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Capítulo 25

Zil queda atónita, le ha llamado la mujer de sus sueños y eso la deja casi sin habla, porque él se ha convertido en el hombre de los suyos.

Después de haber abierto su corazón a Andrés. Ellos platican un poco más sobre la forma en que trabajan los García. Le cuenta sobre los productos que venden.

—No comprendo, si ya tienen un mercado establecido como es que les va mal —plantea para ayudar a buscar una solución.

—Al inicio mi padre se dedicaba a la construcción, no siempre vivimos ahí, sino en el pueblo. Por problemas de expansión nos sacaron a nosotros y a muchas familias dejándonos sin hogar. Lo más barato que consiguieron un terreno era donde vivimos. Mi papá se cayó en una obra y quedó incapacitado para seguir trabajando. Su jefe los tenía sin seguro social así que, aunque puso una demanda este desapareció. Con los ahorros compraron unos cerdos y se dedicarían a vender productos de estos... Sin embargo, luego pasó lo mío y eso casi los lleva a la ruina. Al inicio les iba bien con las ventas, pero luego llegaron más productores y con precios más bajos debido a lo industrializado de sus productos.

—Ignoraba totalmente lo de tu padre, sin duda ahora puedo comprender más la situación —medita en voz alta.

—Si, fueron tiempos difíciles, pero poco a poco nos hemos ido reponiendo.

La verdad es que se les ha hecho muy difícil volver a tener una estabilidad económica. Prácticamente viven el día a día.

—Ustedes son unas personas muy trabajadoras y con un gran corazón, ya verás que todo mejorará para ustedes —agrega Andrés con esperanzas. Y con la idea de poder ayudarles.

Zil cansada bosteza y el comprende que ella no ha dormido del todo bien.

—Te dejaré para que descanses un rato, nos veremos a las ocho en el restaurante de abajo —señala él poniéndose de pie—. Deberías dormir un rato.

—Solo es dolor de cabeza —dice ella queriendo ocultar su cansancio.

—Vale, recuéstate si quieres y te hago piojito —ofrece mientras se recuesta frente a ella.

Una acción inocente y a su vez intima. Zil lo imita poniéndose de lado frente a él y doblando sus manos debajo de sus cabeza. Andrés estira uno de sus brazos libres y aunque a la larga es un poco cansado lo vale. La joven comienza a quedarse dormida mientras una sonrisa se pinta en su rostro. No mucho antes de que se deje llevar al sueño murmura un tierno gracias que provoca en Andrés centellares de fuegos artificiales dentro de él.

Para él es un símbolo de confianza el que ella se hubiera quedado dormida frente a él. Sabe que se siente segura y que no le haría daño. En lo que a él respecta así es. Cuando comprueba que está bien dormida, se levanta con cuidado y echa una manta sobre su cuerpo de la cintura abajo.

Sale de la habitación y se va directo a recepción para que le recomienden una joyería para comprarle un detalle a la que espera algún día sea su chica.

Por su lado los García disfrutan de una tarde soleada en la alberca, acompañados de Doña Rosa Vitale y su hijo Dante con su familia. Tita cuida a Itzia en su recamara mientras ella también repone fuerzas, esto de andar de viajera ya no es lo suyo.

A eso de las siete de la tarde todos se retiran a sus cuartos para prepararse para la cena de año nuevo. Saben que será una hermosa velada y esperan que la víspera del día primero no sea tan dolorosa para Zil como lo ha sido otros años.

—Niña —llama Tita a su nieta—. Despierta ándale, tenemos que alistarnos

—La niña ¿cómo está? —pregunta exaltada al percatarse que fuera ya ha oscurecido.

—Itzia está bien, está jugando con Fer y Memo. Ya viene tu madre con una de esas pinzas para el pelo que nos prestó la esposa de Dante —informa Tita mientras deja su mejor vestido colgando en el closet de la habitación.

—Tengo que alistar primero a la niña —se levanta en busca de las cosas—. ¿Dónde está el vestido?

—Tu madre quiso dejarte dormir otro rato, hasta estabas roncando así que entre Maggie y ella la alistaron —Tita se suelta su larga trenza para ponerse un poco de goma en el pelo.

—Oh... perdón, debí estar más al tanto de ella —se disculpa con su abuela—. Seguro ha de estar preguntando por mí.

—Lo dudo, ni te ha mencionado —se burla Tita—. La niña está tan entretenida con todo lo que hay aquí que desde que se despertó ni ha preguntado por ti.

—Eso solo es una seña de que le faltan cosas con las que entretenerse en casa...

