Una sorpresa tras otra (Parte III)
La enorme cantidad de experiencias compartidas entre Kylian y la otra Olivia es enorme. Todo apunta a que él ha estado presente en su vida desde hace mucho. Al igual que con Julie, intensos sentimientos llegaron junto con las memorias. Pero, a diferencia de la calidez y el amor que ella me transmitió, mis emociones con respecto a lo vivido con Kylian están divididas. Necesito analizar cada uno de esos momentos con total objetividad antes de decidir lo que haré de ahora en adelante.
Cierro los ojos. En el primer recuerdo que decido evocar, veo un claro en el bosque. El pasto luce muy verde bajo la luz del sol. El cielo está despejado. Voy corriendo detrás de un niño de unos nueve años, la versión infantil de Kylian. Escucho sus risas y las mías mientras nos adentramos en el bosque. De repente gira hacia un gran árbol y lo pierdo de vista. Extrañada, grito su nombre varias veces, pero no hay respuesta alguna. Sigo avanzando entre la arboleda con la respiración agitada. Miro hacia todas partes, pero no hay señales de él.
—Hold deg unna —declara una voz grave.
«Aléjate». El tono frío en la advertencia debió haberme asustado, pero, en vez de marcharme, me adentro más en el sitio. Encuentro un gran árbol con la parte inferior del tronco hueca. Se ve sumamente oscuro ahí dentro, como si fuera la entrada a una cueva profunda. Me acerco para ver lo que hay en el interior. En cuanto me agacho, dos puntos rojizos aparecen frente a mí. Parecen ojos que me observan con la frialdad de un depredador. Se me escapa un quejido e intento alejarme, pero mis pies se enredan con unas raíces y caigo de espaldas. Apenas logro levantarme, una garra huesuda sale desde la cavidad y se estira hacia donde estoy.
—Auxilio, alguien ayúdeme —digo con un hilo de voz.
Como acto reflejo, levanto ambas manos frente a mi pecho, como si con un simple gesto pudiera detener a lo que sea que se oculta allí dentro. Para mi sorpresa, la garra retrocede. Un chillido agudo brota desde el árbol y me hace doler los oídos. Me tenso de pies a cabeza, pero no cambio de posición. Mis palmas están calientes. Escucho un estruendo similar al de un trueno y luego todo queda en calma. El interior del árbol ya no luce oscuro. Veo algunos hongos y otras plantas allí dentro.
—¡Olivia!
Al escuchar mi nombre, me doy vuelta de un salto. Kylian está de pie a un par de metros detrás de mí.
—¿En dónde estabas? Creí que te habías perdido. ¡Qué bueno encontrarte!
Él se acerca para darme un fuerte abrazo. Lo imito al instante sin pensarlo. Empiezo a llorar mientras mi cabeza reposa en su pecho.
—Había un animal que iba a lastimarme. —Sorbo por la nariz—. Tenía los ojos rojos y uñas muy grandes.
—¿De verdad? ¡Qué extraño! ¿En dónde lo viste?
—Ahí dentro.
Apunto con un dedo hacia el árbol. Kylian lo mira y arruga la frente.
—Ningún animal grande podría esconderse ahí. Es muy estrecho.
—¿No me crees? —Me aparto de él y me abrazo a mí misma—. ¡Yo lo vi!
—Te creo, Oli. Seguro estoy equivocado. —Extiende los brazos y coloca sus manos sobre mis hombros—. Es mejor que nos vayamos de aquí, por si ese animal regresa.
—¡Sí, vámonos!
Sujetándome de la mano, Kylian me sirve de guía para regresar al pueblo. Apenas avanzamos unos cuantos metros cuando la curiosidad me gana. Giro el cuello para dar un vistazo hacia atrás. Veo un bulto gris tirado sobre la tierra al pie del árbol. Luce como una mezcla entre humano y algo más que no sé definir. Pero está vacío, inmóvil. Se parece al cascarón que las serpientes dejan tras de sí cuando es tiempo de mudar de piel. Se me afloja la quijada.
