Capítulo 50
Fer había quedado con su familia que ese fin de semana próximo visitaría algunos lugares en dónde pudieran vivir, esperaba el momento para encontrarlo y mudarse junto a Maggie. Sabía por Matteo quien se había vuelto su amigo, que había lugares donde te rentaban el departamento ya amueblado pero que solían ser caros. Le aconsejo que buscara algo que supiera pudiera pagar e ir comprando los muebles poco a poco pues no salían caros si los compraba con distribuidores de Tlaquepaque o Tonalá.
Ambos habían acordado que irían juntos en la búsqueda de ello.
—Estoy cansado —dice Don Memo sentándose en el sofá—. Al parecer todo lo que se habló pinta bien. ¿Quedó cuando hará la muestra de la receta, madre?
—Me dijeron que la siguiente semana que venga el famoso barista amigo de Andrés —señala para luego beber un vaso de agua—. Que maldito calor hace...
—No está acostumbrada a este tipo de calor, Tita —señala Lucía añadiendo un cubito de hielo a su vaso—. Hijo, y ¿qué les dijeron sobre las terapias de la beba?
Fer que se acomodaba en el sofá junto a su padre se reincorpora.
—Pues le hicieron distintas evaluaciones, la terapeuta quedó que comenzaría con la terapia de lenguaje pues ya casi entra a preescolar —informa dándole la importancia debida.
—Qué bueno, hijo —dice Lucía—. Es cierto que mi niña ya debe entrar este año, debemos buscarle un lugar cerca de donde nos mudemos.
—Sobre eso —interviene Tita para ponerlos sobre aviso—. Quizás no soy yo quien deba mencionar esto, pero anoche Zil me comentó que también le gustaría independizarse, estaba muy preocupada por que se fueran a molestar por eso.
El comentario les toma por sorpresa, pues podrían haberlo imaginado de Fer, pero no de Zil a quien siempre imaginaron que viviría con sus padres.
—Vaya... creo que nuestros hijos están buscando su propio lugar en el mundo —menciona Memo con melancolía—. No tendríamos que molestarnos, quizás nos preocupemos por qué cómo es que hará para trabajar y cuidar a nuestra nieta. Al menos viviendo juntos podríamos ayudarle más.
—Ella puede, Memo —señala Lucía—. Ha demostrado que puede sola con su hija durante este tiempo que estuvo fuera, siempre nos ha tenido de apoyo, pero eso no significa que sea inservible —le regaña.
—No dije que fuera inservible, dije que podemos apoyarla en el cuidado de Itzia más fácilmente viviendo juntos, pero si eso es lo que ella desea, no nos queda más que ayudarla —apunta con precaución antes de ganarse otro regaño de su esposa.
Tita no opina nada, ella se quedó a vivir con su hijo y nuera por qué ellos así lo pidieron, siempre han sabido convivir todos juntos, pero si su hijo se hubiera querido marchar un día, ella no era nadie para detenerlo.
—Como sea, si ella eso es algo que quiere, no nos queda más que apoyarla —concluye Lucía—. AL menos ahora que tenemos este proyecto en puerta tendremos recursos para ayudar a ambos.
—Eso es cierto —dice Tita emocionada con la idea—. A lo que entendí todo pinta bien, mientras tanto Matteo dijo que buscaría distintos proveedores de granos de café para que yo elija el que más me guste.
Fer que no estaba al tanto de la junta se iba enterando de todo lo sucedido. Mientras tanto esta preparaba precisamente un café.
Zil y Andrés llegaron a casa de ella luego de haber salido a comer, iban a pasar por la hija de esta para llevarla a por helado. Él tenía el firme propósito de conocer más a la pequeña. Le agradaba y no podía dejar de ver la misma bondad de los García en ella.
Andrés les esperó en el auto pues iba a poner el asiento especial para Itzia. Había decidido guárdalo en el maletero en señal de esperanza. Una que le decía en el alma que volvería con el que ahora considera es el amor de su vida.
Para cuándo ambas mujeres bajan, se encuentran con que Andrés había tomado una de las flores del ramo de Zil para dársela a la niña. La acción por si sola asombraba a ambas, pero fue Itzia quien tuvo una reacción única.
—¿Esta la puedo pantar? —pregunta inocentemente. Haciéndolos reír.
—Si eso quieres, puedes hacerlo —responde Andrés pensando en comprarle alguna maceta para ello.
