¡Feliz cumpleaños!
La última semana del trimestre llegó y con ello, los últimos exámenes. Todos estaban sumamente nerviosos y, sobre todo, ansiosos por tener vacaciones y por poder relajarse del estrés al que se habían visto sometidos durante esas últimas dos semanas. Sobre todo, dos personas que ya querían que todo acabara para poder hablar de todo lo acontecido en los últimos tiempos: Naruto e Hinata.
Toda la clase se encontró antes de entrar al último examen, que era el de biología, que, para muchos, era la asignatura más dura de todas, ya que los conocimientos a adquirir eran muy específicos, así que era el examen que mejor se tenían que preparar. Se encontraron todos los miembros de aquella clase, que
- ¡Vamos, un último esfuerzo y ya seremos libres! – dijo Naruto, buscando tranquilizar y animar a sus compañeros.
- Es un fastidio ser tan optimista como es él. – dijo Shikamaru, con pereza, como era característico en él.
- Vamos, no es para tanto, tiene razón, dentro de poco ya habremos terminado los exámenes. – dijo Temari, siendo comprensiva y amable con Shikamaru.
- Temari, si Naruto es un plasta, tú no lo eres menos... - Shikamaru había cruzado una línea que prometió no pasar más después de cierto incidente. Temari frunció el ceño y mostró una mueca de evidente indignación y enfado.
En ese instante se hizo el silencio. Nadie decía nada, esperando la reacción de Temari ante las insolentes palabras de Shikamaru hacia su novia.
- ¿Qué has dicho? – dijo Temari, indignada con su pareja.
- Eh... Nada, que te quiero... - dijo Shikamaru, sintiendo auténtico pavor.
- Eso me pareció entender.
Todos rieron, sabían que quien llevaba los pantalones en la relación era Temari, que era una mujer de mucho carácter, y a Shikamaru, visto lo visto, tampoco le molestaba. Él siempre le decía que era un fastidio de mujer y que era el destino de los hombres Nara ser controlados por sus esposas, cosa que encandiló a Temari en su momento. Pensaba en ella como su futura esposa.
Llegó el profesor Orochimaru a su hora al examen, por lo que todos tomaron posiciones, se sentaron en los pupitres y prepararon bolígrafo, lápiz, goma y afilador para que nada los pillara desprevenidos.
El examen se hizo sin interrupciones, y conforme iban saliendo de clases, todos salían con una sonrisa en la cara, fruto de que al fin eran libres, tras dos semanas de trabajos extenuantes y de largas horas de estudio. Cuando salió el último alumno del examen y Orochimaru se encontraba ya a una distancia prudencial, todos gritaron y festejaron el final del trimestre, con cánticos más propios de un partido de fútbol que de una institución académica. Incluso hubo quien improvisó una canción que decía "Libre, como el sol cuando amanece, yo soy libre como el mar", a lo que todos rieron y comenzaron a cantar al unísono.
El fin de semana nadie salió de su casa. Era tiempo de descanso y de echarse unas cuantas horas de siesta, se habían visto sometidos a una carga de trabajo anormalmente alta, y nunca habían estado tan saturados.
Llegó el lunes, que era el último día del trimestre y ya había ganas de ver cuáles habían sido los resultados de los exámenes. Se encontraron en la entrada Naruto, Sasuke, Sakura e Hinata, que iban a recoger sus respectivas notas.
- ¡Hola, Sakura! ¡Imbécil! Princesa... - dijo Naruto, con su habitual efusividad.
- ¡Hola, Naruto! – dijeron Sakura e Hinata, una muy contenta y otra con timidez.
- Idiota... - dijo Sasuke, con su habitual indiferencia por la vida en general.
- ¿Estáis preparados para recibir las notas?
- Sí, ¿y tú? – dijo Sakura.
- La verdad es que no, Sakura... - dijo Naruto, suspirando.
Aunque Naruto estaba absolutamente convencido de que los exámenes le habían salido bien, siempre existía cierta incertidumbre a la hora de conocer los resultados, como si algo pudiera haber salido mal y esperara sacar menos nota de la que creía que ibas a sacar.
Fueron entrando todos uno por uno a la recogida de notas, y el hecho de que Naruto fuese uno de los últimos de la lista no hacía más que agravar su incertidumbre y su pesar. ¿Por qué tenía esa sensación de que todo iba a ir mal? ¿Por qué el tiempo pasaba tan despacio? ¿Por qué el cielo era azul? ¿Por qué a todos les gusta el olor a tierra húmeda y el olor a lluvia? Ya comenzaba a hacerse preguntas que no tenían el menor sentido. De repente, vio al tutor salir y llamarlo.
- ¡Uzumaki, Naruto! – dijo Iruka, reclamando la presencia del rubio.
- Me toca... Deseadme suerte.
- Tranquilo, Naruto. Todo irá bien. – dijo Hinata, animando a su... ¿amigo?
Ese era el aliciente que le faltaba para relajarse: unas cuantas palabras de su querida Hinata. Entró a clase y tomó asiento, ya más relajado.
- Bueno... Tu historial hasta ahora no era gran cosa, aprobados justos y poco más... Parece que este año has decidido ponerte las pilas e ir a por todas. – dijo Iruka, entregándole el boletín de notas. – Enhorabuena.
Naruto observó sus notas. Todo sobresalientes. Se sintió lleno de gozo, todo el trabajo que había hecho junto a Hinata había valido la pena. Salió del aula con un gesto deprimido, dando a entender a sus amigos que todo había ido mal. Nadie quería romper el silencio por miedo a decir algo inadecuado. Incluido Sasuke, que, simplemente, estuvo en silencio en todo momento. De repente, un hilillo de voz tímida y muy aguda les sorprendió a todos.
- ¿Y qué tal todo? – dijo Hinata, preocupada por la actitud de Naruto, que se veía triste.
- ¡Todo sobresalientes! – dijo Naruto, que tenía una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Fantástico, Naruto! Siempre creí que todo te iría bien. – dijo Hinata, muy feliz por ver que el esfuerzo de Naruto había dado sus frutos.
- Y todo gracias a ti, Hinata. – dijo Naruto, dándole un abrazo y besando su cabeza. – Me has ayudado a superar mis límites y a mejorar como persona.
Un agradecimiento sincero, contacto físico y una muestra clara de cariño y afecto por parte de Naruto eran más que suficiente para hacer que se le subieran los colores. Sintió un pequeño mareo, pero se pasó rápidamente, pudiendo mantener la compostura.
Todos estaban muy satisfechos con los resultados de los exámenes, el grupo había pasado con muy buena nota el primer trimestre, y ya, oficialmente, estaban de vacaciones. Salieron del instituto con sonrisas en sus caras.
- ¿Os apetece ir a comer todos juntos? Para celebrar el final del trimestre. – dijo Naruto, animado por los resultados conseguidos.
Naruto ya le había dicho a Kushina y Minato que iría a comer con sus compañeros y amigos para celebrar el fin de los exámenes, así que tenía tiempo de sobra.
Todos asintieron y fueron en ese momento a Ichiraku, donde trabajaba Teuchi, un viejo muy afable que, de vez en cuando, le daba ramen a Naruto, ya que conocía a sus padres, que llevaban muchos años siendo clientes y había cierta familiaridad. Teuchi era el padre de Ayame, aquella jovenzuela que regentaba su propia cafetería, auspiciada por el dinero que había amasado aquel local tan popular.
Cuando llegaron al local, cogieron la mesa más. El local era bastante amplio, con un diseño que combinaba tradición y modernidad. Juntaron dos mesas y se sentaron.
- ¡Hola, Naruto, cuánto tiempo! – dijo Teuchi, acercándose a esas mesas que habían unido.
- ¡Viejo Teuchi! ¿Cómo va todo? – preguntó Naruto, levantándose y abrazando al adulto que se había dirigido a él.
- Bueno, la crisis afecta a todos, pero el local sigue siendo popular y sigue saliendo adelante.
- Y espero que sea así por muchos años... - dijo Naruto, con cierto aire de nostalgia. A pesar de que ya no frecuentaba tanto ese local, seguía siendo uno de sus lugares predilectos. Recordó la cita con Hinata, que fue en el local de Ayame. - Por cierto, el otro día fui al local de Ayame, y parece que también le va bien...
