Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo dieciséis.

―¿Usarás tacones en un viñedo?

En su cabeza, Isaac mismo respondió la pregunta. Olive amaba usar tacones y no concebía salir sin ellos. Sin embargo, creyó que optaría por un calzado que fuera práctico para recorrer las viñas, tomando en cuenta que se tardarían horas. Debió prever que, terca como ninguna otra, ignoraría lo práctico por lo elegante.

―Solo traje tacones ―contestó ella mientras se ponía el broquel de plata y diamante en la oreja izquierda. Al menos, había seleccionado una joyería sencilla―. Comienzo a cuestionar mis decisiones, si de algo te sirve.

―A mí no. ―Golpeó la pierna derecha de Olive para que la descansara en la de Isaac. Ajustó con rapidez el tacón blanco a su tobillo―. Es tu comodidad la que se verá comprometida.

―Es tarde para buscar una salvación.

Pero la cabeza de Isaac ya se había puesto a trabajar en una. Lo único que necesitaba era cinco minutos a solas con Laura, si es que conseguía separarla de Olive.

―Podrías pedirle a un empleado que vaya y te compre un calzado cómodo o... ―comenzó a decir Isaac, pero el golpe a la puerta lo detuvo. Olive gritó «pase» y Laura apareció como si la hubiese invocado. Cargaba una bolsa de papel pequeña en las manos.

―Aquí tiene lo que me pidió, alteza.

―Déjalo sobre el tocador, muchas gracias. Sobre mi otro pedido...

―Apenas llegue, se lo entregaré.

―Gracias. ―La despidió con un asentimiento.

Olive se levantó de la cama, se puso el otro broquel y se acercó al mueble. A Isaac le llamó la atención la pequeña caja blanca y lila que sacó de la bolsa.

―¿Te has sentido enferma?

Una lenta sonrisa se le dibujó a Olive en aquellos labios pintados de rosa claro.

―Enferma no, pero ya no tomo la píldora, y evidentemente anoche se nos olvidó. ―Sirvió un poco de agua en el vaso de cristal que tenía sobre el tocador―. Este es mi plan b.

Por fortuna, Isaac ya se encontraba en la cama, por lo que no sufrió el desatino de caer sobre ella como peso muerto, pero muerto de verdad. ¿Cómo se le pudo olvidar algo tan importante? En todos los años que llevaban juntos, jamás se les había olvidado protegerse, ni siquiera una vez. Incluso usaba preservativo, sin importar que ella tomara la píldora. La responsabilidad sexual era de ambos.

Y, aun así, anoche lo olvidó por completo.

―Tu padre me va a matar ―musitó, ausente. Con solo imaginar la cara enfadada del rey, deseó abrir la ventana y arrojarse por la borda.

Olive se echó a reír ante su gesto atormentado. Bebió la píldora, se acercó a él despacio y acarició sus mejillas con ternura. Isaac la miró y se sintió como un idiota por preocuparse cuando ella se veía tan tranquila.

―Anoche te echaba mucho de menos y nos necesitábamos. ―Se sentó sobre sus piernas sin dejar de mirarlo a los ojos―. No sé si habrá consecuencias, la píldora no es completamente efectiva, pero no temo enfrentarme a ellas si tú estás conmigo.

―Pero habías dicho que no estabas segura de querer hijos.

Olive bajó la mirada. Desde que decidió realizar el viaje, prometió que no pensaría en sus preocupaciones y dudas. Por supuesto, no había esperado encontrarse con Isaac ni mucho menos reconciliarse con él.

―Simon me dijo que no necesito saberlo de inmediato ―respondió, aunque no estaba convencida de sus palabras. Sentía que era una manera de decir que no quería pensar en eso ahora―. Pero si decidiera no tener hijos, ¿tú qué harías?

La pregunta, por alguna razón, sorprendió a Isaac. Solo una vez consideró la posibilidad de ser padre y fue mucho antes de pedirle a Olive que se mudara con él. Parecía lo más natural, aunque ninguno había hablado al respecto. Eran muchas las cosas que se habían mantenido en la sombra.

