08
Para ninguno de los dos el nuevo ritmo de vida era fácil.
Jimin estaba a pocos días de ser internado en el hopistal y Sae Wa estaba a otros pocos de empezar el trabajo de campo en una de las urbanizaciones menos priviligiadas de Daegu.
Ambos intentaban sobrellevar la distancia lo mejor que podían y aunque cada vez se les hiciera más difícil comunicarse, todos los días hablaban a través de mensajes y llamadas, una que otra vez videollamadas para que Saegi pudiera verle la cara a su papá.
Sin embargo, Jimin era bastante astuto y cuando usaban el video intentaba siempre estar en algún lugar poco reconocible para Sae Wa, de manera que no sospechara que realmente nunca estuvo fuera del país.
Sae Wa podía notar que el rostro de Jimin lucía demacrado con los días y él sólo lo achacaba al exceso de trabajo, cosa que, conociendo al chico podía ser cierta. Cuando se proponía algo no había forma de que descansara hasta lograrlo.
Ya habían pasado quince días desde su separación; el tiempo transcurría realmente rápido para Sae Wa debido a las reuniones y planes que estaba armando junto al equipo de trabajo asignado. También, se estaba volviendo más cercana a Yoonmi quien extrañamente era muy atenta con ella y Saegi.
Saegi por su lado tenía una niñera por las tardes-noches y estaba empezando a asistir al colegio provisionalmente. Parecía empezar a adaptarse a las ausencias de su mamá.
Todo era difícil, por supuesto; para los tres este era un reto que nunca antes habían enfrentado pero Sae Wa se mantenía bajo la premisa de que eran una familia unida que podía soportar todo.
"Podemos con esto y más"
Le dijo a Jimin en la última llamada cuando le escuchó la voz a punto de quebrarse.
Eran sólo unos pocos meses distanciados, ¿no? Entonces, ¿por qué Sae Wa tenía un extraño nudo en el pecho cada vez que la voz de Jimin salía a través del auricular? Lo sentía apagado, como si poco a poco la llama de vida dentro de su futuro esposo, se estuviese consumiendo.
Era de noche y Sae Wa acababa de salir de la oficina, vestía un abrigo largo puesto que las noches en Daegu eran gélicas. Saegi ya debería estar en la casa, por supuesto, la niñera debería haberle dado ya la cena y un baño.
Seguramente para cuando llegara, la pequeña princesa estaría esperándola en la sala viendo su animación favorita.
Sonrió.
La fantasmal brisa que se coló a través de su ropa la envolvió junto a los cientos de recuerdos en los que la inquieta mente de la chica la sumergió. Daegu no era demasiado grande, tampoco pequeña. En el pasado siempre fue suficiente para ella y cuando conoció a Yoongi lo fue todo.
Había hecho tantas cosas de las que se cuestionaba cuando era más joven, pero que poco a poco la convirtieron en lo que era hoy en día.
Neon fue una de las cosas más cuestionables para sí misma, sin embargo, guiados por la cadena de acontecimientos entrelazados en su vida, de alguna forma Sae Wa sintió que sin Neon quizás no hubiese mantenido su fantasía por Yoongi, o quizás él no la hubiese notado, no se hubiesen desnudado el alma, no se hubiesen entregado.
Sonrió amargamente y una lágrima amenazó con rodar por su mejilla.
Lo extrañaba tanto que su pecho ardía. Un dolor sordo, profundo y urente que la carcomía cuando tomaba la absurda decisión de adentrarse en los recuerdos.
Pero, ¿cómo no recordar aquella piel blanquecina tan pura como la suave tela de la cuna de los ángeles? Aquella mirada pensativa que de segundo a otro se suavizaba, y esas pupilas de cristal que le reflejaban un futuro hermoso a la chica. Sus manos, sus dedos, la finura del vello en sus brazos, la delgada línea de su sonrisa tímida, sus blanquecinos dientes, sus piernas narcóticas, el corazón lleno de un pasado hiriente pero aún así capaz de amar.
La amó.
A ella la amó tanto que una noche en medio de su entrega absoluta, el resultado fue la hermosa niña que la aguardaba en casa y que desconocía la existencia de su padre biológico.
Sae Wa amaba a Jimin, de eso no hay duda, pero sería injusto decir que nunca se imaginó a Yoongi sonriente jugando con su pequeña hija, levantándola en el aire, llevándola a su primer día de colegio, preparándole la cena.
Los dos se parecían tanto.
Compartían el mismo cabello, la misma piel y esos ojos tan preciosos en los que más de una vez Sae Wa se ahogó por voluntad propia. No había una minúscula parte de Saegi que no fuese marcada por la biología de su papá.
Miró hacia el cielo mientras caminaba de vuelta a su casa, la huella fantasmal de una lágrima ya se cernía sobre su piel, fría.
Nunca tuvo la oportunidad de decirle a Yoongi que estaba embarazada y en un pensamiento profundamente utópico se imaginó que si se lo hubiese dicho entonces quizás el pelinegro se convertiría en una especie de superhéroe y la salvaba aquella noche.
Pero no.
Si un criminal te secuestra existen altas posibilidades de que te haga daño o te mate. Si es un criminal con mucho poder como el señor Min, probablemente suceda lo segundo y además te desaparezcan de la faz de la Tierra.
Era risorio pensar que esa noche mágicamente la policía iba a llegar a tiempo para rescatarlos.
Llegaron, de hecho, tarde.
Aunque justo para salvarla a ella y a su futura hija.
Pero... ¿Y Yoongi?
¿Qué había sido de esos ojos hipnotizantes, esa piel sagrada, esa sonrisa aterciopelada? ¿En qué fosa de la Tierra estaban ocultas de ella? Haciendo tan lejana la existencia de su Yoongi como si nunca hubiese existido.