- Me alegra mucho, ha decidido emprender su propio camino y no puedo estar más orgulloso de ella, como todo padre.
Naruto sonrió, hizo su pedido, así como todos también lo hicieron, y en poco tiempo ya estaban todos comiendo.
- ¡Dios! Pocas cosas hay mejores que el ramen. Y con este frío, no hay nada mejor que un buen tazón bien calentito. – dijo Naruto, con alegría al volver a saborear aquel suculento manjar.
- ¡Pero si tú comes ramen todo el año! – dijo Sakura, en claro tono de broma.
- El ramen es lo que más amas en el mundo, ¿no? – dijo Ino, repitiendo el tono de broma empleado por Sakura.
- No, hay una cosa, o mejor dicho, una persona a la que amo más. – dijo Naruto, con la mano en el pecho y mirando de reojo a Hinata, que se encontraba justo en frente de él. La declaración había sorprendido a todos menos a Sakura, Sasuke y Kiba, que sabían a quien se refería.
- Vaya, así que estás enamorado. – dijo Sai – Me pregunto cómo podrás satisfacer a una mujer con ese pene tan enano.
- ¡Sai! – dijo Naruto, visiblemente molesto y avergonzado. – Más quisieras tú tenerla como yo.
- ¿Por qué querría yo tenerla del tamaño de una gamba?
- ¿Podéis dejar de hablar de "eso" mientras comemos? – preguntó el resto de la gente indignados, a lo que Naruto asintió y Sai rió.
Tras la pequeña charla entre Naruto y Sai, siguieron comiendo tazones de ramen, sobre todo dos personas: Naruto e Hinata, que demostraron tener un apetito fuera de lo común. Aunque Naruto ya conocía su exagerado apetito, no dejaba de impresionarle. ¿Dónde demonios metía todo lo que comía? Un cuerpo tan pequeño no podía asumir tanta comida, era imposible. La miró fijamente, sin que nadie se diera cuenta, y cuando llegó a cierta parte de su anatomía femenina, se detuvo en esa zona. ¿Acaso lo acumularía todo en sus pechos? Naruto sacudió la cabeza con energía para sacarse esos pensamientos tan sucios de encima.
Dado el momento, ya todos estaban saciados, y en ese momento Hinata tomó la palabra.
- Chicos... Este sábado es mi cumpleaños, y quiero hace una pequeña celebración, habrá comida y música... ¿Podéis venir?
Naruto no tuvo que pensar mucho, no tenía nada que hacer y era una buena oportunidad de liberarse del estrés de los exámenes... Y de pasar tiempo con ella, claro está.
- ¡Por supuesto! – dijo Naruto, muy animado.
- ¿Vamos, Sasuke? – preguntó Sakura a su novio.
Sasuke solo asintió, todos pensaron que ese chico era el rey de la expresividad y de la emoción. Nótese la ironía.
Poco a poco, todos confirmaron su asistencia al evento, era un buen momento para pasar un rato ameno y distendido todos juntos. Se dispusieron a pagar y se marcharon cada uno a su casa o a la de sus respectivos. La tarde pasó y todos querían que llegara el fin de semana para ir a la casa de Hinata a celebrar su cumpleaños.
Naruto se levantó al día siguiente, estaba muy contento por la invitación de Hinata. Podrían celebrar todos juntos el final del trimestre, con excelentes resultados para los alumnos de aquella clase. Y, sobre todo, podría pasar un rato tras tanto tiempo de estudio con sus amigos y con ella. Con Hinata. Aún tenían una conversación pendiente, seguramente la más importante desde su retorno y, muy probablemente, una de las más importantes de su vida.
Aunque no sabría cómo abordarla, ya que el pánico que sentía al rechazo de Hinata era, al menos, tan grande como el amor que profesa por ella. O mayor, ya que ella, aunque no lo supiera, era dueña de todo lo que él era, un rechazo, por muy amable que fuera ella, le rompería por completo y aniquilaría su ser.