―Ya sabes lo que siento por Camilla. ―La mención de su nombre secó su garganta, pero la mirada comprensiva de Olive lo reconfortó―. De no ser por mi padre, habría crecido sin una familia. Es un hombre que me dio las mejores lecciones, aunque no pudo evitar que no tener una mamá me hiciera mucho daño. Creo que era inevitable. La presencia de una figura materna también es importante. No me siento capaz de ofrecerle semejantes enseñanzas a un hijo mío, no mientras no sepa la verdad completa. La duda me seguirá atormentando.

―Pero ¿te gustaría tenerlos algún día?

―Supongo que sí. ―Estudió el rostro de Olive, esperando encontrarse con algún rastro de preocupación. Como siempre, se mostró comprensiva―. Mientras tengas dudas, puedes adoptarme a mí. ―Envolvió su cintura con los brazos y la atrajo hacia él con una sonrisa juguetona―. A ver si te gusta cuidar de este niño.

―Es que a este niño yo prefiero follármelo. ―Se subió sobre él e imitó su sonrisa sin quitar las manos de sus mejillas―. Y cuando no lo esté montando como una amazona, me gusta llenarlo de besos, dejarle unas cuantas mordidas en el cuello y... ¡Isaac!

Isaac tiró de ella e hizo que se tumbara en la cama. El peso de su cuerpo la inmovilizó, aunque nada se comparaba al hechizo de sus besos que terminó por atontarla.

Apoyado de los antebrazos, Isaac recorrió la curva de su boca con la mirada. No se cansaba nunca, y ahora que había podido recuperarla, quería aprovechar cada instante para besarla. La sensación era similar a su cortejo de jóvenes. No había un solo momento del día en que no fantaseara con besarla. Sonrió al percatarse de que sus sentimientos por ella no habían cambiado desde entonces, solo se habían intensificado y madurado. Ya no quería limitarse a pasar la tarde en su compañía, pero no se atrevía a expresar sus deseos mientras ella no supiera lo que quería.

―Se nos hará tarde para el recorrido ―le recordó con las cejas levantadas―. Después dirán que soy yo el que influye en ti.

―Un poquito. ―Le obsequió una sonrisa dulce al tiempo que recorría la curva de su mandíbula con las uñas―. Me distraes con los hoyuelos.

―Son mis mejores armas de seducción. ―Se levantó de la cama y la llevó con él al sujetarla de la cintura―. De seguro que la gente ha de pensar que con ellos te llevé a la cama. ―La apretó contra él sin dejar de sonreír. A Olive se le escapó una carcajada―. Lo que ellos no saben es que fuiste tú la que me sedujo. Los tienes engañados con esa carita de niña buena.

Olive se apartó de él con un empujón juguetón.

―Es tu palabra contra la mía.

―Tal vez, pero al menos mi conciencia está tranquila.

―La mía también. Conseguí lo que quería. ―Le guiñó el ojo y se dio la vuelta para terminar de arreglarse.

―Las tierras a orillas del río Douro han sido conocidas durante miles de años por su producción de uva. Su extensión recorre laderas de cultivos y centenarias quintas que se dedican al cultivo de la vid. La mejor época para la vendimia se produce cuando las hojas de las viñas comienzan a verse doradas, entre los meses de septiembre, octubre y noviembre. ―Laura hizo una pausa para indicarles el camino de grava que los conduciría al viñedo de Quinta Das Rosas, su primera parada―. En esta quinta, se cultiva la loureira, una uva blanca que le otorga deliciosos aromas delicados a sus vinos.

Por más que el vino blanco fuera su favorito, a Olive le costaba apartar su atención de la viña. Los campos de cultivo estaban bañados por la luz del mediodía y, como no estaban en época de vendimia, se mantenían verdes. Mientras más se adentraban, el aire se cargaba del olor de las bodegas. Imaginó lo maravilloso que sería si hubiese un cenador en medio de la viña y que la anaranjada luz vespertina adornara el escenario mientras cenaba, abanicada por la fresca brisa que provenía del río.

Era una lástima que los tacones estuvieran convirtiendo el recorrido en una tortura. El tacón se le encajaba cada tanto en la tierra que, al haber sido regada hacía poco, estaba bastante blanda. Se había quedado atrás en más de una ocasión. De no haber sido por la ayuda de Isaac, no habría podido alcanzar al resto del grupo.

―Apuesto que unos jeans y zapatos cerrados te vendrían bien en este momento.

