lo ocurrido solo hace unos minutos. Fue que pude darme cuenta, de alguna forma de lo ligera que me siento. Que durante una hora, estuve hablando sin parar, sin saber que había tanto de lo que quería sacar. Parpadeo perdida sin saber que es lo próximo a hacer.
Y echo a llorar...
Sin entender porque, me echo a llorar como si aún hubiera algo que sacar de mi pecho que las palabras no pueden expresar.
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Una suave sonrisa nace en mis labios cuando el sol calienta mi rostro. Camino entre las personas en la plaza y algo en mí se siente divertido. Aun no es mediodía por puedo deleitarme con las personas caminando con rapidez porque están en horario laboral. Pero en cambio, yo nunca he caminado tan lento en mi vida en una mañana como esta.
Me siento tan ligera como el viento, aunque sigo perdida, el peso aun lo siento contra mis hombros. Nunca me esperé que aun cuando dijera unas palabras, todo iba a explotar con tanta facilidad. Athena me dio una sonrisa cuando me despedí con un "hasta pronto". No hacía falta mucho para hablar, las dos sabíamos que aun necesitaba una soga por dónde tirar.
Camino por la plaza y pienso en como la vida se ha mostrado burlona conmigo infinidad de veces. De que yo soy un recordatorio viviente de lo que es ser un cascarón vacío.
Hace diez años llegué casada a esta ciudad, es la primera vez que cambio mi rutina diaria fuera de la escuela, el trabajo y mi casa. Siento como si en verdad me hubieran robado todo, pero yo no soy consciente de lo que es.
Camino por un callejón más estrecho en donde hay varias tiendas y algunos artistas callejeros que muestran su arte. Los negocios son diversos, llaman mi atención, pero me niego a entrar porque si no estaría en eso todo el día. Pero si disminuyo mi paso solo para mirar dentro de la vitrina.
A pesar de que era día de trabajo, había un movimiento de personas impresionante si contabas a los turistas. Serpenteo entras las personas con la dulce ilusión de echarme aquí con Alik un día entero, sabiendo que se va a divertir mucho, justo como lo estoy haciendo yo aquí. Antes de que pueda seguir, caminando alguien me agarra de la mano.
Me volteo sobresaltada, pero ante la imagen que tengo frente a mí, solo me puede hacer reír.
Un payaso, un payaso con tantos colores encima que ninguno de ellos combinan, pero que solo logra que le quede bien a él. Acerca su mano a mí con una flor azul, que asumo rápidamente que es de juguete, pero no me impide cogerla. Al instante en que lo voy a hacer, mueve ágilmente su muñeca y la flor sale volando como un avión de papel.
Mi vista-así como las otras personas-se pierde en el avión que surca el cielo. De repente, él me obliga a dar una vuelta sobre mi misma y me toma de la cintura para estabilizarme. De alguna forma, comenzamos a danzar sin música entre las personas, la carcajada sale de mis labios antes de que pueda controlarla y danzo junto con él.
No soltamos nuestras manos mientras damos vueltas sin sentidos, y no dejo de reír como si no hubiera un mañana. Mi mente no puede evitar danzar también con la música, me imagino aquí dando vueltas con mi hijo. Porque él es mi pequeño ángel, al que temo hacerle daño, al que temo romper la belleza de su pureza.
Por eso intento curarme, por eso lucho contra mis alas ya rotas para poder ayudarlo a emprender vuelo, aunque para mí ya sea muy tarde. Pero sigo dando pelea, porque Alik es mi ancla.
Mis pies siguen el ritmo de la música inexistente y por alguna razón no puedo dejar de reír, también notando, como otras personas se ponen a bailar sin música. Cuando mi cuerpo pide un descanso, respiro con fuerza, pero soy completamente consciente de la sonrisa de mis labios. Me despido del payaso, no sin antes el ponerme una flor mi cabello, esta vez completamente real.