En definitiva, tenía tal amalgama de sentimientos que era imposible saber cuál era su estado de ánimo habitual. Podría estar contento, triste, enfadado, asustado o una mezcla de todos estos sentimientos a la vez.
Ahora tenía que dejar a un lado todos sus sentimientos y comprar un regalo para ella. No era obligatorio, pero a él le apetecía. Recordó la ilusión que le hizo a Hinata el primer regalo que le hizo Naruto: un osito de peluche. Si le hizo ilusión la primera vez, ¿por qué no repetirlo en esta segunda "primera vez"?
Naruto fue a unos grandes almacenes a comprar el regalo de Hinata. Fue a la sección de juguetes a buscar lo que él llamaba "el osito perfecto": ese osito que le regaló para celebrar su primer mes como pareja.
- Éste es perfecto. Se llevará una gran alegría cuando lo vea.
Compró una caja, papel de regalo para envolver y una pegatina para identificarlo como suyo... de una forma especial, para que ella y sólo ella supiera que ese regalo era suyo y no de otro.
Tras hacer sus compras, decidió parar en una tienda específica. Con sus ahorros y con un poco de ayuda de sus padres, que estaban al tanto de sus planes, compraría algo muy especial para ella y lo guardaría para dárselo en un momento en el que estuvieran a solas... Si es que eso era posible. Buscó y rebuscó, hasta que al fin lo encontró. Era perfecto para ella, rápidamente le dio un significado muy especial, un significado que revelaría en su momento. Esperó al dependiente, lo compró y salió muy contento de la tienda. Había sido bastante caro, pero Naruto pensó que merecería la pena el gasto si conseguía enamorarla, que ella no se merecía menos.
Se dirigió a su casa con todos los regalos en las manos, con muchas esperanzas de cara al día del cumpleaños de Hinata.
Pasaron los días y llegó el tan ansiado 27 de diciembre: el día en que Hinata cumplía años, 18 años. Se preparó, se puso una camiseta básica de color naranja, una camisa de color negro, un pantalón de color negro y unas zapatillas.
Se despidió de sus padres y emprendió esa ruta que tan bien conocía: la ruta a la casa del amor de su vida, a casa de Hinata. Iba con muchas ganas de ver a sus amigos y, sobre todo, de verla a ella. Cuando Naruto llegó, Hanabi abrió la puerta y le dio su regalo para que los pusiera junto a los de los demás, entró y saludó a todo el mundo.
En el gran salón había preparado un gran banquete, con muchísima comida, más de la que todos los invitados podían comer, y muchísima bebida. Se notaba el poderío económico de los Hyuga, hasta las más pequeñas celebraciones las hacían a lo grande.
Se incorporó a la celebración, donde faltaba aún gente por llegar. De hecho, solo estaban Kiba, Tamaki, Shino, Naruto e Hinata, pero poco a poco fue llegando la gente. Primero llegaron Sasuke y Sakura, luego Sai e Ino, y Shikamaru junto a Temari. Naruto pensó que era la reunión de parejas más grande que había visto, ya que estaban todos sus amigos emparejados... Salvo Hinata y él, aunque se aseguraría de que eso cambiara en poco tiempo.
Todos comieron, bebieron, rieron y se lo pasaban bien. Aunque era una celebración más bien modesta, sin grandes alardes, el hecho de estar todos juntos hacía que fuese la mejor fiesta del mundo. Naruto no podía evitar mirar de reojo a Hinata durante la fiesta, era su visión favorita. Para él estaba radiante, sus ojos tenían un brillo especial que hacía que se viera aún más hermosa. Una Hinata feliz y sonriente era suficiente para hacerlo feliz... En parte. En realidad, quería ser el motivo por el que ella sonriera.
Llegó el momento de abrir los regalos que habían llevado sus amigos. Como la mayoría venían en parejas, hicieron regalos conjuntos, así que tampoco había muchos para abrir, pero reparó en la presencia de un regalo en concreto. Un regalo que decía en la etiqueta "Para mi princesa". Al verlo, supo automáticamente de quién era: sólo había una persona que la llamaba princesa, y ése era Naruto. Cogió su regalo en primer lugar, rompió el papel con ansia y vio que había una caja de color violeta que, casualmente, era su color favorito. Abrió la caja y se sonrojó notablemente.