—Gacias —dice de vuelta ella, abriendo la puerta del coche y subiéndose, dejando a los mayores detrás.
Zil hace un gesto de "Así son las cosas". Ambos se ríen y luego imitan a la pequeña subiendo al auto. Cuando llegan a la plaza comercial la pequeña queda maravillada con el lugar que para ella es inmenso.
La joven tampoco se queda atrás, había ido a plazas comerciales, pero nunca a una tan grande. Y aunque está emocionada con la expectativa de que ambos salgan con su hija, también habita en ella el temor de que todo termine.
—¿Quieres un helado? —pregunta Andrés obteniendo brinquitos de alegría de Itzia.
—Sí, sí quiedo, sí —dice juntando sus manitas debajo del mentón y dando saltitos contenta.
—Entonces vamos —sugiere él, y comienza a caminar cuando la niña lo toma de la mano sin dejar de soltar la de su madre.
Los tres caminan entre la gente, camuflándose entre todos como si fueran una familia normal. Eso les gustaba, la normalidad les parecía atrayente en medio de tanto drama en sus vidas.
Eran casi las siete de la noche cuando llegaron dónde los García habitaban, al departamento de Andrés. Toda la familia les esperaba para la cena. Esta vez fue Fer el encargado de preparar unas hamburguesas para todos. Matteo se les unió una vez que su nuevo amigo le invitó.
Era fin de semana, Fer había decidido salir desde temprano a visitar algunos departamentos junto a Matteo, pues este además de fungir como apoyo y asesor, también era su raite.
Zil había meditado por muchos días en todo lo que quería hacer. Las cosas en su trabajo iban bien y hasta le recomendaron un lugar en donde podía dejar a su hija. Era una estancia infantil especialmente para niños especiales. El costo, aunque un poco elevado, podría ser cubierto sin problema.
«Sólo tendría que evitarme el no gastar de más en comidas» pensaba ella mientras evaluaba su presupuesto, sus gastos e ingresos. No quería tener que recurrir a pedirle dinero a Andrés, salvo fuera una urgencia.
Sabía por sus padres todo el proceso que llevaban y aunque trataba de comentar en lo más mínimo al respecto, no podía evitar admirar la aptitud de su novio para los negocios. Y ni se diga de Matteo pues se convirtió en un muy socio.
La mañana pintaba calurosa, Lucía había abierto un par de ventanas para que la brisa entrara un poco, al menos.
—Como apesta a contaminación la ciudad —se queja Tita.
—Mucho —secunda Zil sentándose junto a ella en la mesa del desayunador.
—¿Sigue dormida? —pregunta Lucía refiriéndose a su nieta.
—Sí, ha sido una semana larga y no está acostumbrada a las distancias, ni el tener que estar yendo y viniendo —expone dándole sentido a porque su hija aún sigue dormida cuando es la primera en despertarse—. ¿Y mi papá?
—En el baño —señala Lucía el final el pasillo.
Zil se levanta con el fin de prepararse una taza de café, mientras su madre va sirviendo el desayuno, en cuanto acaba Memo se acerca y le ayuda a su esposa a terminar de poner la mesa.
—Me gustaría poder hablar con ustedes de algo —dice Zil con tono casual.
Memo y Lucía sospechaban el tema, pero no dijeron nada.
—¿Sí? ¿pasó algo? —pregunta Lucía poniendo el plato con huevos fritos, frente a su hija.
—No, nada malo... —responde con temor, sin saber por dónde empezar—. Solo quería comentarles algo... —comienza diciendo mientras sus padres le miran atentamente—. No es nada concreto, solo es una idea que tengo, pensé en que quizás podría buscar un lugar para mí y la beba...
El comentario en si no tomó por sorpresa a sus padres pues ya estaban advertidos por Tita, que bien había hecho para preparar el camino para que esta al decirles, no les tomara por sorpresa.
—Hija, eres un adulta que además de inteligente y hermosa, también eres trabajadora y responsable —asegura su madre—. Si es lo que tu corazón de dicta, hazlo. Sabes que cuentas con nuestro apoyo en todo lo que desees emprender, y si eso es lo que quieres, te apoyamos.
Zil, no imaginó que su madre le diría tal cosa, pensó en que quizás le iba a decir que no, pues ellos son su mayor apoyo en todo. Memo, se acercó a ella y la abrazó.
—Haz lo que desees, sabes que siempre nos tendrás a nosotros para apoyarte —señala él ocultando su tristeza.
Ella es la niña de sus ojos y su nieta, ni se diga. Pero está consciente que no puede retenerla y que ahora es una mujer que está buscando labrar su propio camino. Le enorgullece saber que no espera que le solucionen todos los problemas y tampoco que este esperando a que Andrés le mantenga. Le hace feliz ver que es una mujer que, aunque como todos, ocupa de apoyo, eso no significa que este esperando a recibir todo. Ella nunca ha sido así y no cree que eso cambie.
La joven conmovida con las palabras de sus padres, se limita a sonreírles y agradecerles. No cree prudente avisarles que va a buscar casas de inmediato, esperará unos días para hacerlo. Ya una noticia así es suficiente por ese día.
Andrés pasa donde ellos a media mañana, les invita a dar un paseo por Chapala. Los padres de Zil que prudentemente se niegan al igual que Tita, permiten que los jóvenes se marchen solos llevando consigo a Itzia.
—Les he dicho hoy que quiero buscar un departamento —confiesa Zil mientras se dirigen al lago.
—¿Y cómo lo han tomado? —pregunta él sabiendo que ella tenía temor de hacerlo.
—Demasiado bien —dice tranquila—. Creo que Tita les ha dicho por qué no noté que les sorprendiera, pero me dijeron que cuento con ellos.
—Ves, no había nada de qué preocuparse —Andrés extiende su mano tomando la de ella y conduciendo con una sola—. Si quieres, podemos ir buscando algunos o quizás ahora que Fer anda en eso, mira alguno que te guste.
La joven se estremece ante la idea, nunca había imaginado su vida alejada de sus padres. Incluso hubo un momento en el que pensó que jamás dejaría el hogar de su familia. Veía como algo muy lejano alcanzar todas sus metas. Pero llegó Andrés y con el impulso adecuado ahora lo creé posible.
—Todo gracias a ti —dice en voz alta. El hombre a su lado no comprende del todo el por qué, del comentario, el hilo de la conversación no estaba en ese sentido—. Si no hubieras aparecido en nuestras vidas, si no tuviéramos esta oportunidad, quizás me hubiera quedado siempre en aquella casa en medio de la nada.
Ahora que ella explica, él comienza a entender.
—Dice mi Tita, que la vida siempre tiene un "Para qué". A veces simplemente nuestra naturaleza humana, lo necio de nuestra condición no nos permite entender por qué pasan las cosas, hasta que tiempo después te das cuenta de ese "Para qué".
—Yo también puedo decir lo mismo de ustedes, todo esto es gracias a que me salvaron. Si tu familia no se hubiera detenido a ayudarme, otra historia estuviéramos contando ¿No crees? —reflexiona algo que siempre ha creído—. En pocas palabras nos salvamos mutuamente.
—Eso creo —dice ella mirándolo fijamente, mientras él conduce.
Es sin duda el hombre más apuesto que han visto sus ojos, quizás se encuentren en el mundo hombres más guapos, pero para ella, Andrés Di Rosa es sin duda además de hermoso, inteligente y muy distinto al resto de hombres que ha conocido.
La conversación se torna a hablar ahora sobre Itzia, los planes que se tienen e incluso Zil le confesó que la pequeña mantiene los mismos apellidos que ella. Esto fue por qué el preguntó por el nombre completo de ella, tenía curiosidad sobre eso y su fecha de cumpleaños, la cual estaba próxima en los siguientes meses.
El resto del día la pasan visitando diversos lugares en Chapala, para luego ir a uno de los restaurantes del lugar y comer ahí. Itzia disfruta de la salida con su madre y Andrés. Vestida con un vestido de girasoles y fondo blanco es que va brincando de un lugar a otro, emocionada por lo que ve. Incluso puede parecer una niña normal si no se le pone atención.
Zil se encuentra extasiada de ver que su pequeña disfruta del paseo, piensa en que podría repetir siempre que sea posible. Ir a una placita, una pueblito que le recuerde su lugar de nacimiento. Aquel que dejó atrás para encontrarse con esa nueva vida que le ha traído nuevas esperanzas por seguir adelante.
Por la tarde cuando llegan a casa, se encuentran con todos García, incluido Matteo y su madre quien fue invitada por Lucía para cenar juntos. Las mujeres han preparado unas gorditas especiales, muy al estilo de ellas, rellenas de pollo, picadillo y chicharrón estilo Sinaloa y bañadas en salsa verde con queso gratinado encima. A los Di Rosa nunca les había tocado preparar una comida, así como tal, era la primera vez y les encantó.
Fer aprovecha la plática de sobremesa para contarles sobre su idea para pedirle matrimonio a Maggie, así como que también ha encontrado el departamento perfecto.
—El departamento está en Tlaquepaque, es pequeño para empezar, pero está amueblado con lo básico. Estufa, refrí, lavadora, un comedor de cuatro sillas —informa entusiasmado—. Es perfecto para nosotros.
—Pero te faltan dos cosas importantes —advierte Tita con tono jocoso, todos giran a verla con suma atención—. La novia y la cama.
Dicho esto, suelta la carcajada a costa de su nieto, quien se ruboriza riendo con nervios. El resto de la familia ríe junto a ellos por la broma.
—¡Tita! —dice el cubriéndose la cara—. Le diré a Maggie que andas haciendo bromas a su costa.
—Para nada, es a costa tuya —vuelve a reírse—. De cualquier manera, más te vale que hagas una buena petición de mano, sino esa cama solo la usarás tú.
Ver como Fer soltaba la risa luego de su comentario la hacía feliz. No porque se burlara, sino porque sabía que estaba nervioso. El próximo fin de semana ejecutaría su famoso plan y solo esperaba que funcionara.
El resto de la velada todos la pasaron tranquilamente entre risas, bebidas y charlas sobre el futuro. Los planes de sus metas a futuro ya estaban en marcha y toso mantenían el mismo animo con ello. Fer casándose, Zil buscando su independencia, Tita, Memo y Lucía emprendiendo un nuevo negocio con los Di Rosa, era todo lo que nunca esperaron que pasaría, pero está pasando.
De igual manera, Andrés que nunca pensó encontraría la felicidad ahora ya lo ha hecho.
Cuando se marchan, Matteo y María se adelantan para darle privacidad a la pareja. Por su lado, también los García les dejan solos para que hablen.
—Adiós andes —se despide Itzia quien es llevada por Tita para que duerma, pero se regresa para darle un beso en la mejilla a él—. Señas con angelitos ¿sí?
—Sí, principalmente con uno de vestido floreado —responde mientras se agacha para dejarse dar el beso. Itzia que ya esperaba estirando el cuello, le planta un beso en la mejilla y él hace lo mismo—. Descansa, princesa.
Un simple mote que la hace sonreír pues, aunque su familia siempre ha sido cariñosa, la palabra princesa no estaba en su vocabulario.
—¡¿Soy pincesa, mami!? —pregunta emocionada.
Zil la levanta en sus brazos.
—Sí, mi amor, eres una princesa hermosa y muy inteligente —dice con cariño mientras le da besitos tiernos en el rostro—. Ven, vamos para acostarte.
La joven madre camina hasta la recamara para ser ella quien acueste a dormir a su hija, dejando a Tita con Andrés.
—¿Ya se lo dijiste? —pregunta ella.
—No... —dice el cómo niño a quien se le ha descubierto alguna travesura—. El otro día estuve a punto... pero quiero que sea especial.
—Solo no esperes demasiado —señala ella para empezar a caminar hacia la recamara, pero se detiene—. Luego, puede ser muy tarde.
Tita no se gira a verlo, solo sigue caminando después de amonestarlo. Entra a la habitación y le dice a Zil que salga, que ella se encarga. Cuando esta sale, Andrés sigue esperándola. Al verla extiende su mano y le pide que lo acompañe.
Ambos suben al ascensor y bajan al área del estacionamiento interno.
—Estaba pensando en que podríamos buscar algunos departamentos en la semana, si tú quieres obvio —dice Zil casualmente pues él se mantiene muy callado.
—Claro, puedes buscar en Google o instalar una app de inmobiliarias. Hay algunas en la ciudad —explica—. Podrías guardarlas o pasarme las capturas y agendo citas para ir después que salgas ¿Está bien?
—¡Sí! Eso me parece perfecto —responde Zil contenta y lo abraza por el cuello acercando su cuerpo al de él. Andrés la abraza por la cintura como respuesta y la mira fijamente.
—Eres tan hermosa —expresa desde lo más profundo de su ser—. Estoy tan feliz de haberte encontrado, Zil. No tienes idea de lo que mi corazón siente de tenerte en mi vida, de estar cerca de ti, poder abrazarte, besarte... No tienes ni idea...
Zil no quiere escuchar más, porque ella siente lo mismo. Lo besa, por qué no hay idioma más perfectamente entendible como el de la unión de sus labios.
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