➡Capítulo 7: Lo que pasaba por mi cabeza
Mi mente era algo que no podía controlar.
Mientras escribía las diez páginas diarias de mi libro pensaba en que necesitaba redactar párrafos pares, y que cada línea debía poseer una cantidad impar de palabras. Si no lo hacía me decía a mí misma que no tendría éxito, aunque no es como si esta estrategia me hubiera funcionado en anteriores ocasiones.
Cuando terminaba mi tiempo libre y comenzaba mi rutina para dormir mi mente decía que debía cepillar mis dientes dos veces, porque de otra forma no estarían perfectamente limpios. Debía revisar las cerraduras dos veces, apagar las luces cinco, volver a las cerraduras, tomar un libro, leer veinte páginas y finalmente regresar a las luces.
Sin embargo, mi tortura no terminaba allí.
Al cerrar los ojos mi mente recordaba mi día y me preguntaba si sería beneficioso hacer las cosas una vez más.
Nunca descansaba realmente.
Durante el día de navidad las cosas eran incluso peores, y tal era mi odio hacia ella que, si me hubieran dado a elegir entre usar mi uniforme color naranja toda la vida o celebrar la navidad, habría elegido el uniforme.
Ese día, de repente, todo perdía su orden. Había un Papá Noel en cada calle, los clientes preferían pasar el día con su familia, debía usar un estúpido gorro rojo y Ally alteraba el menú del lugar.
Todo se volvía un caos dentro de mi cabeza y ya no importaba cuantas veces cepillara mis dientes, o cerrara mi puerta, o apagara mis luces, no era suficiente.
— Si te sientes incomoda puedes irte, Lauren —Me recordó mi jefa luego de que la saludara tres veces, aunque necesitaba hacerlo muchas veces más—... Sé que tienes un libro por terminar y que este día no está entre tus favoritos.
Asentí ante sus palabras, pero de ninguna forma abandonaría mi trabajo. Estar en casa solo me haría sentir peor.
— ¿Camila vendrá hoy? —Preguntó Ally con curiosidad. Estaba sonriendo, lo cual no era muy extraño en ella, pero ese brillo en sus ojos lo había visto en los de Normani cuando me había dicho que yo le gustaba a Camila.
No había olvidado este pequeño detalle, por supuesto. En realidad, sus palabras se repetían sin control dentro de mi cabeza.
Aun así, no le creía del todo. Camila parecía estar enamorada de sus viajes, no de mí. Y, aunque lo que Normani decía fuera verdad, ella no me gustaba.
Yo no era gay.
— Eso dijo —Contesté—, pero es Camila. Nunca sabes lo que hará.
Y eso, sinceramente, me aterraba.
¿Cómo podía una persona vivir así?
— No te hagas ilusiones, Lauren, pero creo que a ella le gustas...
En ese mismo instante quise golpear mi cabeza contra una pared veinticuatro veces debido a la frustración. Ya no era solo Normani quien lo creía, sino Ally. También tengo que admitir que posiblemente Dinah y algunos clientes pensaban lo mismo.
— Ally, a ella solo le gustan sus viajes y...
— ¡Vamos, Lauren! ¡Todos han visto la forma en la que ella te mira!
Todos excepto yo, por supuesto, porque yo había estado muy ocupada mirándola a ella.
— Y tú... —No, no iba a permitir que terminara su oración.
— No soy gay, Ally.
— Como digas... —Y estas fueron las dos últimas palabras que me dijo antes de que mi turno comenzara.
Lo intento, pero no puedo recordar los clientes que atendí. Mi mente estaba en la posibilidad de que yo le gustara a Camila, así que no podía concentrarme correctamente. Puede que diera los pedidos equivocados a varias personas, pero Dinah se ocupó de mis errores a pesar de nuestra complicada amistad.
A veces ella y yo hablábamos como lo habíamos hecho en el pasado, pero luego de un tiempo sus labios comenzaban a dejar escapar insultos hacia Camila que yo no podía soportar. Me alejaba pidiéndole doce veces que se callara.
— ¡Felices pascuas! —Escuché gritar a alguien desde la puerta. Era mi loca amiga, por supuesto, quien ese día llevaba un traje de conejita que no se veía para nada inocente.
Ningún cliente la miró extrañado. Estaban acostumbrados a su locura después de todo. Incluso Adam, quien le había dado a Ally un ramo de rosas por navidad, le devolvió el saludo.
Al llegar hasta donde yo estaba me abrazó y besó mi mejilla, algo que se había hecho típico durante las últimas semanas.
