Capítulo 52
El palpitar acelerado de su corazón se sentía bien. Era el primer te amo que salía de sus labios. Zil le tomó del rostro acercándolo a él para besarlo. Si antes la pasión era desbordante, en esta ocasión era indescriptible. Aferrándose al cuerpo de Andrés se besaron como si no hubiera un mañana; una pequeña lágrima de felicidad se escapó de sus ojos para mezclarse con el suave beso que este depositaba junto a su boca.
Ambos se sentían plenos, felices y altas expectativas sobre su futuro. Uno en el cual anhelaban permanecer juntos y para siempre.
—Te amo —susurra ella contra los labios de su amado.
Es el mejor sonido que ha escuchado Andrés. Aun no puede creerse que lo haya dicho. Ha abierto de nuevo su corazón y espera que todo marche tan bien como lo desea.
Luego de despedirse, Zil sube al departamento dejando que él se marche a preparar su maleta pues tiene que viajar temprano a CDMX. Nada más entrar toda su familia se da cuenta del rostro enmarcado de felicidad de la joven.
—Parece como si te hubieras ganado la lotería, hermanita —dice Fer burlándose.
—Algo así, hermanito —responde ella sin más detalles—. ¿La nena ya se durmió?
—Sí, ahora ven acá a tomar café con nosotros y cuéntanos porque esa cara —pide Tita imaginándose el porqué de la felicidad de su nieta.
Zil se acerca a tomar una taza y se prepara el café, con dos de azúcar, leche descremada y el resto de café. Memo y Lucía beben de la misma taza sentados en el love seat. Fer permanece en el chaise, mientras que Tita y su nieta están sentadas en el sofá.
—¿Entonces? —vuelve a preguntar Tita ya desesperada por que Zil no habla.
—Ahora uno no puede mantener sus secretos —se burla ella haciendo que su abuela entrecierre los ojos—. Ok, pues... me dijo que me ama.
La amplia sonrisa que se muestra en su rostro cara no deja dudas a su confesión.
—¡Por fin! —dijeron todos sorprendiéndola.
—Pero ¿qué? —pregunta ella confundida.
—Todos lo sabíamos —confiesa don Memo—. Ya se había sincerado con nosotros, no sabía cómo decírtelo.
Zil que no sabía cómo sentirse ante eso, mejor decide beber un trago de su café.
—No te molestes, el joven tenía serios problemas para asimilarlo —declara Lucía—. Sufrió cuando lo dejaste y eso le hizo comprender, después de eso no tenía el valor de decírtelo después de como habían pasado las cosas.
—Oh... —murmura ella—. Bueno, ya lo ha dicho y creo que estamos bien. Mañana sale a Cd. de México y estará aquí para el miércoles.
—Pero no estas molesta ¿verdad? —inquiere Fer notando la seriedad de ella.
—No, no solo me sorprende que se haya abierto así con ustedes. En verdad me da gusto saber que les tiene confianza, que ya los mira como familia —Zil comprende el peso de esas palabras y aclara—. Aunque no lo sea, oficialmente, claro.
El anhelo en la voz de ella no pasa desapercibido. Saben que está enamorada, y que, aunque es su primer pareja formal están seguros de que terminarán juntos. Mientras terminan de hacer acuerdos para el resto de la semana beben sus cafés y luego se preparan para dormir. Una vez que están en la recámara, Tita se acerca su nieta y la abraza con mucho cariño.
—Me alegra que por fin se atreviera a abrir su corazón —expresa mirándola a los ojos—. Cuídalo.
Dicho esto, la anciana se acuesta junto a su nieta y se abriga. Zil se queda pensando un momento sobre eso y luego se acuesta también. Antes de dormir le manda un mensaje de texto a él.
Zil_11:25 p.m.
Gracias por abrirme tu corazón y decirme que me amas.
También te amo, más de lo que el tiempo tardó en traerte a mí.
Mas que mis sueños.
Mucho más.
Bn.
La joven desactivo sus datos y se permitió dormir, feliz por haber encontrado el amor. Feliz porque ese amor es correspondido y reciproco. A la mañana siguiente cuando activó sus datos móviles recibió el mensaje de Andrés junto a una fotografía donde yace parado frente al espejo vestido solo con una toalla.
Zil ni lee el mensaje por permanecer observando la fotografía, siente que los colores se le suben a la cara y un calor se aflora en el centro de su cuerpo.
—¿Qué miras? —pregunta Tita al ver que casi se le salen los ojos a Zil.
Esta asustada apaga el teléfono de inmediato.
—¡Nada! —dice asustada.
Tita suelta una carcajada y sale dejando a su nieta a solas con su hija quien sigue dormida.
La joven vuelve a encender la pantalla para leer el mensaje.
Andres_5:35 a.m.
Has hecho de mi vida un milagro.
Y no me cansaré de decirte cuanto te amo
Cada día de ella.
Por cierto, buenos días, guapa.
¡TE AMO!
Zil aun sonríe cuando lee el texto y de nuevo abre la imagen para observarla detenidamente. El cuerpo de Andrés esta trabajado en gimnasio. No tiene idea de a qué hora hace ejercicio, pero le encanta lo que ve. Nota como se forman los pliegues en v por debajo de su ombligo y aunque nunca había visto a un hombre con lujuria, en ese momento lo hacía.
Inspirada por la imagen y sus halagos decide responderle.
Zil_6:32 a.m.
Como no tener buenos días con imágenes así.
¡Te ves guapísimo!
Después de eso, ella se prepara para darse una ducha y alistarse junto a su nena y Tita, que hoy les toca acompañarlas para la terapia de su bisnieta.
Los días transcurren normales hasta el miércoles. Zil no trabaja y espera a que Andrés llegue por ella para irse de campamento con toda su familia. Sin embargo, este le avisa que se prepare que llegará más tarde. Al inicio no parece nada sospechoso, pero cuando por fin se estaciona en la entrada del edificio y se acerca a ella lo nota distante.
—¡Te extrañé! —confiesa ella lanzándose a sus brazos, pero él la detiene.
—Perdón, yo también, pero vamos tarde. ¿Las cosas? —inquiere preocupado.
—Están arriba, voy por ellas —dice ella sin pasar por alto la forma en la que él actúa.
Camina de vuelta a la recepción y de ahí al ascensor, no espera a que él se meta y presiona el número de piso al que van.
Andrés no alcanza a entrar pues la puerta ha cerrado y se da cuenta que ella está molesta por los gestos de ella. Sin esperar más, sube las escaleras y aunque llega minutos después, logra alcanzarla. Arriba yace Itzia sentada en el sofá jugando con una muñeca y las maletas yacen listas.
—Perdón, es qué estoy preocupado —dice él tomando por la cintura a Zil impidiendo que esta camine para alejarse de él—. Lo siento, en verdad, nena. Yo también te extrañé.
Zil que nunca ha sido una chica que guarde rencores, aunque hace una mueca de disgusto lo abraza. Enredando sus brazos por el cuello de Andrés, lo atrae más a ella.
—Está bien, no estoy enojada, solo me sacó de onda tu actitud —confiesa para luego retirarse.
Sus brazos se deslizan por los hombros de él jalando un poco su chaqueta, entonces ella lo ve. El chupetón en el pliegue entre su cuello y su hombro. Siente asco al instante.
—¡Eres un mentiroso! —expresa empujándolo.
—Pero, ¿de qué hablas? —pregunta confundido—. Por qué mentiroso.
Andrés da un paso para querer acercarse, pero Zil lo aleja de nuevo.
—¡Para, no! ¿Cómo puedes decirme que me amas, y que me extrañas si es claro que no? —echa en cara con justa razón—. Solo mírate el cuello.
Este que aún está confundido va hasta el baño y se revisa. Entonces se da cuenta.
—No es lo que parece, déjame explicarte —pide espantado.
—¿Explicar cómo es que a la primera oportunidad te buscaste otra? —inquiere casi gritando, pero luego baja la voz al percatarse de su hija.
—Espera, verás que no miento —afirma Andrés sacando su teléfono y marcando a Luca.
—¿Qué haces? —pregunta ella al no saber el porqué de la llamada.
Andrés le pide con una señal que espere cuando Luca toma la llamada, y activa el altavoz.
—¿Paso algo? —pregunta su primo.
—Luca, estoy con Zil, ¿puedes explicarle por favor que fue lo que pasó? —pide él extendiendo su teléfono para que ella escuche.
La joven que ya estaba lista con jeans y una polera toma el teléfono cuando escucha que Luca pide que se la pasen. Ella desactiva el altavoz y con el móvil en mano va y se sienta en el love seat frente a su pequeña.
—¿Sí? —pregunta a Luca quien yace dispuesto para contarle lo sucedido.
Ella escucha atentamente mientras Andrés yace aun con el traje puesto, arrugado y las manos en los bolsillos. Al ir escuchando a Luca se da cuenta de su error y nota como su novio está desgarbado, arrugado y ha pasado una mala noche.
—Trae un chupetón —dice en medio de la conversación—. ¿Cómo estás seguro de que no pasó algo más?
Luca le responde y entonces Andrés se saca el saco, no sabe por qué parte de la explicación va, pero tiene que revisar que no le haya pasado nada más. Cuando se gira, Zil se percata de la sangre que traspasa la camisa de este.
—Vale, te tengo que contar, Andrés está sangrando —Zil avisa eso a Luca y le cuelga sin más.
Andrés tendrá que explicarle el resto, pero por el momento debe ayudarlo. Esta sangrando. Ambos llegan al baño donde él yace quitándose la camisa y ella nota los aruñones en la espalda, parecen hechos con saña.
—¡Dios santo! —expresa asustada—. Debiste marcarme temprano y ponerme al tanto.
—No quería preocuparte, solo necesito un baño —dice intentando mirarse en el espejo de cuerpo completo y entonces nota las magulladuras—. Maldita sea.
—Dúchate —manda ella—. Te traeré ropa limpia. ¿Tu maleta sigue en la camioneta?
—Sí, toma las llaves —extiende su mano posándola en la de ella—. Perdón, en serio no quería preocuparte.
—Ya hablaremos... dúchate —ordena de nuevo para luego salir del baño y salir cerrando la puerta.
Ella camina hasta donde su hija para verificar que está bien.
—Voy por una cosita aquí abajo, ya vuelvo ¿sí? —La niña dice que si y Zil sale como alma que lleva el diablo por la maleta de su novio.
Va y vuelve en un santiamén, luego deja la maleta sobre su cama y saca una muda de ropa cómoda para él. Nunca ha tenido que preparar algo así, pero toma un bóxer limpio y deja sobre la cama una polera y un pantalón de pants. Toma una de sus toallas del área de blancos y toca la puerta del baño.
—¡Pasa! —anuncia Andrés.
La puerta del baño yace cerrada, es de un cristal ahumado. No puede ver el cuerpo de Andrés totalmente desnudo en su esplendor, pero si observa su silueta a través de esta.
—Te traje una toalla y un bóxer —dice ella poniendo la toalla limpia en el toallero y el bóxer también.
—Gracias, en un momento salgo —comenta—. Deberías llamar a los demás diciendo que ya llegué por ti, para que no se preocupen.
—Eso es lo de menos Andrés —menciona con tono jocoso—. Deberían saber lo que esa mujer te hizo.
Él que no quería llegar a ese tema sabe que no será inevitable.
—Debiste llamarme —refiere con voz quebrada ella—. Estaba preocupada... y cuando vi...
Andrés se cierra la llave de la regadera y abriendo apenas lo suficiente la puerta corrediza toma la toalla y se medió seca para luego enredarla en su cadera.
Sale apresurado y acerca a Zil a él abrazándola.
—No quería preocuparte... —confiesa de nuevo él con el corazón roto—. No pensé que algo así pudiera pasarme, y cuando desperté vi la carta de Carlota y llamé a Luca. Él está ahora allá averiguando todo lo que puede al respecto.
—¿Y si te hizo algo más? —pregunta preocupada no queriendo decir las palabras.
—No lo hizo, ten por seguro que no. Solo me hizo esto porque quería molestarnos, que supiéramos que tan vulnerables podemos ser, quería que te enojaras conmigo....
La culpabilidad traspasa el corazón de ella. Sabe que no confió en las primeras palabras de él cuando le dijo que no era lo que pensaba.
—Perdón... por desconfiar, yo pensé que... como no me recibiste como siempre, pensé... y luego vi... —Las lágrimas no dejaban que Zil siguiera el hilo de su sentir, aun así, él comprendía—. Soy una tonta.
—Sh... no lo eres —declara él tomando su mentón en su mano derecha—. Es normal sentir eso, más si yo fui tan tonto como para no decirte todo desde temprano.
—¿Sabe alguien más? —pregunta ella preocupada.
—Matteo y Dante —explica—. Luca les dijo cuando le avisé. Pero no queríamos preocuparlos así que yo regresé solo.
El timbre del teléfono de Zil interrumpe su conversación. Ella regresa hasta la sala por él permitiendo que Andrés se cambie.
Un mensaje de texto de un numero desconocido la perturba.
"Espero que Andrés la haya pasado tan rico como yo. Dile que le mando saludos"
El teléfono cae de sus manos cuando mira la foto que han enviado.
Andrés yace en ropa interior sobre una cama, atado de manos y pies mientras que una mujer con mascara besa su vientre.
Zil se sienta a llorar por lo que parece una eternidad, pero solo son uno minutos en lo que Andrés se viste para ir a ver qué pasa. Itzia yace asustada, sentada en el sofá sin entender nada de lo que sucede.
—¡Zil, Zil! —llama Andrés, pero ella no reacciona.
Las imágenes vienen a ella una tras otra, tomándose de la cabeza se balancea sobre su propio cuerpo. El llanto incesante rompe todos los rincones del alma de Andrés. Los recuerdos dolorosos de aquella noche en la que fue ultrajada regresan solo para repetirse en su memoria de nuevo.
—Nena, por favor, estas a salvo —dice él sin tocarla, no quiere espantarla—. Nena, mírame, estás a salvo. Estas bien, estoy contigo. Zil...
Un grito agudo sale de la boca de ella y él se asusta. No sabe que es lo que recuerda, pero sin duda es algo que le ha dolido, ella se toma del vientre y se deja caer contra el sofá haciéndose un ovillo.
—¡No, por favor no! —gime entre llantos.
—¿Mami? No llores... —pide la pequeña asustada quien ya comienza a llorar.
Andrés que no sabe que hacer decide socorrer primero a la pequeña.
Se acerca a ella y le extiende sus brazos. Itzia los toma asustada. Él la levanta y la abraza con cariño.
—Mamá no se siente bien, ¿podrás quedarte en la habitación mirando el televisor mientras la ayudo? —pregunta él sin saber si ella comprende del todo bien—. Tengo que hacerle un té, ¿nos esperas allá?
La niña asiente con la cabeza y él la lleva de inmediato a la habitación prendiendo el televisor y entrecerrando la puerta para también estar pendiente de ella.
Cuando vuelve a la sala Zil sigue llorando, sufriendo como aquella noche.
—Amor, estoy aquí —señala él hincado junto a ella, sin atreverse a tocarla aun—. Respira por favor, la peque esta asustada, nos necesita. Respira.
Espera que el mencionar a la niña haga que ella vuelva en sí.
Sin embargo, no lo logra.
—Tanto tiempo disfrutamos de este amor —murmura medio entonado Andrés, espera que al menos la canción le calme—. Nuestras almas se acercaron —la voz se le quiebra, la ve sufriendo—, tanto así... que yo guardo tu sabor —nota como ella va reconociendo la melodía y se aquieta un poco—, sabor a mí.
—Si negaras mi presencia en tu vivir —Andrés sigue cantando y cuando nota que hay reconocimiento en la mirada de ella levanta su mano con cuidado y toma su mano—. Bastaría con abrazarte y conversar... tanta vida yo te di, que por fuerza tienes ya, sabor a mí.
Zil abre los ojos admirando a su novio, él no deja de cantar y ella no deja de llorar del todo. Los malos recuerdos se han ido, él le ha traído de vuelta de dónde su mente la arrinconó. Las lágrimas se van agotando y son reemplazadas por suspiros. Andrés acaricia la frente y cabeza de Zil con ternura hasta que esta se relaja, la peque sale del cuarto para comprobar la situación de su mamá.
—¿Ya no le lele la panza? —pregunta con su muñeca entre sus brazos sin acercarse a ninguno.
—Si cariño, ya no le duele la pancita a mamá —declara él a la niña quien se acerca a él ya que está sentado en el suelo junto al sofá y su madre—. ¿Quieres darle un besito? Eso le va a aliviar más.
La peque mueve su cabeza en afirmación y se acerca a su madre para darle un besito en la mejilla.
—Te vas a aliviar mami —advierte la menor—. Tita dice que mis besos curan todo.
—Así es mi amor —señala Zil abrazando a su hija.
Andrés que sigue junto a ellas es atraído por Zil para abrazarlos a ambos. Y es en ese intimo circulo en que una nueva familia se forma. Una familia realista, lastimada, herida, con problemas, pero unida con mucho amor.
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