Capítulo 26
La cena de año nuevo transcurre de lo mejor, las familias cuentan algunas anécdotas y luego bailan, los organizadores del evento amenizan tan bien que el tiempo les pasa volando. Cuando menos piensan el conteo para la media noche hace su llegada.
A pesar de que no es mucha gente en el interior del restaurante, Zil y los García se preocupan por la menor de ellos y de que el vitoreo pueda ocasionarle algún tipo de crisis. Afortunadamente, para todos, la nena cae dormida antes de medianoche y la acuestan en una carriola de uno de los hijos de Dante. Para el momento del conteo todos emocionados entre decoraciones, globos y lentes con el número del año al que reciben comienzan a decir en voz alta a coro
¡Feliz año! —gritan todos abrazándose unos a otros.
Zil que preocupada por su niña, yace agachada velando sus sueños en espera de que el ruido le provoque un malestar, pero no lo hace, su sueño es tan profundo que el festejo le pasa en sueños.
—¡Feliz año, hermanita boba! —Fer abraza a su hermana con gran cariño alzándola del piso.
—¡Ah, tonto¡¡Feliz año para ti también! —lo envuelve en su abrazo.— ¿Y mi cuñada?
Suelta a Fer y va a abrazar a Maggie, luego de esta a su madre y a su padre, por último, a su querida y amada Tita. Andrés, por su parte hace lo suyo, felicita a su familia y después a los García. Zil hace lo mismo dejando a su pretendiente a lo último.
Cuando se acercan, Andrés la toma de la mano y le hace una seña de que salgan. Zil le avisa a su mamá que vuelve y esta le hace una seña de que se vaya sin cuidado.
Los García saben que es momento que su hija sea feliz. No es que priorice a un hombre sobre su hija, ellos saben que Zil nunca haría tal cosa. Lo que si entienden, es que, si ellos pueden apoyarla para que su amor crezca, están dispuestos a cuidar a su nieta para darles esos pequeños momentos de intimidad.
Andrés guía a Zil hasta un lugar apartado que ha preparado para ellos dos, es pequeño, pero es íntimo. Lo que no sabe ella es que todo está calculado y planeado y que su familia está al tanto.
—Esto es precioso —murmura ella al ver el arco que ha puesto rodeado de rosas—. No tenías....
—Pero quería, Zil... —Andrés se para frente a ella tomando ambas manos, la joven siente que su ser entero se eleva, está nerviosa y hasta un poco temblorosa por la anticipación de lo que puede pasar—. Desde que te conocí me has demostrado que eres una mujer de carácter fuerte, con una fortaleza que hasta parece inquebrantable, pero que sé que tienes tus momentos vulnerables y eso te hace una persona más humana y sensible. Has impactado mi vida en muchas formas, deseo que lo sigas haciendo por mucho tiempo, pero por el momento lo que puedo ofrecerte es mi corazón, para que lo conozcas, lo escudriñes y sepas si es el adecuado para ti. Y también quiero ofrecerte mi tiempo, que, aunque valioso para algunos, desperdicio para otros, sé que para lo que viene será indispensable. Te ofrezco mi respeto, porque no habrá nada que no haga por tu bienestar, porque quiero que estés segura, cuidada, y querida en todo lo que yo pueda hacer, y por eso te pido, y quiero que sepas que lo deseo con toda el alma, ¿quieres ser mi novia?
La conmoción que ella sentía la sobrepasaba, nunca pensó que recibiría una propuesta de noviazgo de esa manera. Quizás de matrimonio, ¿pero para ser novios? Esto es magnífico y su ser, corazón y mente están emocionados y acelerados.
Zil solo puede asentir con la cabeza mientras llora. El cielo se ilumina con luces artificiales y en el suelo un sutil fuego ilumina un corazón con las iniciales de Z&A dentro.
—Sí, sí quiero —por fin dice en voz alta mientras ambos se abrazan para luego fundirse en un beso que pasa de ser tierno a apasionado.
Andrés, que yacía nervioso, no puede creer que la chica a quien se disponía a conocer poco a poco le haya robado el aliento en tan poco tiempo. La admiración y devoción que siente por ella como por su familia no hacen sino confirmar que es la mujer que tanto había esperado.
Dicen que las almas son eternas y de ser así ellos han encontrado a su igual en este tiempo de eternidad.
Después de que el beso que sellaba el inicio de esa relación hubo acabado, Andrés que, ataviado con un traje de vestir Azul profundo y corbata a juego con el vestido de su ahora novia, saca la cajita de este y la abre mostrando el relicario en ella.
Saca la joya de oro en forma de corazón decorada con unos filamentos tan brillantes y finos que formaban una estrella en el centro y otras más pequeñas a su alrededor, todas con un pequeño diamante incrustado en ellas.
—Sé que no hay manera de retribuir todo lo que tú y tu familia significan para mí, pero cuando lo vi, supe que llevaba tu nombre en él —Andrés lo voltea y ve el grabado en ella Z&A y la fecha 1/01—. Sin año, porque solo puede haber un comienzo, pero no una medida de tiempo cuando de ti se trata.
Las palabras se amontonan en la garganta de Zil, ahora conmovida por cada palabra, por cada acción y por cada detalle que él tiene con ella.
—Es hermoso, Andrés —dice ella mientras él camina detrás de ella para ponérselo—. Estoy sin palabras, todo lo que has hecho, todo lo que has dicho, yo... no sé como expresar todo esto que siento. Si tan solo pudiera saber cómo expresarlo, sentirías la admiración y todo lo que en mi corazón va creciendo por ti.
—No hace falta que lo digas —él la abraza mirándola frente a frente—. Alguien me dijo que esperar a recibir algo a cambio hace que todo lo que uno haga pierda su valor. Tú expresas lo que sientes de otras formas y eso me gusta, tú me gustas.
Zil se sonroja y dejándose llevar, sube sus manos que yacían sobre los brazos de su novio hasta sus hombros y lo besa, con ternura, con cariño, devoción y una chispa que nace entre ellos. En ella, especialmente el deseo.
Los aplausos y vitoreo por todos los espectadores no se hicieron esperar. Andrés y Zil se separan únicamente para agradecer y ver que toda su familia yace ahí reunida. Estos se acercan a felicitarlos como si la nueva pareja se hubiera comprometido, pero tal era su felicidad que este tipo de compromiso les era suficiente para ellos.
En especial los padres de estos, que al ver como sus hijos ya habían sufrido lo suficiente por fin pudieron encontrar paz en compañía del otro. Por su parte, Doña Rosa Vitale, piensa que estaría aún más feliz de saber que su hijo sentara cabeza definitivamente, pero confía que está en la compañía perfecta para sacar lo mejor de él.
—¡Felicidades, primo! —saluda Luca que viene llegando junto a su prometida Kim—. Por lo visto llegamos justo a tiempo.
—¿Pero qué carajos? —pregunta sorprendido Andrés al verlos y luego abrazarles—. Que gusto, tenerlos aquí. Vengan para presentarles a la mujer de mis sueños —dice emocionado acercándose a Zil quien yace cargando a su niña que despertó.
Zil reconoce a Luca de la noche anterior en casa de Andrés, pero no tuvo oportunidad de interactuar con él.
—Luca, Kim, les presento a Yatzil e Itzia —la forma en que lo dice denota para sus primos que realmente quiere a la chica—. Nena, ellos son Luca, mi primo, y Kim, su prometida —presenta a cada uno y ellos hacen lo propio.
—Un gusto conocerlos —saluda con cortesía, las nuevas amistades se le dificultan un poco, pero hace lo mejor que puede—. Soy Zil, ella es mi hija —señala a la niña en sus brazos para luego añadir—. Saluda, mi amor.
La niña que apenada solo dice un tierno hola y sonríe para luego esconderse nerviosa en el cuello de su madre.
—El gusto es nuestro —señala Kim—. En cuanto la Tía nos ha dicho de la sorpresa, tomamos el primer avión.
Tanto Andrés como Zil voltean a ver a Doña Rosa que yace acomodándose en unos sillones que se han dispuesto alrededor del arco. En medio han puesto una fogata para que los presentes puedan convivir con tranquilidad, sin temor del frío. Que, aunque fresco, les parece agradable.
Tanto Memo como Lucía y Tita, están felices de que su hija sea feliz, aunque se preocupan de que a la hora de la verdad el dinero llegue a ser un problema entre ellos. No creen que él pueda llegar a ser tan frívolo, pero tampoco les gustaría que se le refiriera a su hija sobre eso.
La fiesta que empezó dentro se mudó fuera y el DJ que Andrés contrató comenzó a tocar una de las canciones favoritas de su chica. Cuando sonaron los primeros acordes, ella se giró a verlo y entonces lo entendió, sabía que él se había puesto de acuerdo con sus padres, no había otra manera de que él supiera que "Sabor a mí" era su canción preferida.
Andrés se acerca a ella con la intención de bailar, pero ella sostiene a su hija quien no quiere soltarla.
—Yo te ayudo —dice él y la niña que al oír su voz levanta la cabeza y casi se lanza a sus brazos.
Ella se acomoda en el hombro de Andrés y este la carga con un brazo mientras que dirige a Zil tomados de la mano a un espacio para bailar. Ambos se abrazan con la niña junto a ellos. La joven se siente soñada, realizada en cuanto a amor se trata. Notar que a él le interesa el bienestar de su hija, tanto como el suyo es algo que no tiene precio alguno.
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