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Capítulo 54

La idea principal era dar una caminata nocturna, Maggie no tenía idea de lo que se avecinaba. La familia García y los Di Rosa emprendieron su "visita guiada" en medio de la noche, entre la espesura del bosque. Los miembros más pequeños iban en carritos de figuras como ardillas, marmotas y caballos.

Zil y Andrés iban en la parte trasera del séquito, era este quién guiaba el carrito en donde iba Itzia ya vestida con una pijama de conejitos y un gorro a juego. A pesar de ser abril, las temperaturas en la noche aún descendían un poco, los mosquitos aparecían al atardecer, pero llegada la noche desaparecían.

La persona que los guiaba en su recorrido era un hombre no mayor a cuarenta años, por su apariencia era claro que se ejercitaba. Este lo acompañaba una chica que, al igual que él, se notaba, hacía ejercicio, subían y bajaban las pequeñas lomas sin fatiga alguna, mientras que la gran mayoría de los adultos estaban ya fatigados.

La distancia que iban a recorrer no era mucha, si acaso eran unos ochocientos metros, pero entre lomas y espesura para algunos fue como si hubieran caminado una maratón. Tita entre ellos, que, aunque acostumbrada a la vida silvestre y pesada, caminar en empinado no era lo suyo.

No menos de cien metros, comenzaron a ver las luces en el claro. Mientras se acercaban podían ver las mesas debajo de la gran carpa, por un lado, de la extensión de hierba verde. Al fondo en forma de corazón unas velas decoraban el lugar, en medio las letras ¿Te quieres casar conmigo? Se encendieron mientras Fer y Maggie se acercaron al lugar.

Ella se encontraba desconcertada, buscaba a Zil pensando que tal petición era para ella, pero fue una señal de está pidiéndole que mirase al frente lo que hizo que se diera cuenta lo equivocada que estaba.

Fer estaba hincado sobre su rodilla extendiendo un anillo de oro blanco para Maggie. De la emoción comenzó a llorar. Ninguno de ellos se percató de cómo es que el mariachi había comenzado a sonar y solo la explosión de los fuegos artificiales hizo que se separaran de tan apasionado beso. Maggie se sentía tan afortunada de estar con el hombre al que había amado por tantos años.

Le fascinaba la idea de comenzar una nueva vida su lado.

—Te amo, tanto... —dice una vez más mientras se vuelve a colgar de los hombros de su ahora prometido.

—Yo a ti, Mags —Fer la sostiene de la cintura y la besa mientras gira con ella.

Zil había estado grabando todo desde el momento en que llegaron, quería guardar ese momento para la posteridad. Una vez que ella accedió a casarse con él todos aplaudieron, hasta los que no tenían mucha relación con ellos, estaban emocionados. Ángelo y su esposa permanecían en la orilla de todo el séquito. Trataban de no acercarse mucho a Zil y Andrés, pues, aunque estos no les guardaban rencor, ellos temían que les fueran a referir algo.

Poco los conocían pues, aunque en otra época quizás su hermano menor, Andrés si lo hubiera hecho, hoy en día las cosas eran muy diferentes. El tiempo le había enseñado que todo puede terminar en cualquier momento, lo mejor era disfrutar el ahora y dejar los rencores atrás.

Los enamorados fueron conducidos a una mesa especial que se tenía para ellos, y en dónde la familia pasaba a darles la bendición y sus mejores deseos. Zil y Andrés fueron los últimos en acercarse a ellos, puesto que tenían una sorpresa preparada para los novios.

—Muchas felicidades, cuñado —saluda Andrés dándole un abrazo a Fer—. Me alegra mucho que todo saliera como querías.

—Gracias a ustedes por ayudarme con todos los preparativos —responde este emocionado.

—¡Felicidades, hermanito! —Zil se acerca para abrazarlo luego de felicitar a su cuñada quien ahora es Andrés quien la felicita.

Una vez que este termina de darle sus mejores deseos es Zil quien los acerca.

—Queremos decirles algo... —informa haciendo que estos se acerquen a un más como si de una confesión se tratase—. Ven cariño, diles tú.

Andrés emocionado, saca un sobre de su cárdigan y se los entrega.

—Como regalo por parte de nosotros y para que no se tengan que preocupar de si salir o no, queremos regalarles el viaje de luna de miel a donde quiera que deseen ir —explica con alegría mientras los novios abren el sobre y sacan una carpeta con destinos turísticos—. Ella es una excelente asesora en viajes, pueden contactarla una vez hayan elegido el sitio y no se preocupen por nada, ella está al tanto y los atenderá muy bien.

—¡Muchas gracias! —expresa Maggie, entre lágrimas abrazando a Zil y Andrés por igual—. ¡Esto es tan... tan generoso de su parte, muchas gracias!

Su comentario no dejó a Fer que se negara ni un poco y este no tuvo más remedio más que aceptar el regalo de su hermana y cuñado.

Una vez que terminaron con los detalles fueron a tomar lugar a la mesa de los padres de esta en donde ya algunos camareros dejaban algunos bocadillos.

—Todo esto se ve espectacular —señala Zil tomando de la mano a su novio—. Me alegra que le diesen la idea de las carpas si no, estaríamos en el sereno de la noche.

—La idea fue de mi mamá, ya ha organizado dos bodas así que supongo que eso la hace tener experiencia —menciona él con la expectativa de que en algún momento sea una tercera.

Matteo permaneció sentado junto a su hermano Dante quien entre risas y charlas alimentaba a uno de sus hijos que no quería comer. Ahora era el único soltero y esperaba encontrar al amor de su vida en un futuro.

La velada sorpresivamente fue de lo mejor, el secuestro express de Andrés no había sido mencionado y él fingía también que parecía que no tenía dolor alguno. Los padres de Fer estaban emocionados con el acontecimiento y entre las mujeres ya se hablaba de la despedida de soltera, no serían más que solo ellos y algunas pocas amistades de Maggie.

Algunos hasta se animaron a bailar al ritmo de "La chona" y una vez que comenzó a sonar "Amanda baila con la banda" los pocos que se habían quedado sentados se animaron a bailar. La música les hizo olvidar clases sociales y distinciones, pues al ritmo todos bailaban según sus posibilidades. Hasta Tita, que animada por la audiencia se echó algunos pasos en el centro de la pista mientras era motivada principalmente por los niños.

Eran casi las tres de la mañana cuando todos comenzaron a volver de regreso a sus casas de campaña. Algunos de los pequeños ya ban dormidos, entre ellos Itzia.

—Quisiera que me llevaran en brazos como a ella —menciona Tita quien va del brazo de su hijo.

—Madre, si pudiera te cargara, pero ya no estoy para esos trotes —aclara don Memo—. Menos después de tanto baile.

—¡Pero lo bailado ¿quién nos lo quita?! —sugiere Tita sonriendo.

Una vez que llegan a las casas, la anciana insiste en que la pequeña duerma con ella y sus abuelos, y aunque Zil no quiere de mala gana accede pues Lucía ya llevaba cargando a la niña para dónde ellos.

—Sí se despierta o algo me avisan —pide una vez más—. Ya les llevo sus cobijas.

—No te preocupes, tu madre ha traído cobertores para toda una comunidad —señala Memo—. Solo dame su peluche por si lo busca.

Zil apenada entra a su casa y sale con el peluche de oso para entregárselo.

—Papá, si llora o algo me avisas, estaré atenta —repite Zil preocupada y avergonzada pues dormirá a solas con Andrés y sus padres lo saben—. Descansen.

Zil le da un beso a Tita y a su padre y estos a ella.

—Igualmente mi niña, descansen —desea Memo y se despide de Andrés para seguir su camino.

Tita, que los mira con cara de no les creo que descansen, solo se ríe.

—Que pasen buenas noches... —se despide en un tono pícaro haciendo que Zil se sonroje.

—Tú también, Tita —responde Andrés quien abraza a su novia y juntos entran a la gran casa de campaña.

Este echa el cierre de la puerta y quedan de pie uno frente al otro.

—Y estamos solos... —dice Zil sin saber que más añadir.

—Ajá... pero sabes que no pasará nada, no aquí... no hoy después de todo lo que ha pasado —advierte Andrés abrazándola.

Zil esconde como de costumbre su rostro en el pecho de él y por qué le gusta la forma en que Andrés le rodeo por los hombros. La hace sentir segura y protegida.

—Me gusta tu aroma —confiesa ella mientras aspira.

—A mí me gustas toda tú —dice en tono dulce y ella se enternece—. Te amo, Zil, demasiado que duele pensar en un futuro dónde no estes.

—No tienes que pensar en eso —afirma ella como si supiera lo que le depararía el mañana mientras lo ve a los ojos—. Estaremos juntos pase lo que pase...

Andrés agacha su rostros para besar en los labios a su amada, toma posesión de ellos con urgencia, con necesidad de sentirla al menos de esa manera para saciar la incertidumbre de lo que pueda pasar.

Zil responde el beso de su hombre sosteniéndose de su cintura, pasa sus manos por debajo del cárdigan y siente su piel. Andrés hace lo mismo, sube un poco el suéter de ella para sentir la piel que yace caliente en su mano, suave y tersa.

—Te deseo tanto... —declara haciendo que Zil se estremezca ante la confesión.

—Yo a ti... —dice mientras sus labios chocan una vez más.

Andrés se agacha un poco y toma a Zil levantándola y esta se engancha a su cintura. Él camina con ella enredada en su cuerpo hasta donde yace el colchón inflable sobre una base metálica plegable. Bajándola suavemente se recuestan sobre este.

Él se levanta solo para quitarse las botas y quitárselas a ella, después de eso vuelve a la cama donde lo espera paciente.

—Quedamos en que no haríamos nada más... —recuerda Zil mientras Andrés besa su cuello.

—Hay muchas maneras de hacerte el amor —le dice a la cara mientras acaricia su mejilla—. Besarte es una de ellas.

La forma en que él la mira, la devoción en sus ojos cuando la observa no hacen más que acelerar su corazón.

—Puedes comenzar... tocándome —invita ella, tomando la mano de él y poniéndola sobre uno de sus pechos.

—¿Estás segura? —vuelve a preguntar él.

—Totalmente —reafirma.

—Entonces, hagamos que esta noche sea mágica, hoy y siempre.

—Siempre...


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