Me gustaba que hiciera cosas como esas, pero solo porque significaban que estaba siendo una buena amiga.
Seis veces me repetí esto, pero no fue suficiente como para que mi mente lo creyera.
— Mi número favorito del día es el cero. Es el número de imperfecciones que tienes —Lo dijo en voz alta, y debido a las pocas personas en el local creo que todos escucharon.
Ally me dirigió un guiño desde el mostrador, Dinah gruñó tres veces mientras intentaba tomar el pedido del señor Cheng y Adam tarareó en voz baja la marcha nupcial.
Jamás me había sentido tan avergonzada.
— ¿Puedo salir un momento junto a Lauren, Ally? —Interrogó Camila a mi jefa con una sonrisa de seis segundos— Los pájaros me dijeron que debía darle un regalo a Lauren porque estamos en pascuas, pero nadie puede verlo además de ella.
— Es navidad, Mila... —Rio mi jefa.
— Eso he dicho.
Ally prefirió no decir nada más y le dijo que podía llevarme donde quisiera. Por supuesto, había un brillo siniestro en sus ojos.
En mi cabeza la maldije por aceptar, pero luego me reprendí a mí misma debido a este pensamiento. Mi mente me repetía que si algo le sucedía ese día sería por mi culpa, así que le pedí perdón diez veces en mi cabeza y luego otras diez más.
— ¡Vamos, Lauren! —Y me tomó de la mano mientras yo repetía seis veces en mi cabeza el sonido de mi nombre escapando por sus labios.
No me llevó al parque ni a playa. No me invitó a un restaurante ni a la heladería. En realidad, ella me guio hasta el callejón ubicado en la parte trasera del Body Rock Café.
— Siéntate a mi lado —Pidió mientras subía fácilmente a un contenedor de basura.
Yo lo hice también, pero antes de eso limpié mi lugar tres veces con mi gorrito de navidad. También me senté sobre éste, pues había estado buscando una excusa para deshacerme de él y esa era la indicada.
Esperé a que ella dijera algo, pero se mantuvo callada mientras miraba hacia el cielo y sostenía mi mano con sus dedos temblorosos. Como dato curioso, no hacía frio.
— Los pajarillos dijeron que el cielo tendría algo especial hoy, pero mintieron. Se ve igual que siempre.
— ¿Igual que siempre? —La cuestioné.
— Si: Admirable.
Un largo suspiro escapó por sus labios, y poco después lo siguió uno de los míos. Pero, mientras ella suspiraba por el cielo, yo suspiraba por ella.
— ¿Puedo hacerte una pregunta antes de darte tu regalo, Lauren?
No me había llamado Señora Luna ni una sola vez ese día, y esto comenzaba a preocuparme. Parecía nerviosa, distanciada, cuerda...
No me gustaba esa Camila.
— Puedes hacerlo... Puedes... Puedes... —Lo repetí seis veces, pues pensé que esto la haría sonreír.
— ¿Si mi número favorito del día es cero no reaccionarás a nada de lo que yo te diga con repeticiones?
— No lo creo —Contesté con rapidez—. Los números me manejan, así que debo seguirlos. Incluso pasé de saludarte.
Ella me miró al escuchar esto y comenzó a recordar, dándose cuenta así de que no le mentía.
Una chispa de esperanza apareció en sus ojos color café, los cuales se escondieron tras sus pestañas cuatro veces antes de volver a hablar.
— Entonces puedo hacerlo, Señora Luna —Había extrañado ese apodo, pero de repente ya no se escuchaba bien al salir de sus labios. Percibía el nerviosismo en su voz—... Le hablé a Normani sobre esto. También a los pajarillos, y a la roca, y al señor árbol...
— Camz, estás asustándome.
¿Por qué Camila ya no actuaba como Camila?
— Cuando era pequeña mis padres decían que los regalos de navidad debían hacer a las personas muy felices, pero yo no era feliz con los míos. Si pedía un castillo recibía una muñeca de trapo. Si pedía una bicicleta recibía una muñeca de trapo. Si pedía un libro recibía una muñeca de trapo... Y cuando pedí una muñeca de trapo, no recibí nada.
El dolor estaba presente tras sus ojos, y comencé a darme cuenta de que ella odiaba la navidad tanto como yo. No le pregunté la razón. Yo simplemente lo supe.
— Llegué a la conclusión de que los regalos de navidad no se basan en hacer feliz a la otra persona con lo que le das, sino intentarlo. Y yo voy a intentarlo.
— Camz...
— Me gustas, Lauren. Feliz navidad.
Y tenía razón: ese regalo no me hacía para nada feliz.
