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C A P Í T U L O 28. «LA SEDUZIONE È UN'ARMA A DOPPIO TAGLIO»


LA SEDUZIONE È UN'ARMA A DOPPIOTAGLIO

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Unos insistentes golpes en la madera son los culpables del mini infarto que siento al abrir los ojos y encontrarme con otro par, negros y oscuros, mirándome fijamente desde la estantería.

«Joder»

Llevo más de una semana durmiendo en esta habitación y me siguen produciendo terror las muñecas de Fiorella. Incluso de día.

Y como si la hubiera estado invocando invocado mientras me levanto y me coloco el albornoz, es con ella con quien me consigo al llegar a la puerta y abrirla.

—¡Angie! —La chica salta sobre mí para abrazarme. Y la falta de coordinación combinada con el sueño casi ocasiona que el suelo también se una a esta muestra tan efusiva de cariño—. ¡Dio mio! Cuando Matt me dijo que estabas en tu habitación no le creí.

—Técnicamente es tu habitación, Fiorella —murmuro sobre todo el cabello rubio que se me está metiendo en la boca.

Ella se ríe mientras murmura un «Vale, vale», meciéndonos antes de separarse para darme dos besos como acostumbran los italianos.

Sus ojos me miran con una mezcla de pena y culpabilidad un segundo después.

—¿Estás bien? ¿No te hicieron daño? —Niego con una media sonrisa en los labios.

—Estoy bien, Fior. Tranquila.

Ella suspira.

—Lo siento mucho, Angie, de verdad. Mi hermano es un...

—Por favor, no me hables de él —le pido, dándome la vuelva para entrar al cuarto de baño. Necesito lavarme los dientes y mojarme la cara para poder sentirme propiamente despierta—. ¿Qué hora es?

—Casi las once.

—¡¿Qué?! —Me vuelvo para mirarla con el cepillo dental y la crema en la mano.

Sabía que ya era tarde cuando Matteo me trajo de vuelta a la casa a través del frío y oscuro bosque de la colina, pero no me molesté en preguntarle mientras me comía los emparedados que él había preparado para mí —asegurando que eso no era lo mejor que sabía hacer sino lo más rápido— y le limpiaba los cortes que le había dejado Angelo en la cara.

—Sí, lo sé. Las dos nos hemos levantado tardísimo hoy. —Se recuesta contra el marco de la puerta con los brazos cruzados. Lleva puesto con un top blanco que le dejan el estómago al descubierto, unos pantalones de chándal rosados, y los pies descalzos—. Hasta mi madre se ha ido a la iglesia sin mí —agrega con una sonrisa que demuestra lo poco que le molesta ese hecho.

Su cabello tiene aspecto de cebolla en lo alto de su cabeza y unos mechones le caen sobre ese par de ojos verdes que se muestran rojos e hinchados. Lo que me hace suponer que al igual que yo ella también estuvo llorando.

Espero que solo se trate de eso.

—¿Dónde está Nick? —le pregunto antes de comenzar a lavarme los dientes, sintiéndome ansiosa de volver a verlo.

No lo hago desde el viernes por la noche, antes de salir de esta casa en el Bugatti de la bestia. Y la verdad es que lo extraño horrores.

«¿Cómo algo tan chiquito consigue producir un sentimiento tan grande?»

—Está abajo con Lia, no te preocupes. Ella siempre ha cuidado muy bien de él. Desde que nació.

—Seguro que sí. —Escupo sobre el lavado y abro el grifo para enjuagarme la boca. Luego me lavo la cara y una vez que he terminado de cercarme, dejo la toalla en el tendedero y le dedico una mirada a Fiorella—. Con el chico vampiro, ¿eh? Quién lo diría. —Ella agacha la cabeza, entendiendo perfectamente a lo que me estoy refiriendo.

Después de lo de Noah, el descubrimiento que había hecho sobre ellos en los baños de Euforia pasó a un segundo plano, pero ahora que de nuevo la tengo de frente, no puedo evitar cuestionarle sobre el tema.

—Lo siento, ¿vale? —Suelta un suspiro que podría confundirse con un gruñido de enfado. Aunque este vaya dirigido a sí misma—. Siento haberte puesto en esa situación, Angelina. No estabas en el deber de cubrirme.

Niego con la cabeza y me acerco lo suficiente para levantarle el mentón con una mano mientras la otra la apoyo sobre su hombro.

