Capítulo 16
Faltan solamente tres días para año nuevo y los García no han dejado de trabajar. Es como si los astros se hubieran alineado y por fin, después de tantas desgracias, les pasaran cosas buenas. Por su parte, Zil no ha vuelto a trabajar, el dolor que siente en el cuerpo, más la contusión en la cabeza, le han provocado hasta cierto punto mareos y un poco de náuseas. Su familia, con el afán de cuidarla, le ha pedido que se quede en casa; ella decidió hacer caso, pues hace mucho que no tiene unas vacaciones y que no puede disfrutar con la libertad del tiempo, a su pequeña hija.
Es temprano por la mañana cuando Tita Amor comienza hacer su mezcla para el café, la aguanieve que había caído días anteriores solo provocaba un piso resbaladizo y mucho frío seco qué le cala a cualquiera. Afortunadamente, tenían esas dos recámaras, qué entre material firme, madera, láminas y vigas les proveen de calor.
Fer temprano se fue a visitar a Maggie, pues ya tenía varios días que no la veía, Don Memo aprovechando la salida, decidió ir a comprar unos ungüentos que le ayudarían a su hija a desvanecer los golpes y a bajar la inflamación. Mientras tanto, Lucía esparcía la sal en los alrededores de la casa para que no se formará esas láminas de hielo sobre la tierra que son tan resbaladizas.
Eran las diez de la mañana cuando el jeep, qué días antes habían conocido, se acercaba por la avenida principal. Lucía y Tita, que yacían fuera de sus aposentos al ver acercarse el vehículo, les pareció curioso qué los primos volvieran. Dentro Zil parecía no enterarse de nada de lo que sucedía a fuera, ella pasaba el tiempo con su hija mientras le hacía una pequeña trenza y la nena jugaba.
El jeep estaciona justo enfrente de la fachada de la familia. De él descienden Jaziel, el mayor de los primos, y Emiliano. Tanto Tita como Lucía estaban asombradas de que los primos Rivera volvieran a su casa, ya que parecían gente acomodada, e incluso, sospecharon que, si bien no eran de la socialité de Sinaloa, quizás fuera narcos. A pesar de eso, la Abuela lo descartó por completo, puesto que dijo que la bondad nunca nacía en corazones perversos y que ellos no podrían tener un corazón así, puesto que fueron tan bondadosos con Zil.
Y no se equivocó, dado que los primos bajaron del Jeep cargado de víveres para toda la familia. Ambas mujeres estaban sorprendidas de tan generoso gesto; internamente Lucía agradecía que no estuviera su esposo, ya que seguramente él rechazaría la ayuda.
A veces a ella le molestaba tanta humildad en su esposo, qué para ella era un orgullo disfrazado de modestia, pues no acepta ayuda de nadie, ni por nada. Sin embargo, ella sabía que a veces la necesidad los orillaba a tener que aceptar esa ayuda e internamente se le alegró el alma al ver cómo los primos Rivera llegaron con todas esas dádivas.
—Hola familia, hemos vuelto —saluda Jaziel muy efusivo con las mujeres.
—¡Hola chicos, qué sorpresa verlos de nuevo! —responde el saludo Tita— ¿Qué los trae tan lejos?
—Pues como ve, las ganas de volver a verlos —dice Emiliano por ambos—. Y aprovechando hemos traído unas cuántas cosas de parte de nuestra familia.
—No se hubieran preocupado —se adelanta en decir la abuela—. Sinceramente, agradecemos mucho la ayuda que hicieron por mi nieta, pero no es necesario que hagan esto.
Tita señala las cosas que traen mientras que Lucía se muere por dentro en decirles donde pueden dejarlas. Hay una gran diferencia entre estas mujeres, una ha decidido vivir humildemente, mientras que la otra fue orillada a ello.
Zil que adentro yace ocupada con su hija, escucha las voces y reconoce algunas. Se prepara y sale encontrando una curiosa escena junto a la recámara en dónde preparaban las comidas. Ese lugar se había adaptado como un tipo comedor bajo un techo estilo palabra en donde estaba la hornilla, la pequeña estufa para comidas y todo lo que respecta de una cocina industrial para la preparación de alimentos en gran cantidad. Debían tener todo mi limpio y recubierto porque también preparaban ahí los alimentos para sus ventas.
Su madre y abuela están con dos de los primos Rivera, Jaziel al verla le brilla la mirada. Tita, que en todo está menos en misa, se da cuenta de inmediato; era lógico, esa era la verdadera razón por la que habían vuelto. En parte, eso le alegra el alma a la abuela, ya que auguraba que algún día ella tuviera la oportunidad de amar y ser amada.
—¡Hola! —saluda Zil muy confundida— ¿Qué hacen aquí?
—Hola, pues llegamos de pasada —responde Jaziel con un tono más vergonzoso que cuando llegó—. Vamos a Sinaloa, de nuevo, y pues queríamos llegar a saludarlos y ver cómo seguías.
Nervioso trastabilla con las ideas y explica todo conforme llegan a su mente.
—Ah, ya... no, pues muchas gracias —asegura Zil con pena, al darse cuenta de las intenciones del muchacho y además de todo lo que yacía sobre la mesa del comedor—. ¿Pero qué es todo esto? No, no, ya hicieron lo necesario, no debieron de traer nada.
—Necesario, no —rectifica Emiliano—, es algo que nos nació del corazón y nada más por eso van a tener que aceptarlo, ¿cómo ves?
La actitud tan confiada del joven y su forma de hablar demasiado norteño les causa gracia y a su vez admiración.
—No, pues está bien, si lo dicen así, con mucho gusto —asegura Lucía.
Tita se acerca la hornilla mientras tanto y enciende la tetera.
—¿Ya desayunaron? Si no aquí tenemos café y huevos —ofrece a los invitados quien lucía ya les invitaba también a que tomaran asiento—. ¿Qué les parece? Les invito el desayuno.
—Pues la neta yo sí tengo mucha hambre, con gusto le acepto ese café y esos huevos —acepta Emiliano quien se acerca a conversar con Tita.
Lucía les agradece de nuevo y de todo corazón, el que les hayan llevado todas esas cosas. Luego de eso se despide para retirarse en búsqueda de su nieta quien esperaba dentro de aquel lugar al que llamaban hogar.
—Ven Zil, ayúdame —pide tita a su nieta, quien se acerca y entre pláticas y desayuno pasan una mañana muy agradable con los primos Rivera.
Más tarde, cuando se disponían a irse, Jaziel pide ya hablar con la mamá de Zil, tanto a Tita como ella les parece muy extraño que él haga tal petición. Sin embargo, acceden y le llaman a la madre de la familia. Cuando Lucía, sale, ellos se apartan para charlar. Al cabo de unos minutos él le entrega un papel a Lucía, lo cual les parece curioso tanto a Zil como a Tita. Después de eso ellos se despiden y se marchan. Aún no han salido de su vista cuando ambas acribillan a preguntas a Lucía sobre el motivo de esa charla, a lo que Lucía les procede a contar.
—Pues como sospechábamos, la venida de ellos no ha sido en vano —luego mira a su hija con una tierna mirada—. Zil, tienes un admirador.
Ella al oír esas palabras se paraliza. «¿Un admirador? Nunca he tenido uno» Analiza para sí.
—Jaziel está sumamente interesado en conocerte y me ha pedido, en ausencia de tu padre, mi permiso para frecuentarte —Zil no puede creer lo que oye, es inaudito—. Pero no solo eso, también, me ha dado su número de teléfono, pues nos invitan a pasar año nuevo con su familia allá, en Sinaloa. Le dije que eso no puede ser, que tengo que platicarlo tanto con ustedes, como con mi esposo. Por eso es que me ha dado su número para que lo hablemos y pues llegando a un acuerdo en sí vamos o no vamos les avisemos, ¿qué les parece?
—¡Oh Santo Dios, Zil tienes un admirador! —dice emocionada Tita a su nieta
Zil que temerosa de ese tipo de situaciones, se avergüenza y a la vez se siente alagada. Le apena que ellos tuvieran que ver e involucrarse en la situación por la que ella pasó, y, sin embargo, a la vez se siente emocionada de que a pesar de ello, él decidiera volver para verla. Una parte de su corazón se siente oprimido, extraña a Andrés y quisiera poder volver a verlo.
Pasado mediodía arriban tanto Memo como Fer y Maggie a la casa. Nada más llegar, las mujeres comienzan a contarles todo lo sucedido, ellos ven con asombro todos los regalos que les trajeron y no pueden creer que tal cosa haya pasado.
—Es asombroso, simplemente esto no tiene nombre —afirma Fer—. Mira que venir desde Culiacán solamente para poder ver así Zil... Ya decía yo hermanita, que por algo eres tan hermosa —se burla Fer.
Esta le saca la lengua y le tira un manazo dándole en el brazo Fer se ríe y Maggie lo termina de regañar por llevarse tan pesado con su hermana.
—Pues la verdad no lo sé —confiesa Don Memo—. No estoy muy seguro de tener que ir a Culiacán con esa familia, no los conocemos. Además, las cosas están muy calientes allá en Sinaloa como para arriesgarnos a ir, qué tal si algo pasa, una bala perdida, algún encuentro con narcos... No sé, no me da muy buena espina el tener que ir hasta allá y con gente que ni siquiera conocemos.
La familia debate la idea y concluyen con que no irán. Entre las pláticas y la comida el tiempo pasa y no se dan cuenta de que un lujoso carro se acerca por la avenida principal. Ya es muy tarde cuando perciben unas puertas abriéndose y cerrándose. Cuando se levantan a ver el auto yace estacionado frente a su casa y no pueden creer quien se ha bajado a verlos.
Andrés ha vuelto.
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