➡Capítulo 2: ¿Cuantos golpes para Charlie?
Habían pasado exactamente siete días desde la última vez que vi a la novia, o la puta, de Shawn. Siete días en los cuales la odié.
Para mí las cosas, por muy extraño que parezca, funcionaban así: Alguien quebrantaba mi rutina y mi cabeza inmediatamente dibujaba una barrera entre nosotros.
Sin embargo, no pensaba en ella en lo absoluto. Mi cabeza tenía cosas más importantes que hacer, entre ellas contar el número de autos azules que pasaban por mi lado mientras me dirigía al Body Rock Café.
Cuando llegué había contado siete.
— Diez minutos antes, como siempre —Susurró Ally mientras me tendía mi uniforme de trabajo, el cual era color naranja. Al principio lo odiaba, pues esa tonalidad me inquietaba, pero con el tiempo aprendí a vivir con la sensación de malestar.
— ¿Estás segura de que no he llegado un minuto tarde? —La interrogué con los ojos bien abiertos, como si de esta forma pudiera detectar cualquiera de sus mentiras— Mi vecino intentó coquetearme y tuve que decirle que no quería salir con él cinco veces en veinte segundos para que me dejara en paz...
— ¿Estás hablando de tu vecino guapo? —Me interrogó mi jefa con asombro.
— Si, Daniel...
— ¿El Daniel del que siempre hablas? —Siguió con su interrogatorio mientras yo conté tres intentos fallidos por ocultar su sonrisa.
— Si...
— ¿El Daniel que te gusta desde que eras adolescente?
— ¡Si, Ally! —Comenzaba a frustrarme.
— ¡¿Acaso eres idiota, Lauren?! ¡Has esperado este momento durante años!
— Lo sé, pero estaba interrumpiendo mi rutina. Pudo haberme coqueteado de cinco a siete de la tarde en mis horas libres, pero decidió hacerlo cuando mi mente estaba ocupada contando.
— Lauren... —Sabía que me soltaría uno de sus discursos sobre llevar las cosas con más calma y menos cálculos, pero yo estaba demasiado ocupada pensando en la interrupción de Daniel como para desear escucharla.
— Me gustaría charlar contigo, Ally, pero será mejor que comience. El señor Brown no tardará en llegar —Y fueron estas diecisiete palabras la que dieron fin a nuestra conversación.
Puedo decir que el inicio de mi día, excluyendo la interrupción de Dan y mi conversación Ally, fue bastante tranquilo. Era miércoles, así que cuatro de los clientes habituales no fueron, tal vez por problemas de horarios. Aun así, no me sentí alterada, pues sus puestos en mi cabeza fueron ocupados por otros cinco clientes no tan habituales que pasaron por allí al ser el lugar más cercano a sus trabajos.
Uno de esos clientes fue la chica que yo había apodado como la puta de Shawn.
— Señora Luna... —Escuché que la loca chica de la semana pasada me llamaba mientras golpeteaba mi hombro repetidas veces.
Respondí en el golpe número veintiséis. Puedo asegurar que me molesté, pues antes de eso estaba contando los centavos de mis propinas y ahora había perdido la cuenta, lo cual significaba que debía empezar de nuevo y consumir más de mi valioso tiempo.
— Estoy ocupada —Fue lo primero que salió de mis labios. No me había dado cuenta de su llegada al café, pero ya quería que se marchara.
— Yo también estoy ocupada —Me dijo con su suave voz mientras volvía a palmear mi hombro cinco veces más— ¿Podemos ocuparnos juntas?
Mi mente pensó que ella era una demente, y no estaba equivocada.
— ¿Puedes irte? —Sé que fui grosera, pero el constante golpeteo de su dedo y su sola presencia me hacía sentir increíblemente nerviosa.
El miedo de que ella arruinara mi día nuevamente me hacía querer salir corriendo de allí.
— No —Se negó, y pude deducir que estaba riéndose a mis espaldas—. Soy Camila —Se presentó mientras colocaba su mano justo frente a mi rostro. Lo primero que noté fue que ésta estaba cubierta con un guante rosa de cocina, y luego el horrible dibujo de lo que parecía ser un pato en su brazo hecho con una lapicera.
— Camila, Camila, Camila... —Lo repetí seis veces, y luego otras seis más. Quería recordar su nombre para así saber a quién despreciar.
Aun así, aunque se suponía que la odiaba, su nombre sabía a calma dentro de mi boca.
— Cuando lo dices muchas veces suena gracioso —Rio con su voz inocente— ¿Ahora puedes estrechar mi mano? Me duele.
Acepté para que me dejara en paz, pero ella siguió allí, justo detrás de mí. Poco después sentí su respiración en mi cuello, lo que me hizo estremecer.
— ¿Te gustaría viajar a África conmigo? —Me ofreció sin más.
Esa vez sí que me volteé, y lo primero que encontré fue sus ojos color chocolate que me miraban sin vergüenza alguna.
Me concentré en sus parpadeos durante segundos, pues estos parecían los gráciles aleteos de un colibrí. Conté once de ellos antes de volver a hablar.
— ¿Qué clase de demente eres? —Pregunté casi con temor.
Lo cierto era que su presencia me ponía los pelos de punta, al igual que su vestido blanco con manchas de pintura y sus botas al estilo militar.
— Solo una más del montón —Me contestó con seriedad— ¿Qué te sucedió la semana pasada? Me preocupé mucho por ti. Incluso te traje un regalo para animarte...
Acto seguido sacó un trozo de papel de su bota, la cual me di cuenta estaba en el pie equivocado, y me lo tendió.
Lo primero que pude notar fue el terrible dibujo de una chica desnuda que tenía un par de hojas entre manos. También vi manchas de pintura a los costados y varias rasgaduras por todo el lugar.