Vuelvo a retomar mi camino, hasta que al final llego a una plaza un poco más grande. Pero de lo que mis ojos no pueden despegarse, es de un faro que hay ahí. Es una tienda, pero representada en un faro. Mis recuerdos no pueden evitar viajar a ese día en la Bahía. Y por alguna razón entro ahí, guiada por una curiosidad insana.
Abro la boca emocionada, cuando mis ojos captan diversas antigüedades, otras figuras medianas, bolas de cristales, cofres antiguos y un sinfín de cosas que me tienen fascinada. No debe tener más de tres pisos, pero hay una escalera de caracol al final de la sala, que da a un pasillo que bordeaba toda la tienda para tener acceso a los accesorios. Ventanas que dan claridad y un olor a madera que no es nada fuerte.
Una señora de al menos más de 70 años de piel morena y unos ojos marrones, me miran con fijación cuando entré, descansa en una silla tras el mostrador—Interesante muchacha—tiene un acento que me deja claro de que es extranjera—¿Estás aquí para saber tu futuro?
Parpadeo confundida ya frente a ella en el mostrador—¿Disculpe?
—Aquí se revela tu futuro—la firmeza en su voz y los ojos de la mujer de alguna forma me tienen hipnotizada—Compras algo y este te dice que te depara el futuro.
Me muerdo el labio nerviosa, pero algo me incita a darle el dinero para eso. No me volteo cuando la puerta es abierta tras de mí, solo tengo ojos cuando la señora camina por ese pasillo hacia arriba. El silencio se hace casi torturante, cuando la veo pasar los ojos por todos los accesorios que tiene.
Casi doy un grito entusiasmado-casi infantil-cuando la veo caminar hacia mí, pero en cambio, lo único que hago es apretar mis labios entre sí para formar una línea. Ella se acerca con algo que aún no puedo ver bien en sus manos, sus ojos se mueven tras los míos y alza una ceja. Eso deja de tener importancia cuando ella pone una figurita pequeña de cera en el mostrador.
Era una pareja abrazada como si bailaran juntos, ella tiene un vestido celeste, él estaba de traje y corbata de un azul más oscuro. Miro la figura tan hipnotizada que no sé ni siquiera lo que hay alrededor mío.
—En ocasiones, el destino es compartido por caminos distintos que se enlazan—alzo la vista para ver a la señora cuando habla—son amores no cumplidos en vidas pasadas, merecen enlazarse en el día de hoy, ¿Qué dices? ¿Quieres romper la bola de cristal?
—¿Me haré daño? —aunque no quiero hacer preguntas, las palabras salen solas de mi boca.
—¿Por qué vas a temer ahora cuando tu vida fue una pintura triste?
Sostengo con fuerza la figura contra mi pecho, mientras ella me daba una suave sonrisa, y de alguna forma, yo no puedo dejar de mirarla. Mis piernas son inútiles contra mi orden de moverme, es más fuerte que yo.
—No me gusta el dolor.
—Nadie disfruta cuando le duele, pero eso significa que vives—se acerca y toca mi pecho—cosa que te falta—vuelve a erguirse y el mundo solo puede referirse a este momento, a las palabras de esta mujer—deja de huir y de pensar que tus alas no sirven, ellas están ahí, pero solo sabían que no era el momento.
—Es difícil—susurro casi como estuviera hipnotizada.
Me siento exactamente de la manera que en la terapia, sin darme cuenta de nada, mi cuerpo está soltando el peso de su corazón. Al parecer es eso, una simple bola de cristal que ya está llena de grietas, teme que si no soltaba nada iba a terminar de romperme.
—Dejar ir no soluciona nada—mi corazón se congela cuando ella vuelve a tomar la palabra—esa bola te ahoga, a ti y a tu pequeño ángel, anques sangres no dejes de volar y sal del cristal, no esperes, solo agarra tu segunda oportunidad.