No sé si odié mi regalo por el nerviosismo que podía percibir o por el simple hecho de que aquello era algo inesperado. Tal vez fue un poco de ambas.
— No soy gay, Camz...
Cada vez que lo negaba era peor.
Constantemente repetía las palabras y acciones hasta que sentían bien, pero repetir esa afirmación solo me daba nauseas.
Antes de que ella pudiera decir algo más, mientras me miraba con la tristeza más grande que había visto jamás en sus ojos, un hombre llegó al callejón. Debía de tener dos veces mi edad, y podía notar que el alcohol poco a poco acababa con su vida.
— ¡Hey, puta! ¡Apresúrate! ¡Tienes diez minutos para llegar al auto o no hay trato!
Acto seguido el hombre se fue, y noté en su mano una botella de cerveza. Camz estaba dispuesta a seguirlo, pero la detuve.
— Es navidad, Camz. Pensé que estaríamos juntas hoy. Te iba a invitar a cenar —De repente me había olvidado de su espantosa confesión. De repente solo quería que se quedara.
— Tengo que irme, Señora Luna. Es mi trabajo. Quiero regalarle a Mani una cena de navidad...
— Puedo dársela yo —Realmente comenzaba a desesperarme—. Por favor, Camz. Quédate.
— Él también necesita un regalo de navidad, Lauren...
Pero en su mirada notaba que tampoco quería marcharse. Y me enojé.
— ¡¿Realmente me has dicho que te gusto para luego acostarte con ese idiota... idiota... idiota...?! —Lo repetí veinticuatro veces, pero, después de todas esas repeticiones, aun no se sentía para nada bien.
— Es mi trabajo, Lern. Necesito el dinero. Mani lo necesita y mis viajes no se pagarán solos...
— ¡Puedes buscar otros trabajos!
— ¿Realmente crees que aceptarían en otros trabajos a una demente como yo?
Me duele admitir que permanecí callada.
— Me gustas, Lauren, pero no abandonaré a Mani por ti. No abandonaré mis sueños por ti.
Esas palabras me hicieron enojar, pues yo, solo para que permaneciera a mi lado, habría hecho a un lado todos mis cálculos.
— ¿Sabes lo que pienso cada vez que te alejas de mí? —La cuestioné. Ella negó mientras arreglaba su disfraz de conejita, y de repente me di cuenta del propósito de éste— Cada vez que te vas te veo cruzando la calle y siendo atropellada por una cantidad infinita de autos. Te veo cayendo del piso más alto de un edificio, siendo secuestrada por un perturbado, siendo abusada por un drogadicto, siendo maltratada por algún familiar demente... —Era la primera vez que se lo decía, y realmente parecía espantada con mi confesión. Mi voz se escuchaba frágil, pero no me importaba, pues así me sentía— Me despido de ti hasta que siento que te he retenido el tiempo suficiente como para que un conductor insensato termine su llamada telefónica, y cuando dejo de verte repito tu nombre hasta que me siento bien... Pero no importa cuántas veces diga tu nombre: nunca me siento bien hasta que vuelvo a verte y compruebo que estás a salvo.
Mi voz era un ahogado hilo de dolor, y dos lágrimas interminables comenzaban a descender por mis mejillas.
Ella no se acercó para limpiarlas.
— No soy gay, Camila. No me gustas... Pero no quiero que te separes de mí.
Pero, aun después de mi discurso, ella se fue.
Conté con dolor sus veintidós pasos, y cuando ya no la vi más caí al suelo y lloré.
Dinah llegó poco después e intentó calmarme con un abrazo. No me preguntó qué había sucedido. Ella simplemente estuvo allí para mí, pues era mi mejor amiga.
Repetí el nombre de Camila en mi cabeza tantas veces como pude, pero nunca se sintió bien. Dinah me llevó a casa, pero ya no se sentía como casa.
Una vez recostada en mi cama me di cuenta de que no me había despedido de ella ni una sola vez, por lo cual un conductor insensato podría no haber terminado su llamada. Este pensamiento solo me hizo sentir peor y terminé golpeando mi cabeza con mis manos para intentar eliminar los constantes escenarios de Camila muriendo.
Dinah me dijo que lo mejor sería sacarla de mi vida. Coincidí con ella, pues tenía razón.
Camila me estaba destruyendo, y lo peor de todo esto es que se sentía bien.
Sé que no será su capítulo favorito, pero vaya que amé escribirlo. Fue... mágico. Tranquilos, esto no es lo peor.
-Lore-
PD: Recuerden usar #SOPCamren para hablar del fic. Me encantaría saber que piensan sobre él.
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