—No tienes que lamentar absolutamente, Fiorella. —La miro a los ojos—. Sé que recién nos conocemos, y que ambas tenemos motivos de sobra para desconfiar la una de la otra, pero quiero que sepas yo nunca sería capaz de revelar tus secretos. Que te quede claro.

Su rostro, para tratarse de una chica a punto de cumplir la mayoría de edad, luce tan inocente y dulce como el de una niña. Pero también esconde una enorme tristeza y unas fuertes ansias de libertad.

—Eres un ángel. —Me sonríe, pero la imagen que aparece en mi mente asociada a esa palabra solo consigue que se me estremezca todo el cuerpo—. Tienes razón. Tenía miedo de contártelo y que luego tú utilizaras esa información como un método de chantaje para que yo te ayudara a salir de aquí. Lo siento.

—Hey, para ya de disculparte. —Le acaricio la mejilla antes de pasar por su lado para comenzar a cambiarme—. No es que tu lógica estuviese errada.

—Oh, scuse me signora —me suelta con sarcasmo.

La miro por encima de hombro después de haberme arrancarme la bata. Ella me está mirando con las cejas alzada.

—Lo que quiero decir es que te criaste en este mundo, Fiorella, sabes bien lo que vale la información. Y también conoces el lugar de tu lealtad. No podía esperar menos de la princesa de la mafia. —Le guiño un ojo, divertida.

—No me llames así. —Ella me lanza el primer peluche que se consigue sobre la mesita del té—. Dios, cuanto odio eso.

Se tira sobre la cama con los brazos extendidos a cada lado mientras yo me coloco unos vaqueros y jersey color caramelo de cuello alto. No sé cómo le hace Fiorella para ir tan ligera de ropa con el terrible frío que está haciendo a pesar de que la calefacción se encuentra encendida.

Supongo que después de vivir tanto tiempo en lo alto de una colina te terminas acostumbrando a temperaturas más bajas de lo habitual para la temporada.

Y a ella se nota que le encanta este clima. Por algo ha de estarse enrollando con el chico vampiro. Dicen que los de su especie son los más fríos.

«Aunque ya he podido comprobar que hasta el más bello de los ángeles puede llegar serlo»

Trago saliva, sacudiendo ese pensamiento mi cabeza al tiempo que tomo asiento en el borde del colchón para calzarme las botas.

—Entonces, ahora que sé lo que te traes con «el chupa sangre», ¿vas a hablarme de ello? —Me dejo caer a su lado.

Ella se echa a reír.

—Vamos, ¿por qué le dices así?

—¡¿Es que acaso no ves el parecido que tiene con Edward Cullen?!

—¿El de Crepúsculo? ¡No inventes! —Golpea mi hombro—. Stefano es mil veces más lindo que él.

Pongo los ojos en blanco.

—Eso lo dices porque estás enamoradísima. —La miro, y noto que la sonrisa ya se ha borrado de su rostro—. Porque lo estás, ¿no es así?

Ella cierra los ojos y respira profundo.

—Lo estoy desde que me dio mi primer beso en aquel barrio de Manhattan donde vivíamos antes de que todo pasara.

—Eh, ¿entonces fue con él? —Me pongo de medio lado y ella me imita, colocando sus manos como almohada bajo sus mejillas. Las tiene rojas, y los ojos brillantes—. ¿Llevan juntos todo este tiempo?

Ella niega con la cabeza.

—Después de que mataran a papá, durante los meses que Angelo estuvo secuestrado, se estuvo desarrollando otra guerra entre los clanes. Al haberse quedado sin líder, todo se volvió un caos entre las familias —comienza a relatarme como respuesta—. Los Montiglio y los Bonano se dedicaron a destruirse en una lucha por el poder. Massimo Montiglio era un gran amigo de mi padre, incluso había sido padrino de Angelo al nacer, pero Luca Bonano era su consigliere. Lo que lo hacía más capacitado para tomar la cabeza de la mafia en su ausencia.

—Pero ese tal Massimo no se lo iba a permitir —deduzco, recordando su nombre y apellido de aquella noche en Euforia, después de haber conocido a su hijo Alexei.

Fiorella me da la razón con un asentimiento de cabeza.

—Los Montiglio tenían mucho más poder, y las demás familias lo respaldaron. Muchas estaban en deuda con él. Bonano no quiso dar su brazo a torcer, y al final terminaron masacrando a todos los regimes que se mantuvieron fieles a él. Luego siguieron con su familia directa. Hasta que solo quedó uno de ellos.

—Stefano —adivino, recordando lo evasivo que Angelo había sido conmigo cuando le pregunté cómo era que ese chico había terminado trabajando para él desde tan corta edad.

Fiorella me sonríe con tristeza.

—Cuando Angelo consiguió regresar del agujero donde lo tenían, se encargó de detener toda la guerra que en su ausencia se había generado. Todos los clanes se rindieron ante él, incluyendo los Conti que sobrevivieron a su furia. Pero para los Bonano ya era demasiado tarde. Angelo consiguió hacer un trato con su padrino para que no ejecutaran a Stefano. Tal como lo tenía previsto. Y él, con tan solo doce años, juró servir para mi hermano durante toda su vida después de eso.

—¿Cuál fue el trato, Fior?

—El viejo Montiglio es un hombre orgulloso, no le gustó para nada que Luca Bonano se le revelara. Así que solo entregó a Stefano en manos de Angelo con la condición de que el apellido Bonano fuese borrado de los libros de la mafia y que todo su legado se perdiera con él. Stefano está condenado a servir como un lacayo cualquiera. Nunca podrá formar su propio clan y tampoco casarse con ninguna de las mujeres de las familias oficiales.

Ahogo una exclamación con la palma de mi mano.

—Eso es horrible... —digo, sintiéndome de pronto demasiado triste por un chico que me zarandeó al bajarme del coche la primera vez que me trajo a esta casa.

Y es que nadie se merece perder de esa forma a toda su familia, mucho menos terminar como un esclavo el resto de su vida. Y bajo unas condiciones tan arcaicas, además.

—Sí, es una verdadera mierda. —Fiorella se deja caer de espaldas sobre el colchón otra vez, largando un bufido.

—Pero, se supone que tu hermano es el hombre con más poder en toda la mafia, habrá algo que él pueda hacer.

La chica niega con la cabeza, torciendo los labios en una mueca.

—El maldito lo hizo firmar un acuerdo de sangre con las demás familias como testigos —dice—. Ni siendo el capo de todos los capos puede romper el acuerdo, Angelina. Eso sería catalogado como traición y las demás familias se sentirán con el poder de revelarse ante él. Sería como una excusa perfecta para ellos, aunque poco les importe la vida del último de los Bonano, en realidad. Al final todos ansían lo que Angelo tiene.

—Me consta —digo, frotándome las sienes para terminar de procesar toda esa mierda de acuerdos de sangre y traiciones—. Fiorella, si la situación es tan peligrosa, ¿cómo es que ustedes pueden estar siendo tan malditamente descuidados con eso? Si yo no hubiera...

—Lo sé, lo sé —ella me corta mordiéndose el labio—. Quizás no me lo vayas a creer, pero tienes que saber que lo que viste no fue planificado. Y, además, ese fue... nuestro segundo primer beso de la vida.

—No me digas —le suelto con una carcajada—. Porque a mí pareció que llevaban años de práctica en el arte del vampirismo.

—No seas tonta. —Fiorella me pincha una costilla como venganza—. Te estoy diciendo la verdad.

—¿Entonces me tengo que disculpar por haberles arruinado su segundo primer beso? —«Y en consecuencia haber provocado el primero y último de los míos con la bestia»

—Te disculpo solo porque al mismo tiempo nos salvaste de ser asesinados por mi hermanito. —Sonríe, pero a mí no me causa la misma gracia—. En fin, respondiendo a tu pregunta, después de que Angelo lo salvara de las garras de Massimo, Stefano prácticamente no volvió a hablar conmigo, al menos no como solía hacerlo cuando éramos amigos. Se volvió un chico callado y distante. Ya no se reía de mis chistes ni tampoco intentó volver a hacer uno de los suyos. Que eran buenísimos por ciertos, aunque su humor fuese bastante negro. Y lo entendía, sabes. Era solo una niña, pero entendía que él debía estar muy triste por su familia. Yo lo seguía estando por mi papá.

» Sin embargo, el tiempo pasó, y la distancia entre nosotros se fue haciendo más y más grande. Él se dedicó año tras año a entrenar como una bestia, día y noche, para convertirse en un buen soldado. En el mejor. Siempre intentando cumplir con las expectativas de mi hermano, quien se había convertido en una especie de Dios para él. Y entonces, llegó un momento en el que me cansé de esperar. Me cansé de tener esperanzas de que algún día volviera a notar mi existencia, y simplemente... me olvidé de él.

—Pues según lo que yo vi, no me lo parecía demasiado. —Ella se sonríe.

—Vale, creí que me había olvidado de él. Que lo tenía superado. Hasta comencé a salir con otros chicos cuando cumplí los quince, pero incluso entonces, no podía evitar fijarme en la forma en la que se le tensaba la mandíbula cuando le tocaba recogerme en el colegio y me veía coqueteando con alguno de ellos. En la intensidad de su mirada. En esos celos que se lo estaban comiendo por dentro. Pero nunca me decía nada, ni una puta palabra, Angelina. Y eso solo conseguía cabrearme cada día más. ¿Por qué tenía que ser tan cobarde? ¿Por qué simplemente no me decía lo que sentía?

—Porque tenía miedo a que tú le correspondieras, Fiorella. Es natural cuando se está enamorado de la hermana de tu jefe bajo sus condiciones. —No necesito conocer mucho más para entenderlo.

Ella deja escapar el aire en un sonoro suspiro.

—Tienes razón, pero ¡il mio dio!, era demasiado frustrante. Y a medida que iba creciendo veía como se ponía más y más bueno. No es que sea un chico de gran musculatura, pero está durísimo por donde se le toque. —La chica produce un sonido gutural de deleite que me hace soltar una carcajada.

—Por Dios, si vas a tener un orgasmo es mejor que te largues a tu habitación.

—¡Pero es que esta es mi habitación!

—Estás muy chistosa, niña. —Comienzo a hacerle cosquillas.

—Vale, vale, ya. En serio. —Me detiene las manos entre risas.

—Eres una pequeña pervertida, Fiorella.

—La verdad es que sí. —Me sonríe con una inocencia demasiado fingida—. Ni te imaginas las cosas que llegué a hacer.

—A ver, cuéntamelas.

—Te vas a burlar. —Hace un puchero de lo más adorable.

«Dios, esta niña me va a volver loca de amor»

—Te juro que no me voy a reír. —Ella entrecierra los ojos sobre los míos, pero al final le pueden las ganas de soltarlo.

—Bien. Pues en varias oportunidades, no diré cuántas exactamente porque no se podrían contar con todos nuestros dedos justos, me llegué a colar en el gimnasio de la casa solo para observarlo entrenar como una maldita acosadora. —Aprieto los labios para no soltar una carcajada.

—Vale, continúa.

—No te rías, lo prometiste —me regaña.

—¡No lo estoy haciendo!

—Vale, una vez incluso le pedí que me ayudara a entrenar solo para poder tocarlo. ¡Mamma mia! Me estaba volviéndolo loca, y él muy idiota no hacía más que contenerse por miedo. Pero sabes qué, ¡yo también lo tenía, Angelina! ¡Me moría del miedo! Pero esto que siento es mucho más fuerte que eso. ¿No se supone que el puto amor lo puede todo?

—Esa es una de las mentiras más vendidas del mundo, Fiorella. —Aprieto su mano como una disculpa ante mi sinceridad—. Amar y ser amado no significan que no vayan a existir daños irreversibles después de tomar una decisión. Y eso aplica para cualquier tipo de amor.

Esa es una lección que mientras más pronto se aprenda en la vida, mejor.

—Vamos, ¿por qué mejor no me dices que guinde el mecate y me ahorque de una maldita vez? —Pone los ojos en blanco.

—Eso tampoco es gracioso, Fiorella.

Y de pronto tengo la sensación de que la estoy regañándola como si se tratara de una hermana menor. Como si se tratara de la única y verdadera amiga que tengo en la ciudad: Abigail.

Pensar en ella me produce un vacío enorme en la boca del estómago. Porque a diferencia de Noah, estoy segura que Abby sí debe estar preocupándose por mi ausencia.

Si tan solo pudiera hablarle para decirle que estoy bien. Aunque no sea del todo verdad.

—Vale, perdóname —continúa Fiorella—. El punto es que después de todo este tiempo me atreví a enfrentarlo. Eso fue poco antes de..., bueno, de lo de Evelyn. Cuando Angelo me obligó a cortar con el último novio que tenía en ese momento. Y no es que Jason me gustase demasiado. Besaba horrible. Pero me jodió enterarme que había sido Stefano el que le había sugerido a Angelo que el tipo no me convenía. ¿Puedes creerlo?