—¡Kylian! —Me volteo hacia él.
—¿Qué pasa? —responde.
Vuelvo a girarme para señalarle el punto en donde está la criatura, pero no veo nada más que pasto. Resoplo, frustrada.
—Nada, olvídalo.
—Ok. —Él me dedica una sonrisa.
Seguimos caminando juntos sin decir nada más. En ese instante abro los ojos y jadeo. Estoy mareada. Una gota de sudor cae de mi frente y me moja un dedo.
—Lo que se escondía en ese árbol era un Dákama. Su apariencia es inconfundible. Además, habló en el idioma de mis tierras —susurro.
Es comprensible que una personal común y, con mucha más razón, una niña, no supiera identificar a esa clase de seres. Pero yo sí puedo reconocerlos con total certeza. «¿Desde hace cuánto están los Dákamas en este lugar?». Un escalofrío me pone la piel de gallina. Al parecer, la otra Olivia ha estado en la mira de esas criaturas desde hace muchos años.
—El Dákama se dejó ver cuando Kylian no estaba presente y se ocultó cuando él volvió —murmuro.
«Kylian es un Dákama», pienso casi convencida. Lo que más me intriga de ello es que, si lo fuera, ¿por qué no mató a Olivia ese día? ¿Por qué permitió que ella lo viera en su verdadera forma? ¿Por qué finge no saber nada sobre el asunto? ¿Qué está buscando? Lamentablemente, no tengo la respuesta a ninguna de esas preguntas. Pero hay algo en ese recuerdo que me inquieta aún más que la posible identidad oculta de Kylian.
—La criatura se alejó cuando Olivia levantó las manos frente al árbol —me digo.
«¿Será posible que ella tuviera las marcas de Gildestrale aún sin activar por completo?». Toda persona que recibe el llamado de la diosa necesita de su ayuda para manifestar los poderes que esta le otorga. Lo más probable es que la otra Olivia no tuviera ni idea de que ya poseía dichas marcas. En esta dimensión no he percibido la presencia de ningún guerrero. La gente de este lugar nunca utiliza habilidades de esa naturaleza. Pero eso no significa que no las tengan. Quizás la manera de aceptar el llamado de Gildestrale aquí sea muy distinta. Si ese fuera el caso, es posible que la otra Olivia y yo tengamos más similitudes de las que creí.
Los guerreros de la diosa tenemos torkans activos en nuestra sangre. Además de los glóbulos rojos, los blancos y las plaquetas que todos los seres humanos poseen, los guerreros nacemos con niveles elevados de torkans. Cualquier persona las tiene, pero, en nuestro caso, estas son muchísimo más numerosas. Dichas células permanecen dormidas hasta que Gildestrale las activa con su energía. No pueden despertar por sí mismas. A mayor concentración de torkans, más fácil y poderosa es la conexión establecida con la diosa.
—Si el Dákama retrocedió, eso solo puede significar que Olivia manifestó la energía de la diosa —afirmo en voz baja.
Mis ojos se abren de par en par. Me cubro la boca con ambas manos, estupefacta. Haber pensado en ese detalle me lleva hacia otra conclusión muy importante. Creo que finalmente encontré la respuesta a la pregunta que más confusión y dolor ha generado en mí. Aunque no haya nadie que pueda confirmar si estoy en lo correcto, una fuerte corazonada me indica que voy por la senda adecuada.
Es bien sabido en Mánesvart que una sola alma sin ayuda no puede cruzar entre dimensiones. Su energía es insuficiente para conseguirlo. Los cuerpos físicos tampoco pueden hacerlo porque se quemarían. Los Dákamas solo son capaces de ello después de haber absorbido una gran cantidad de almas. Escudados por la energía combinada de las almas, su cuerpo se vuelve lo suficientemente poderoso para resistir el viaje interdimensional sin desintegrarse. Aplicando ese mismo principio a mi situación, debe haber habido algo en mí y en la otra Olivia que, combinándolo, fue suficiente para preservar y atraer mi alma hasta aquí.
