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Capítulo 18

Al oír esas palabras el corazón de la joven se acelera cual ave en vuelo, el hormigueo en su piel le recorre entera y a su vez en su mente le es imposible creer que ella pueda gustarle a alguien. Menos sabiendo lo que le pasó.

—Eso es imposible, no yo no puedo gustarte, no debo gustarte —dice alarmada para luego sacar su mano de entre las de Andrés—. Por favor, deberían irse.

Ella se para, pero sabe que necesitará ayudar a Andrés a que regrese por el camino, ya que de venida también tuvo que hacerlo. A pesar de la reacción que la joven tuvo, él sabe el motivo del porqué de su actitud y está decidido a todo por conocerla.

—Zil, no te estoy pidiendo que seas mi novia o mi pareja, te estoy diciendo que me gustas y que deseo conocerte ¿Es eso tan malo? —inquiere con la esperanza de que ella diga que no, pero no responde.

La joven yace dándole la espalda y una lágrima cae por su mejilla, intenta reprimir esas emociones.

—¿Por qué me dijiste eso en la carta? Por qué tuviste que poner que soy grandiosa, de gran corazón, hermosa, única y especial —ella se gira con lágrimas en los ojos—. No sabes lo que me ha costado intentar no creerme esas cosas por tanto tiempo, ser invisible para los hombres.

—Es imposible que lo seas, Zil —confirma precavido el hombre a la joven, bien sabe que debe cuidar cada una de sus palabras—. Una vez que te conocemos nos damos cuenta del valor que tienes, y no como mujer, sino como persona. Te lo dije, tú y tu familia son excepcionales y se han anidado aquí.

Andrés poniéndose de pie toma la mano de ella y se la lleva al corazón.

—Me fui de aquí con la idea de pasar más tiempo con ustedes, contigo —agrega y ella levanta la mirada, sabe que sus palabras calan en su amurallado corazón—. Por favor, no me quites esa oportunidad de hacerlo.

—¿En verdad crees todas esas palabras que escribiste? —inquiere refiriéndose al contenido de aquella hermosa carta.

—No solo creo como cual creyente y su fe, sino que lo veo, eso que he escrito es algo tan real para mí ¿Por qué es imposible que tú lo veas así?

Zil pasa un trago amargo, ambos saben por qué.

—Porque fui humillada y ultrajada de la peor manera... —dice con el llanto en su rostro—. Me disté un nuevo latido en el alma cuando leí aquello, solo no quiero que me conozcas y luego...

Ya no puede hablar, Andrés suelta su mano y se acerca a ella para abrazarla. Lentamente toca sus manos para luego iniciar un recorrido hasta los hombros de ella. Zil siente el tacto cálido, parsimonioso y para nada invasivo. Al final ella se acerca a él y entonces se abrazan. No hay sensualidad en ese tacto, no hay deseo o pasión. Hay respeto, admiración y consuelo.

Ella llora en su pecho un largo rato mientras él no deja de repetirle una y otra vez lo hermosa, valiosa, asombrosa y cuantas virtudes admirables ha podido encontrar en ella. No es que su familia no se lo diga, la tratan con cariño, respeto y cuidado, pero no son personas que gusten de ser muy abiertos con las palabras.

Y mientras tanto, en aquel pequeño escondite sucede un milagro que ninguno de los dos esperaba un par de corazones comienzan a ser sanados. Uno al encontrar la redención al aprender a admirar a otro que no sea el mismo; y el otro al comprender que su valía está en más que heridas y cicatrices por cosas que ya pasaron y por supuesto en aceptar que puede llegar a ser valorada e incluso amada.

Media hora más tarde, ambos jóvenes se reintegran a la familia con las buenas nuevas de que irán juntos a pasar año nuevo. Los García al ver el llanto de Zil se preocupan, pero una vez que se dan cuenta del brillo en la mirada de ambos se relajan.

—Entonces, bueno, es hora de decirles el destino —anuncia Matteo emocionado—. ¿Puedo decirles yo?

—¿Destino? —interrumpe Fer—. Creí que iríamos a su casa o algo así...

Maggie quien se siente no invitada yace un poco incomoda junto a su pretendiente.

—Sí y no —declara Dante.

—Iremos a Guadalajara primero —añade Matteo y señala una splinter que se acerca por el camino—. De ahí iremos a... ¡Cancún!

Toda la familia se mira entre sí, excepto Zil a quien Andrés ya le había contado de su planificación. Ambos siguen tomados de la mano y ella comienza a sentir como es que le arde la mano, no es que sea algo malo para ella, pero su familia puede malinterpretar la situación.

Es el grito de entusiasmo de Matteo el que hace que dentro de la habitación Itzia grite. Su joven madre aprovecha la situación y se disculpa para ir en su búsqueda. Andrés que tiene curiosidad se va detrás de ella a seguirla, quiere conocer a la niña.

Zil no se percata de su presencia en el primer momento hasta que ambos están dentro del cuarto «grande» como ellos lo llaman para diferenciar del otro.

—Itzía... llegó mamá —anuncia Zil a su hija, está la escucha y alza los brazos. Ella la toma y le da un beso en la mejilla—. Mira, él es Andrés.

—Hola, Itzía—saluda él a la niña de lejos manteniendo la distancia.

La nena le extiende la mano y este la toma sin lastimarla, ella sonríe e inmediatamente esconde su rostro en el cuello de su mamá con pena.

—¿Qué edad tiene? —pregunta él al ver que es pequeña.

—Que no te engañe, esta grandota —Zil frota su cabeza contra la de su hija haciendo que ella se ría—, tiene ya casi cinco años. Ya va a ir al kínder ¿verdad hija?

La niña levanta la cabeza y asiente emocionada.

—Y vamos a dibujar mucho —dice contenta.

—¿Te gusta dibujar? —le pregunta Andrés haciendo que la niña asienta—. Qué bueno, porque a mí me encanta y en mi casa tengo muchísimos colores y hojas grandotas.

Él hace ademanes mientras le explica haciendo que la niña sonría emocionada. A su vez, Zil se pregunta a que se dedica y si es que en verdad tiene tales cosas o solo lo hace para sacarle charla a su hija.

—¿Podemos ir a su casa, mami? —pregunta la niña quien ha heredado el mismo color de ojos que su progenitora.

—Claro que pueden venir —responde él por ella.

—Veremos, por el momento ¿qué te parece ir a unas vacaciones? —La niña un poco confundida solo sube los hombros—. ¿Recuerdas cuando vimos la revista en donde había un lugar con mucha agua?

La niña solo subía y bajaba la cabeza en afirmación.

—A pues, vamos a ir a un lugar así de bonito ¿quieres? —vuelve a preguntar la mamá.

—Sí, mamá. ¿Va a venir los tatas y el tío feo? —pregunta por el resto de la familia.

—Si mí amor, todos iremos. Sabes que no podemos estar uno sin el otro, no podemos estar solitos —aclara a la niña y esto la tranquiliza.

Andrés que se volvió un espectador se queda admirando tal escena con mucha devoción, siempre había visto el papel de padres como algo natural y sin mucho esfuerzo, pero al verlas se da cuenta que no solo es eso. El ser padres es responsabilidad afectiva, velar por el bienestar de tus hijos y ver que no les falte nada. Prudentemente él revisa toda esa área del cuarto y se da cuenta que no hay nada que la niña no vaya a necesitar. Y aunque el material de la fachada no es extraordinario por fuera, por dentro todo es limpio, pulcro y bien ordenado. Entonces comprende lo que dicen "La limpieza no está peleada con la pobreza".

Zil baja a su hija y la invita a salir, pero esta no quiere y regresa a seguir dibujando en su mesita. Su madre deja la cortina de tela abierta y sale a la otra área que es dónde pasan la mayor parte del tiempo con su familia y que es el equivalente a la sala—comedor de una casa normal.

—Ella se parece tanto a ti —afirma Andrés y al notar que Zil detiene su andar un momento agrega—. Son igual de perspicaces.

—Afortunadamente —dice ella con tristeza.

Una vez fuera se encuentran con que la familia se está poniendo de acuerdo.

—¿Y entonces en que quedaron? —pregunta Zil a ninguno en particular.

—Nos vamos en una hora —afirma Don memo—. A lo que digo que nos pongamos a preparar todo. ¿Les parece?

Todos afirman excepto ella, se preocupa por sus animales y como es que la casa quedará descuidada. Tita lo nota y se acerca para tomarla del brazo y juntas caminar su cuarto.

—Tranquila, le pediré a la ramona que venga a darles de comer —explica—. Además, les dejaré comida pa una semana, aunque ya sé qué iremos por unos días, pero más vale.

—Sí, Tita. Pero no es solo eso, me preocupa que vayan a volver Jaziel y su primo, deberían avisarles que no podremos aceptar y que saldremos, no más no les digan donde. No creo conveniente que sepan esa información —pide a su abuela—. No los conocemos.

—Tendrás razón, alista tus cosas y los de Itzia, ya vuelvo, le iré a decir eso a tu padre —Tita sale y deja sola en la habitación a Zil.

Al cabo de unos minutos entra Matteo y Dante.

—¡Hola, Zil! —saluda Matteo como si la conociera de hace mucho—. Es un gusto para nosotros por fin conocerte, Andrés no ha dejado de hablar de ti desde que lo recogimos antier, estaba muy desesperado por qué no llegabas y por no haberse podido despedir de ti ese día...

—Shhh, no seas imprudente —le calla Dante y luego extiende su mano a la joven—. Mucho gusto, soy Dante. Hemos venido ayudarte en caso de que sea necesario o por si quieres empacar algo.

Zil alumbrada por la personalidad de Matteo tarda en procesar lo que dice el segundo hermano de Andrés.

—No, gracias, solo llevare una maleta —añade con tristeza, no es que tenga muchas cosas que llevar.

—¿No quieres llevar alguna carriola o algo así? —pregunta Dante confundido al igual que ella—. Disculpa, mi hermano nos comentó de la beba.

—Ah... —Zil se da cuenta que sí que ha sido tema de conversación—. No, ella no necesita carriolas, ya casi cumple cinco, pero... eso me recuerda. ¿Creen que debería llevarme esto?

Ella se acerca a su ropero y saca una mochila con correa que le habían regalado para su hija, pero siempre le pareció que traía un perro paseando así que lo guardó.

—¡Claro que sí! —dice Dante—. Mi esposa y yo los usamos con nuestros hijos, así evitas que salgan corriendo al peligro.

—Vale, pues lo añado —anuncia y mete a su vieja maleta.

—¡Dejen de molestarla! —dice Andrés al entrar y ver a sus hermanos ahí.

—Solo queríamos conocer a la próxima cuñada —informa Matteo con toda la imprudencia posible.

Zil al escuchar eso, se sorprende al igual que Andrés, quien temía que su hermano dijese alguna barbaridad.

—Mejor vámonos, antes de que digas otra burrada —avisa Dante y lo empuja a la salida.

—No... ignora eso —dice Andrés—. ¿Quieres que te ayude en algo?

Sus hermanos habían preguntado lo mismo, pero al final de cuentas solo querían conocerla. Ella niega y termina de empacar en completo silencio. Una vez que ha cerrado el cierre, Andrés que temeroso por el comentario de sus hermanos se acerca a ella con cautela.

—Matteo es un poco impulsivo, y a veces gusta de ser el centro de atención —confiesa con la finalidad de que ella no se asuste—. Por favor, no hagas caso de sus comentarios, excepto de los míos.

—Pero han entrado aquí y bueno, es claro que han estado hablando de mí —dice ella un poco a la defensiva.

—Es así, me gustas y lo saben... lo de ser la próxima cuñada, no te quiero presionar y no quiero presionar esto —señala el espacio entre ambos—. Quiero ir a nuestro propio ritmo ¿te parece?

—De acuerdo, me sorprendió un poco, eso es todo —Zil le sonríe y entonces él se acerca para acomodar uno de sus cabellos detrás de la oreja, ella tiembla ente su tacto.

—Bien, entonces, deja hablarle a mi hermano menos imprudente para que saque esto... ¡espera, no existen! —su comentario hace reír a Zil por la espontaneidad con que lo dijo.

No hubiese creído que tuviera sentido del humor.

—Eres todo un caso, Andrés de Rosa —confirma ella al ser testigo de la forma de ser de él.

Y aunque en un principio le dio muy mala impresión, ese concepto que ha tenido de él ha estado cambiando y el nuevo Andrés que esta por conocer le gusta más. No solo en el aspecto físico, sino en el emocional.

A las cuatro en punto la familia entera sube al splinter que es manejado por un chofer, Andrés sube con ellos y se sienta en la parte trasera con Zil y su hija. En frente va el chofer y Dante, en medio Tita, Memo y doña Rosa.

Mientras que en carro se van Matteo, Fer y Maggie, ya que se adelantaron para ir a recoger una maleta para ella quien al ser invitada no podía decir que no.

Un nuevo destino les espera y juntos tienen la esperanza de que ese viaje traiga nuevos sueños e ilusiones. 

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