Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C A P Í T U L O 13. «UN RICORDO DELLA MORTE»

Música: Earned it / The Weeknd

UN RICORDO DELLA MORTE

_______________________

No doy ni para hablar. Todo mi cuerpo acaba de ser tomado por una mezcla de miedo, culpa y ansiedad. Acabo de cargármelo todo, joder.

—¿Cómo? —Matteo se me adelanta, poniéndose de pie—. ¿Por qué?

—Porque en mi casa no hay cabida para las putas, por eso.

—¡Angelo! —grita—. ¿Pero qué mierda te pasa?

Y con esa pregunta su primo parece terminar de perder los papeles.

—¡Soy el maldito Boss para ti! —le devuelve Angelo dando un par de zancadas que lo dejan frente a nosotros—. Y no te pago para que te andes enrollando con la hermana de mi mujer en medio del bosque.

Me pongo de pie solo porque no me gusta nada sentirme intimidada con toda su altura.

—¡Nadie se está enrollando con nadie! —me atrevo a decir al fin—. Y aunque así fuera, con quien yo lo haga no es problema tuyo.

—Lo es cuando gastas el tiempo que te concedo para estar con Nicholas, en... esto —dice como si mi mera presencia le produjera ganas de vomitar.

—El niño se quedó dormido hace un rato y decidimos salir a tomar aire, eso no te da el derecho a prohibirme las visitas, maldita sea.

—Me da todo el derecho del mundo, Angelina. —Me mira a los ojos sin un atisbo de pena—. ¿Sabes por qué? ¡Porque esta es mi maldita casa y las reglas las pongo yo! Así que vamos. —Me toma por el brazo y comienza a tirar de mí con una fuerza bestial.

—¡Angelo, maldición, la estás lastimando! —le riñe Matteo con los dientes apretados, siguiéndonos.

Angelo se detiene, me arranca la chaqueta de cuero de los hombros y se la tira en la cara.

—No te atrevas a seguirnos, Matteo —le advierte en un tono que dejaría helado a cualquiera—. Y en lo que yo salga por esa puerta quiero que te largues a Paradigma y soluciones el maldito problema que tenemos ahí. Eso es lo único que deberías estar haciendo.

—Te recuerdo que fuiste tú el que me pidió vigilarla —sisea Matt, mirando con rabia la mano que me sujeta con fuerza.

—Está claro que intentabas hacer mucho más que eso —le devuelve su primo antes de repetirle—: No nos sigas.

Y sin valerle de nada mis gritos, mis quejas y mis súplicas, vuelve a tirar de mí en dirección a la casa y me lleva a rastras hasta el parking, donde le ordena a Stefano que me vende los ojos y me ate las manos.

—¿Quiere que la lleve, señor? —escucho que le pregunta el chico cuando yo ya estoy sumida bajo la oscuridad de la tela.

—Lo haré yo.

—En ese caso puedo escoltarlo en el otro auto, boss.

—No, Stefano. Voy solo.

—Pero...

—¡Que voy solo! —le grita, haciéndome dar un brinco.

—Como ordene, jefe.

Angelo no ha dejado que tome mi abrigo, y sin ningún tipo de cuidado ordena que me tiren en el asiento trasero de su auto como si no valiera nada.

El camino hasta Brooklyn Heights me lo paso conteniendo las enormes ganas que tengo de echarme a llorar. Ni siquiera he podido despedirme de Nicholas, y lo que más me duele es saber que después de esto las probabilidades de que me pueda acercar de nuevo a él son mínimas.

«Maldita sea, he vuelvo a fallar»

No abro la boca ni para quejarme cuando el auto se detiene y él tira de mí con brusquedad para que me enderece. Me arranca la venda y me corta la soga de las manos con la misma navaja con la que cortó mi cuello la última vez.

—¿Qué planeabas conseguir con esto, stupida ragazza?

—¡Yo no planeaba nada!

—¡Deja de mentirme, joder! —gruñe, apretándome la mandíbula con una mano—. No soy idiota, Angelina. Con cada maldito paso que tu das yo ya he dado diez.

—¡¿Por qué me odias tanto?! ¡Yo no he hecho nada para dañarte jamás!

—¡Tu mera existencia me daña! —grita, soltándome como si se arrepintiera de esas palabras en el mismo instante en el que abandonan sus labios.

Como si haber dicho exactamente lo que siente estuviera mal.

—¿Por qué? ¿Porque me parezco a ella? —«¿Porque se te remueve la consciencia cuando me ves?»

—Baja del auto, Angelina —ordena en lugar de responderme, volviendo a acomodarse sobre su asiento.

—Pero...

—¡Que te bajes! —ruge como un maldito león.

—Devuélveme mi celular, por lo menos —le pido llena de rabia y desesperación.

Él se lo saca del bolsillo de su pantalón y lo desbloquea, importándole una mierda que yo no tenga idea de cómo se sabe mi clave. Entonces, cuando se mete en la agenda de contactos, me queda claro lo que pretende hacer.

—Así que esto es todo, ¿eh? Me borras de la vida de mi sobrino de la misma forma en la que borras tu número de mi agenda.

—Eso ocurre cuando quieres pasarte de lista con el líder de la mafia, Angelina. Si tan solo hubieras podido mantener tu juego de seducción a raya, las cosas no estarían ocurriendo de esta manera.

—¡No se trata de ningún puto juego, Angelo!

—Ah, ¿no? ¿Entonces por qué te encontré a punto de besar a mi hombre de confianza?

—Deja de referirte a las personas de esa forma. Es tu primo, maldita sea. Tu familia. No solo tu puto soldado. —Su mandíbula se tensa.

—Eso no responde a mi pregunta. —Me mira a través del espejo, aunque solo le haga falta girarse un poco para hacerlo de frente—. Dime, Angelina. ¿Querías ver que tanta información podías obtener abriéndotele de piernas?

—Respétame, maldito imbécil —le suelto con rabia, porque, aunque lleve razón, no pienso permitir que nadie me hable de esa manera—. Y no, no estaba buscando sacar información. Nada más a ti se te ocurren esa clase de teorías conspirativas de mierda.

Angelo deja escapar una carcajada cargada de ironía.

—¿Entonces qué buscabas, Angelina? ¡¿Por qué mierda lo ibas a besar?!

—¡Porque me gusta! ¿Acaso hace falta más para besarse con alguien?

No sé ni por qué he dicho eso, pero esa era la única mentira que me quedaba antes de admitir que tiene razón con todo lo demás. Aunque por la forma en la que se gira para mirarme, comienzo a dudar si fue la decisión más inteligente.

—Bájate de mi maldito auto —sisea, y esta vez sé que de nada vale replicar.

Le sostengo la mirada un segundo antes de soltar una exhalación y arrastrarme sobre el asiento hacia la puerta, sintiéndome derrotada.

Pero entonces, cuando estoy a punto de abrirla, veo a un hombre saliendo de mi edificio con actitud sospechosa. Va vistiendo una sudadera negra con una capucha que le deja la cara oculta bajo las sombras.

El hombre gira la cabeza a cada lado como si comprobara que nadie lo esté mirando antes de tirar la reja para cerrarla.

Pero no es eso lo que me detiene de bajarme, si no el levantar la mirada hacia la ventana de mi piso y descubrir que las cortinas están cerradas cuando yo claramente recuerdo haberlas dejado abiertas.

—Angelo —digo casi sin voz.

—No sigas insistiendo, Angelina —me responde como si ya estuviera cansado de mí.

—No es eso, joder. Ese hombre de ahí, mira. —Lo señalo cuando pasa justo frente a nosotros. Y por primera vez agradezco que el auto tenga los vidrios tan oscuros que no pueda verse absolutamente nada desde afuera—. Acaba de salir de mi edificio, y parece sospechoso. Fíjate. —Angelo se endereza en el asiento y le da una mirada mientras este comienza a descender por las escaleras con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos de la sudadera. Una que se ve abultada, como si debajo estuviera escondiendo algo—. Creo que acaba de meterse a robar en mi piso. Yo había dejado las cortinas cerradas y ahora...

—¿Ahora me ves cara de policía, Angelina? —inquiere mordaz—. Ve y llama a «los buenos» para que resuelvan tus problemas. Yo no soy un maldito justiciero.

Aprieto los puños.

—¡Eso lo tengo clarísimo, cuñado! ¿Pero por qué crees que alguien estaría interesado en entrar a mi edificio a robar? Esta es una buena zona, pero no somos tan acaudalados.

—No sé ni me interesa. Vete. —Toda la sangre de mi cuerpo se pone a hervir al instante.

—No sabrás de mí nunca más en tu puta vida, Angelo Lombardi, pero por favor, podrías hacer algo por mí solo esta vez —le pido entre dientes, aunque me jode tener que rogarle—. Sube conmigo a comprobar de qué se trata todo esto. Tengo un mal presentimiento.

Y esta maldita bestia es mi única arma en este momento. Algo en mis entrañas me está produciendo un temor irracional sobre lo que me pueda encontrar ahí arriba. La escena de anoche en la galería de Long Island City sigue estando tan vívida en mi cabeza que nada de lo que me imagino es bueno.

Mi cuñado resopla.

—Por el amor a Dios, Angelina. ¿Dos jodidas horas con mi hermana y ya se te ha pegado su misticismo de mierda?

El bufido que deja escapar me produce unas ganas enormes de meterle un puñetazo, pero me contengo. Suspiro, e intentando conservar la calma, me obligo a contarle lo que espero sea suficiente para que dé su brazo a torcer.

—Escúchame, anoche cuando iba de camino al trabajo, yo... tuve la sensación de que alguien me estaba siguiendo. No sé cómo explicártelo, pero así lo sentí. —Me froto las sienes—. No creo que esto se trate de una casualidad.

Él se apoya contra el volante, cruzando los brazos sobre este mientras mira con expresión dura la calle por donde se ha ido el encapuchado. No tengo idea de cuantos segundos trascurren, pero siento el alivio recorriendo mis venas cuando él finalmente separa sus labios para decir:

—Está bien. Subiré contigo.

—Gracias —pronuncio bajito, sintiendo que la palabra me quema en la garganta.

Pero no más de lo que me quema el ver —después de haber subido las escaleras de mi pequeño edificio y descubrir que la puerta de mi piso había sido forzada—, todo el desastre en el que ha terminado el lugar.

Angelo se lleva una mano a la parte trasera del pantalón y alarga un brazo para impedirme que avance cuando intento dar un paso más en el interior.

—Espera aquí —me ordena en un tono de voz tan bajo que, aturdida como me encuentro, hasta me cuesta entender.

Todo mi piso está destrozado. Los muebles volteados, las mesas partidas, la nevera abierta, los cuchillos esparcidos sobre la encimera, y todo lo demás está tirado de cualquier manera por el piso, como si acabara de ser azotado por un maldito tornado.

Angelo da un paso al frente apuntando con una pistola demasiado parecida a la que Noah siempre lleva consigo. Yo me obligo a quedarme quieta en donde estoy, escuchando los latidos desbocados de mi corazón contra mis oídos mientras él se pierde por el pasillo que conduce a mi habitación.

Me siento tan aturdida y nerviosa de solo imaginarme qué habría pasado conmigo de haber llegado unos pocos minutos atrás, que cuando escucho a Angelo gritar mi nombre desde mi habitación, me sobresalto.

—Ven aquí —ordena. Y cuando atravieso el umbral, un grito ahogado se escapa de entre mis labios—. Recoge tu ropa y las cosas importantes que quieras llevarte contigo, Angelina. —No le respondo—. ¡Rápido, joder! —ruge acercándose a mi armario y comenzando a tirar toda mi ropa encima de la cama.

Yo no puedo dejar de mirar lo que está escrito en la pared de fondo con letras rojas.

«Una donna per l'altra. Un ricordo Della Morte»

Automáticamente asocio esas palabras con los Conti. Así se hace llamar su clan: «Della Morte», y ahora yo, de alguna forma, me he convertido en uno de sus objetivos.

—Pero... ¿a dónde se supone que voy a irme?

Inmediatamente pienso en Noah. Definitivamente él es la única persona que me puede brindar protección, o al menos eso es lo que creo hasta que escucho a Angelo pronunciar:

—¡A mi maldita casa, Angelina! ¿A dónde más? —y lo dice con rabia, como si no hubiera peor castigo para él que este. Da un paso al frente y me toma con fuerza por los brazos—. Te lo advertí, maldita sea. Te dije que había riesgos, pero eres una terca de mierda, y ahora mira. —Señala la pared.

—¿Qué significa eso? —le pregunto en un hilo de voz.

—Significa que no van a descansar hasta tenerte. Eso significa.

—¿Por qué? Yo no he hecho nada malo. —Los ojos de Angelo me miran con pena y odio entremezclados.

—Sí que lo hiciste, Angelina —dice entonces—. Te mostraste ante un mundo que no te pertenecía, y ese mundo te ha mirado a la cara y ha visto en ti a la Dama de la Mafia. Ahora no van a descansar hasta destruirte.

—Angelo...

—¡Has las putas maletas, Angelina! —Me suelta—. Cada maldito minuto cuenta.

Se da media vuelta para continuar sacando mis cosas de las gavetas y la cómoda. Y aunque la mayoría de ellas ya se encontraban tiradas por ahí, me obligo a reaccionar. Me acerco al escritorio y trago saliva al descubrir que mi laptop ha desaparecido junto a todos los papeles con mis investigaciones.

«Mierda. Mierda. Mierda»

Mi mente no para de dar vueltas respecto a ello. Pero intentando olvidarme de ese detalle, saco una maleta y comienzo a tirar dentro mi ropa, abrigos, objetos de uso personal y zapatos. Todo eso sin prestar demasiada atención a lo que voy metiendo en ella, como si estuviera en trance, como si nada de esto me estuviera pasando a mí en realidad.

Cuando bajamos de nuevo y salimos hacia la calle cargando con mi maleta y otro par de bolsos, no puedo evitar sentir una opresión en mi pecho. Estoy abandonando mi piso, ¿qué pasará conmigo de ahora en adelante?

No tengo tiempo ni siquiera a plantearme una respuesta porque Angelo abre la puerta trasera, tira todas mis cosas al interior y después me obliga a subirme al asiento de copiloto de forma apresurada.

Su puerta se cierra con un sonido sordo cuando entra, introduce la llave en el contacto, enciende el motor y pone el auto en marcha a toda velocidad. La sacudida me obliga a sujetarme del tablero. Mientras me apresuro a colocarme el cinturón de seguridad, le pregunto:

—¿No piensas vendarme los ojos? —No sé ni siquiera por qué lo hago. Quizás sea que aún estoy en shock, o tal vez por mera costumbre.

Pero lo cierto es que su respuesta me deja más sorprendida como el mismo hecho de no ir vendada y atada.

—Eso ya no será necesario.

—¿Qué...? ¿Pero por qué? —inquiero, intentando que no se note el temblor en mi voz.

—Préstame tú teléfono, Angelina —evade mi pregunta—. Tengo que hacer una llamada y se me ha quedado el mío en la casa.

Lo miro sin dar crédito, pero no me niego a pasárselo con las manos temblorosas. Él me lo recibe, baja la ventanilla a su lado y luego lo lanza a la calzada. Se me escapa un grito de horror cuando miro hacia atrás y veo a otro coche pasándole por encima, consiguiendo que sus partes queden esparcidas por toda la calle.

—¡Maldito imbécil! —Me voy contra él, haciendo que pierda el control del coche—. ¿Por qué mierda has hecho eso?

—¡Vas a hacer que nos matemos, maldita loca! —me riñe, intentando volver al carril al tiempo que se escucha un estruendo de bocinazos a nuestro alrededor.

—¡Loco estás tú! —le devuelvo, descontrolada—. Acabas de tirar mi jodido teléfono por la ventana, ¿quién te crees que eres?

—¡Me creo el maldito mafioso que te está salvando la vida! ¡Eso me creo! —Golpea el volante con ambas manos, y sus palabras consiguen calarme tan hondo que me estremezco.

—Eso no te daba derecho a tirarlo, Angelo. Era lo único que tenía para conectarme con el mundo.

Nos detenemos en un semáforo y él aprovecha para mirarme. No sé cómo interpretar la emoción que se refleja en sus ojos, solo sé que no me gusta nada.

—Este es tu mundo de ahora en adelante, Angelina White —me dice, y en mi mente lo único que se repite son las palabras que me dijo antes de abandonar de mi departamento:

«Te mostraste ante un mundo que no te pertenecía, y ese mundo te ha mirado a la cara y ha visto en ti a la Dama de la Mafia. Ahora no van a descansar hasta destruirte».

__________________

Hola, pecadoras.

Leo sus reacciones aquí.

Hasta aquí los capítulos de hoy. A partir de mañana será un capi diario.

Besitos ♥


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro