Sentada sobre el regazo de mi mamá, nos mecemos despacio en un columpio. Percibo el sabor ácido del limón en mi paladar, lo cual me hace arrugar la cara. Estoy corriendo por un claro del bosque con un papalote atado a la muñeca, riendo a carcajadas, junto a mi papá. Soplo las velas de un pastel de fresa que tiene siete velitas mientras Julie y Kylian me aplauden. Hecha un mar de nervios, participo en una coreografía grupal para la ceremonia de mi graduación de la primaria. Estoy acampando con mis compañeros en medio de las montañas. El calor de la fogata, la dulzura del malvavisco y la sonrisa de Kylian me hacen sonreír.
Toda clase de momentos vividos en estos casi dieciocho años de existencia pasan a través de mis neuronas como un veloz torbellino. Percibo cada color, forma, sonido, sabor y textura almacenados en las memorias con absoluta nitidez. Cada abrazo, beso y hasta los pequeños roces, todo contacto con las personas de mi entorno vuelve a mí en una inmensa ola de sensaciones. Tengo la impresión de que estoy viviendo cada uno de mis años de recuerdos de nuevo en apenas unos instantes. Ya no hay huecos entre los pocos retazos del pasado a los que podía acceder. Todo lo que me hace ser Olivia Duncan ha regresado a su debido lugar.
Por fin me siento en paz. Es como si el vacío que sentía en el alma, esa herida casi tangible a través de mi pecho, se hubiera sanado por completo. Río y lloro al mismo tiempo. Poseo todos los recuerdos de este lugar, de esta vida, pero también tengo conmigo las memorias de Mánesvart. ¿¡Cómo es eso posible!? Abro los ojos y me encuentro con la tierna sonrisa de Etterlys. Busco a la otra Olivia, pero no hay ninguna chica frente a mí. Frunzo el ceño y me giro para mirar a mi alrededor. Además de la Kuresan, no hay nadie más cerca de mí. Boquiabierta, siento que se me acelera el corazón. Mis manos empiezan a temblar.
—¿Qué está pasando, Etterlys? —Me acerco a la esfera que la resguarda—. ¿En dónde está ella? ¿Por qué se fue?
—No se fue a ninguna parte. Ella eres tú o tú eres ella, como prefieras verlo. La misma esencia existe en ambas —responde, serena.
—¿¡Qué!? ¡No! ¡Eso no puede ser posible! ¿Cómo vamos a ser la misma persona? Hay dos vidas muy distintas, dos grupos de recuerdos totalmente diferentes dentro de mi cabeza. ¡Ni siquiera venimos de la misma dimensión!
—Ustedes son la misma persona de una manera que va más allá de lo físico. Aunque hayan estado en distintas dimensiones y llevando cada cual su propia vida, han estado entrelazadas desde hace mucho. Cada una de ustedes es un reflejo de las decisiones que tomaron, de esos deseos que unieron sus vidas, aun sin saber que lo estaban haciendo.
—¿De qué deseos estás hablando? No tengo ni idea de qué quieres decir.
—¿Recuerdas el deseo que pediste cuando cumpliste los siete años?
Abro la boca para contestar, pero las palabras se me atoran en la garganta. Dos recuerdos llegan a mi mente a la vez. Dos deseos nacidos en los corazones de dos niñas que nunca se habían visto pero que, sin darse cuenta, se estaban buscando.
—Deseé, con todo el corazón, tener una hermana a quien pudiera querer y cuidar durante toda mi vida. —El recuerdo de ese cumpleaños en particular junto a Julie y Kylian vuelve a aparecer en mi mente. Sin embargo, al mismo tiempo, me veo tomando las manos de Katia mientras mamá esparce pétalos de cerezo sobre mi cabeza—. Y también deseé alcanzar el máximo potencial de una guerrera de Gildestrale para poder proteger a mi hermana. De ser necesario, estaba a dispuesta a morir para que ella viviera.
—¿Lo ves? Aunque no lo supieran en el momento de pedir sus deseos, ambos estaban íntimamente relacionados. Las dos querían dar afecto, proteger, incluso si eso implicaba sacrificarse a sí mismas. No pidieron cosas para ustedes. —Mi amiga esboza una tierna sonrisa—. La intensidad con la que hicieron sus peticiones, esa sinceridad infantil, ese amor desinteresado, todo ello logró que los dos deseos llegaran hasta los oídos de la diosa.
