El descubrimiento (Parte I)
Cada paso que doy sobre las rocas flotantes se siente extraño en los pies. Parece que caminara descalza sobre estas, pues tengo un insistente cosquilleo en ambas plantas. Es como una pequeña descarga eléctrica. Fuera de eso, no percibo ningún otro estímulo. Después de lo ocurrido, debería sentirme cansada. Sin embargo, no tengo síntoma alguno de debilidad. A pesar de que Kylian está inconsciente entre mis brazos, su peso no es difícil de cargar. No sé si se trata de la adrenalina o de alguna otra sustancia en mi cuerpo, pero tengo la sensación de que todo es liviano, incluyéndome. Es como si estuviera rellena de helio y flotara.
El caos que existe en mí no se manifiesta por fuera, sino por dentro. Tengo la mente dándoles vueltas a mil cosas a la vez. Nunca antes había escuchado a la diosa hablarme de forma tan directa, mucho menos sin tener que esperar largo rato por respuesta. No puedo creer que, siendo yo quien le hablara, haya recibido una contestación inmediata. Aunque todavía no sé qué voy a decirle o de qué manera voy a hacerlo, estoy consciente de que debo dar lo mejor de mí por el bien de Kylian.
Estoy tan concentrada en mis pensamientos que ni siquiera me detengo a ver lo que hay a mi alrededor. No obstante, un repentino soplo del viento revuelve mis cabellos, lo cual me hace desviar la mirada hacia abajo. Al inclinar la cabeza, descubro un enorme espacio vacío debajo de mí. Solo parece haber negrura hasta donde me alcanza la vista. Pese a ello, el fuerte ruido de una respiración agitada indica que hay vida. También oigo algo similar a grandes pisadas. Es probable que se trate de una de las criaturas que no pueden ser vistas por mis ojos de humana. Aun así, no voy a utilizar las marcas de la diosa en un momento como este.
Sin importar lo que sea que habite en las profundidades del abismo, estoy segura de que no va a hacerme ningún daño. La propia Gildestrale fue quien me convocó ante su presencia. Avanzar hacia donde está es mi prioridad, pues solo ella puede salvarle la vida a Kylian. A medida que avanzo, las rocas flotantes dejan de ser una superficie sólida. Me tambaleo cada dos pasos, lo cual me fuerza a detenerme varias veces para recalcular los movimientos.
¿Qué pasaría si me caigo al abismo en este preciso instante? ¿Detendría la diosa mi caída, o me dejaría morir? Jamás pensé que llegaría a dudar de la protección de Gildestrale, pero, en las presentes circunstancias, ya no sé si debería cifrar mi confianza a ciegas en ella. ¿Será esta una prueba de lealtad? Si fallo en esta extraña misión, ¿me considerará una traidora?
Continúo caminando en silencio durante mucho tiempo. La hilera de rocas parece interminable. El viento que viene desde abajo se vuelve cada vez más potente y las piedras no dejan de sacudirse. Es como si, a pesar de haber sido invitada a transitar este camino, criaturas poderosas estuvieran luchando para impedirme llegar hasta la diosa. ¿Por qué permite esto? Si es la más poderosa de todos, podría ordenarles que se detengan, pero no lo hace.
Sospecho que lo ocurrido con los gigantes es una señal de que algo inusual está sucediendo conmigo. Nunca antes había manifestado ninguna energía ajena a la de Gildestrale. De mi cuerpo solo brotaba luz azul. Pero en mis manos hoy vi energía roja y también magenta. ¿¡Qué rayos significa eso!? ¿Es acaso un síntoma de que la oscuridad se está adueñando de una parte de mí? De ser así, la reacción de los gigantes tendría total justificación. ¿Debería empezar a sentir temor de mí misma? Aprieto la mandíbula y niego con la cabeza. Sin importar lo que pase, no voy a permitir que la oscuridad me domine.
Tras seguir batallando en contra del viento y del tambaleo por largo rato, el fuerte graznido de un cuervo se escucha en las alturas. Temor mezclado con alegría y perplejidad se acumula en mi vientre. De entre todos los posibles escenarios para escuchar de nuevo a Velvar, este es el más inesperado. Levanto la cabeza y sonrío. De esa forma le hago saber que lo escuché sin revelar nada a través de palabras. No sé si su presencia aquí es bienvenida o no.
¿Cómo es posible que haya entrado al campo de fuerza de Gildestrale? De acuerdo con lo que Kylian me reveló, Velvar es un peregrino evanescente que vaga entre las dimensiones a su antojo. Pero este sitio no es cualquier dimensión, sino que le pertenece a la diosa. Solo sus guerreros y a quienes ellos inviten pueden ingresar. No recuerdo haber visto a Velvar cerca de mí cuando abrí el acceso. ¿Significa eso que a él lo invitó Gildestrale? En vista de que nada ni nadie puede hacer que aparezca si él no lo desea, supongo que aceptó la invitación. Es posible que supiera que Kylian y yo estamos en aprietos y eligiera venir para ayudarnos.
—Muchas gracias, amigo.
Muevo los labios sin hablar, así que no estoy segura de que me haya entendido. Para mi buena fortuna, Velvar grazna de nuevo en ese momento, haciéndome saber que sí recibió mi mensaje. El sonido es mucho más potente que antes. Y, por alguna razón que no alcanzo a comprender, me reconforta escucharlo. Es como si un viejo amigo estuviera acompañándome en esta difícil travesía. Después de todo, fue él quien me ayudó cuando estuve a punto de morir. También fue él quien cuidó de mi amiga Etterlys para luego traerla hasta mí. Aunque desconozco las razones de su comportamiento, ha estado actuando a mi favor desde el principio.
—Olivia...
Alguien me llama por nombre, pero la voz se escucha tan débil que no logro saber quién es. Tampoco sé desde dónde me habla. Todo es sombrío y confuso aquí. Quizás la mente me esté jugando malas pasadas. No puedo detenerme a buscar al emisor, así que sigo concentrada en mis pasos, pero aguzo el oído por si acaso vuelvo a oír el llamado.
Sigo avanzando por varios minutos sin novedad alguna. En este punto, el cansancio físico por fin empieza a aparecer. Mis brazos están agarrotados y mis piernas se sienten pesadas. Estoy mareada. Me detengo un instante para recuperar el aliento. Inhalo hondo, pero ni siquiera tengo tiempo de exhalar. La roca bajo mis pies desaparece y caigo en picada hacia la negrura del abismo. Grito, desesperada, mientras sostengo a Kylian contra mi pecho a duras penas.
—¡Por favor, espera! ¡Piedad! —exclamo a todo pulmón.
De un pronto a otro, dejo de caer. Quedo suspendida en el aire. No veo ni escucho nada alrededor. Respiro con dificultad y el pecho me duele tanto como la cabeza. Tras unos segundos de confusión, una especie fuerza magnética me atrae despacio hacia sí. Abro mucho los ojos y siento ganas de gritar otra vez, pero el vórtice de luz azul que aparece en el horizonte me roba el impulso. Al atravesar el remolino, todos los malestares desaparecen de golpe. Un potente resplandor me ciega por un momento. Cuando mi vista finalmente se aclara, jadeo, atónita.
Estoy de pie en un bote de remos hecho de madera. El ancho río sobre el cual flota la barca es de color turquesa y el cielo es gris. No veo tierra por ninguna parte, así que seguramente deberé remar para llegar a la orilla más próxima. Cerca de la proa, encuentro un colchón mullido. Lo corro un poco y coloco a Kylian sobre este, pero no me separo de él. Me siento a su lado mientras muevo los remos. Al principio me cuesta mucho hacerlo, pues es el río es viscoso. Pero cuanto más bato los remos, menos denso se vuelve el arroyo. Aunque no tengo idea de hacia dónde dirigirme, no por ello dejaré de intentar avanzar. Esperar sin actuar no es una opción.
—Estás dispuesta a hacer cualquier cosa por él. ¿Por qué?
Pese a la usual calma de Gildestrale, el repentino sonido de su voz me sobresalta. Sujeto los remos con fuerza para acallar el chillido de sorpresa. Trago grueso y me concentro en la respuesta que voy a darle.
—Estoy dispuesta a hacer lo que sea por Kylian porque lo amo. Hemos sido amigos desde pequeños. Crecimos juntos y siempre hemos estado presentes en los momentos importantes de la vida del otro. Él me ha demostrado de muchas maneras lo mucho que me ama. Yo no he sido tan clara con mis sentimientos a lo largo del tiempo, pero ahora estoy esforzándome por serlo. No voy a abandonarlo.
—¿Estuvo contigo en Mánesvart?
—No. Él no puede cruzar entre dimensiones.
—¿Te ayudó en tus entrenamientos como soldado?
—No. Pero eso nadie debía hacerlo. Era mi responsabilidad.
—¿Te consoló cuando tu padre se perdió en batalla?
—No. Eso hasta hace poco se lo conté.
—Entonces, si no estuvo contigo en ninguno de esos momentos, ¿cómo es posible que digas que lo conoces desde pequeña? ¿Por qué piensas que crecieron juntos?
—Porque así fue. Tengo cientos de memorias de él. Somos muy cercanos.
—¿En realidad son tuyas esas memorias? ¿No te estarás engañando?
—Los recuerdos de este mundo son tan míos como los que tengo de Mánesvart. No soy quien solía ser antes de la batalla en la que perdí mi cuerpo, pero sigo siendo yo. Mi alma sigue aquí. —Me toco el centro del pecho con la palma derecha—. La esencia está intacta. Estoy segura de que puedes sentirla.
—Sí, puedo hacerlo, pero todo es confuso ahora. Cuando te miro, no veo nada de la Olivia Duncan que me sirve como guerrera. En contraste, al escuchar cómo te expresas, suenas totalmente igual a ella. Has estado usando mucha de mi energía para cumplir con tu deber, pero también tienes habilidades que yo no te he otorgado. Percibo en ti otro flujo de energía que antes no tenías. ¿Podrías explicar eso?
—No creo ser capaz de hacerlo. Desde que llegué a este lugar, mi vida entera cambió. Hay todavía muchas cosas sobre mí que no he terminado de entender. De no ser por Kylian, tal vez no entendería nada aún. Él me ha ayudado a conocerme.
—Parece haber sinceridad en tus palabras. Si estás diciendo la verdad, si no tienes nada que esconder, ¿estarías dispuesta a permitir que examine tu mente?
—Sí, lo estoy. Haz tal como dices. Si esa es la única manera de que confíes por completo en mí y liberes por fin a Kylian, te doy mi consentimiento. No tengo miedo alguno. Quien nada debe, nada teme.
Tras escuchar mi enérgica declaración, Velvar grazna con fuerza. Lo oigo muy cerca de mi oído izquierdo. Aunque no pueda verlo, tengo la certeza de que está posado sobre mi hombro. Levanto la mano derecha como si fuera a acariciar su plumaje. Al acercar las yemas de los dedos al punto en donde creo que se encuentra, se me afloja la quijada al instante y mi corazón late desbocado.
No solo puedo sentir la suavidad de sus plumas, sino que ahora puedo verlo con mis ojos humanos. Me dedica una mirada curiosa para luego abandonar mi hombro. No se aleja mucho, pues esta vez elige posarse sobre el pecho de Kylian. Cuando las patas del peregrino hacen presión sobre él, deja salir un sonoro suspiro. Sus párpados se mueven muy rápido. Parece estar a punto de despertar.
—¡Kylian!
Extiendo un brazo intentando tocarlo. En cuanto rozo la piel de su mano, Velvar vuelve a graznar. Un silbido potente y sostenido se cuela en mis oídos. Desde el río emergen un par de manos enormes de tono azulado. Están a los lados y, en apenas unos segundos, se cierran en torno a mí. Me sujetan con firmeza y me levantan de la barca. De un pronto a otro, dejo de ver a Kylian y a Velvar. Mi campo de visión se llena de burbujas. ¡Estoy sumergiéndome a máxima velocidad! Mi primer impulso es luchar para salir, pero sé que no debo hacerlo. Este es el paso decisivo en todo cuanto se avecina tanto para Kylian como para mí.
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