—Entonces, es muy posible que mi alma haya sido atraída hacia este cuerpo gracias a las torkans de ella —musito con un nudo en la garganta—. Pero, ¿de qué manera lo hizo? ¿Cómo supo cuál era el momento exacto para conseguir algo así de difícil?
Mi cabeza duele de tanto pensar. Estoy algo mareada. Respiro hondo, liberando el aire muy despacio. Me levanto del retrete y me asomo por una rendija de la puerta. No hay nadie más en los baños. Eso me da algo de tranquilidad para ir al lavabo. Me echo agua en la cara y bebo un sorbo. Tengo la boca seca. Cuando se me pasa la sensación de vértigo, regreso al cubículo y retomo la posición que tenía. No pienso irme de aquí hasta haber puesto en orden mis pensamientos.
—Vamos de nuevo, tú puedes —me digo.
Vuelvo a cerrar mis ojos para sumergirme en otro de los recuerdos. Esta vez veo a Kylian un poco mayor, quizás de unos trece o catorce años. Junto a él camina un hombre alto de piel pálida y cabello rojizo. Se voltea hacia donde estoy y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa, emocionada. Avanzamos juntos hacia un lago cristalino rodeado de montañas. Llevamos cañas de pescar con sus respectivos anzuelos. Es un día fresco, casi sin viento y nublado. Esperamos atrapar algunas truchas para almorzar. Cuando llegamos al sitio que buscábamos, el hombre se da un golpecito en la frente. Resopla y tuerce la boca mientras me mira.
—Oli, olvidé la caja de señuelos en el auto. ¿Podrías ir por ella? —dice en tono amable.
—¡Claro, papá! —contesto.
—Por favor, déjeme acompañar a su hija, señor Duncan —pide Kylian.
—Está bien. —Le da una mirada suspicaz, pero sonríe—. Cuídala mucho, ¿eh?
—Por supuesto. —Me dedica un guiño.
Mis mejillas se calientan en un segundo. Le doy la espalda a Kylian para que no detecte mi sonrojo. Al verme así, papá arquea una ceja y suelta una risa baja. Cuando me entrega las llaves del auto, me doy la vuelta para correr hacia el aparcamiento. Por suerte no está muy lejos. Me tomará menos de cinco minutos ir y regresar. Soy bastante rápida cuando me lo propongo. Pese a que no me detengo a esperar a Kylian, le resulta muy sencillo alcanzarme. Mantiene el ritmo de mi carrera sin problemas. Cuando llegamos al lugar, él toma una larga bocanada de aire y la libera lentamente. Parece más fastidiado que agitado.
—¿Era necesario venir corriendo? —pregunta cruzándose de brazos—. Si no querías hablar conmigo, bastaba con decírmelo. No tenías que huir así.
—No estoy huyendo de ti —afirmo, tensa.
—Claro, lo que tú digas —responde viéndome a los ojos.
Carraspeo y le doy la espalda sin decir nada más. Abro el maletero del auto y tomo lo que papá me pidió. Cierro el compartimento y guardo la caja en uno de los bolsillos de mi chaqueta. En total silencio, me echo a correr hacia el lago. Kylian me sigue de cerca sin protestar. Cuando llegamos, papá ya tiene preparadas las cañas de pescar. Solo falta colocar los señuelos que traje.
—¡Vaya, Oli! Creo que batiste tu propio récord hoy. ¡Eres un rayo! —exclama papá con un gesto de satisfacción.
—Sabes que amo correr —digo, animada.
—Deberías estar en el club de atletismo —afirma Kylian.
—No es para tanto —mascullo evitando mirarlo.
Un silencio incómodo se asienta entre nosotros. Aprieto los labios mientras de reojo noto que Kylian niega con la cabeza.
—Bueno, chicos, no perdamos más tiempo —dice papá para romper la repentina tensión del ambiente—. Nuestro almuerzo todavía está nadando.
Después de que cada quien elige el señuelo que va a usar, nos sentamos en las sillas plegables que trajimos. Mi padre empieza a silbar la tonada de una vieja canción que me encanta. Oírlo me ayuda a relajarme. Luego de un rato, giro el cuello hacia Kylian. Él me sonríe con dulzura y yo hago lo mismo. La incomodidad entre ambos ya no está presente. Cuando regreso la vista al lago, la tranquilidad que sentía se esfuma al instante.
—¡Papá! ¿¡Qué es eso!? —grito, horrorizada.
Bajo el agua veo la silueta de un animal extraño. Todo su cuerpo es negro, pero sus ojos son rojos. No es un pez, sino que se parece a una serpiente enorme. Se queda quieto mirando hacia donde estamos. Su cabeza sale unos cuantos centímetros del agua y abre la boca. El agudo sonido que emite me eriza los vellos.
—Tranquila, Oli, no pasa nada —dice papá.
Deja la caña de pescar en el suelo y levanta el rifle de cacería. Pese a que se mueve despacio, en sus ojos noto miedo.
—Retrocedan poco a poco, muchachos. No se detengan hasta que estén lejos del lago —indica él.
Kylian y yo obedecemos de inmediato. Conforme nos alejamos, la criatura se yergue más y más. Casi alcanza la estatura de mi padre cuando este le dispara. La bala la impacta de lleno la cabeza, pero no la daña. Vuelve a chillar y se abalanza hacia papá. Se mueve tan rápido que me cuesta verla. Es como si estuviera hecha de niebla. El rifle queda tirado en el suelo.
—¡Papá! —grito.
El animal lo envuelve de pies a cabeza y aprieta. Escucho quejidos de dolor. Corro hacia donde está y levanto el arma. Mis brazos tiemblan tanto que no puedo sujetarla bien. En ese momento, Kylian llega para arrebatarme el arma y apunta hacia la criatura.
—¡Corre! —exclama.
Aunque quisiera hacer justo eso, no puedo. Estoy paralizada por el pánico. Respiro demasiado rápido. No puedo dejar de mirar la escena. Kylian maldice por lo bajo y dispara. Tres disparos golpean al animal, pero este no afloja su agarre. Él suelta el arma y murmura unas palabras que no comprendo desde aquí. Su mano empieza a brillar. La luz que emite es del mismo tono que el de los ojos de la criatura.
—Pero ¿qué...?
Las palabras mueren en mis labios cuando Kylian salta y le da un puñetazo al animal. Este se retuerce como un gusano y se desintegra en segundos. Algo como eso debería darme alivio, pero no sucede así. La mano con la que Kylian dio el golpe está sobre el pecho de mi padre. El resplandor rojizo parece hundirse en su piel, como si esta lo absorbiera. Lo veo luchando por respirar, pero no lo consigue. Se pone rígido y deja de moverse.
—¡Papá!
Kylian se voltea. Sus ojos son iguales a los del animal que acaba de desaparecer. Sosteniendo a papá con un brazo, levanta el otro hacia mí.
—Glemme —dice él y mi vista se apaga.
«Olvida». En ese instante, abro los ojos y vuelvo a estar en el cubículo de los baños. Estoy respirando tan rápido que me duele el pecho. De alguna forma que escapa a mi comprensión, Kylian logró hacer que la otra Olivia olvidara por completo lo sucedido ese día. Pero no será así conmigo, no voy a olvidarlo jamás. El señor Duncan no solo murió en sus brazos, Kylian deliberadamente hizo algo que acabo con su vida. Y yo no descansaré hasta entender qué fue y por qué.
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