En el interior de la caja había un osito de peluche de color marrón que en una de sus manos sostenía un ramito de rosas y en la otra un corazón en el que se podía leer claramente la oración "I love you". Las emociones desbordaron a Hinata, que se quedó quieta, sin capacidad de reacción y mirando el regalo que le había hecho Naruto. Levantó la cabeza para buscarlo con la mirada, y lo vio en segundo plano, detrás de todos sus compañeros.
Hinata no sabía qué hacer. Su corazón le decía que fuera hacia Naruto, se aferrara a él, no le dejara ir y le besara de forma más apasionada que cuando fueron volvieron del parque de atracciones. En cambio, su cerebro le decía que se calmara, que se planteara lo que iba a hacer y que estuviera sola un rato. Ella, que nunca se había dejado llevar por el corazón, y ante el miedo que tenía sobre lo que le decía el mismo, decidió hacer caso a su razón.
Hinata salió de la sala con el osito en sus brazos y se fue a su alcoba a pensar. Lo dejó sobre la cama y comenzó a andar en silencio por la habitación. Sabía que ese regalo era de Naruto y no de otra persona, y también sabía por qué había sido el regalo de Naruto, y no otro, el que más ilusión le había hecho abrir. Se sentó en la cama, se acercó al osito y lo abrazó con fuerza contra su pecho. Se levantó, dejo al osito bien colocado y se dirigió al balcón a tomar un poco de aire.
Naruto, que había seguido a Hinata, la vio apoyada sobre la barandilla. Se veía absolutamente radiante, su belleza estaba fuera de toda duda. Ella suspiraba sin un motivo aparente, cosa que a Naruto le hizo sentir algo mal, ya que él quería ser el motivo por el que ella suspiraba. Naruto se acercó lentamente a ella y la abrazó por la espalda, causando que Hinata diera un pequeño respingo ante la sorpresa de ver al rubio tan cerca de ella.
- Me preguntaba por qué habías salido corriendo, princesa...
- Yo... Yo... Necesitaba coger... un poco de aire. – La voz de Hinata salía entrecortada debido a lo cercanos que estaban sus cuerpos, para ella era una sensación nueva. No desagradable, pero sí que la ponía extremadamente nerviosa.
Naruto se deleitó con el aroma natural que desprendía Hinata. Si él tuviera que definirlo de alguna forma, seguramente lo definiría como "fresco, ligero, suave y profundo", ese aroma a lavanda impregnaría siempre sus fosas nasales y le haría sentir bien.
- Así que no te gustó el regalo... - dijo Naruto, algo triste por la reacción de Hinata tras abrir su regalo. No en vano, fue abrirlo y salir corriendo, esa no era una reacción normal. – Tengo el ticket de compra, si quieres...
- ¡No es así! – gritó Hinata, dejando muy sorprendido a Naruto. – El regalo... Está muy bien por haber sido tuyo, Naruto...
Naruto sintió como su corazón se hinchaba de orgullo y de sentimiento. Cuando pensaba que no podía amar más a Hinata, siempre había algo que lo sorprendía y le atraía más.
- Me alegra saberlo... Me costó mucho elegir un regalo para ti.
Hinata se sonrojó, había buscado el regalo para ella. Ya no podía negarlo de ninguna de las formas: ese rubio se había metido en su corazón y no podía, ni quería, sacarlo de él. Pero aún tenían pendiente una charla importante.
- Naruto... Tenemos que hablar.
Naruto se sintió aliviado, al fin iban a poder hablar sobre lo sucedido tras la salida al parque de atracciones. Hinata se sentó sobre su cama y esperó la respuesta de Naruto, que se encontraba frente a ella de pie. Sus corazones latían desbocados ante la importancia del momento y ante el miedo de lo que pudiera decir el otro. Hinata, ante el silencio de Naruto, decidió hablar, aunque los nervios podían con ella. Mientras, inconscientemente, jugaba con sus dedos, inhaló aire y lo exhaló con mucha fuerza, buscando la relajación que requería el momento.
- Yo... Te quiero pedir disculpas. Sé que... el beso... fue un error y que... te dejaste llevar por el momento. – dijo Hinata, que se encontraba al borde del llanto. – Sé que tú amas a otra mujer, y no seré un obstáculo.
Tras hablar, Hinata se derrumbó y lloró, escondiendo su cara entre sus brazos y la cama. Naruto no podía creer lo que oía. Su corazón se resquebrajó cuando vio a Hinata tan triste, se rompió cuando la vio al borde del llanto y se hizo polvo cuando la oyó sollozar. Y todo por su culpa, por ser un tonto que se había dejado llevar por una rivalidad insana con su mejor amigo. ¿Era eso lo que ella había sufrido en otro momento, viéndolo pregonar una y otra vez su amor por Sakura? Pero ahora ya había madurado y ya sabía lo que era el amor verdadero: algo que trascendía los límites del espacio y del tiempo y podía cambiar el destino. Se levantó y se acercó a ella, posando sus manos en los hombros de ella y acariciándola suavemente. Si de él dependía, ella no iba a volver a llorar de pena nunca más.
- Tienes razón en algo: me gusta alguien. Bueno, mentira, estoy perdidamente enamorado de ella. – dijo Naruto, sincerándose por completo. Esas palabras hicieron mella en el maltrecho corazón de Hinata. - Y tú, princesa, jamás serás un obstáculo entre ella y yo. Sólo si tú quieres serlo, lo serás, pero espero y deseo que no quieras serlo, porque de verdad quiero estar a tu lado.
Hinata no entendía lo que quería decir Naruto. ¿Acaso insinuaba que esa chica tendría que aprender a convivir con ella? ¿Que ella era tan importante como para no ser una molestia en sus futuras relaciones? No lo sabía. Un pensamiento pasó por su cabeza. Acaso... ¿era ella esa chica? No... No tenía sentido.
- No sé... Al final seré una molestia en tus futuras relaciones.
- Escúchame bien, Hinata. Tú JAMÁS serás una molestia para mí, eres una persona muy importante, eres... la chica con la que todo hombre sueña. Amable, tranquila, muy bonita, y, sobre todo, muy fuerte. – dijo Naruto, haciendo énfasis en la palabra "jamás". – Eres única, irremplazable y especial. Por eso...
Naruto introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón, buscando algo. Hinata se extrañó ante la actitud de Naruto, y más se extrañó todavía cuando vio lo que se sacaba de su bolsillo. Naruto le ofreció una caja rectangular y pequeña envuelta en un papel de regalo cuyos dibujos tenían espirales en llamas. Hinata abrió con sumo cuidado el regalo y lo vio. Era un colgante precioso, de oro, con unas manos que agarraban un corazón de cristal.
- Naruto... Esto es... Demasiado... ¿Por qué?
- Creo que es la metáfora perfecta de nuestra relación. El corazón de cristal es nuestra amistad, pura, transparente, blanca y duradera. Y las manos que lo sostienen somos tú y yo, protegiéndola para que sea eterna. – Naruto sabía que eso no era cierto. Sí, se podía aplicar, pero su significado era otro diferente, aunque no era el momento para decírselo. No aún, cuando no eran nada más que amigos.
Hinata se emocionó al oír hablar a Naruto de esa forma sobre la relación que mantenían ellos dos.
- Gracias... Naruto... Es precioso. Lo guardaré como un tesoro.
- Vamos, estos regalos están para lucirlos. – dijo Naruto. - Si quieres, te ayudo a ponértelo.
Hinata asintió ante la petición del rubio, al que le dio el colgante. Se recogió ligeramente el pelo para que no tuviera problemas para ponérselo. Naruto enganchó aquel hermoso colgante en el cuello de Hinata, que se veía sumamente hermosa con el vestido y con el colgante. Hinata se miró en el espejo y vio que Naruto tenía razón: el colgante era para usarlo, no para guardarlo.
- Estás preciosa... - susurró Naruto al oído de Hinata.