Los pensamientos de Zil se van a la deriva entre loque necesita para su hija y loque puede darle. Un sentimiento de frustración la hacen sentir mal a pesar de que saben que hacen su mejor esfuerzo por superarse.

—Algún día hermosa, podremos darle a la pequeña todo lo que queramos —dice con una tono esperanzador.

La joven piensa en que, si su abuela de casi ochenta años puede tener tales pensamientos esperanzadores, ella también puede.

—¡hola, hola! —Saluda Lucía entrando a la habitación con Maggie detrás—. Hermosa, espero que hayas podido descansar. Hace rato estabas como un tronco.

—Sí mamá, gracias por cuidar de Itzia. No sabía que ocupaba descansar hasta que me quedé dormida —dice mientras prepara su ropa para darse una ducha—. ¿Qué dice mi nueva cuñada? ¿Ya le has puesto correa a mi hermano? Mira que a veces se comporta como un salvaje

Zil, se ríe a costa de Fer lo que provoca que su madre le dé con una de sus prendas en el brazo.

—No te preocupes, cuñada soy experta en tratar con salvajes —le guiña un ojo en complicidad mientras cuelga también su vestido en el closet—. Y bien, ¿Quién será la primera en sentarse para que la peine?

—Tita, será la primera —sugiere Zil mientras ellas se dirigen al baño—. Yo me daré una ducha rápida. Me siento toda arenosa de caminar en la playa.

—uhhh, tienes que contarnos sobre eso —dice Maggie.

—Y sobre muchas otras cosas más —agrega Tita sentándose frente al espejo—. A mí no más ayúdenme con mis trenzas, quiero usar ese gel para que no verme tan despeinada de perdida. Traigo unos pelos...

—Mejor dicho, Tita, ya ni te quedan pelos —se burla su nieta cerrando la puerta del baño justo a tiempo de que la chancla poderosa de su abuela dé en la puerta.

Mientras las mujeres se ayudan a prepararse una a la otra, Zil medita en el baño en si contarles todo a sus familiares o solo una parte. Sabe que parte de una relación es guardarse cosas para sí.

Cuando sale, Tita está peinada y su madre está siendo trenzada ahora por Maggie.

—Qué bonita, te está quedando —Zil se acerca a su Tita y la abraza—. Sabes que bromeo abuela. Tienes muchísimo cabello, tanto o más que nosotras.

La besa en la mejilla mientras su abuela le da unos golpecitos cariñosos en la mejilla.

—Va a cambiarte ándale —sugiere Tita y sale de la habitación ya toda preparada con su vestido tinto de flores beige y doradas. Se lo había comprado para cuando Zil salió de la preparatoria, y desde entonces no lo había vuelto a usar.

Zil termina de cambiarse, su madre le había comprado para su ultimo cumpleaños un vestido rosa pálido en encaje, el escote en v y mangas tres cuartos. Ella se sentía hermosa en él pues era elegante y a su vez juvenil. Llegaba justo encima de la rodilla y no le parecía que mostrara de más.

Por su parte Lucía se puso uno de sus pantalones negros de vestir con una blusa roja con lentejuelas en el cuello que simulaban algún tipo de collar. Por su lado Maggie, eligió una falda negra entubada y una blusa dorada de lentejuelas que resaltaba contra su piel morena haciéndola ver preciosa.

—¿Cómo quieres que te peine? —inquiere su cuñada a la joven de ojos llamativos. Mientras conecta la plancha del cabello.

—Me gustaría una trenza y una coleta o no sé si con el pelo suelto —sugiere sin decidirse.

En eso vuelve Tita con la pequeña quien ya tiene hambre, Lucía le da una manzana y se recuesta con ella en la cama mientras se terminan de preparar las demás.

—A ver, yo le voy haciendo la trenza, tu hazle las cosas esas —ordena Tita tomando el mechón de cabello que Maggie ya había separado para la trenza.

—Ok, solo hágala de aquí hacía acá invertida, que ya verá como la estilizamos —aclara Maggie dejando a la abuela que haga lo suyo.

—Tú, cuéntanos lo que sepas —pide a Zil haciendo que esta se ría.

Sabe que su abuela se muere de la curiosidad y aunque le encantaría dejarla en ascuas, ella también quiere contarles lo sucedido.

—Ok, solo les diré que ayer que me invitó a cenar era para aclararme su situación con respecto a su ex. Dijo que no quería que hubiera secretos que pudieran impedir una posible relación entre nosotros...

—¿Qué? ¡O sea que va con todo por ti! —afirma emocionada su cuñada.

—Algo así... —se ríe Zil—. Lo de ayer dice que fue nuestra primer cita, y también... nos dimos un beso.

La cara de las tres mujeres era de emoción pura, sabían que eso para su protegida era un gran paso. Estaban emocionadas porque ella podría tener una relación sana y eso era más que suficiente para ellas.

—Ay mi niña, me da tanto gusto verte tan feliz —dice Lucia levantándose para darle un beso en la frente a su hija—. Se nota que a ese joven le gustas mucho.

—Sí, me lo ha dicho —confiesa sonrojándose, lo que hace que todas se giren a verse una a la otra—. Hoy hemos hablado sobre lo que pasó, fue muy atento en escucharme y todo este tiempo ha sido muy respetuoso conmigo. Y eso me gusta, me gusta que sea atento conmigo, con la niña y con ustedes. Que se preocupe, aunque no deba.

—Pero si el chico te quiere, es claro que se preocupará por ti. La cosa es un dar y recibir, tu debes hacer lo mismo —dice Tita.

—Lo sé, y hablando de eso me contó que lo de su accidente no fue accidente. ¿Ustedes saben algo al respecto? —pregunta a su madre y abuela.

—¿nosotras? Nada... ¿pero ¿qué te ha dicho? —pregunta Lucia ya de pie junto a ella preocupada.

—Después de que apareciera su ex hoy, nos contó que los peritos descubrieron una pequeña bomba en el motor de su coche, esta fue manipulad a distancia para ser explotada y que pasara un accidente. Al parecer lo seguían por el GPS de su auto —dice para admiración de todas.

—¡No puede ser! ¿Quién querría hacerle algo? —pregunta Maggie.

—No lo dijo, pero sospecha de su ex. Como se dieron cuenta no está en sus cabales y hay mucho más que contar, pero eso ya es algo personal de él. Solo puedo decir que la mujer no está muy completa que digamos y que lo que le ha hecho no fue fácil para él.

Tita y Lucia se miran una a la otra en silencio, interpretando las miradas y a su vez preocupadas por Zil.

—Al menos ya le han puesto un alto a la señora esa —dice Tita—. Espero que esta noche sea una noche muy especial para todos. Dejemos que todos esos problemas se queden fuera de nuestras vidas y disfrutemos de una bonita velada, nos lo merecemos.

Las mujeres concuerdan y se dedican a terminar de alistarse. Zil que no se acostumbra a estar maquillada se deja guiar por su cuñada Maggie quien la maquilla con tal proeza que cuando no ha terminado se sabe hermosa ante el espejo y le gusta lo que ve.

—Te ves hermosa, mi niña —la abraza su madre.

—Todas nos vemos hermosas —señala ella mientras las ve listas.

En ese momento un toque en la puerta llama su atención, Zil se queda en el tocador poniéndose un par de aretes que le ha prestado Maggie cuando escucha que Tita le llama.

Cuando sale a la sala principal de la habitación encuentra a Andrés parado a mitad de esta con gran ramo de rosas rojas.

—Vamos chicas, vamos —pide Lucía llevándose a su nieta en los brazos—. Los esperamos abajo.

—Gracias —musita Andrés ante la complicidad de su futura suegra y le regala una gran sonrisa.

Una vez que se quedan solos ambos se acercan.

—Sonará redundante, pero te ves preciosa —señala Andrés mientras toma la mano de Zil—. Espero que no te moleste que te haya traído flores. Solo quería...

—Me encantan —dice mientras las toma y las huele—. Su olor es embriagante.

Zil lo suelta un momento para poner las flores sobre el tocador y llena un jarrón con agua para ponerlas dentro.

—Listo —señala Zil, dejándolas a la vista de todos en la habitación—. Muchas gracias, en serio se ven preciosas.

—No agradezcas, solo es un detalle —Andrés le ofrece su brazo y esta lo toma—. Vamos que nos esperan todos.

Ambos salen de el cuarto de hotel directo al restaurante. Ya toda la familia ocupa sus asientos incluyendo su hermano mayor con su esposa e hijos. Después de ir a comprarle el regalo a Zil, decidió ir en búsqueda de su Ángelo y Diane para solucionar las cosas y así lo hicieron.

Sabía que nada volvería a ser igual, pero al menos la lucha se ha hecho.

Las familias han congeniado de una manera que ninguno pudo haberlo previsto, eso para Zil y Andrés es más que suficiente por la dirección en la que va su relación. Él ya ha dejado claro que quiere una relación con ella en el momento adecuado, y ella por su lado está más que dispuesta a intentarlo.

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