—¡Por supuesto que puedo creerlo! Los chicos son así, imbéciles por naturaleza y celosos de nacimiento. Sin embargo, para todo debería haber un límite.

—Claro que lo hay, y por eso mismo se lo dejé bien en claro: o dejaba de ser un maldito cobarde y aceptaba que estaba enamorado de mí, o me dejaba ser feliz con otro.

—Pero no eras feliz con otro, Fiorella.

—¡Pero él no tenía por qué saber eso! —exclama, poniéndose pie para mirarme. Yo me incorporo para sentarme de nuevo—. Mira, cuando te dije que no quería pasarme todo el rato dándome el lote en un baño mugriento con un tipo que no recordaría ni mi nombre al siguiente día, en realidad me refería a que no quería darme el lote en un baño mugriento con un tipo que no fuera él. Y cuando te dije que quería coger un avión e irme a recorrer el mundo con mi cámara fotográfica en las manos, solo podía pensar en él sirviéndome como modelo en cada uno de los destinos. Yo no quiero ser la princesa de la mafia. Quiero ser la suya.

Se me escapa un suspiro. Porque hasta yo, que ya he podido ver la oscuridad que se apodera cada día más de nuestro mundo, puedo sentir como este se ilumina con los sueños y las ilusiones de una chica que nunca pidió pertenecer a la mafia, pero nació condenada por su sangre.

—Entonces, por lo que pude ver, tus amenazas sí surgieron efecto en el chico vampiro esta vez.

Ella responde a mi sonrisa, pero con muchas más ganas.

—Puede... —Se muerde el labio inferior, ansiosa—. La verdad es Izzy me sonsacó para irnos el viernes de fiesta, y yo, «accidentalmente», le dejé saber a Stefano el lugar al que iríamos. Una vez allí, solo hizo falta que me viera a punto de besarme con un fulano que recién acababa de conocer para que finalmente despertara. Eso y que yo estuviera realizando unos bailecitos un poco subidos de tono en su honor. —Se ríe con picardía, pero no tarda en ponerse triste otra vez.

—¿Qué pasa, Fior?

—Nuestro encuentro en el baño fue el primero después de casi ocho años. —Suspira—. Pero dudo que se vaya a repetir.

—¿Tan mal besa la copia mejorada de Edward Cullen?

—¡No seas boba! Es por lo que te hicieron a ti —me dice como si fuese lo más obvio—. Ayer en la mañana, cuando supe que habías pasado la noche en la cueva le rogué a Angelo que te dejara salir. Te lo juro que hice todo cuanto pude, hasta le lloré, ¡y de verdad! Pero mi hermano es como una maldita piedra, y cuando le pedí a Stefano su apoyo, porque él también te lo debía, no fue capaz de enfrentar a su jefe por mí. Como era de esperarse, se quedó del lado seguro del río.

Sus ojos están echando tantas chispas que me veo tentada a echarme a reír.

—Fior, no puedes enojarte con él por seguir las órdenes de su jefe.

—¡Pero es que tú no te merecías estar allí! ¡Eso era una injusticia!

Me pongo de pie, sin poder evitar que en mis labios se dibuje una sonrisa irónica.

—Estamos paradas del lado opuesto de la justicia, Fior. —La tomo por los hombros y la obligo a mirarme—. No se puede esperar que las cosas sean muy justas por acá.

Ella pone los ojos en blanco.

—Cuando menos podremos descansar un rato de mi hermano, ahora que se ha ido de viaje.

—Sí, eh... —Trago saliva, aclarándome la garganta—. Por cierto, ¿a dónde se ha ido? —Fiorella se encoje de hombros.

—No lo sé... nunca lo he sabido. Pero mi madre solía decirme que dejarlo ir era lo mejor que podíamos hacer cada vez que perdía el control.

—¿Cada vez que perdía el control? —repito, llevando inconscientemente una mano hacia mi cuello.

Fiorella se muerde el labio inferior.

—No debería estarte contando esto —dice con una nota culpable—. Pero una de las razones por las que abandoné esta habitación tiempo después de que nos mudáramos, fue porque no soportaba escuchar los gritos de Angelo cada que tenía una de esas pesadillas que lo hacían revivir el infierno al que Valentino Rinaldi lo había condenado durante el tiempo que lo tuvo secuestrado. Era horrible, y yo me asustaba muchísimo cada que eso sucedía.

—Quieres decir que... —Trago saliva—. ¿Lo torturaron?

—No conozco todos los detalles, pero sí que pude ver las consecuencias —dice, con la mirada perdida sobre las muñecas del estante—. Puedo estar segura de que no solo le dejaron marcas en la piel, Angelina. Un día te dije que nos habían regresado su cuerpo, pero no su alma. Y no te mentía. Él tuvo pesadillas recurrentes después de eso, y bueno, muchas de esas veces... perdía el control.

—¿En qué sentido, Fiorella?

—Angie, perdóname. —Ella cierra los ojos—. Pero me parece que ya te he dicho demasiado sobre un tema que es privado. Simplemente... no puedo contarte más. Solo te puedo decir que cada vez que las cosas iban demasiado lejos, Angelo hacía una maleta y se iba por un tiempo de la casa.

—¿Cuánto tiempo?

—No lo sé. A veces por una semana, otras por meses.

«Meses»

—Y... ¿esos viajes misteriosos eran muy frecuentes?

Esta mierda no debería importarme, no cuando se trata de la bestia que me tiró en una minúscula habitación dentro de un puto bunker subterráneo para que me muriera del frío, pero por alguna razón me importa.

Quizás porque en las palabras de Fiorella pueden encontrarse las respuestas a las marcas que mi hermana llevaba en la piel, o quizás porque...

—Los primeros años lo eran —contesta finalmente—. Pero en los últimos se habían estado haciendo mucho menos frecuentes. Casi inexistentes.

«—¿Cómo mierda quieres que entienda tus razones para abusar de mi hermana? De la dama de la que tanto te gusta vanagloriarte. Fingiendo ante el mundo que la tratabas como a una reina cuando en realidad...

—¡Ya lo tenía controlado, joder!»

El recuerdo me hace estremecer.

—¿Entonces este es el primer viaje que hace en el año? ¿La primera vez que pierde el control? —inquiero con el corazón repentinamente acelerado.

Unos segundos de silencio, y entonces...

—No. Esta es la segunda vez. —Separo los labios para peguntarle en qué momento ocurrió la primera, pero en eso Lia llama a la puerta—. Adelante —canturrea Fior en su dirección, y un segundo después la chica entra en la habitación.

Sus ojos miel me examinan como si estuviera haciendo un control de daños sobre mi cuerpo.

—El almuerzo ya está listo, señoritas —informa con su habitual formalidad, y por mucho que le he rogado que la deje de lado, solo me hace caso cuando estamos solas.

—¡Buenísimo! Porque me muero de hambre —exclama la rubia, tirando de mi mano—. Vamos, que tú también necesitas comer.

No le refuto porque la verdad es que sí, lo necesito.

—¿Dónde está Nicholas? —alcanzo a preguntarle a Lia mientras soy arrastrada por el pasillo.

—Está en la cocina con el señor Matteo —me informa—. Y él también está ansioso por verla, señorita.

El tono irónico que Lia emplea para añadir eso último me hace girar la cabeza, intentando captar la expresión que acompaña su rostro, pero cuando lo hago, ya se ha dado la vuelta para cerrar la puerta de la habitación.

Sacudo la cabeza y bajo las escaleras de la mano de Fiorella sin tener idea que durante los días siguientes Matteo y yo nos iríamos acercando cada vez más, que las ironías y las malas miradas de Lia se intensificaría con eso, y que... al cabo de una semana, yo me estaría muriendo por volver a probar sus labios.

«Perché la seduzione è un'arma a doppio taglio».

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Palabras en italiano y su significado:

Perché la seduzione è un'arma a doppio taglio = Porque la seducción es un arma de doble filo.

Dio mio = Dios mio

Scuse me signora = Perdóneme, señora.

Consigliere. = Consejero

Regimes = Regímenes.

(Algo así como pequeños ejércitos de soldados)

Mamma mia = Madre mía

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Hola, pecadoras.

No pude publicar este capi ayer por la noche, así que mañana tendrán disponible el siguiente.

Leo sus reacciones aquí sobre los demonios que atormentan a la Bestia.

No se olviden de dejar su estrellita.

Besitos ♥


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