No era lindo ni llamativo... Pero definitivamente tenía algo que hacía que mi cabeza doliera y se sintiera en paz al mismo tiempo.
— Soy yo en Francia —Me contó con más alegría de la que yo había sentido en toda mi vida—. Es mi mejor dibujo, así que considéralo un gran regalo —Si ese era su mejor dibujo no quería ver el peor— Lo llamé "El dibujo de una prostituta que se dibujaba mientras se dibujaba mientras se dibujaba mientras se dibujaba..."
Repitió aquella frase ocho veces más sin importarle lo mucho que su voz me molestaba. La detuve, por supuesto, pues comenzaba a sentir dolores de cabeza.
— ¿Puedes parar? Yo...
Pero justo en ese momento fui interrumpida por un chico al cual yo conocía como Charlie, un cliente no tan común cuya vida no me importaba conocer, quien sujetó el brazo de Camila y la alejó rápidamente de mí.
— ¿Te dije que podías hablar con ella? —Lo escuché decirle.
Estaba tan concentrada en lo que sucedía entre Camila y Charlie que no volví a contar mi dinero ni corrí a tomar la orden de la señora Parker, lo cual hacía cada vez que la veía, pues era increíblemente impaciente.
— No me dijiste que no podía hacerlo —No estaba intentando ser grosera o darle una gran respuesta. Estaba siendo ella misma.
— ¿Qué clase de puta eres? —Los otros clientes del café no podían escucharlo, pero yo sí, y esas cinco palabras me hicieron querer golpearlo ocho veces, y luego siete, y luego seis...
— La tuya.
No parecía humillada ni estaba intentando ser sensual. Ella hablaba de su trabajo como si del color de su cabello se tratara.
Parecía complacida.
— ¡¿Primero me abandonas en medio de una mamada y ahora me respondes así?!
Fue entonces cuando noté el bulto en su pantalón mal abrochado y su apariencia descuidada, cosas que solo me hicieron enfadarme mucho más.
De repente ya no quería golpearlo ocho veces, sino dieciséis, y luego quince, y luego catorce...
— Es que recordé que debía saludar a la señora Luna.
— ¡¿Puedes dejar de hablar tonterías?!
— ¡No son tonterías! ¡La señora Luna...!
Pero Charlie no le permitió hablar, pues de inmediato su mano chocó contra el rostro de Camila dos veces.
Ella no gritó ni volvió a mirarlo. Solo se quedó allí, estática.
Mi primer impulso fue correr hasta allí y golpearlo veinticuatro veces, y luego veintitrés, y luego veintidós... Me sorprendieron mis acciones, pues yo no era una mujer impulsiva.
No logré mi objetivo, por supuesto, pues Charlie de inmediato detuvo mi mano. Aun así, logré decirle:
— Eres un idiota. Idiota. Idiota —Se lo dije tres veces. La primera para que escuchara, la segunda para que lo entendiera y la tercera para que le quedara claro.
A él no parecieron afectarle en nada mis palabras, pues continuó sosteniendo mi mano durante cinco segundos antes de soltarla, pero no lo hizo porque quisiera, sino porque los chicos en el café y Dinah lo habían sujetado.
Ally estaba llamando a la policía.
— Camila —Volteé a mirarla y le sujeté la barbilla para que me mirara, pero sus ojos estaban en Charlie, quien ahora estaba realmente molesto. Conté cuatro delicados parpadeos—. Camila, Camila...
La llamé diez veces antes de que ella finalmente hablara.
— ¡Déjenlo! —Gritó ella con desesperación antes de correr hacia él— Está bien, el solo estaba jugando. Está bien. Nos iremos.
Pero nadie allí estaba dispuesto a dejarlo ir, y yo tampoco. Al menos, no sin antes golpearlo treinta y dos veces, y luego treinta y una, y luego treinta...
— Camila... —Intenté hacerla entrar en razón.
— Señora Luna, diles que deben soltarlo. Por favor. Él nos ayudará a ir a África.
Aunque ninguna de sus frases tenía sentido notaba su tristeza al suplicarme aquello.
Era como si Charlie representara su todo.
— Camila... —Ella parpadeó dos veces mientras yo decía su nombre, intentando de esta forma contener sus lágrimas— No.
Pero ya era tarde, pues Charlie había logrado escaparse y Camila corrió tras él. Extrañamente, al estar ya cerca del despreciable hombre, Camila comenzó a reírse.
Cuando me dispuse a seguirla ya la había perdido de vista, así que me repetí veinticuatro veces que no valía la pena, pero no llegué a creer esto.
Ella era una de las pocas cosas no calculadas de mi vida que, en ese momento, parecían valer la pena.
— ¿Estás bien, Lauren? —Fue lo primero que preguntó Dinah al verme. La noté preocupada.
Asentí, pero no dije ninguna palabra. Seguía pensando en Camila, en su locura, en su extraño dibujo y en cómo había huido junto al hombre que la había golpeado.
Me dije tres veces que ella debía de estar loca.
— Estoy bien. Estoy bien... —Aseguré doce veces.
Pero no lo estaba.
Lo cierto es que ahora, aunque parezca extraño, odiaba a Camila aún más.
La odiaba porque había roto mi rutina por segunda vez, porque no había logrado organizar mis propinas, porque no la entendía y porque, por muy extraño que se escuche, había empezado a contar mi tiempo sin ella.
¡Segundo capítulo! ¡Esto será increíble!
Recuerden que si quieren comentar algo sobre la historia en twitter y lo mucho que Lauren les frustra pueden usar "#SOPCamren"
-Lore-
Nota: El sufrimiento aun tarda en llegar, así que sean felices mientras puedan.
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