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Miro a mi hijo hablarme de su día con una sonrisa, pero esta se tensa cuando al momento recuerdo lo ocurrido hoy en la tienda con esa señora. La figura de cera descansa en el fondo de mi bolso. Ni siquiera soy muy consciente de como salí de esa tienda, solo recuerdo las últimas palabras de la señora.
Querida, aunque el fuego queme, a veces este te da un mensaje como si fuera un regalo
—Mamá—miro a mi hijo por el espejo retrovisor—la escuela hará un desfile de disfraces.
De reojo, puedo notar como la inseguridad nace en él. Desde que entró a la escuela las actividades que se hacían en ocasiones eran pocas, y por más que lo intentaba, en ocasiones no podía estar en todas ellas. Pero digamos que estoy haciendo un cambio a partir de ahora.
—¿Quién vamos a ser?
Sus ojos se iluminan como pequeñas estrellas, no hace más que hablarme de lo que quiere hacer. Obviamente él quiere ser el Capitán América, pero para mí, dice que va a pensar que me va a quedar mejor. No puedo evitar no reírme de la seriedad con la que habla, como si fuera lo más importante del mundo. No puedo no alegrarme por esa energía, contenta de que la vida de mi hijo no se haya ido de lugar con lo ocurrido.
Lo que ocurra en la mía, no debe ser ningún desestabilizante para la de él.
Él viaje a casa es con su conversación emocionada, junto con lo bueno y malo de ser algún súper héroe. Mi hijo se está tomando muy en serio la idea de escoger un personaje para mí. La tarde se pasó volando entre la cena y los deberes de Alik, pero aun mi mente se encontraba en el fondo de mi bolso con esa figura de cera.
Ni siquiera me atreví a sacarla de ahí, como si tuviera miedo de que esta me fuera a hablar y me dijera la más cruel de las verdades. Porque desde que escuché las palabras de la señora, tenía muy claro de toda esa verdad lanzada como un cubo de agua fría.
El miedo...
El miedo es una soga que me corta la respiración y no me permite dar un paso, o tal vez... ¿Quién sabe? Tal vez soy yo misma la que no pude dar el paso.
La noche llegó y esta vez fui yo quien le pidió a Alik que durmiera conmigo luego de otra sección de películas.
Porque estaba clara...
La noche volvió a asustarme con otra pesadilla, pero en esta ocasión solo, pude abrazar a mi hijo con la esperanza de que el temor se desvaneciera.
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A la mañana siguiente
—Qué tengas un bonito día mami—recibo el beso en la mejilla con una sonrisa y le beso la frente en respuesta.
—Tú también cariño.
Dejo a Alik en la escuela y emprendo el camino al hospital luego de haber firmado los papeles para volver. En esta ocasión lo hice con una pequeña condición... más flexibilidad en el trabajo. No fue muy difícil convencerlos, mencionaron que se habían reunido para discutir ese tema, y Charlie fue quien dio la idea. Mi meta de hoy es agradecerle y ponerme al día con todo.
A pesar de la mañana que tenía, el tráfico por suerte no era tan caótico como en otras ocasiones. Conduzco por el puente y muevo mi vista al mar a nuestros pies.
Fueron solo segundos...
Cuando vuelvo la vista, doy un volantazo y todo se vuelve oscuro.
Y... Hasta aquí llegamos.
Quiero pedirle disculpas por las demoras. Debido a mi gripe y el internet me he atrasado. He querido publicar este capítulo hace mucho pero no tenía tiempo.
Estoy trabajando en las futuras actualizaciones y mantengo la comunidad de lectores en WhatsApp bastante activa con respecto a lo último.
Tengo mucho para esta historia, ¿Que les pareció este capítulo? Los quiero leer en los comentarios.
¿Se quieren unir a la Comunidad de lectores?
No olviden que los quiero mucho
Pd: en Instagram les tengo una foto del momento del baile de Sophia
mi perfil es mary2b03.writer.
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