El simple roce del aliento de Naruto con su cuerpo hizo que le temblaran un poco las piernas. Ya no podía negarlo: la magnitud de los sentimientos que tenía por Naruto era tan asombrosa que sólo se podría describir con una palabra. Amor. Estaba absoluta, irremediable, perdida y locamente enamorada de Naruto.
Naruto aún tenía en mente la petición de disculpas por el beso. Ahora era su momento de hablar, era necesario que hablaran sobre ese beso.
- Hinata... ¿De verdad crees que deberías arrepentirte del beso? – preguntó Naruto.
- Al principio, lo creía. Ahora... No lo sé. – dijo Hinata, abriendo un poco su corazón.
- Yo no me arrepiento... Es más, me encantó probarte. – dijo Naruto, guiñándole un ojo a Hinata, que se sonrojó. ¿Cómo podía hacerle sentir ese tipo de cosas tan fácilmente? – ¿Es un problema que quiera repetir, aunque sea sólo una vez más?
- A mí también me gustó... ¿Es un problema que yo también...? – dijo Hinata, dejando inconclusa la pregunta, pero tampoco hacía falta terminarla. Era evidente lo que quería decir. Ella también quería repetir, aunque sólo fuese una vez.
Naruto mostró una amplia sonrisa de gozo y felicidad. Ella también quería volver a besarlo. Decidió ser valiente y dar un paso adelante, esta vez empezaría él el momento. Agarró a Hinata por la cintura, acortando poco a poco la distancia entre sus cuerpos, de tal forma que parecían uno sólo. Las respiraciones de ambos se aceleraron, como también lo hizo el ritmo cardíaco, ambos deseaban repetir ese momento, no una vez, sino muchas. Cuantas más veces, mejor. Ella pasó sus manos por el cuello de él, volviendo a sentir un agradable cosquilleo en su estómago, como le venía pasando últimamente cuando estaba con él. Ambos cerraron sus ojos y ladearon ligeramente sus cabezas hasta que sus labios volvieron, a hacer contacto, con la misma ternura, pero con mayor deseo. Al principio, se mostraron tímidos, como si la situación les avergonzara ante la intensidad y la magnitud de los sentimientos que albergaban el uno por el otro. Pero poco a poco, la pasión aumentó, y ambos abrieron sus bocas, buscando dar mayor profundidad al beso. Esta vez fueron ambos los que contactaron sus lenguas, no hizo falta que nadie pidiera espacio, sino que ambos decidieron compartirlo, haciendo que una corriente eléctrica recorriera sus cuerpos de arriba abajo ante el contacto de sus labios, de sus lenguas, de sus corazones. Poco a poco separaron sus labios y juntaron sus frentes, tomando un poco de aire y se quedaron en esa postura unos momentos. No querían que ese momento se acabara, no querían separarse, querían seguir así por mucho tiempo, por todo el tiempo que fuese necesario. Naruto se dio cuenta de que ya había pasado mucho tiempo y que los demás se extrañarían por su tardanza.
- ¿Bajamos? Seguro que la gente se extrañó al vernos salir de esa forma, y no quiero que piensen mal. – bromeó Naruto con Hinata, que estaba sonrojada ante la insinuación del rubio. Hinata asintió, definitivamente la situación cambiaría a partir de ahora.
Bajaron juntos al salón, donde todos vieron el fastuoso colgante que llevaba al cuello. Era digno de una princesa. Hinata sonrió al pensar en la palabra "princesa", ya que le recordaba... a Naruto, ya que, cariñosamente, le había puesto ese apodo.
- Vaya colgante, Hinata, es precioso. – dijo Sakura, asombrada - ¿Es herencia familiar? ¿Un regalo de tu padre?
- La verdad es que... - dijo Hinata, buscando a Naruto con la mirada. Lo encontró y Naruto, sintiendo que los ojos de Hinata hacían contacto con él, le sonrió. Al verlo sonreír, ella también sonrió. Suspiró y siguió hablando. - Es un regalo de una persona muy especial para mí...
Naruto oyó a la perfección las palabras de Hinata. Sonrió ligeramente pensando en lo que quería decir con eso: era él quien le había regalado el collar, y era él esa persona especial.
Naruto ya había tomado su decisión final: daba igual lo que pasara, se confesaría adecuadamente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro