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Capítulo 51

Dos semanas habían transcurrido, la búsqueda de Carlota no había cesado. Andrés incluso pagó detectives privados para buscarla. No había hecho ningún movimiento con sus cuentas bancarias y por lo que sabían no había salido del país. Incluso su ex, con el que engaño a Andrés se ha mostrado normal en sus rutinas diarias.

Matteo junto a su hermano habían seguido el proceso legal de la empresa y la compra de sus activos. Por su parte Don Memo tuvo que renunciar a su trabajo para estar al cien por ciento involucrado en todo el proceso de la fabricación y producción de la empresa.

Tita había sido llevada a un sitio parecido a una cava, pero dónde tendría todo lo necesario y todo lo que había pedido para la elaboración de café. Luego de probar distintos granos, dio con el que mejor le parecía en sabor y acidez.

Una vez que eligió la receta hicieron traer al barista experto en café para catar las distintas mezclas que Tita había elaborado. Al mero estilo tradicional y con ingredientes meramente mexicanos es que la anciana que una vez no creyó que haría algo con su vida, elaboró cinco recetas distintas.

Fer ya tenía todo listo para pedirle matrimonio a Maggie. Ella le avisó que su traslado había sido aprobado para el mes siguiente, así que durante el puente de semana santa él le estaría invitando a pasar las vacaciones con ellos. En un principio ella se sintió reticente, ya que esperaba no tener que volver hasta que ya fuera definitivamente, sin embargo, accedió a acompañarlos a una acampada familiar.

Los días se iban acercando, Zil había estado buscando lugares para irse a vivir y por fin encontró el ideal. Andrés le había ayudado con el depósito y estaba más que feliz de poder verla a ella disfrutar de esa nueva etapa en su vida.

—¿Estas segura de querer ir a acampar? —inquiere Andrés mientras almuerzan.

—Sí, tengo años que no lo hago y será una buena experiencia para Itzia —señala ella emocionada ante la idea—. Ya he comprado un par de trajes de baño a juego y todo el kit de salvavidas para la peque.

—En serio que estás emocionada —sostiene ella.

—Lo estoy, Tita también —agrega para luego meter un bocado a su boca—. Ella tiene muchos más años que yo que no sale de campamento.

—Qué bueno, ¿sabes si les gustó la casa de campaña que compré? —inquiere con curiosidad.

La semana pasada cuando supo de los planes sobre acampar les sugirió el sitio perfecto, y emocionado con la idea fue a comprar casa para todos.

—Sí, principalmente a mi madre —aclara ella—. Nunca había acampado en una casa así, siempre eran lonas improvisadas con tablas, meras construcciones improvisadas. No sabía ni que existían camas inflables.

—Entonces me alegra saber que todo ha sido para bien —dice Andrés con alegría—. Por cierto, esta semana viajaré a CDMX, volveré el miércoles temprano para pasar por ti y la niña. Tita puede venir con nosotros.

—¡Qué bien! Le diré a ver si quiere, está emocionada por qué van a estrenar la camioneta —especifica con humor—. Está hermosa, gracias por eso.

—Para nada, ellos la ganaron con su trabajo, es uno de sus activos —explica él para conocimiento de Zil—. No tienes que agradecerme, en realidad en eso yo no he tenido nada que ver. A lo mucho fue Matteo con sugerencias de modelos, pero yo no pinto nada ahí.

—Vale, si lo que quieres es que finja que no has tenido nada que ver, de acuerdo —dice Zil sonriendo.

Ambos charlan tan animados que no se dan cuenta que son observados. Una vez que terminan su almuerzo van de compras para abastecerse de lo que falte. María y Lucía se han encargado de comprar todo lo necesario para las comidas de esos días. La familia de Andrés y Zil acamparán juntos por primera vez y todos estaban emocionados. Todos, excepto la esposa de Ángelo que no estaba acostumbrada a tales circunstancias.

Por la noche, como ya se estaba siendo costumbre, los García recibieron en el pequeño departamento a Andrés, Matteo, María, Dante y su familia. En la palapa común del edificio hicieron carne asada para terminar de ponerse de acuerdo con los últimos detalles de su viaje de semana santa.

Zil se preparaba mentalmente para las dos horas y tanto de carretera, no es que no le guste, pero la nena no ha dormido muy bien estos días y no sabe cómo se tome el viaje tan largo. Si de algo se ha dado cuenta es que viajar en bus no es sencillo para ella. Quizás es por el ruido, la multitud de personas o lo largo del viaje, pero no es algo que disfrute.

—Te veré el miércoles —dice Andrés mientras abraza de la cintura a su querida novia—. Llegaré temprano para ayudarte con las cosas ¿va?

—Está bien, no te preocupes por mí, es la peque la que me preocupa —señala ella mientras ve como su mamá la carga en brazos ya dormida y la lleva dentro.

—¿Por qué? ¿Se ha sentido mal o algo así? —inquiere él preocupado dirigiendo su mirada a la niña que yace siendo llevada dentro del edificio.

—No es eso, ha estado rara... ya no le agrada tanto los viajes en camión, se pone a llorar y se incomoda si alguien está cerca de ella —aclara para qué él comprenda la situación.

—Oh... si a mí me incómoda cuanto más ella —dice en tono de broma—. Vete en taxi, conozco a alguien de confianza, le llamaré ahora y le pediré que los lleve y le traiga a la hora que tu digas. Es más, mejor le pasaré tu contacto para que te pongas de acuerdo con ella.

—¿Ella? —pregunta Zil confundida.

—Sí, la dueña y chofer del taxi es mujer —aclara Andrés sin saber que ella nunca ha visto una taxista femenina—. Cuando mi madre no puede manejar por algún motivo, Lupita es la encargada de llevarla a sus vueltas. Es cien por ciento confiable, no te preocupes.

—No me preocupa, es que nunca me ha tocado ver a una mujer que maneje un taxi. Lo que no es malo, al contrario, me parece genial —explica a su novio quien comprende el porqué de su asombro.

Esa nueva experiencia a ella le resulta buena, porque es una demostración de que las mujeres pueden estar en distintos trabajos que antes se consideraban exclusivos de hombres.

Después de que se terminan de poner de acuerdo, Zil acerca sus labios a los de Andrés. Un beso de buenas noches es todo lo que pide, sin embargo, el roce de sus cuerpos, el tacto de las manos de este contra la cintura de ella le provocan.

De un tiempo a la fecha ha sentido ese deseo creciendo en su interior, no lo sataniza ni tampoco le tiene miedo, solo un tipo de respeto por no saber que esperar sobre una experiencia como esa. Se ha imaginado la situación, incluso miró un par de películas románticas con alto contenido erótico, así como una serie en una plataforma que le dio una mayor amplitud a su concepto y alimentó su imaginación.

Sin embargo, no se atreve a decirle su sentir a nadie, teme que Andrés tenga un mal concepto de ella que la juzgue. Aun así, no puede esquivar lo que siente, esas emociones, sensaciones que recorren su piel, su cuerpo cada vez que está cerca de él. ¿Lo desea? Por supuesto que lo hace, no le es indiferente en ningún aspecto. Pero hace tiempo que viene sintiendo eso y no entiende si hablar de eso con él pueda afectar su relación.

Ha dejado de ver a Andrés como solamente alguien apuesto, sino también como su confidente, su amigo, empresario, novio y hombre. Y como tal le desea.

Zil pasa sus manos por los brazos de él disfrutando la sensación de sus músculos, sube hasta su nuca y le toma del cabello con pasión. Él siente el cambio en ella, el deseo transmitiéndose en su aliento, en sus besos y caricias. También la desea, desde hace tiempo, pero se ha prometido que mucho antes que el sexo suceda entre ellos, primero la hará suya de todas las maneras terrenales posibles.

Aun así, la sujeta firmemente de la cintura, la atrae hacia él y ella puede sentir la dureza de su miembro contra su vientre, se siente excitada como nunca antes. Es una sensación indescriptible para ella. Algo que nunca creó experimentar sin sentir terror, miedo o pánico.

—Te deseo —confiesa ella contra los labios de él. Ambos quedan atónitos ante eso, ella porque no creyó decirlo, él porque ahora se da cuenta de que cómoda con él.

—Yo a ti, nena, como nunca he deseo a nadie más —responde aprisionándola contra la encimera que yace detrás de ella.

La palapa les da cierta privacidad y estar debajo de ella lejos de las miradas curiosas de los inquilinos del edificio, aún más. Andrés empuja su pelvis contra la cadera de Zil y ella lo siente y se sonroja.

—Oh, ya veo —nota ella con nerviosismo—. Esto es nuevo para mí.

Andrés le regala una media sonrisa, su hoyuelo se marca ligeramente haciendo que Zil quiera besarle suavemente en la mejilla.

—Sé qué piensas que ya lo he visto todo y he experimentado todo, pero te equivocas —dice Andrés intentando llegar a una conclusión—. Hay cosas que no importa que las hayas vivido porque no significaron nada, porque no estas con la persona adecuada. Tú eres esa persona, eres mi persona.

El corazón de Zil se acelera al oírlo, es casi como decirle que la ama.

—Entonces, eso significa que tú y yo... —ella no alcanza a decirlo porque Andrés la besa, no quiere sentirse comprometido a darle un rotundo no.

Cuando el beso se calma él la toma del mentón suavemente y mirándola a los ojos le habla con el corazón.

—Nunca pensé en encontrar a la persona indicada, tú tienes miedo de que yo no te ame, pero no es así. Yo tengo miedo de que te enamores de alguien a quien has idealizado. Quiero que me conozcas, que me compartas lo que sientes, lo que piensas, lo que deseas alcanzar. Sé que no te ha importado mi dinero, ni cuanto tengo, lo sé por qué nunca has preguntado. No esperas a ser una mujer que vive a la sombra de los demás, si no que vas y buscas alcanzar tus metas por ti sola, bajo tus reglas y tus términos y amo eso... lo amo, amo tanto como sonríes cuando tu hija habla, es como si vieras un milagro cada que la observas —expresa Andrés con gran sentimiento en cada palabra.

Zil sostiene la respiración y se le nubla la mirada, siente que va a llorar mientras escucha cada una de esas palabras que se derraman como miel en su corazón.

—Amo que nunca digas no puedo, pero que, si me cuentes tus miedos, amo que me beses con pasión y no temas decirme «te deseo», aun cuando sabes que yo no te he dicho lo que tu esperas oír. Y he sido un estúpido porque no me di cuenta hasta que te perdí que lo que siento acá en el pecho, supera todos los conceptos dichos por humanos, porque no hay una palabra que defina todo lo que siento por ti, pero si debo usar algunas, diría que te amo, te amo con toda la existencia de mi alma, te amo con pasión y con cordura, te amo tanto, Zil, que no puedo soportar un día más sin decirlo. Te amo.



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