—No entiendo qué tiene ver una cosa con la otra. En esta dimensión no podía manifestar las marcas y ni siquiera tengo una hermana.
—A falta de una hermana de sangre, tu equivalente dimensional es lo más cercano que tienes a ese parentesco. Acoger esa alma en tu cuerpo es una manera de mostrar amor, de cuidar. Si no lo hubieras hecho, el Dákama la habría absorbido.
—No estoy segura de que eso cuente como amor. Ni siquiera sabía que algo así fuera posible, no tenía idea de que iba a suceder.
—No habría ocurrido si tu voluntad hubiera estado en contra de ello. El deseo de proteger seguía siendo fuerte dentro de ti. Al ser la una el equivalente dimensional de la otra, las dos están conectadas a Gildestrale. Esa energía permitió que, a nivel subconsciente, percibieras el clamor por ayuda y acudieras en su auxilio.
Río sin ganas. Aun si esa parte de la historia fuera cierta, lo que estaba pasando en Mánesvart en simultáneo resulta casi irónico. Todavía puedo escuchar el grito desgarrador de mi hermana cuando el Dákama golpeó mi pecho. Pensar en las nefastas consecuencias de lo que hice me deja un regusto amargo en la lengua.
—Dices que mostré amor, que protegí a mi equivalente dimensional, pero a Katia, quien sí es mi hermana, le fallé de la peor manera...
—Te equivocas. Si no hubieras intervenido justo de la manera en que lo hiciste en esa batalla, tu hermana habría sido quien recibiera el ataque directo del Dákama. Tú le salvaste la vida.
—¿¡De verdad!? —Me cubro la boca con ambas manos y siento que me falta el aire—. ¿¡Katia está viva!?
Revivo los recuerdos del espantoso escenario que vi en mis sueños hace poco. La imagen de mi hermana mutilada y sin vida me produce escalofríos.
—Sí, tu hermana sigue viva. Lo que hiciste sin duda fue imprudente, pero no resultó catastrófico. Peleas junto a soldados de élite, no lo olvides. Están perfectamente capacitados para manejar imprevistos y para encontrar soluciones rápidas a los inevitables errores que surjan. Esa batalla la ganaron ustedes.
—Pero ¿¡cómo!? ¡Lo que hice puso en peligro al escuadrón entero! ¿Cómo sabes que mis compañeros están bien si viniste a esta dimensión al mismo tiempo que yo? Ya no estabas en Mánesvart cuando la batalla terminó.
—Kraldan me lo contó todo.
—¿Quién es Kraldan?
—¿Nunca antes te has preguntado a quién pertenecen el ojo y la boca en tus manos?
—A Gildestrale, por supuesto.
—Tienes razón en cuanto a que son los medios por los cuales fluye su energía, pero ninguno de los dos forma parte de su cuerpo. El ojo es una manifestación de las habilidades de Silia y la boca es parte de las de Kraldan.
—Llegamos al mismo punto. No sé de quiénes hablas.
—Silia es una peregrina evanescente. Aunque puede ir adonde lo desee, viaja principalmente entre las dimensiones bajo el cuidado de Gildestrale. Kraldan es el guardián de las almas de la luz, esas que tú y los de tu clase se encargan de segar. Mediante su boca, las almas absorbidas se purifican para luego ser liberadas y que algún día puedan renacer.
Mi quijada se afloja y todo en mi interior se sacude. Le doy la espalda a Etterlys y niego con la cabeza. Se me cierra la garganta por un instante. La información que acaba de darme es completamente nueva para mí. Enterarme de algo así justo ahora equivale a recibir una estocada en el corazón. Me sorprende e irrita a la vez. He pasado dedicada casi toda mi vida al servicio de la diosa y nunca me revelaron la verdadera naturaleza de las marcas que llevo. Me siento engañada, dolida. Me doy vuelta y encaro a mi amiga con el rostro contraído por el dolor.
—Llevo años de ser una guerrera de la diosa. Me he esforzado mucho por hacerlo bien, por ser un ejemplo a seguir. Entonces, ¿¡por qué nunca me dijeron algo tan importante como eso!? ¿¡No he demostrado que soy confiable!?
—No es eso, Olivia. Gildestrale confía en sus guerreros y en sus capacidades. Pero también está consciente de que los Dákamas son enemigos de gran poder. Si el conocimiento sobre el origen de las marcas llega a ellos, eso la pondría en peligro a ella y a todos sus guerreros. En lugar de destruirles las manos, como usualmente hacen al atacarlos, los Dákamas las usarían en su contra. De seguro hallarían la forma de entrar en los portales que se abren cada vez que las marcas están activas.
—¿No sería mejor que cada guerrero supiera eso? Seríamos aún más cuidadosos de lo que ya lo somos.
—No lo dudo. Pero los Dákamas también serían aún más retorcidos de lo que ya lo son. En lugar de matar a los guerreros, los capturarían para torturarlos e intentarían sacarles más información. Buscarían la manera de usarlos en contra de Gildestrale.
—Si eso es lo que crees que va a pasar, entonces, ¿por qué me lo dices? Podrías haber guardado ese secreto y yo jamás lo habría imaginado.
—En primer lugar, elegí decírtelo porque somos amigas. En segundo lugar, quise contártelo porque sé que no eres una guerrera ordinaria. Un peregrino evanescente de las dimensiones de Mórielke intercedió por tu vida y salvó también la mía. Sin él, yo no habría podido llegar a este refugio, habría muerto.
—¿Te refieres a Velvar?
—Sí, ese es su nombre. Los de su raza nunca intervienen en los asuntos humanos si no es por razones de mucho peso. Él guio a Kylian para que te ayudara y ha estado vigilándote de cerca. Desconozco cuáles son sus motivos, pues no habló mucho conmigo mientras me cuidaba. Sin embargo, estoy segura de que todo lo que ha hecho no ha sido por tonterías.
—Debería buscarlo para hablar. Kylian tampoco sabe por qué Velvar hizo todo eso.
Me muerdo el labio inferior, pensativa. Si esa criatura aparece solo cuando le place, encontrarla no va a ser para nada sencillo. Suelto un largo suspiro mientras miro hacia arriba. Los muros ya no exhiben un confuso puñado de letras, sino que forman miles de palabras. La búsqueda de Velvar pasa a un segundo plano en mi mente. Aguzo la vista y comienzo a leerlas en voz baja.
—Etterlys, en esos muros están escritos todos mis recuerdos —digo, fascinada.
—Esos muros son la representación visible de tu mente. Antes, todo era un caos, pero ahora que has podido hallar el nexo entre las dos partes de tu esencia, la claridad en tu interior se ha reestablecido.
—¿Quién soy ahora?
—Eres Olivia Duncan, eso no ha cambiado. La diferencia es que tu alma ya no está fragmentada. Cuando decidiste emprender la búsqueda hasta llegar aquí, estabas acercándote a ti misma. Las memorias de Mánesvart y las que tienes de estas tierras son todas reales y todas te pertenecen. Ambas vidas son tuyas porque ahora eres una sola alma. Eso fue posible gracias al poderoso nexo entre dos esencias muy semejantes y compatibles.
A mi frente ya no le cabe ni una arruga más. Desvío la vista hacia mis palmas y me quedo en silencio. Etterlys acaba de decirme que no estoy usurpando una vida, que no estoy invadiendo un cuerpo, sino que me he fusionado con mi otra yo. Esa es una verdad tan grande, tan profunda y tan pesada que me deja vacía de sensaciones por un largo rato. No sé qué hacer ni cómo sentirme al respecto. Una nueva duda me asalta en ese momento.
—¿Existe alguna manera de revertir el proceso? Es decir, ¿podríamos volver a ser dos almas independientes?
—Eso no lo sé. Lo que te ocurrió no tiene precedentes.
Abro la boca para formular otra pregunta, pero escucho a alguien llamándome por nombre, lo cual me distrae de inmediato. Enseguida reconozco la voz de mamá hablando a gritos. Está dando golpes fuertes en la puerta cerrada del baño. Percibo el timbre de preocupación en cada sílaba que pronuncia. Si no me apresuro a regresar, derribará la puerta, pero no podrá encontrarme. No quiero asustarla.
—Etterlys, tengo que irme ya, pero volveré, te lo prometo —afirmo.
Sin tiempo que perder, invoco la energía de la diosa para desplegar mis alas y abandonar este sitio. Debo salir del campo de fuerza antes de que mi madre abra la puerta. Es una suerte que el tiempo en el exterior transcurra más despacio. Si me apresuro a salir, ella no va a notar nada extraño, excepto porque ahora recibirá un abrazo de su verdadera hija por primera vez en mucho tiempo.
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