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CAPÍTULO CUATRO

Wanda llegó algo apurada a su apartamento, estaba nerviosa ya que no sabía que ponerse para la cena, ella no tenía muchos vestidos y tampoco ropa para ir a cenas y menos en restaurantes donde los cubiertos brillan a la perfección.

Se dirigió a su habitación y abrió el pequeño armario, comenzó a sacar ropa de todos lados, alguna caía en la cama y otra al suelo, solo tres minutos y la habitación ya era un desastre. Cuando la chica se dio por vencida se le vino una idea a la cabeza, Peggy. Salió corriendo de su apartamento y fue al piso de su tía, tocó desesperadamente la puerta y Peggy algo asustada la abrió.

-¿Que te ocurre?- preguntó su tía, pero Wanda no respondió y entró como una bala a la habitación de su tía.

Peggy si era de negocios, tenía un armario solamente para vestidos, trajes y demás. La castaña lo abrió y con cuidado comenzó a buscar el más adecuado.

-¿Que buscas en mi armario?- preguntó Peggy mientas se apoyaba en el marco de la puerta.

-Peggy, necesito un vestido, esta noche tengo una cena en un restaurante de lujo y con mi jefe- dijo ella.

-Tengo uno perfecto para ti- Peggy se despegó de la puerta y se acercó a la castaña, esta se apartó y dejó que su tía buscará el vestido- este es- Peggy sacó un vestido negro, parecía ser ajustado.

-Es perfecto, gracias Peggy- Wanda lo agarró y le dio un beso a su tía. Se iba a marchar pero Peggy se lo impidió.

-Oye, ya que te dejo un vestido arréglate aquí y me dejas peinar tu cabello, como cuando eras pequeña- Wanda sonrió y asintió.

-Iré a ducharme, hazme un favor, toma mis llaves, sube a mi piso y coge ropa interior negra de mis cajones, que sea de encaje- Peggy rió.

-De acuerdo.

Wanda se metió en la ducha y comenzó a lavarse la cabeza, mientras tanto Peggy fue a buscar la ropa interior de la chica.

David se encontraba en su apartamento viendo el último capítulo de una serie, el ya estaba preparado. El chico no se había calentado la cabeza para vestirse, había decidido unos jeans negros y una camisa a cuadros, de colores verde y negro; también llevaba unas Nike blancas. Su peinado era el de siempre.

El timbre sonó y David apagó la televisión, el no estaba nervioso pero si algo confundido ya que no conocía al chico de nada y no sabía el por qué de su cita.

-¿Si?- respondió David por el telefonillo.

-Soy Steve, ¿bajas?

-Si, ya voy- David colgó y agarró su teléfono y llaves, salió de su casa pegando un portazo y llamó al ascensor.

Steve lo esperaba nervioso en la entrada del edificio, este iba vestido de igual manera que David, solo que el en vez de llevar una camisa a cuadros, llevaba una sudadera roja.

David salió por la puerta y Steve sonrió al verle.

-¿Que tal?- preguntó Steve.

-Muy bien y ¿tú?- respondió David.

-Bien, bien.

-¿Esta moto es tuya?- preguntó David acercándose a la moto que había aparcada delante del edificio.

-Sí- David le miró con una sonrisa, parecía un niño pequeño admirando los regalos de navidad.

-Me encanta, ¿me dejas llevarla?

-Claro- Steve le dio las llaves a David y este se subió a la moto, la arrancó e hizo sonar el motor.

-Suena que te cagas- Steve se subió detrás del chico y agarró a David por la cintura, este se puso nervioso- ¿donde vamos?

-A una pizzería ocho calles más abajo- David asintió y aceleró la moto haciendo que Steve se fuera un poco hacia atrás.

-Estás preciosa- dijo Peggy al ver el perfecto trabajo que había conseguido con su sobrina.

-Gracias- Wanda sonrió y miró el reloj del salón- tengo que irme.

-¿Quieres que te lleve?

-No hace falta, cogeré un taxi- dijo Wanda, depositó un tierno beso en la mejilla de su tía y se marchó del apartamento.

En la calle paró a un taxi y le dio la dirección. Tardaron unos diez minutos para llegar al restaurante, se bajó, le pagó a la mujer que conducía y se adentró al restaurante.

Cuando entró observó detenidamente el lugar, tenía luces cálidas y grandes ventanales donde se veía la gente pasar por la calle, las mesas eran cuadradas, perfectamente adornadas, los camareros y camareras iban vestidos traje al igual que las personas que se encontraban ahí.

Mientras ella se quedaba embonada observando el lugar James apareció por detrás llamado su atención.

-¿Le gusta?- le preguntó el chico posicionándose al lado de ella.

-Oh, sí, es un lugar muy bonito- ella sonrió y comenzó a andar siguiendo al chico, se sentaron en una mesa del centro. James le ayudó a sentarse y poco después él sentó enfrente de ella.

-¿Y a que se debe esta cena señor Barnes?- preguntó Wanda.

-No me llame señor Barnes, puede llamarme James y tampoco hace falta que hablemos con modales, puedes tutearme- él sonrió levemente y la chica asintió.

David aparcó la moto y esperó a que Steve bajara para poder bajarse él. Se encontraban delante de una pequeña pizzería, dentro se encontraban varias parejas y familias cenando.

Cuando entraron buscaron una mesa y se sentaron, el uno enfrente del otro.

-Pensaba que me ibas a llevar a un sitio más...- David pensó la palabra y Steve intervino.

-¿Lujoso?- David asintió- no es mi estilo y por lo que veo el tuyo tampoco- dijo refiriéndose a la ropa que llevaba el muchacho.

-Los trajes no son lo mío- David hizo una mueca y Steve sonrió.

-Seguro te verías guapísimo en uno- David frunció el ceño.

-¿Por qué me has invitado a cenar?- preguntó David algo incrédulo.

-Me pareciste mono cuando te vi en el ascensor y pues tu amiga, Wanda, me dio tu número- explicó el rubio de la sudadera roja.

-Entonces eres...- David fue interrumpido.

-Gay, sí, lo soy- Steve sonrió mostrando sus dientes y se apoyó en la mesa quedando más cerca del otro muchacho, este tragó en seco- y que conste que yo nunca voy detrás de nadie, los hombres vienen a mi- su tono era ronco, a David eso le puso de una manera inexplicable, sus músculos se marcaban en la fina sudadera que llevaba, en sus ojos azules se reflejaban las amarillas luces del lugar y su sonrisa mostraba una perfecta dentadura.

-¿Y por qué yo?

-¿Y por qué no?- Steve se mordió el labio inferior y sonrío echándose hacia atrás, todo esto sin dejar de mirar fijamente a David.

-Estuvo buenísima la cena- dijo Wanda pasándose la servilleta suavemente por sus labios pintados por un rosa tenue.

-Me alegro de que te haya gustado, ¿quieres tomar algo aquí o prefieres ir a otro lugar para tener más privacidad?- Wanda no sabía que responder, ella se había dado cuenta de que James se había tirado toda la noche coqueteando con ella, al ser James, un hombre tan de su gusto no le importó, al revés, le agradó saber que el chico ya le había puesto los ojos encima.

Pero ella no era tan así, ella no iba aceptar el trago para después irse con él a la cama, ella necesitaba saber si en verdad James gustaba de ella, en el sentido de que si ella lo rechaza esta noche seguirá insistiendo hasta que lo consiga.

-Yo... tengo que volver con mi tía, ella no se encuentra muy bien, tiene anginas y esas cosas, debo irme- dijo Wanda mientras se levantaba torpemente de la mesa.

-No te preocupes, otro día será, déjame llevarte- James se levantó, dejó un cheque con una cantidad enorme de dinero en la mesa y comenzó a andar delante de Wanda, ella le siguió.

Salieron del restaurante y se subieron al lujoso auto de James.

-Es muy bonito- dijo Wanda.

-Herencia de mi padre- el chico hizo rugir el motor y aceleró saliendo del lugar donde estaba aparcado.

-Gracia por la cena- dijo David bajando de la moto.

-Oye así no se le agradecen las cosas a Steve Rogers- dijo el rubio llevando su dedo índice a sus labios indicando que quería un beso. David se acercó y juntó su boca con la oreja del chico.

-Con eso no se le agradecen las cosas a David Pine- ha Steve se le erizó la piel, apagó la moto y se bajó siguiendo al rubio de camisa hasta la puerta de su apartamento.

Cuando David abrió la puerta Steve la cerró de un portazo y se dirigió con David pegado a sus labios hasta la habitación de este.

-Aquí es, gracias por traerme- la chica sonrió y se bajó del auto.

-Nos vemos mañana preciosa- James sonrió y Wanda cerró la puerta, el chico aceleró dejando el aparcamiento lleno de humo, Wanda tosió.

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