La condescendiente en la voz de Isaac estaba acompañada por un sutil tono burlón. Normalmente, sabía manejarse con tacones sin importar el terreno. De seguro podría incluso recorrer la luna con su mejor par. Por desgracia, no había considerado las dificultades de andar por una viña. Los extensos campos empinados la hacían perder el equilibrio y ralentizaba su andar.

―Tal vez la estoy pasando mal con los tacones, pero al menos luzco muy bien haciéndolo.

Isaac se echó a reír de una manera tan estrepitosa que atrajo la atención de un par de miradas.

―Eres cada día más orgullosa, ¿eh? ―Isaac logró agarrarla del antebrazo cuando estuvo a punto de torcerse el tobillo―. Creo que con unas pantuflas caminarías más segura que con esos zapatos.

―Pues a menos que pueda sacar unos más bajos del fondo del río, tendré que aguantarme. Todavía le faltan tres horas al recorrido, y ni siquiera estoy contando la cena en la finca.

―¿Me estás diciendo que todavía me quedan tres horas como guardaespaldas?

―Lo siento.

―Lo sentirán tus pies.

Olive ahogó un gemido.

―No me regañes más. Antes de irme de viaje, me encargué de tantas cosas que olvidé revisar el contenido de la maleta.

―Espera aquí.

―¿A dónde...? ―Isaac se alejó de ella antes de poder terminar su pregunta.

Olive se ajustó la pamela y evitó mirar al sol que había seleccionado ese difícil día para refulgir como un demente. La ropa la estaba sofocando y el dolor de pies no hacía que su incomodidad fuera más llevadera. Las normas de protocolo y etiqueta le impedían quejarse, quitarse el tapado verde o cambiarse de calzado. Por un poco de comodidad, sin embargo, estaba dispuesta a mandar las normas al demonio.

―Ven conmigo.

Encontró a Isaac al levantar la mirada. Le tendió la mano y la condujo hacia el interior de los campos. La altura de las viñas la hacían sentirse como si estuviera dentro de un laberinto. Olive echó una mirada por encima del hombro. El grupo seguía detenido en el mismo lugar mientras ellos se alejaban cada vez más.

―¿A dónde vamos?

―Si Laura me guio bien, cruzando esta parte de la viña están las cabañas de los recolectores. Como no están en temporada de vendimia, las residencias están vacías, salvo por uno que otro empleado que las mantienen en condiciones.

―De acuerdo, pero ¿por qué vamos hacia allá? ¡Mierda!

Olive apretó la mano de Isaac y lo obligó a detenerse el tiempo necesario para darle alivio al tobillo, que acababa de torcérselo al tropezar con una pequeña roca.

―¿Te duele? ―Isaac ya se había agachado para revisar su tobillo. Olive se estremeció ante el suave roce de sus dedos pese a que traía puestas las medias.

―No, solo me molesta un poco.

―Bueno, entonces vamos con más cuidado. ―Isaac le regaló una sonrisa coqueta al tiempo que se levantaba―. ¿O quieres que te lleve cargando?

―No, gracias.

Avanzaron con tiento, aunque más despacio, para evitar posibles incidentes.

―Le envié un mensaje a tus hermanos en la mañana ―comentó Isaac, concentrado en su andar. Cambió la dirección para saltear otra roca―. No les expliqué la situación a detalle, no sé qué tanto quieras decirles tú, solo les avisé que estábamos juntos en el tour. Supongo que a esta hora ya han salido fotografías. Noté a algunos periodistas y fotógrafos que venían con nosotros en el recorrido.

―Es para promocionar el evento. Pero sí, supongo que ya han salido algunas fotos.

Isaac se animó a echarle una mirada por encima del hombro.

―¿Qué le decimos a tu familia? ―Meditó su propia pregunta y después dijo―: ¿Qué quieres que ellos sepan?

―La verdad: que volvimos. Toda pareja tiene sus altos y bajos. A ti y a mí nunca nos ha faltado amor, solo necesitábamos descubrir lo que nos estaba alejando.

―Es que tus hermanos saben que tuvimos una ruptura bastante aparatosa. ―Devolvió su atención al camino. El suave crepitar de las hojas movidas por el viento relajó sus terminaciones nerviosas. Era un lugar bastante pacífico una vez que se alejaban de las voces y los disparos de las cámaras―. Habíamos llegado a un acuerdo para que nuestra amistad no se viera afectada.

―Incluso si lo nuestro no funcionara, y estoy segura de que eso no pasará ―Olive se acercó a él y se abrazó a su brazo―, tu amistad con mis hermanos no va a terminar. ¿Es lo que te preocupa?

―No precisamente. Es solo que, tanto tus hermanos como Julian, me dijeron que me iban a dar una paliza si te volvían a ver llorar por mi culpa.

Olive no pudo evitar echarse a reír.

―Eso tampoco pasará.

Isaac redujo la marcha al escuchar que su móvil sonaba.

―Tu hermano ―le dijo después de leer que se trataba de un mensaje.

10:21 William

¿Cómo que estás durmiendo con mi hermana?

10:22 Isaac

¿Qué has estado haciendo toda la mañana que me respondes hasta ahora?

10:26 William

Cosas con Julian, ¿por qué? ¿Celoso?

Pero no evadas mi pregunta.

¿Qué derecho moral tienes tú para decirme que estás durmiendo con mi hermana?

―¿En serio le dijiste a ese chismoso que estábamos durmiendo juntos? ―el reproche de Olive quedó oculto debajo de su carcajada.

―Claro que no. ―Le mostró los mensajes anteriores―. Les expliqué claramente lo que había ocurrido y envié el mensaje a nuestro grupo, así me ahorro el escribirles por separado.

10:30 Simon

Ya va, ¿qué pasa aquí? No me puedo concentrar si me suena el teléfono cada dos segundos.

10:31 William

LEE, que para eso estudiaste: PARA SABER LEER.

10:32 Simon

Ya verás cuando llegues al palacio, tarado.

―¡Dame eso! ―Olive le arrebató el móvil y presionó el ícono del micrófono―: Les voy a decir algo, compañeros de vientre. Por asuntos del destino, Isaac y yo nos encontramos en el tour y hemos decidido volver. Si alguno de los dos ha tenido algo que ver, les voy a cortar lo que ya saben.

Le dio a «enviar» antes de devolverle el teléfono a Isaac, quien estalló en carcajadas.

―¿Cuántas veces te ha funcionado esa amenaza? ―El móvil volvió a sonar. Era otro mensaje.

10:36 Lyla

No ahora que se acerca la boda, por favor. Si no, ¿para qué me caso?

10:38 Simon

¿Ves lo que provocas, Isaac?

10:39 Isaac

¡No hice nada! Solo les informé lo que estaba pasando.

10:40 Simon

Caray, Isaac. Ahora pareces el amigo que siempre regresa con su ex.

10:42 William

Pobre, encima esa EX que le tocó.

10:43 Isaac

No me parece gracioso.

Además, Olive ya no es mi ex.

CUÑADO.

―¿Qué tanto voy a querer estrangular a mis hermanos en cuanto lleguemos al camarote y revise mi móvil?

Isaac leyó el último mensaje de William, sonrió y dijo:

―Digamos que, de trillizos, pasarán a ser mellizos.

―Dijiste que tu presencia en este viaje parecía planificada por alguien. ¿Crees que se trate de ellos?

―No lo sé. ―Aunque en el fondo una voz le decía que no se trataba de ellos. Ni siquiera William, que vivía para burlarse de sus hermanos, se atrevería a hacer una cosa semejante, en especial sabiendo lo difícil que era para ambos―. Pensaba lo mismo de Julian, pero nuestro amigo no se ha dignado a responder mis llamadas.

Desbloqueó el móvil y tecleó.

10:50 Isaac

Oye, William. ¿Puedes decirle a Julian que me llame?

10:51 William

Dice que lo hará apenas se desocupe. Se va de viaje en unos días.

10:51 Isaac

¿A dónde?

10:52 William

Conmigo de luna de miel.

Isaac rodó los ojos. Uno de estos días, la gente pensará que esas bromas eran verdades disfrazadas. ¿O tal vez lo eran? Con esos dos ya nada le sorprendía.

―¿Falta mucho para lleg...? ¡Ah, esas deben ser!

Isaac supuso que era así. Una hilera de cabañas apareció por entre las cepas como si de un reino perdido se tratara. Las estructuras de granito eran bastante pequeñas, con espacio suficiente para una o dos personas como mucho, excepto por la bodega roja cuyas puertas estaban abiertas de par en par.

―¡Buenos días! ―Isaac saludó a la mujer que acababa de abandonar la bodega―. Disculpe, Laura...Laura... ―Volteó hacia Olive en busca de ayuda.

―Laura Marinho ―completó con una sonrisa.

―Laura Marinho nos indicó cómo llegar. Espera aquí, ya vuelvo. ―Le indicó a Olive antes de apartarse―. ¿Podemos hablar adentro? ―le preguntó a la mujer.

Olive los observó alejarse e ingresar a la bodega, donde aparentemente guardaban las herramientas para la vendimia. La mujer asintió a lo que Isaac decía. Su petición debía ser bastante extraña porque al momento entrecerró los ojos e hizo una mueca. Se internó en la bodega y volvió poco después con una caja blanca. Al caminar de regreso a ella, Olive se percató que era de zapatos.

―Aquí tienes un par de zapatos cómodos para que disfrutes del recorrido.

Olive le obsequió una mirada escéptica al mirar su contenido.

―Son botines de campo.

―Pero son verdes. Combinan con tu vestido.

―Sí, pero no se verá nada bien.

―¿Quieres pasar el resto del recorrido tropezando y sin poder soportar el dolor en los pies?

Olive gimió. Recordó que faltaban tres horas para la cena, el único momento de verdadero descanso que tendría disponible. Observó las botas. Su diseño campestre desentonaba demasiado con el vestido y el tapado. Solo una demente combinaría dos estilos tan distintos. Pero ¿no había considerado la posibilidad de faltar a la etiqueta en favor de su comodidad? Además, Isaac ya se había tomado demasiadas molestias para conseguirle un par de zapatos. No era justo que le hiciera un desplante. Por otra parte, estaba segura de que los periodistas no tardarían en hacer pública la foto.

Suspiró, exasperada con sus pensamientos. ¿Por qué siempre acababa dándole vueltas a tonterías?

―Está bien. ―Intentó agarrar uno de los botines, pero Isaac apartó la caja―. ¿Cómo voy a...?

―Sujétate de mi hombro. ―En cuanto se agachó, Olive acató su orden. Isaac le quitó el tacón derecho con una destreza admirable, le puso el botín e hizo lo mismo con el otro―. ¿Mejor?

Olive giró los tobillos y suspiró.

―Como haber bajado del piso veinte al piso uno. ―Besó su mejilla―. Gracias.

En cuanto Isaac dejó la caja en la bodega, regresaron al recorrido. Tal como había imaginado, su inesperado cambio de calzado atrajo algunas miradas curiosas.

―No le des tanta importancia ―le susurró Isaac―. Si de algo te sirve, también me están observando extraño porque estoy cargando con tus tacones.

Olive contuvo una carcajada para no atraer más la atención.

―Es la primera vez que hago un disparate como este.

―Te ves bonita incluso haciendo disparates.

―De seguro solo a ti te lo parezco.

―Tal vez. ―Inclinó la cabeza con una mueca juguetona―. Tal vez no.

―Alteza, disculpe. ―Era Laura que venía acompañada de un hombre. Isaac pensó que se había acercado para preguntar si ya podían reiniciar el recorrido―. Su pedido ha llegado.

Laura le pidió a su acompañante que entregara la mochila negra que tenía en las manos. Olive negó con la cabeza.

―Es para Isaac. ―Lo señaló al tiempo que le guiñaba un ojo.

―¿Para mí? ―No le dio tiempo de hacer otra pregunta porque le entregaron la mochila rápidamente―. ¿Qué es esto?

―¿Podemos reanudar el recorrido? ―preguntó Laura, dejando la pregunta de Isaac en el aire.

―Por supuesto. ―Una vez que se encontraron a solas, Olive volteó hacia Isaac con las manos entrelazadas. Sonreía como una niña pequeña. Le quitó los tacones de las manos―. Ya, ábrela.

Una lenta sonrisa abrillantó la mirada de Isaac. Abrió la mochila lentamente y observó su interior con un ojo cerrado. En cuanto reconoció su contenido, abrió los ojos y jadeó.

―¿Cómo llegó hasta aquí? ―Sacó su cámara con las manos temblorosas―. Dios, no la he usado en años. ¿Cómo sabías dónde estaba?

―Anoche le pedí a tu padre que le prestara a Sam la llave de tu piso para que pudiera ir por la cámara. La verdad no recuerdo exactamente donde guardé mi copia ―confesó con una risa nerviosa―. La envió esta mañana. Ya está cargada y pedí que compraran una memoria nueva.

―Eres increíble. ―Detalló el diseño de su cámara como si fuera la primera vez que la veía. La había dejado de usar desde hacía tanto tiempo que se sentía como si fuera nueva―. Me has sorprendido con esto.

―Puede que hayamos pasado por una crisis de pareja, pero te conozco mejor de lo que piensas. ―Descansó las manos sobre su hombro―. He visto la manera en la que observas el río y las viñas. Sé que morías por tener tu cámara.

―¿Y lo supiste con solo mirarme?

Olive se echó a reír, bastante entontecida por su sonrisa con hoyuelos.

―¿Recuerdas aquella noche que fuiste a mi habitación para que habláramos? ―Isaac asintió―. Me dijiste que habías renunciado a la fotografía por un trabajo estable que te permitiera estar a mi altura. ―Isaac apartó la mirada de la cámara lo suficiente para encontrarse con sus ojos―. Pensé que lo habías echado a un lado por gusto.

―Fue más o menos así.

―Sí, pero amas la fotografía y no quiero que lo dejes.

Isaac se quedó en silencio mirando la cámara mientras esta se encendía. Un antiguo cosquilleo le dibujó una sonrisa ladeada. ¡Todavía funcionaba! Una parte de él había temido que ya no sirviera después de tanto tiempo sin usarla. Echó una mirada por el visor y ajustó el lente de enfoque. La sonrisa de Olive apareció y atravesó su pupila.

―¿Sabes que fue justamente así como te vi la primera vez? ―Isaac bajó la cámara―. Mi papá me acababa de regalar una cámara. La llevé a la escuela para probarla porque siempre he considerado que el edificio antiguo era precioso. Me puse a jugar con el enfoque. ―Volvió a apuntar a Olive con la cámara y la miró a través de la pantalla digital. Disparó cuando ella hizo una mueca―. Enfoqué sin querer a un grupo de chicas y tú estabas en medio hablando con ellas. Mi cámara se enamoró de ti primero, yo lo hice después. ―Olive se echó a reír y Isaac aprovechó la oportunidad para hacerle otra foto. Estudió el resultado. La pamela había oscurecido su rostro, pero la luz de mediodía que atravesaba las cepas la bañó de motas doradas. Podría hacer maravillas cuando la retocara―. Te habría sacado mil fotografías si no fuera porque en ese momento no te conocía. De cierta manera, fue un alivio no hacerlo. Me enteré después de quién eras y me dio miedo.

―Continuemos por este camino, por favor ―avisó Laura―. Nuestra próxima parada es la bodega principal donde podremos degustar los vinos.

Olive guardó sus zapatos en la mochila de Isaac para tener las manos libres. Aunque todavía le molestaban los pies, lo cierto es que se sentía más cómoda usando botines de campo que los tacones, pese a que no combinaban con el vestido. Una inusual e inesperada libertad le recargó el buen ánimo. Así era más fácil seguirle el paso al grupo y a Isaac, que no había parado de tomar fotografías a todo aquello que le llamaba la atención, que no era poco. A Olive le embriagó la nostalgia. Echaba de menos a ese Isaac despreocupado que siempre llevaba su cámara colgada del cuello a cada cita, reunión o actividad fuera del ojo público. No era más que un niño en el cuerpo de un adulto que disfrutaba de las maravillas que el mundo tenía para ofrecer. Cualquier detalle se veía precioso a través de sus ojos y así lo reflejaba en sus fotografías.

En cuanto llegaron a la bodega, un hombre delgado y con las mejillas enrojecidas por el calor, se les acercó mientras se abanicaba con un sobre blanco.

―¿Usted es Isaac Beley? ―El aludido se obligó a apartar la atención de la cámara para asentir en dirección al hombre cuyo acento lo delataba como francés―. Excusez-moi, mi nombre es Rodrigo Portela. Debía reunirse conmigo en el barco, pero no llegué a tiempo para abordar. ―Le ofreció un apretón que Isaac aceptó con una mueca de extrañeza. Habría esperado cualquier cosa menos otro francés―. ¿Podemos hablar en privado?

―Puede hablar frente a ella. Le presento a la princesa Olive. Ella es...

―¡Oh, alteza, désolé, désolé! ―Rodrigo realizó una reverencia perfecta―. No la reconocí.

―No se disculpe, es un placer. ―Olive le agradeció con un asentimiento comedido.

―El señor Sergeant me dijo que usted tendría información sobre mi familia ―acotó Isaac. Lo que menos quería era dilatar ese incómodo proceso. Mientras más pronto supiera, más rápido se calmaría su inquieto corazón.

―Ah, sí. Verá, me fue imposible abordar ayer porque estaba corroborando una información. ―Sacó los papeles guardados dentro del sobre―. La familia que estaba investigando, en efecto, poseía una quinta en Portugal.

―La Quinta Belavista ―recordó Isaac―. Le preguntamos por ella a Laura, la encargada del recorrido, y dice que no recuerda ese nombre.

―La quinta fue vendida. ―Le entregó los documentos a Isaac―. La familia regresó a España.

Isaac lo corroboró al leer, pero verlo escrito le causó una sonrisa.

―No me diga. ―Se lo mostró a Olive―. Qué casualidad. El Royal Winery Tour culmina en España.

Olive le arrebató los papeles.

―Pero aquí no dice a dónde se mudaron.

―Supuestamente ―apostilló Isaac con una mueca divertida―. Que desafortunado que no lo supiéramos antes de que me embarcara ayer, ¿verdad, cariño?

Al comprenderlo, Olive bufó.

―¿Quién le ha dado esta información? ―preguntó Olive mientras sacudía los papeles. Esperaba no parecer una loca. El elegante vestido y los botines de campo tampoco ayudaban a mejorar su imagen.

―El investigador de lord Iverson. Luego yo corroboré la mudanza.

―¿Lo hizo ayer?

―Sí. ―Sospechando la falta de credibilidad hacia su persona, preguntó―: ¿Por qué?

―Pudo haber escogido otra fecha, no el día del embarque. Acepté viajar por el río porque se suponía que iba a encontrarme con usted.

―Ya le expliqué que...

―Se explicó bastante bien. Supongo que no me queda más opción que ir a España.

Rodrigo masculló una débil afirmación.

―Le enviaré la información con mayor precisión en cuanto pueda.

Isaac bufó con ironía.

―De seguro le tomará un par de días, ¿no es así?

―Por desgracia, no tengo la dirección exacta de la familia. He obtenido los datos directamente del gobierno portugués, pero no han querido proporcionarme la nueva residencia.

―Es entendible. ―Olive contuvo la carcajada ante el gesto de falsa comprensión con el que Isaac lo miraba―. No me queda otra opción que esperar. Apenas se entere de algo, por favor, envíemelo al correo.

―Así se hará. ―Hizo una reverencia en dirección a Olive―. Alteza, ha sido un honor.

Olive lo despidió con un movimiento de cabeza. Una vez a solas, los dos dieron rienda suelta a la carcajada.

―¿Lo ves? ―Le arrebató los papeles―. Esto confirma lo que he estado diciendo: mi presencia en este viaje fue organizado por una mano siniestra.

―Si fueron mis hermanos...

―No creo. Como ya hemos dicho, ninguno se arriesgaría a hacer algo así para incomodarnos.

Emprendieron el camino hacia la bodega.

―Tampoco creo que mis padres tengan algo que ver, aunque es fácil pensarlo. Tienen el poder y, además, mi padre me insistió en que viniera.

―No creo que sean ellos.

Olive lo estudió de refilón.

―Pero tienes una sospecha.

―Julian. ―Colgó la cámara del cuello después de haber tapado el lente―. En cuanto sospeché que su contacto era Carmichael, intenté comunicarme con él, pero no se ha dignado a responderme. Ya ves esta mañana. Me envió un mensaje a través de William.

―Y Julian es el único del grupo que sabe la verdadera razón de nuestra ruptura.

―Él sabe perfectamente que no estar contigo me estaba matando. ―Olive compartió una mirada cómplice con él. Isaac sonrió y sacudió la cabeza―. No me habría imaginado que fuera capaz de armar este ardid.

―¿Qué dices? ―lo obligó a detenerse en la entrada de la bodega. A lo lejos, escuchó a Laura y al enólogo enfrascados en una conversación sobre las cualidades de la uva―. ¿Lo estrangulamos o le damos las gracias?

Isaac adoptó un gesto pensativo.

―Lo decidiremos mientras tomamos vino.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro