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Capítulo 59

El vestido caía en cascada, con cada paso los holanes de organza se deslizaban con una armoniosa parsimonia sobre la falda de tafeta. La melodía lenta de la canción "Antes que al mío" de Los Claxons en el piano da la bienvenida a la entrada nupcial de Maggie tomada del brazo de Don Guillermo García, quien desde que la conoció se ha convertido en el padre que nunca tuvo.

El pequeño jardín iluminado con velas y flores rosas solo vuelve la imagen aún más tierna posible. Al fondo, un gran círculo de madera decorado con las mismas flores del lugar enmarca la silueta del hombre que tanto la ama. Fer con su traje gris y corbata rosa pálido, la espera en el altar acompañado de sus padrinos que es nada más y nada menos que los hermanos Di Rosa.

Maggie aparece a la vista de Fernando en el corto pasillo, él siente que el corazón le late más rápido de lo normal. Sus ojos se llenan de lágrimas al verla, su cabello caía en ondas sobre el straple de encaje del vestido. El velo iba tras el rastro de la figura de ella, a los ojos de él parecía el ángel más preciado.

El sentimiento era mutuo, ella no podía dejar de ver al hombre que en medio de la soledad y la tristeza le había regalado tantas alegrías y había traído consigo una familia que la amaba como si la hubiesen conocido de toda la vida. Ahora por fin su sueño de formar una familia unida se haría realidad.

Guillermo García entrega la mano de su nuera a su hijo y luego se sienta junto a su amada Lucía, a quien ha amado por casi veinticinco años. Zil yace parada del lado de la novia como la única madrina de ella, Maggie le entrega el ramo adornado también de rosales rosas, blancos y follaje verde.

La mirada de Andrés recorre la silueta de su novia y aunque ya le dijo que se ve hermosa, a veces le es imposible dejar de admirarla. La ama con toda el alma.

La ceremonia comienza y al cabo de unos minutos los novios son declarados marido y mujer. El regocijo en el salón es inminente, los presentes aplauden y alaban al nuevo matrimonio. Fer y Maggie salen tomados de la mano y con una amplia sonrisa en sus rostros. Un hermoso comienzo para quienes han estado incondicionalmente para todos.

Al salir del pequeño jardín a un espacio dedicado para las fotografías, todos se acercan para felicitarlos. Zil, Andrés e Itzia se acercan para tomarse una foto con ellos y el resto de la familia.

Tita, luce emocionada, nunca antes había asistido a una boda de esa magnitud, por lo que llora de felicidad.

—No llore, Tita —pide Fer.

—Es de alegría, mijo, pensé que te quedarías solterón toda la vida —responde ella.

Era algo que ellos hacían, se molestaban uno al otro, pero ambos reconocían el amor en aquellas palabras, por lo que se abrazaron con gran cariño.

Una vez que el jardín estuvo acomodado para la recepción, les pidieron a las familias que pasaran. En el centro se había puesto una pista de baile, para el primer vals de los novios. Ahora, no solo sonaba la melodía, sino también la voz de un grupo que cantaba "Antes que al mío".

Fer tomó de la cintura a Maggie y la guio por la pista cuál bailarín profesional, era su primera canción como marido y mujer. Todos a su alrededor los miraban recordando los bellos momentos que pasaron con sus parejas o anhelantes de un buen futuro con las personas con las que desean formar ese bello hogar.

—Te amo, Maggie. Lo haré hasta que mis fuerzas me abandonen y aun con el último aliento susurraré del gran amor que me permitiste tener a tu lado —confesó Fer a su ahora esposa mientras terminaban las últimas notas del vals.

Tomándola de la mano, giró de su cuerpo para luego inclinarla de lado mientras la sostenía con sus brazos. Fer se acercó a su boca robándole un tierno beso. Los presentes aplaudieron y con ello comenzaron a pasar a la pista para bailar.

Cuando llegó el momento de arrojar el ramo, la organizadora de la boda llamó a las damas solteras a la pista.

—Ven niña, vamos —dice Tita tomando la mano de Zil para llevarla a la pista.

—No estoy soltera —señala Zil—. Y tú no creo que quieras pasar.

—¿A caso me ves novio o marido? —pregunta risueña Tita—. Además, que tengas novio no significa que tengas compromiso, así que anda, quizás me saque el ramo y encuentre a un galán tan guapo como el tuyo.

Andrés se sonroja ante el comentario de la anciana, pero a la vez le parece divertido.

—Anda nena, ve, acompaña a tu abuela y dale suerte —advierte Andrés mientras ve como su novia no tiene más remedio más que ir tras Tita.

Itzia dibuja tranquilamente junto a Lucia y Memo en la mesa. Ambos lucen un poco cansados luego de tantos preparativos y disfrutan la boda desde sus asientos. Zil y Andrés habían estado acompañándolos hasta que la abuela intervino.

—Ahora les pediremos a los hombres solteros que también pasen a la pista —pide el anfitrión de la música—. Chicas no se me desesperen, ahora el lanzamiento del ramo no será como normalmente lo conocen.

Las mujeres que no pasaban de diez yacían junto a la pista, Tita y Zil entre ellas, mientras que se preguntaban cómo diablos iban a lanzar el ramo. De pronto aparece la organizadora con una canasta de rosas, los hombres por instrucciones del anfitrión se quedan formando una línea mientras la organizadora pasa y les entrega una flor rosada.

—Ahora que tienen sus flores, entréguenlas a una de las chicas frente a ustedes —indica el chico de pelo rizado y vestido con traje—. Dénsela a quien ustedes quieran.

Cada uno de los hombres comenzó a caminar uno a uno mientras la canción versión acústica de She Will Be Loved de Maroon 5 sonaba en los altavoces. Antes que nadie, Andrés fue el primero en dar el paso dirigiéndose a Zil quien con un beso rápido en los labios recibió la flor.

Fue uno de los hermanos menores de Luca quien le entregó la rosa a Tita dándole un beso en la mejilla.

—Bien, como pueden darse cuenta de las flores, cuelgan un par de papelitos. —Las chicas revisan y en efecto, amarradas a ellas, yacen unos papelitos doblados—. Antes que los abran, vengan acá —señala el centro de la pista frente a lo que es el escenario—, aquí, véanme, ahora sí, lo que harán es abrir esos sobrecitos y en él dirá quién es la afortunada en llevarse el ramo ¿Vale? Así no se pelean por él y podrán bailar con alguno de los galanes de atrás.

La mayoría gira para comprobar que los chicos siguen ahí, y así es. Siguen en línea, pero ahora detrás de ellas.

—Bien, a la cuenta de tres... ¡Cuenten conmigo! —invita al público quien emocionados por esta forma tan peculiar de entregar el ramo está atento—. ¡Una!, ¡dos!... ¡Tres!

Todas y cada una de las mujeres ahí presentes, desde jóvenes en edad casamentera, hasta adultas, intentando rehacer su vida amorosa y tita que lo hace por bromear, abren los pequeños sobres y leen.

—¡Gracias por participar! —murmura una haciendo un puchero saliendo de la pista.

—¡Hoy no te tocaba! —dijo otra con cara de pena para luego sonreír.

Tita no, ni siquiera hizo el esfuerzo por leer. Tomando su flor salió de entre las mujeres para volver junto a su hijo, nuera y bisnieta.

Era Zil la que yacía confundida, un mar de emociones le embriagaban y no podía levantar la vista de aquella frase.

«¡Felicidades, serás la próxima novia! Tu felicidad se encuentra justo detrás de ti» leyó, dándose cuenta de lo que eso podría significar. De pronto la melodía cambió, las luces se bajaron y entonces lo vio.

Andrés yacía hincado con una cajita de terciopelo negro y un anillo de oro blanco con un diamante en el centro e infinitos a cada lado. Las lágrimas arremolinaban los ojos de Zil, no había palabras, solo una sensación de inmensa alegría.

—Zil, desde el momento que te conocí llegaste a desordenar mi vida con tu sonrisa, tu humanidad, la forma en la que amas a los tuyos y tu fortaleza. Sé que me costó abrir los ojos y darme cuenta de la magnitud del amor que tengo por ti. Y es por ello, que no quiero dejar de pasar un día más sin que sepas que es ese amor que crece con cada día, el que me ha traído aquí, al momento en el que te pido que seas mi esposa. Sé mi esposa, Zil, por lo que reste de nuestras vidas, permíteme demostrarte cuando te amo, cuanto de venero y cuanto deseo compartir mi vida y sueños contigo, e Itzia, a la que amo con mi alma entera, tal como a ti. ¿Quieres ser mi esposa?


El corazón les martilleaba el pecho, "Sabor a mí" sonaba de fondo volviendo el momento más romántico. La certeza en su mente sobre lo que quería le indicaba que hacer. Zil camino conmovida, y entre lágrimas decía que sí al igual que su cabeza. Andrés que parecía vivir un sueño, se levantó de inmediato para abrazar a su ahora prometida.

—Te amo, nena, te amo —decía una y otra vez mientras la besaba.

Emocionado, sacó el anillo de la caja y lo colocó en el índice izquierdo de su amada. De nuevo se fundieron en un abrazo que terminó justo con la melodía favorita de ella. Los familiares se acercaron a celebrar y felicitar a los nuevos prometidos. Entre ellos Fer y Maggie quienes habían sido cómplices de todo, junto a la organizadora y el anfitrión.

Lucía se acercó llorando a felicitarlos, al igual que Tita. Memo era el único que se había reservado las lágrimas para otro momento, se sentía feliz de que por fin su hija obtuviera la felicidad que la vida le debía.

Itzia que no entendía las emociones de los presentes, admiraba la belleza del anillo. Zil abrazándola y con lágrimas en los ojos le decía que la amaba.

—¿Estás tiste mami? —preguntó la pequeña.

—No, hija, son lágrimas de felicidad, tu mami es feliz —señala Zil dándole un beso en la mejilla.

Andrés, que las observa en medio de la ola de felicitaciones, se acerca para abrazarlas.

—¿Qué dicen mis chicas? —pregunta dándole un beso a Zil en la frente y tomando ahora él a Itzia.

—Mami eta feliz —dice la nena.

—Yo también soy feliz, ¿tú no? —pregunta él mientras ella le saca la rosa del saco.

—Sí, po que dijo Camila que vas a ser mi papá —dijo emocionada.

Ambos se sorprendieron, pues no habían tardado mucho en llegar a ella luego de las felicitaciones.

—¿Quieres que sea tu papá? —pregunta Andrés con un nudo en la garganta.

Había pensado en eso, en adoptarla para darle sus apellidos, pero era algo que aún no hablaba con Zil y que solo atesoraba en su corazón. Nunca se había imaginado como padre, hasta que las conoció, entonces la posibilidad de ser esposo y padre se volvió una idea cada vez más presente.

—Sí, pa mi tú eles mi papá —confiesa Itzia echando sus brazos alrededor de sus hombros y recargando su cabeza en el cuello de este.

Andrés, que aguantaba las ganas de llorar, no se contiene más, intenta en vano quitarse las lágrimas, pero es imposible. Abraza con su brazo firmemente a la peque mientras Zil los abraza a ambos.

La imagen por si sola puede marcar una gran final, pero, sin embargo, es un hermoso comienzo para quienes en alguno momento estuvieron rotos, pero ahora se han completado. Ya no hay juegos, ni historias de amor rosas que se comparen con el alma de quienes sin quererlo se encontraron dispuestos a amar y ser amados. La vida no les había jugado mal, únicamente les hizo pasar procesos distintos para llegar a este momento, en el cual, lejos de todo tipo de daño, estaban dispuestos a comenzar una nueva etapa.

Una en la que los Di Rosa y los García se vuelven no solo socios, sino familia. Una en donde todo lo malo que en algún momento pasó hoy solamente es una sombra de lo que fue. Una etapa en donde la felicidad ha llegado para quedarse, y que, aunque lleguen momentos difíciles, nada sería comparado con ella, porque, por fin, el cielo les favorece. Por fin, las luces que nos conmueven iluminaron sus vidas, para siempre.


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