Ella sabía que él había vivido y aunque nadie más nunca lo mencionó, Sae Wa mantenía vívido el recuerdo de la persona a la que le entregó su alma con devoción.
Siempre viviría en los pasillos de su mente, paseándose con la sensualidad que la habia hipnotizado, con ese humor sarcástico que le gustaba y al mismo tiempo le provocaba comérselo a besos.
En su cabeza Yoongi vivía y todavía le hablaba de los planes que nunca pudieron, ni podrán cumplir. Le arrullaba durante las noches cuando el consuelo de Jimin no agasajaba a su corazón. Era la versión del Yoongi que quería tener nuevamente a su lado y así existiría para siempre, incluso cuando las premuras del tiempo la envejecieran y finalmente la llevaran al encuentro con él.
Ahí podrían consolidar su "para siempre".
Llegó al edificio con el cuerpo cansado. Viajar por aquellos recuerdos la había agotado al punto que sólo quería echarse a un lado de Saegi, abrazarla y dormir.
Le dejaría un mensaje a Jimin haciéndole saber que lo extrañaba y que por las noches anhelaba el roce de sus dedos en su cintura, su olor cálido y los susurros de amor que le dejaba en la punta del oído antes de dormir.
Sus planes se vieron totalmente torcidos cuando abrió la puerta del apartamento y en lugar de conseguir a una Saegi dormida, la pequeña estaba en la sala brincando alrededor de una persona.
Sae Wa se tensó en su sitio y su garganta tragó con dificultad. Entró como un animal cegado por la furia y tomó a la persona sentada en su mueble por los hombros.
— ¿Quién rayos eres tú? —Preguntó duramente.
Había una desconocida en la sala de su casa jugando con su hija.
¡Con su Saegi!
En ese momento la puerta del baño se abrió y dejó ver a Yoonmi con una expresión confusa.
— ¡Sae, has llegado! Estuve escribiéndote la última media hora pero no me respondiste así que... —Yoonmi alternó su mirada entre las otras dos chicas.
— ¿Puedes quitarme las manos de encima?
Sae Wa tomó a su pequeña en brazos y la cargó.
— Lo siento Sae, no quería que te asustáramos así. Es que quería traerte unas cosas para ti y Saegi y sabía que hoy vendrías tarde por lo que compré la cena...
La chica que Sae desconocía chistaba y repetía cosas en voz baja. Era menuda, de cabello negro con las puntas en púrpura, la piel blanca era adornada con un tatuaje de dragón en el brazo derecho y otro en su cuello en forma de girasol. Parecía una adolescente rebelde y capaz de golpear a Sae si no hubiese sido por la intromisión de Yoonmi.
Sae Wa le dio un beso en la frente a su hija y asintió lentamente hacia Yoonmi. Cuando vio a la chica en la sala pensó que podía morir si algo le llegase a pasar a su hija.
Y justo esa noche cuando se había torturado con su espantoso pasado.
— Ya Saegi comió pero sobre la mesa de la cocina te dejé algunas cosas, toallas, colores...
— Gracias Yoonmi, siento haber actuado así. No revisé mi telefóno mientras venía.
La chica extraña chistó y se acercó hasta la puerta.
Saegi se retorció entre sus brazos para llegar hasta la malhumorada chica que hasta ahora no se había presentado.
— Lamento todo —Se disculpó Yoonmi.
— ¿Vendrás a jugar conmigo otra vez? —Le pidió la chiquilla a la adolescente "rebelde" como la apodó Sae en su cabeza, ésta última le regaló una mirada de soslayo a Sae Wa.
— Ella es Yuri. Es algo así como nuestra mano derecha —Yoonmi sonrió suavemente con un gesto de disculpa por la descortesía de Yuri.
— Mucho gusto. Me disculpo por lo de hace un momento —Dijo Sae Wa pero Yuri no quitó sus ojos de ella o cambió su expresión.
Saegi seguía revoloteando alrededor de Yuri clamando atención.
— Eres tal cual y como te ha descrito cientos de veces.
Sae Wa llamó a su pequeña para cargarla y que se despidiera de las invitadas, sin embargo, no alcanzó a entender el comentario. Tampoco supo si estaba dirigido hacia ella porque Yuri ya estaba en la puerta del apartamento.
— Al parecer los que regresan entre los muertos son un dolor en el culo —Le dijo Yuri finalmente a Yoonmi cuando se subieron en el auto para regresar a casa.
— Tú dijiste que querías conocerla, ¿no? Es lógico que se asustara al verte allí, no te conoce.
— Y, sin embargo, sé más de ella que de mis clases de matemáticas —Dijo con amargura mirando hacia la ventana.
Yoonmi sonrió. Sabía que Yuri era de buen corazón y que sólo estaba un poco celosa.
— Sabes que él te quiere y no te va a desplazar —Le dijo la mayor intentando calmarla.
Yuri se giró bruscamente y la miró con el ceño fruncido.
— ¡No estoy celosa! ¡Sé muy bien mi lugar! —Casi gritó pero Yoonmi le tomó la mano y la apretó con calidez.
— Nadie va a sacar a Sae Wa de su corazón, jamás.
Yuri estaba con los ojos empañados en la oscuridad del vehículo.
— Todos los días después de aquella noche es lo único en lo que piensa.
— Dímelo a mí —Respondió la menor volviendo a ocultarse mirando a través del vidrio del copiloto.
— ¿Y Yuri?
La menor no giró. Las silenciosas lágrimas ya corrían por sus mejillas.
— Gracias. Todo esto no fuese posible sino hubiese sido por ti.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro