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Capítulo 34

Todos corrieron alarmados, Zil yace en el suelo ensangrentado. De nuevo. Otro disparo se escucha en el horizonte y luego después de este tres más.

Memo y Fer se tiran junto al cuerpo de la joven, mientras que Jasiel, Emiliano, Gustavo y Patricio disparan en contra del agresor de ella. De pronto, no eran cuatro contra uno, sino cuatro contra seis.

—¡Corran a la camioneta! —grita Jasiel—. ¡Pato, hazte cargo!

Patricio se hinca revisando el pulso de quien yace espantada, llorando.

—Vamos, tenemos que sacarlos ya de aquí, ¡Vamos! —grita, eufórico pero controlado.

Los García no tienen idea alguna de lo que pasan y siguen al joven corriendo agachados. Tita, Lucía e Itzia yacen abrazadas junto a la camioneta. Pato abre la puerta y todos suben de inmediato.

—¡Pero tus primos, debemos esperarlos! —dice Don Memo que ignora las profesiones de los Rivera.

—No se preocupe, esos pendejos están mejor que nosotros —Enciende la camioneta y la pone en marcha.

Sale por la recién hecha avenida directo al puente cuando son emboscados por tres hombres armados. Estos comienzan a disparar sin reparo alguno, lo que no cuentan es que la camioneta está brindada y no le hacen daño alguno.

Los García se agachan espantados de la situación. Itzia comienza a llorar asustada con el ruido, el fuego y todo el alboroto que para ella es ajeno. Zil, tiene un rosón de la bala sobre su brazo, nada profundo, pero de nuevo tendrá una cicatriz de recuerdo. 

—¿Pero, de dónde han sacado esas armas? —pregunta Fer asustado al igual que su familia.

—Creo que merecen una explicación...

—¡Dios santo, son narcos! —confirma Tita sus sospechas.

—¡Sí y no! —exclama Patricio mientras maneja a gran velocidad evadiendo a los armados—. Somos agentes federales. Estamos encubiertos, pero esa gente allá atrás no tiene nada que ver con nosotros.

Todos voltean a verse unos a otros. Tenían sospechas, pero nada comprobado. No habían tenido oportunidad de conocer más de ellos.

—Creo que esos atrás tienen que ver con el agresor de nuestra hija —informa Memo mientras se agarra fuerte del asiento—. Es el que estaba escondido detrás del arbusto.

—Con razón se nos hizo conocido —Pato observa a la joven que se aprieta la herida, mientras Lucía sostiene a su nieta en los brazos—. ¿Te duele mucho?

Ella niega con la cabeza y asiente.

—Primero los pondremos a salvo y después de eso volveré a por mis primos —comenta saliendo a la carretera principal—. ¿Hay algún lugar en donde puedan estar sin que ellos sepan?

—En casa de Maggie —dice Fer—. Sigue derecho por el camino, yo te digo en dónde bajes.

Patricio sigue las instrucciones que Fer va dando hasta llegar a casa de la novia de este. Cuando los deja, promete volver y regresa a donde el resto del clan Rivera.

Al llegar encuentra Emiliano herido y dos cuerpos ya sin vida de los atacantes. El resto a huido.

—¿Están a salvo? —pregunta Jasiel nada más verlo.

—Sí, están conmocionados, como era de esperarse —observa alerta el alrededor y luego el resto de lo que queda de la casa consumida por el fuego—. Lo han perdido todo...

—Al menos están con vida —escupe Gustavo al suelo—. No creo que sean personas que les importe mucho lo material.

—Pensé que te ibas a hacer cargo de ese hombre —dice Emiliano que sostiene su costado ensangrentado a su primo Jasiel.

Este sigue caminando por el rededor en busca de alguien más que haya quedado escondido.

—En eso estaba, nunca imaginé que iba a juntar a tanta gente. El archivo de ese maldito está bien cuidado por alguien de arriba, pobre gente... no dejarán de perseguirlos —las palabras de este resuenan para todos ellos.

—¿Estás diciendo que lo mejor sería darles cacería por cuenta propia? —inquiere Pato.

Jasiel asiente mientras guarda su arma de nuevo detrás de su espalda y debajo de la camisa.

—Nadie tendría que saberlo, si no nos puede ir muy mal... —medita Gus en voz alta—. Echaríamos a perder toda la operación.

—Lo sé, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr —dice Jasiel.

—¿Y lo vale? —pregunta Emiliano quejándose de dolor.

—Hemos andado por todo el país y es muy extraño encontrar personas tan autenticas y de buen corazón como ellos. Tu leíste el expediente de la chica, todos leyeron lo que sufrió, me parece justo que hagamos algo bueno por alguien que no sea por nosotros mismos.

Todos, incluyéndolo, meditan en eso. Quieren, pero saben que eso puede entorpecer la misión en la que están, que es encontrar a uno de los líderes de un cartel en México.

—Ser informantes es una cosa, jugar a ser los vengadores es otra —se ríe Gus mientras camina de vuelta a la camioneta, ahí ya no hay nada más que hacer—. En todo caso me gustaría ser Thor. Todo guapo y papasote.

Emiliano ríe por lo bajo mientras le sigue. Pato se acerca a Jasiel mientras tanto.

—Habla al "Mofles" para que despeje el lugar. Alguien dará el pitazo del fuego y pronto vendrá alguien, aunque sea a chismosear —sugiere a su primo. Jasiel asiente y saca una radio para hablar a su compinche.

Pato regresa donde su hermano para revisar su herida.

—La bala no atravesó ningún órgano —dice Gus—. Tendremos que desinfectar y suturar.

—Debemos volver a Mazatlán, ya —contesta a su primo.

Los tres miran a donde Jasiel y ven que este ya viene de regreso.

—Estará aquí en media hora, debemos esperarlo —informa y todos asienten—. Ni modo, Emiliano, tendremos que intervenirte aquí.

—Ya qué...

Los primos abren la parte trasera de la camioneta y sacan su segunda "caja de herramientas" que mantienen oculta. Mientras el fuego termina de consumir la casa en medio de la noche, ellos limpian y suturan a su hermano y primo. Nada como pasar una velada divertida.

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